Descartes, filósofo del Siglo XVII, nacíó en La Haye en 1596, y murió en Suecia en 1650. Fue el iniciador de la filosofía moderna y pertenece a la corriente del “Racionalismo”, ya que defiende la existencia de las ideas innatas en el conocimiento, frente a los “empiristas”, quienes afirman que todas las ideas proceden de la experiencia (Ej:Hume). El objetivo de su pensamiento es hacer de la filosofía una ciencia, siguiendo el modelo matemático que Galileo Galilei había utilizado en la nueva ciencia.
Descartes, como ya hemos dicho, fue el iniciador de la filosofía Moderna, y su pensamiento fue claramente racionalista, pues el principio fundamental del que parte es dar total importancia a la razón frente a los sentidos. Según Descartes, como los sentidos nos engañan, hay que apostar por la razón como la única fuente del conocimiento verdadero.
Descartes comienza observando que las ciencias, incluida la filosofía, estaban mal construidas; desde su punto de vista, ningún filósofo daba con la auténtica verdad, ya que según su criterio estos estaban más pendientes de sus propias disputas que de buscar la verdad objetiva. Descartes, atribuye este hecho a la falta de un método apropiado, y es por ello que prefiere empezar de cero y prescindir de la filosofía construida hasta él para comenzar de nuevo y establecer un nuevo método para buscar la verdad de las cosas.
Según Descartes, para obtener la verdad era necesario poseer la certeza sobre ella; por ello, el punto de partida debía ser una verdad evidente y por tanto, cierta. A pesar de su sentimiento de inconformidad con su formación tras salir de la Fleche, con las matemáticas no sintió lo mismo, y es por ello que de esta enseñanza “admira” que utilizan la deducción a partir de una verdad evidente, y es debido a esto que Descartes propone utilizar la deducción también en la filosofía, para encontrar otras verdades dependientes de la primera. La deducción, según este filósofo, consistía en partir de una idea simple, que fuera clara y distinta, y de ahí obtener otras ideas más complejas que se desprendieran de aquella. Es por ello que el primer problema de Descartes sería intentar buscar esta idea simple y evidente, a partir de la cual poder deducir otras. Para resolver este problema elabora su método:
“Así pues, entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, y, no empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello de que es capaz.»
Las reglas del método pueden resumirse en cuatro fundamentales: La evidencia, el análisis, la síntesis y la enumeración.
Pero una vez construido el método, su pregunta era: ¿por donde comenzar? La respuesta que dio fue por la duda metódica. El primer paso debía ser dudar de todo lo que creía y rechazar inicialmente todo aquello de lo que tenía la posibilidad de dudar. Este primer paso se denomina duda metódica porque es resultado de la aplicación del primer precepto del método: no admitir jamás ninguna cosa como verdadera en tanto no la conociese con evidencia. Esta duda no debe ser considerada como real, sino como un instrumento metódico para alcanzar su objetivo: la intuición de una idea clara y distinta, evidente y por tanto, sobre la que no exista ninguna posibilidad de duda; encontrar, en conclusión, una verdad que pueda ser el punto de partida del edificio del conocimiento.
Tres fueron los motivos de duda: duda sobre la fiabilidad de los sentidos, dificultad de distinguir la vigilia del sueño y la hipótesis del genio maligno.
A partir de la primera verdad, Descartes deberá enfrentarse al problema de deducir la existencia del mundo de las cosas materiales partiendo exclusivamente de la existencia del pensamiento.
En primer lugar, Descartes cambia el concepto de “idea” respecto a la filosofía anterior. Afirma que el pensamiento recae directamente sobre las ideas, no sobre las cosas. Las ideas son como una representación gráfica de las cosas, y esta representación es la que contempla el pensamiento.
Descartes, al haber colocado la idea como objeto del pensamiento, sólo tiene certeza de la existencia mental de esa idea, pero no tiene ninguna certeza de que el contenido de esa idea tenga realidad extramental. La correspondencia entre las cosas reales y las ideas que de ellas nos formamos no tienen porqué corresponder exactamente, no tenemos seguridad de que, en efecto las ideas y las cosas tengan que ver unas con las otras.
Para dar respuesta a este interrogante, Descartes procede a analizar la naturaleza de las ideas, y distingue en ellas un doble aspecto: por un lado las ideas en tanto que modos de pensamiento ; y por otro lado las ideas en tanto que imágenes que representan algo, esto es, en tanto que poseen un contenido denominado por Descartes “Realidad objetiva de las ideas”.
El paso siguiente que da Descartes es analizar el contenido, ya que unas ideas poseen más realidad que otras. Las ideas que representan cosas materiales poseen más realidad objetiva que aquellas otras que representan cualidades de las cosas (cualidades secundarias) que no pertenecen a las cosas, sino a nuestro modo de percibirlas.
Ideas adventicias: son ideas extrañas que parecen provenir del exterior., siendo su causa la percepción sensible.
Ideas facticias: son aquellas que la mente construye a partir de otras. Podemos decir que son ideas creadas por la imaginación.
Ideas innatas
: son las ideas que posee por sí mismo el pensamiento, pero que no pueden ser, de ninguna manera confundidas con las dos anteriores.
Entre las ideas innatas Descartes descubre la idea de perfección-Infinito, que identifica con la idea de Dios. Desecha la posibilidad de que sea adventicia, ya que, no podemos tener experiencia sensible de la infinitud. Tampoco es una idea facticia. Descartes afirma que la idea de finitud ya presupone la idea de infinitud. Una idea presupone necesariamente la otra. La idea de Infinito, por tanto, debe ser una idea innata.
Y si la idea de infinito es la idea de Dios, ya que es el único ser del que se puede concebir tal predicado, concluye que la idea de Dios es una idea innata.