A Descartes no le queda más remedio que deducir la existencia de la realidad a partir de la existencia del pensamiento. Así lo exige el ideal deductivo: puesto que la primera verdad es el «yo pienso», del «yo pienso» han de extraerse todos nuestros conocimientos, incluido el conocimiento de que existen realidades extramentales.
Para Descartes el pensamiento piensa siempre ideas. Es importante señalar que el concepto de «idea» cambia en Descartes respecto de la filosofía anterior. Para la filosofía anterior el pensamiento no recae sobre las ideas, sino directamente sobre la realidad: si yo pienso que el mundo existe, estoy pensando en el mundo y no en mi idea de mundo. Para Descartes, por el contrario, el pensamiento no recae directamente sobre las cosas, sino sobre las ideas: yo pienso no en el mundo, sino en la idea de mundo. ¿Cómo garantizar que a la idea de mundo corresponde una realidad: el mundo?.
Hay que analizar las ideas para tratar de descubrir si alguna de ellas nos sirve para romper el cerco del pensamiento y salir a la realidad extramental. Al realizar este análisis, Descartes considera las ideas de dos maneras: como realidades mentales, puros contenidos de mi pensamiento y, en este sentido todas las ideas son iguales, y como realidades objetivas, en cuanto representan un objeto y, en este sentido, cada idea representa una cosa distinta: tierra, cielo, árbol…Como tales representaciones las ideas existen en el espíritu humano, pero ¿existen fuera de la mente las cosas que representan? Para responder a esta cuestión Descartes distingue tres tipos de ideas:
– Ideas adventicias:
Aquellas que
parecen provenir de nuestra experiencia externa (las ideas de hombre, de árbol,
los colores, etc).
– Ideas facticias:
Aquellas que
construye la mente a partir de otras ideas (la idea de un caballo con alas, una
sirena, etc).
Ninguna de estas ideas nos pueden servir como punto de partida para la demostración de la existencia de la realidad extramental: las adventicias, porque parecen provenir del exterior y, por tanto, su validez depende de la problemática existencia de la realidad extramental; las facticias, porque al ser construidas por el pensamiento, su validez es cuestionable.
– Ideas innatas:
Aquellas que el
pensamiento las posee en sí mismo. Son pocas pero las más importantes. Ideas
innatas son, por ejemplo, las de «pensamiento» y la de
«existencia», que ni son construidas por mí ni proceden de la
experiencia externa, sino que me las encuentro en la percepción misma del
«pienso, luego existo». Entre ellas hay una idea muy especial, la
idea de infinito, que Descartes identifica con Dios. Desde esta idea de
infinito se plantea Descartes la demostración de la existencia de Dios. Rompe,
de este modo, el círculo de soledad en que había encerrado al sujeto humano y
sitúa en Dios el garante último de la verdad del conocimiento.
4.La existencia de Dios y del mundo
Entre las ideas innatas, Descartes descubre la idea de infinito que identifica con la idea de Dios. La idea de Dios no es adventicia (no poseemos experiencia directa de Dios) y tampoco es facticia (para Descartes la idea de finitud, de limitación, presupone la idea de infinitud: ésta no deriva, pues de aquélla; no es facticia).
Una vez establecido que la idea de Dios -como ser infinito- es innata, el camino de la deducción queda abierto.
* La existencia de Dios es demostrada a partir de la idea de Dios
. Entre los argumentos utilizados por Descartes destacamos dos:
1)«La
realidad objetiva de las ideas requiere una causa que posea tal realidad en sí
misma, no sólo de un modo objetivo, sino de un modo formal o
eminente»(respuestas segundas), es decir, la idea de un ser infinito
requiere una causa real proporcionada; luego la idea de un ser infinito
requiere una causa infinita; luego ha sido causada en mí por un ser Infinito;
luego el ser Infinito existe.
En
la tercera parte del Discurso del método considera que cuando piensa y
piensa que duda se conoce como imperfecto y finito, puesto que hay más
perfección en conocer que en dudar. No me conocería imperfecto si no estuviese
en mí antes la idea de perfección.
La idea de perfección o infinitud no
es una mera negación de lo imperfecto como lo es la idea de oscuridad, simple
negación de la luz. Al contrario, así como la idea de algo sustancial como
árbol o montaña tiene más realidad objetiva como idea que la idea de lo
accidental, la idea de perfección infinita tiene una realidad objetiva infinita
como tal idea.
Si me pregunto por el origen de esta idea comprendo que no puede provenir de mi experiencia sensible, si es que ésta fuese válida, pues nada infinito hay en ella; ni de mí mismo, que soy imperfecto y limitado. La realidad objetiva infinita de esta idea requiere una explicación o causa proporcionada: la causa no puede ser inferior al efecto, requiere por tanto una realidad exterior al pensamiento que sea infinita.”De modo que no quedaba sino que hubiese sido puesta en mí por una naturaleza verdaderamente más perfecta que yo, e incluso que reuniese en sí todas las perfecciones de que yo pudiera tener alguna idea, es decir, para explicarme en una sola palabra, que fuese Dios” (cuarta parte del Discurso del método).
2)Argumento ontológico (Meditación 5). Se trata de una nueva versión del conocido argumento ontológico formulado por S. Anselmo de Canterbury en el s.XI. Puedo demostrar la existencia de Dios mediante la consideración de las perfecciones contenidas en la idea de Dios. La existencia es una de las perfecciones de Dios y pertenece a la esencia divina. El hecho de faltarle sería una limitación. No puedo concebir a Dios sino como existente.
Argumentación:»Aquello que clara y distintamente entendemos que pertenece a la naturaleza verdadera e inmutable de algo, a su esencia o forma, puede ser afirmado con verdad de esa cosa. Pero, una vez que hemos investigado con suficiente exactitud la naturaleza de Dios, entendemos clara y distintamente que el existir pertenece a su naturaleza verdadera e inmutable. Así pues, podemos afirmar de Dios con verdad que existe».
En este argumento Descartes ha aplicado el criterio (lo que vemos clara y distintamente es verdadero). Su aplicación está garantizada con las pruebas de la existencia de Dios hechas en la 3ª Meditación.
Otra de las pruebas de la existencia de
Dios es la que parte de la finitud del yo.
El yo de Descartes es un
sujeto contingente, finito y limitado, que no está seguro de seguir existiendo
cuando deja de pensar. No ha podido, por ello, producirse a sí mismo. Además,
si lo hubiera hecho, se hubiera dado perfecciones en las que puede pensar que
están contenidas en la idea de Dios y que sin embargo, él no posee. De todo
ello, hay que concluir que el ser humano ha tenido que ser producido por un ser
que tiene todas las perfecciones, a saber, Dios.
* La existencia del mundo es demostrada a partir de la existencia de Dios:
puesto que Dios existe es imposible que haya creado un ser, yo, destinado necesariamente al error, ya que ello sería contrario a su infinitud perfecta y a sus infinitas perfecciones; por tanto, Descartes rompe ya con su duda metódica y recobra la confianza en el conocimiento de los sentidos -confianza muy escasa- y en el conocimiento racional -confianza plena-. En consecuencia, ya podemos aceptar la existencia del mundo exterior, de los árboles que nos rodean y de la silla en que nos sentamos.
Dios aparece así como garantía de que a mis ideas corresponde un mundo, una realidad extramental. Conviene, sin embargo, señalar que Dios no garantiza que a todas mis ideas corresponda una realidad extramental. Descartes (como Galileo, como toda la ciencia moderna) niega que existan las cualidades secundarias, a pesar de que tenemos las ideas de los colores, los sonidos, etc. Dios solamente garantiza la existencia de un mundo constituido exclusivamente por la extensión y el movimiento (cualidades primarias).
6.La estructura de la realidad: las tres sustancias (Res Cogitans y mecanicismo)
Descartes
establece que sustancia es una cosa que existe de tal modo que no necesita
de ninguna otra cosa para existir.
De esta definición se seguiría que sólo
Dios es sustancia, puesto que las criaturas necesitan de Dios para existir. De
ahí que Descartes diga que el concepto de sustancia no se aplique del mismo
modo a Dios y a las criaturas, y que, por tanto, haya dos clases de sustancias:
– la sustancia infinita (Dios), a quien conviene absolutamente esta definición.
–
las sustancias finitas (almas y cuerpos), que no necesitan de nada más
para existir, salvo de Dios. Por tanto, una sustancia finita no necesita para
existir de ninguna otra sustancia finita: el alma, por tanto, no necesita del
cuerpo para existir; de aquí se sigue el dualismo
cartesiano.
La concepción del hombre será, en consecuencia, dualista.
Si el alma y el cuerpo son
sustancias, no se necesitan mutuamente para existir. No se ve cómo puro
pensamiento y