Immanuel Kant: Conocimiento, Ética y Filosofía Política

Kant intentará resolver la oposición entre el racionalismo y el empirismo y la polémica entre las distintas interpretaciones acerca del papel de la razón (el dogmatismo racionalista, el empirismo y el irracionalismo). Fiel a la regla de la Ilustración de pensar por sí mismo, Kant propone una crítica de la razón realizada por ella misma. La razón debe sacar al ser humano de su minoría de edad, es decir, del estado en que actuamos, simplemente, por obediencia a otro. La filosofía debe responder a tres preguntas fundamentales: ¿qué puedo conocer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar?. Se resumen en una: ¿qué es el ser humano?.

Conocimiento

La razón teórica es la razón en su actividad de conocer la naturaleza. El conocimiento científico es un hecho indiscutible (las matemáticas y la física matemática de Newton). La crítica de la razón ha de explicar cómo es posible el conocimiento científico, sus condiciones y sus límites, y ha de decidir si es posible la metafísica como ciencia. La ciencia es un sistema de conocimientos universales y necesarios expresados en juicios. Hay que explicar de qué clase son los juicios científicos.

Según la relación entre la noción del sujeto y el predicado, los juicios pueden ser analíticos o sintéticos. En los analíticos el predicado está contenido en la noción del sujeto, por lo que no amplían nuestro conocimiento. En los juicios sintéticos el predicado no está contenido en la noción del sujeto, es decir, amplían nuestro conocimiento. Según el modo en que conocemos su verdad, los juicios pueden ser a priori o a posteriori. Los juicios a priori son verdaderos independientemente de los datos de la experiencia y, por tanto, son universales y necesarios. Cualquier juicio analítico es un juicio a priori. Los juicios a posteriori son verdaderos a partir de los datos empíricos. Son sintéticos, pero no son ni universales ni necesarios porque las sensaciones solo ofrecen conocimientos particulares, no muestran ninguna conexión necesaria. Dado que los juicios científicos son universales y necesarios no pueden ser a posteriori. Y como han de ampliar nuestro conocimiento, no pueden ser analíticos. Es decir, los juicios científicos han de ser sintéticos y a priori. Estos juicios son posibles porque aunque todo conocimiento comience con la experiencia, no por eso surge todo él de la experiencia. En el conocimiento hay un componente a posteriori, que es lo que procede de las sensaciones. Pero la experiencia tiene también un componente a priori. Lo a priori procede de las condiciones de posibilidad de la experiencia, que son condiciones previas que toda experiencia ha de cumplir para que la reconozcamos como tal. Por tanto, cualquier juicio que se siga de ellas será universal y necesario.

La sensibilidad es la facultad de recibir sensaciones. La intuición es la relación inmediata con el objeto. Las sensaciones pueden ser externas, referidas al mundo, e internas, referidas a nuestros propios estados. La estética trascendental se ocupa de analizar las formas a priori de la sensibilidad, es decir, aquellas condiciones que ha de cumplir toda sensación. Las formas a priori de la sensibilidad son el espacio y el tiempo. El espacio es la forma a priori de las sensaciones externas y el tiempo es la forma a priori de toda sensación. Espacio y tiempo son intuiciones, no conceptos (hay un único espacio y un único tiempo). Son intuiciones puras: son las coordenadas donde se sitúa toda sensación. Del espacio y el tiempo se deducen los juicios sintéticos a priori de las matemáticas. La geometría se ocupa de las propiedades del espacio. La aritmética se fundamenta en la forma del tiempo: la serie de los números se basa en la forma de la sucesión. Por basarse en las formas a priori de la sensibilidad, los juicios de las matemáticas son independientes de las sensaciones particulares y se cumplen necesariamente en toda experiencia.

El entendimiento es la facultad de los conceptos. Comprender una experiencia es incluirla bajo un concepto. La sensibilidad recibe las sensaciones y el entendimiento las interpreta y reúne mediante un concepto. La analítica trascendental se ocupa de las formas a priori del entendimiento. Cada manera de unificar los datos de la experiencia implica una clase diferente de conceptos o categoría. Las categorías o conceptos puros son las formas a priori del entendimiento. Kant deduce las categorías de las distintas clases de juicios, según cuatro grupos: la cantidad, la cualidad, la relación y la modalidad. Los juicios sintéticos a priori de la física (las leyes físicas) proceden del carácter a priori de las categorías. No podrían conocerse como leyes universales y necesarias solo por las sensaciones. Las ideas criticadas por el empirismo (la sustancia y la causalidad) son categorías del entendimiento, es decir, condiciones previas que afectan a todos los fenómenos. Todo fenómeno tendrá una causa, aunque no hayamos acertado a señalarla.

Sensación y concepto son los dos componentes de la experiencia. La intuición sensible por sí sola, sin los conceptos, no nos permitiría orientarnos. Pero, a su vez, las categorías solo proporcionan conocimiento cuando se aplican a lo dado en la intuición sensible.

Realidad

Kant diferencia entre fenómeno y noúmeno. El fenómeno es el objeto tal como aparece en la experiencia, bajo las formas a priori de la sensibilidad y del entendimiento. El noúmeno es la cosa en sí, es decir, lo que el objeto es en sí mismo, y no con relación a la intuición sensible. Nuestro conocimiento se limita a los fenómenos. Con el concepto de noúmeno, Kant no quiere decir que el conocimiento sea algo ilusorio, sino que es limitado, relativo a nuestra manera de conocer.

En la dialéctica trascendental se concluye que la metafísica no es posible como ciencia, pues las categorías solo son válidas aplicadas a los fenómenos. No podemos conocer nada fuera de las condiciones a priori de la experiencia. La razón es la facultad de los razonamientos, que fundamentan unos juicios en otros. Este procedimiento lleva a juicios o leyes cada vez más generales que explican un mayor número de fenómenos. Pero la razón busca lo incondicionado más allá de lo sensible y llega a teorías metafísicas que reúnen los fenómenos físicos bajo la idea del mundo como totalidad, los fenómenos psíquicos bajo la idea de alma y toda la realidad a partir de una causa suprema, Dios. En los tres casos terminamos en paradojas o aporías. Nunca experimentamos nuestro yo como una sustancia única sino como una multiplicidad de vivencias. El yo es solo la autoconciencia del acto de reunir las sensaciones según las formas a priori: es la subjetividad trascendental, no es la sustancia pensante ni un yo psicológico o una identidad personal. Tampoco tenemos la experiencia del mundo como totalidad sino como una multiplicidad de fenómenos. Dios no puede darse en el espacio ni en el tiempo y tampoco podemos usar la categoría de la causalidad para probar la existencia de algo que no puede ser un fenómeno. Sin embargo, el mundo como totalidad, el alma y Dios son las formas a priori de la razón: son ilusiones trascendentales o ideas de la razón, que podemos pensar, pero no conocer. Son el ideal que nos orienta para ampliar nuestro conocimiento, como si la realidad tuviese una unidad sistemática en esos tres sentidos.

Ética

Lo práctico es el ámbito de las decisiones. La razón práctica se ocupa de cómo debe ser la conducta humana. Kant propone su ética como una ética formal, frente a las éticas materiales. Las éticas materiales fijan un bien supremo (una situación objetiva o un estado subjetivo) y establecen una serie de normas para alcanzarlo. La acción se justifica por sus consecuencias. Kant presenta varias objeciones a las éticas materiales. Las éticas materiales son empíricas: establecen el bien y las normas por medio de generalizaciones a partir de la experiencia. Por tanto, no pueden ofrecer imperativos universales y necesarios. Sus imperativos son hipotéticos: solo nos afectan si aceptamos su fin. Son éticas heterónomas: en ellas la ley procede de fuera de la razón (la naturaleza, Dios, la sociedad, etc.). Según Kant, la ética ha de ser a priori, autónoma (el sujeto ha de darse a sí mismo su propia ley) y ha de formular imperativos categóricos (universales). Para ello, ha de ser formal. No puede establecer un bien absoluto. Solo dice que hemos de actuar cumpliendo una condición. La norma a priori, universal y necesaria, de la razón práctica es el imperativo categórico, que Kant considera un hecho de la razón: obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal. Podemos buscar lo que queramos, pero con la condición de que los demás puedan usar las mismas reglas. Por ejemplo, mentir no sería una regla universalizable: si mentir fuese la regla universal sería imposible mentir; en esa situación, nadie creería a nadie. Otra formulación del imperativo categórico es: obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como fin y nunca meramente como un medio. Todo ser humano es un ser racional con un pensamiento y una voluntad propios: no debemos tratar a nadie como un simple instrumento ni debemos aceptar ser tratados de ese modo. Podemos actuar contrariamente al deber, conforme al deber, cuando actuamos según el deber, pero solo porque nos conviene, o actuar por deber. Actuar moralmente es actuar por deber, es decir, actuar por respeto a la ley de la razón. La buena voluntad no es buena por la acción concreta que realice, aunque con ella logremos el placer o la felicidad de otra persona, sino por su intención de respetar la ley. Como la intención no es accesible al conocimiento y una misma acción puede responder a intenciones diferentes, no podemos señalar con seguridad ningún ejemplo de acto moral. Ni siquiera el mismo sujeto puede estar seguro: podría haber otros motivos que, sin saberlo, estuviesen determinando su comportamiento. La razón práctica tiene tres postulados, que coinciden con las ideas de la razón, alma y Dios: no son conocimientos, pero son presupuestos necesarios para la moral. La libertad es condición necesaria para obrar según la ley moral, pues esta puede ordenar actuar en contra de las inclinaciones naturales. La libertad consiste en la autonomía. La ley moral, como hecho de la razón, se convierte en prueba de la libertad: si nos indica lo que debemos hacer es que podemos hacerlo. La ley de la razón hace al ser humano independiente de la cadena de causas y efectos del mundo de los fenómenos. Si la decisión siguiese de los deseos e inclinaciones entonces sería efecto de una causa anterior. Paradójicamente, el ser humano es libre, en primer lugar, de elegir entre ser libre (cumpliendo la ley de la razón) o no ser libre (siguiendo la inclinación natural). La inmortalidad es exigible para que se produzca el acuerdo total entre la voluntad y la ley moral, pues hace falta un progreso infinito para ello. La existencia de Dios es necesaria para garantizar que el que merece ser feliz, el virtuoso, terminará siéndolo.

El Ser Humano

El ser humano tiene una doble dimensión. Como fenómeno, el ser humano es un ser natural, con inclinaciones y deseos. Por esta dimensión, en el ser humano hay una natural insociabilidad. Como noúmeno, el ser humano es libre y moral. La ley moral nos manda actuar independientemente de nuestras inclinaciones naturales. El ser humano se libera de la cadena de causas fenoménica y pasa a pertenecer a la comunidad de personas, entendida como el reino de los fines. Esta dimensión genera la sociabilidad del ser humano. El ser humano es un ser finito, limitado: así como el conocimiento parte de la sensación, lo práctico parte del carácter natural del ser humano. Si el ser humano fuese solo racional o solo natural, no habría moral (no habría nada que decidir): si fuera solo natural, estaría determinado por sus impulsos; si fuera solo racional, su voluntad coincidiría con la ley moral. Kant rechaza el fanatismo moral, que cree en una voluntad santa que cumple la ley racional por inclinación natural y sustituye, así, el respeto a la ley por el amor a sí mismo. La finitud de la razón teórica también afecta en otro sentido a la razón práctica. Si pudiésemos conocer con certeza los postulados de la razón práctica, la vida moral desaparecería. La ley sería obedecida siempre, pero no por respeto, sino por miedo.

Filosofía Política

En su filosofía política Kant delimita el derecho frente a la moral: el derecho se ocupa de la conformidad de una acción con la ley, mientras que la moral se ocupa de la conformidad de la voluntad (la intención) con la ley. El derecho se ocupa de la conducta externa. No ofrece juicios o imperativos morales sino que impone deberes externos. Estudia las condiciones en que la libertad de cada ser humano es compatible con una libertad igual de los demás. Su fórmula es: obra externamente de manera que el libre uso de tu albedrío pueda estar conforme con la libertad de todos los demás según una ley universal. En el estado de naturaleza la situación es de inseguridad: no hay una limitación objetiva de la libertad de cada uno ni hay un orden coactivo. La razón práctica exige la constitución de un estado donde se superen los conflictos entre las voluntades individuales mediante leyes comunes. Kant propone un estado de derecho con división de poderes, donde cada individuo sea ciudadano, con los mismos derechos y los mismos deberes que los demás.

La pregunta ¿qué me cabe esperar? es tratable desde la religión, pero también desde la historia y la política. La historia es el desarrollo progresivo de las disposiciones originarias del ser humano. El ser humano individual no puede desarrollar completamente sus tendencias originarias. La tarea ha de ser llevada a cabo por la especie humana. El bien final al que apunta la historia es la sociedad de ciudadanos del mundo. El antagonismo entre las dimensiones natural y racional del ser humano favorece su realización: la competencia estimula el desarrollo de las capacidades naturales del ser humano. En su búsqueda natural de la felicidad, el ser humano progresa, a la vez, hacia una sociedad política universal donde cada ser humano sea un fin en sí mismo y haya la mayor libertad de cada uno, compatible con la misma libertad de los demás. Para ello, deberá existir una sociedad de naciones que administre el derecho de modo universal. El logro de esta sociedad es solo posible, no necesario: dependerá de lo que el ser humano haga como ser libre. No podemos usar el concepto de fin para explicar los fenómenos. No podemos asegurar que algo sea de cierta manera para alcanzar un estado final. Lo único que podemos decir es que se desarrolla como si tendiese a un fin. En este caso, las disposiciones del ser humano se desarrollan como si tendiesen al mayor desarrollo de la libertad, que constituye el ideal orientador de la historia.

Dios

El bien supremo, la unión de virtud y felicidad en una voluntad moralmente perfecta, es posible gracias a Dios. La religión identifica el deber con un mandato de Dios. En consecuencia, Dios garantiza lo que no encontramos en el mundo: que el virtuoso sea finalmente feliz. Pero la moral no se justifica por ser un medio para lograr la felicidad. Ni Dios ni el logro definitivo de la felicidad por parte del virtuoso son conocimientos: no pueden, por tanto, servir de fundamento de la moral. La moral no nos dice cómo llegar a ser felices, sino cómo llegar a merecernos la felicidad. La razón práctica no se apoya en la religión. Al contrario, ha de guiar a la religión. Kant rechaza la religiosidad centrada en los ritos y actos de culto de una tradición (la religión positiva). Lo esencial de la religión es la buena voluntad, que es buena por seguir la ley moral de la razón; esto es lo que nos justifica delante de Dios. Respecto a la revelación, Kant acepta su posibilidad más allá de los límites de la razón.

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