Fundamentos Filosóficos de la Sociedad, el Poder y la Moral: Hume, Marx, Nietzsche y Kant
Las teorías políticas de su época situaron el origen de la sociedad en el contrato social. Hobbes, Locke y Rousseau sostenían que nacía de un pacto libre mediante el cual los individuos abandonan un estado de naturaleza primitivo y pasaban a otro estado social más organizado y civilizado.
Hume rechazó la idea de que la sociedad nacía de un pacto explícito entre personas, por no haber constancia de él. Aseguró también que los contratos surgen en el seno de la sociedad, por lo que no tiene sentido en un supuesto estado previo a la vida social. Por consecuencia, señaló que las teorías pactistas eran simples hipótesis sin fundamento en la experiencia. Rechazó también las teorías que afirmaban la naturaleza social del hombre; el término de naturaleza era considerado como una idea compleja y abstracta.
Él considera que el origen de la sociedad se encuentra en un acuerdo implícito entre individuos que viene dado por el sentimiento de utilidad, la cual proporciona fuerza, capacidad y seguridad en la sociedad. Según él, el ser humano nunca ha vivido aislado en un estado natural. El hombre primitivo siempre vivió en un estado familiar que es un estado social. Tomó conciencia de la utilidad de la sociedad que está cimentada en el deseo natural de la unión entre hombre y mujer y la posterior descendencia. A partir de la familia se fueron estableciendo sociedades más amplias y complejas para garantizar la propiedad sobre los bienes externos (propiedad privada).
Al igual que la sociedad, el gobierno tiene su origen en el sentimiento de utilidad que dará ventajas, paz, orden y la administración de la justicia, aunque se limiten las libertades.
Rechaza la existencia de un contrato explícito entre individuos para otorgar el poder a unos gobernantes, no hay experiencia de ello. También rechazó las teorías que situaban el origen del poder en Dios (posición absolutista).
Los gobiernos existirán gracias al pacto implícito que será admitido por el pueblo porque toma conciencia de la utilidad que reporta. Por tanto, si dejara de proporcionar beneficios, cesaría la obligación de obedecerlos. En casos de tiranía y abuso, la rebelión estaría más que justificada.
Organización social
Sigue el liberalismo político iniciado por Locke. En uno de sus ensayos políticos ofrece su visión de la “sociedad perfecta” que estaba bastante ligada con la situación y las circunstancias de la Gran Bretaña de su tiempo.
Contempló la división de poderes:
Poder legislativo: que se ha de atribuir a un conjunto de representantes y magistrados.
Poder ejecutivo: que se debe poner en manos de unos pocos senadores.
Poder judicial: queda repartido entre varios estamentos.
La teoría del valor de Marx
Marx expuso su teoría del valor, de la mercancía y del dinero en la Contribución a la crítica de la economía política de 1859 y más tarde, en El capital en 1867. Marx distinguió entre el valor de uso y el valor de cambio:
● Valor de uso: consiste en las cualidades o capacidades de un bien o de un producto para satisfacer una necesidad humana.
● Valor de cambio: consiste en el precio que los bienes, objetos o actividades adquieren en el mercado.
El valor de uso tiende a ser suplantado por el valor de cambio. Todas las realidades, incluyendo la actividad y los productos humanos, se encuentran sometidas a las leyes impersonales del mercado, la ley de la oferta y la demanda.
Según Marx, a lo largo de la historia se ha desarrollado un proceso mediante el cual se ha tenido que convertir todos los objetos en mercancía.
La plusvalía
La plusvalía: Es la diferencia entre el valor de cambio de los bienes u objetos producidos por un obrero y el salario que este percibe por su trabajo. En otras palabras, es el beneficio del capitalista.
Todas las mercancías se pueden intercambiar, esto es porque existe una realidad común que permite medir su valor. Esta realidad es la del trabajo. El trabajo constituye la única referencia en la que se pueda medir el resto de mercancías.
En la sociedad capitalista, el trabajo del obrero es una mercancía que se compra y se vende según la ley de oferta y demanda. El obrero vende su fuerza de trabajo y el capitalista la compra, pagando por ella un salario.
El capitalista puede aumentar su plusvalía de muchas formas, como explotando al trabajador, es decir, pagando menos o haciéndole trabajar más horas, y comprando “la materia prima” de su actividad productiva más barata.
La lucha de clases
El Manifiesto del Partido Comunista (1848) remarcó la historia de la lucha de clases, entre la burguesía y el proletariado.
Una clase social se encuentra constituida por un grupo amplio de personas que coinciden entre sí por el lugar que ocupan en el seno de un determinado sistema de relaciones productivas. Para aclarar este concepto:
En primer lugar, una clase social existe en oposición a otra u otras. Por ello siempre existen mínimo dos clases.
En segundo lugar, el criterio esencial para distinguir las clases es su posición con los medios de producción. Se distinguen dos clases: la dominante y la dominada. La clase dominante es la dueña de los medios de producción y la dominada, que tiene una situación de dependencia y subordinación. La contradicción conduce a la lucha de clases (clase social en sí).
La lucha de clases consiste en el conflicto existente entre las dos clases sociales. El objetivo de Marx es la revolución social y toma del poder por parte del proletariado. Según lo dicho anteriormente, cada vez los proletarios van a tomar conciencia y van a sublevarse contra los capitalistas y por ello se va a acabar destruyendo el capitalismo y va a llegar el socialismo (clase social para sí).
La crisis: fin del capitalismo
El sistema capitalista encierra diferentes contradicciones internas, por ello está condenado al fracaso. Llegado un momento las contradicciones del sistema originarán toda una serie de acciones y reacciones que desembocan en la guerra de todos contra todos, en la crisis del sistema capitalista y en la dictadura del proletariado.
Cuando esto evolucione, no sólo los proletarios serán enemigos de los capitalistas sino que también entre los propios capitalistas serán rivales.
El vitalismo de Nietzsche
El vitalismo de Nietzsche tiene como influencia el pensamiento de Schopenhauer, sobre todo en su concepción de la voluntad. Nietzsche censura el nihilismo pasivo y pesimista que caracteriza al concepto de voluntad de Schopenhauer. Para este pensador, la voluntad se define como una resignada voluntad de vivir. No podemos hacer frente al dolor, a la tragedia y el sinsentido de la vida. Debemos vivir renunciando a los placeres, estoicamente, aceptando el transcurso doloroso de la vida y hacernos insensibles ante ella.
Para Nietzsche, la vida representa una apasionada voluntad de poder: como la propia lucha de lo que está vivo por sobrevivir, superándose a sí mismo: “En todos los lugares donde encontré seres vivos, encontré voluntad de poder…” (Así habló Zaratustra).
Al definir el concepto de voluntad de poder podemos trascender el ámbito biológico de la vida: La voluntad como devenir. Equivaldría al devenir, al cambio constante que subyace en el universo. Aquí se muestra la veneración de Nietzsche por Heráclito: “El ser. No tenemos otra representación del ser que el vivir… el imprimir al devenir el carácter de ser es la más alta voluntad de poder” (La voluntad de Poder (1901)). La voluntad en la propia naturaleza. La voluntad que rige en la vida es una voluntad de poder manifestada en la constante lucha de todos contra todos que se aprecia en la naturaleza. La voluntad de poder está presente en todos los seres vivos: “Habéis recorrido el camino que lleva desde el gusano hasta el hombre, y muchas cosas en vosotros continúan siendo gusano (el hombre camello)…” (Así habló Zaratustra). La voluntad de poder como superación de uno mismo. La voluntad de poder también influye en el ámbito moral. Imponer a los demás criterios religiosos que repriman la voluntad de poder en nombre de algo distinto y superior a ella (moral de esclavos), expresa el resentimiento contra la vida empujando a la humanidad a su decadencia. Donde no hay voluntad de poder aparece la decadencia; es en los valores más sagrados donde impera el nihilismo (el vacío, el engaño). La voluntad de poder es afirmación de la vida, desarrollo individual, afirmación propia; no dominio o sometimiento de los demás (esto es muy cuestionado por los estudiosos de Nietzsche)
Crítica a los valores dominantes
Critica los valores de la cultura occidental porque los considera decadentes, ya que:
- Están movidos por el platonismo: sitúan la realidad fuera del mundo sensible y subordinan los sentidos a la razón. Minusvalidan la experiencia humana histórica porque la consideran “dentro de la caverna”.
- Siguen los principios del cristianismo: el cristianismo significa la negación de la vida y debilidad moral ante algo externo y desconocido.
La voluntad de poder se manifiesta en un cambio en la jerarquía de valores (transmutación de valores). Los valores que han estado sometidos y encubiertos deben aflorar. Han estado escondidos en el folclore, en los ritos, en la poesía, en la danza…. Los valores que afirman y dicen sí a la vida deben tener el poder (moral del señor, de lo dionisiaco). Nietzsche propone una transmutación de valores o transvaloración que sustituirán temporalmente (eterno retorno) a los valores propios de la debilidad, la compasión y sumisión del hombre a lo sagrado (moral de esclavos).
Con la muerte de Dios, “Dios ha muerto, viva el superhombre”, Nietzsche propone un nihilismo optimista, que define a los “espíritus libres” u “hombres superiores”: “ante Dios todos somos iguales pero ese Dios ha muerto ya. Este Dios era vuestro mayor peligro” (Así habló Zaratustra). Es necesario crear una nueva escala de valores que rija una nueva humanidad (Nietzsche define al hombre como creador de valores) pues los anteriores valores no nos sirven y el hombre no puede vivir en el nihilismo, en un vacío de valores.
En Así habló Zaratustra aparece un poema donde nos invita a amar la vida y ser voluntad de poder para superar el nihilismo: “Yo amo a los grandes despreciadores, pues ellos son los grandes veneradores y flechas del anhelo hacia la otra orilla (nueva humanidad)”… “Yo amo a quien trabaja e inventa para construirle la casa al superhombre y prepara para él la tierra, el animal y la planta: pues quiere así su propio ocaso (ama a los profetas del superhombre)”.
La filosofía del conocimiento de Kant
Kant empieza analizando el conocimiento con dos cuestiones:
- ¿Existe el conocimiento? Sí que existe y se origina por la experiencia (como afirmaban los empiristas).
- Una vez que sabemos de su existencia, ¿qué condiciones intervienen en él?
Para responder a esta pregunta utiliza la razón y concluye que hay dos modos de conocimientos contrarios entre ellos:
● Conocimiento a posteriori: es propio de la sensibilidad, y nos informa sobre todo lo que forma parte de la experiencia. Son individuales y particulares, debido a que son únicos entre todos los demás, y no tienen necesidad ni universalidad.
● Conocimiento a priori: son siempre universales y necesarios sin proceder de la experiencia. Es el caso de las ciencias (matemáticas, física). Son posibles gracias a los principios de la razón (espacio y tiempo), los principios trascendentales (filosofía transcendental).
Estos conocimientos los expresamos mediante juicios, que se encargan de validar o rechazar la relación entre el sujeto y el predicado, creando así afirmaciones y negaciones finales. Distinguimos entre los siguientes juicios:
● Juicios analíticos a priori: no nos enseñan nueva información, sino que nos explican la relación entre un sujeto y su predicado. El predicado está dentro del sujeto. Son siempre verdaderos y a priori (carecen de experiencia).
● Juicios sintéticos a posteriori: son extensivos, es decir, añaden información que desconocemos del sujeto. El predicado aporta información del sujeto. Al ser a posteriori, dependen totalmente de la experiencia.
● Juicios sintéticos a priori: aumenta el conocimiento (sintéticos) y son a priori, universales y necesarios porque carecen de experiencia. Aclara la existencia de juicios sintéticos a priori en las ciencias; estos se convierten en la condición para denominar a una ciencia como tal, es el criterio del conocimiento.
La filosofía de la religión de Kant
Si examinamos los dogmas en que se vierte la fe religiosa, veremos que todos ellos son expresión del ideal moral de la voluntad pura (postulados razón práctica). El primero de todos es el dogma de la divinidad. Existe Dios. La posición de un ideal moral y su persecución por el hombre, significa la fe profunda en un orden moral del universo y en una divinidad que establece y realiza ese orden.
De igual modo el dogma de la inmortalidad y el de la otra vida expresan la idea de que el hombre no puede realizar el ideal moral (felicidad) en la experiencia; el hombre necesita creer que la muerte no es un término, sino el comienzo de una vida totalmente adecuada al ideal (cumplir el deber- felicidad). Sin la fe en la inmoralidad no habría para el hombre más que un negro pesimismo, una desesperación profunda al convencerse de que todos sus esfuerzos por alcanzar una perfección moral se aniquilan en breve. De ese pesimismo nos salva la fe en la inmortalidad del alma, la cual no es otra cosa que la fe optimista en la posibilidad de la empresa moral.
La filosofía de la religión conduce a Kant a dos conclusiones importantes. La primera es que la religión expresa y manifiesta objetivamente el contenido mismo de la ética. En la religión encuentra el ideal moral una exposición real; la religión es uno de los sistemas ideológicos en que el hombre se manifiesta como un ser que piensa y quiere el ideal moral (amor al deber, cumplimiento del deber) que la ética establece. Así pues, se invierte aquí por Kant la relación entre la ética y la religión como fundamento de la ética. Generalmente se piensa la religión como fundamento de la ética, Para Kant, al contrario, es la ética el fundamento de la religión, o más exactamente: la religión es la expresión sentimental de las aspiraciones morales (felicidad, eternidad, inmortalidad,) de la humanidad, insaciables en la experiencia.
La segunda conclusión es que la fe en que se basa la religión no es un capricho, una enfermedad, una falta de cultura y de ilustración como creían muchos de sus contemporáneos. La fe tiene sus raíces en lo más hondo de la razón humana. La razón aspira por su propia naturaleza a superar la experiencia. Para ello inventa los objetos metafísicos, las cosas en sí o noúmenos. Cuando las cosas en sí (ideas regulativas de la razón) se tornan en ideas sobre las que se edifica el ideal de la moralidad (postulados de la razón práctica), se manifiestan y se realizan en la religión. Semejante proceder es teóricamente, científicamente inadmisible (Dios, la liberta, la inmortalidad del alma no son fenoménicos). Se hace un llamamiento no a la inteligencia sino a la emoción del hombre.
La religión no ha de ser pública para que no haya intermediarios entre la conciencia de cada uno y Dios (ritos religiosos, ceremonias, jerarquía de la Iglesia…). Kant distingue entre los credos religiosos y la auténtica religión racional, que cada uno ha de vivir en su interior.
Kant se adelanta a su tiempo. El siglo XVIII no supo más que admitir o rechazar la fe religiosa. Kant abrió un nuevo campo a la filosofía, invitándola a comprender y explicar una radical y fundamental manifestación del espíritu humano: fenomenología de la religión.