Hume y Kant: Empirismo, Causalidad y la Crítica de la Razón

Hume y el Empirismo Radical

Con Hume, el empirismo alcanza su máximo desarrollo. Para este filósofo, existen dos clases de percepciones, es decir, de conocimiento: las impresiones y las ideas. Las impresiones son las percepciones que se obtienen a través de los sentidos y son más vívidas, mientras que las ideas son las representaciones, imágenes o copias de las impresiones en el pensamiento y no aportan ningún conocimiento nuevo. Las impresiones son el origen de nuestros conocimientos y también el límite del conocimiento, ya que no podemos conocer algo de lo que no tenemos impresión sensible.

Hume propuso las leyes de asociación de ideas para explicar cómo se relacionan los pensamientos en la mente. Se dividen en tres:

  1. Semejanza: agrupar un conjunto de objetos con características similares.
  2. Contigüidad: relacionar ideas que ocurren juntas en tiempo o espacio.
  3. Causalidad: relación entre causa y efecto.

Según Hume, hay dos tipos fundamentales de conocimiento: los conocimientos de “relaciones entre ideas” y los conocimientos acerca de “cuestiones de hecho” o conocimiento factual.

Crítica a la Idea de Causalidad

Para Hume, el límite de nuestro conocimiento es la impresión. Si aplicamos este criterio al conocimiento de hechos, este queda limitado a las impresiones actuales y pasadas, ya que no puede haber conocimiento de hechos futuros porque no poseemos ninguna impresión. De esta forma, el principio de causalidad es indemostrable.

Lo que ocurrirá en el futuro se basa en una inferencia causal, es decir, seres u objetos (causa) que tienen la fuerza de producir otras (efecto), esta relación se denomina conexión necesaria.

Hume critica la idea de conexión necesaria, ya que no tenemos impresión que corresponda a la idea de conexión necesaria entre dos fenómenos; lo único observable es la sucesión constante. La costumbre representa para Hume un verdadero principio de la naturaleza humana que hace más fácil la vida ordinaria.

Crítica a las Sustancias Cartesianas

En primer lugar, Hume realiza una crítica al concepto de yo o sujeto pensante de Descartes, quien afirmaba la existencia de un yo basándose en una intuición inmediata; esto lo niega Hume. Según Hume, el yo es una multiplicidad de percepciones, un conjunto de impresiones las cuales no son constantes. Esta afirmación no permite explicar la conciencia que todos tenemos de nuestra identidad personal; para ello recurre a la memoria y gracias a ella reconocemos la conexión que existe entre las distintas impresiones que se suceden.

Por otro lado, realiza una crítica a la sustancia infinita, es decir, Dios, porque tampoco se puede justificar. No existe ninguna impresión, y los que defienden su existencia recurren a principios causales o a ideas innatas. Para Hume, Dios es fruto de nuestra imaginación y no hay base para sostener su existencia.

El Problema del Método

Por otro lado, Hume critica el método deductivo de los racionalistas, quienes partían de ideas simples para construir ideas complejas a través de un proceso de síntesis; para ello recurrían a ideas innatas, las cuales Hume rechaza.

Los empiristas defendían el método inductivo, que consistía en obtener proposiciones universales a partir de la observación y experimentación.

Pero, según Hume, no hay nada que permita pasar de un número de experiencias a una ley universalmente válida, porque aunque todas las experiencias pasadas confirmen un hecho, ninguna incluye la certeza de que ese hecho se repita en el futuro. Hume cuestiona, por tanto, que el método inductivo sirva para obtener un conocimiento universal y necesario, pero reconoce que este método tiene un cierto fundamento: el fundamento psicológico constituido por el hábito o la costumbre.

Consecuencias de las Tesis Empiristas

Las consecuencias del empirismo de Hume son el fenomenismo y el escepticismo.

En primer lugar, en el fenomenismo, Hume defiende que el conocimiento no puede ir más allá de las impresiones y estas son subjetivas, por lo que no podemos saber nunca cómo son en realidad los objetos, solo la apariencia.

En segundo lugar, el escepticismo consecuente, que niega la existencia objetiva de las cualidades que el sujeto conoce mediante las impresiones.

Kant y la Crítica de la Razón Pura

Este filósofo pensaba que los hombres de su época viven en un estado de minoría de edad en cuanto al uso de la razón. Esto era causado por la pereza y las constricciones. El único modo de alcanzar la “mayoría de edad” en el ejercicio de la razón es realizando una crítica de la razón que permitirá clarificar los fines últimos de nuestra vida y los verdaderos intereses humanos. Todo esto es una condición previa para alcanzar “la época ilustrada”.

Una época ilustrada se caracteriza por:

  1. Seguir la máxima de pensar por uno mismo (sapere aude “atrévete a saber”).
  2. Ejercer la libertad no sólo en el ámbito privado, sino también en la acción.
  3. Considerar la Ilustración misma como el motor y la meta de la historia humana.

Para Kant, la crítica de la razón es la condición previa indispensable para salir de la época de la “minoría de edad” y entrar en una “época ilustrada”, por eso, la filosofía kantiana se denomina “filosofía crítica” o “criticismo”. Pero, ¿en qué consiste la crítica de la razón? En descubrir los principios, las leyes y los fines últimos que impone la razón desde sí misma, de acuerdo con su naturaleza. En su análisis crítico de la razón, se hará las siguientes preguntas:

  1. ¿Qué puedo saber?
  2. ¿Qué debo hacer?
  3. ¿Qué me cabe esperar?
  4. ¿Qué es el hombre?

¿Qué Puedo Saber? Uso Teórico de la Razón

Con esta pregunta, Kant pretende superar las corrientes de la filosofía moderna, analizando los límites que le vienen impuestos a la razón por su naturaleza. En esta cuestión destaca su obra más relevante, Crítica de la Razón Pura. Las dos concepciones del conocimiento heredadas de la gnoseología anterior son: Por una parte, el dogmatismo racionalista y por otra parte, el empirismo, cuya expresión última es el escepticismo de Hume.

Bajo la influencia de Hume, Kant llegó a la conclusión de que nuestro conocimiento no puede pretender extenderse más allá de la experiencia, y aunque hay conceptos que no provienen de la experiencia, su aplicación debe extenderse exclusivamente al ámbito de la experiencia.

Para responder a la pregunta ¿qué puedo conocer? Kant intenta señalar los principios desde los cuales es posible un conocimiento científico de la Naturaleza y los límites dentro de los cuales es posible el conocimiento.

Comenzó preguntándose si es posible la metafísica como ciencia, es decir, si es posible un conocimiento puramente racional sobre Dios, el alma y el mundo como un todo. Para ello, era necesario preguntarse antes cómo es posible la ciencia.

La ciencia es posible gracias a dos tipos de elementos: los empíricos, que son particulares y contingentes, y los transcendentales, que son universales y necesarios.

La conclusión de Kant es que la metafísica como conocimiento científico es imposible, porque sus objetos son transcendentes: el alma, su libertad e inmortalidad, Dios y el mundo como totalidad.

Ya que nuestro conocimiento del mundo se estructura gracias a condiciones trascendentales, a priori, no sabemos cómo puede ser el mundo independientemente de la experiencia; todo objeto del que tenemos experiencia ha quedado influido por la estructura de nuestro aparato cognoscitivo. Esa es la tesis básica del idealismo trascendental de Kant. Esta tesis nos lleva a dos conceptos clave del idealismo trascendental: el concepto de noúmeno y el de fenómeno.

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