Immanuel Kant: Crítica a la Metafísica y la Revolución del Conocimiento

La Ilustración y el Siglo de las Luces

La Ilustración, también conocida como el «Siglo de las Luces», fue una época de exaltación del conocimiento como una capacidad accesible a todo hombre. Se creía que la salida de la ignorancia nos libraría de la oscuridad, la falsedad y la superstición, permitiéndonos gozar de la libertad. Destacan una serie de divulgadores como Voltaire, Diderot y D’Alembert. Ellos, junto con otros colaboradores, elaboraron la Enciclopedia de las Artes y de las Ciencias para transmitir el conocimiento y divulgar las nuevas ideas entre el pueblo, con el objetivo de disipar lo que ellos entendían como las tinieblas de la época anterior. Sin embargo, era difícil que el conocimiento llegase a todos, pues no se disponía de escuelas para todo el pueblo. Por eso, muchos monarcas decidieron conceder beneficios al pueblo, pero sin contar con él, lo que se conoce como despotismo ilustrado. El deísmo, o la concepción de Dios desde la estricta racionalidad, abundó en la idea de la exaltación de la razón, propia de esta época.

Kant y la Ilustración

Immanuel Kant nació y pasó toda su vida en Prusia, lo que ahora es Alemania. Fue profesor de filosofía en la universidad. Obras como La religión dentro de los límites de la mera razón y La paz perpetua manifiestan el espíritu de la época ilustrada en la que Kant vivió y escribió.

El Problema de la Metafísica en Kant

Nos encontramos ante un texto de Kant, perteneciente a su obra Prolegómenos a toda metafísica futura que haya de poder presentarse como ciencia. En esta obra, Kant intenta exponer de una manera más simple y comprensible lo que ya expusiera en la primera edición de la Crítica de la Razón Pura (CRP). Kant nos explica su intención: tratar de responder a la pregunta: ¿Es posible la metafísica como ciencia? (línea 7). Esto es lo que hay que hacer para no caer en el dogmatismo, que nada nos enseña (línea 1, expresión con la que hace alusión a la filosofía racionalista), ni en el escepticismo, que nada nos promete (línea 2, expresión con la que hace referencia al empirismo de Hume). Continúa Kant afirmando que esta pregunta no debe ser respondida tomando algo de unos y de otros, es decir, tomando algo del racionalismo y algo del empirismo (líneas 13, 14), sino haciendo una crítica de la razón (línea 20), analizando el modo como conocemos. Eso es lo que Kant hará en la CRP.

El texto se refiere a su insatisfacción tanto con el dogmatismo (filosofía racionalista) como con el escepticismo (filosofía empirista de Hume). Confirma la importancia y la necesidad del conocimiento (“requeridos por la importancia del conocimiento necesario”), aunque desconfía de que la razón pueda obtener tanto conocimiento como se propuso. Es por eso por lo que él se cuestiona sobre la posibilidad de la metafísica. A continuación, expone su planteamiento crítico, que no se ha de basar simplemente en la duda sobre los fundamentos de la filosofía racionalista, tal como hizo Hume, ni tampoco tomando un poco de una filosofía y un poco de otra. “…sino un camino tal que se pueda determinar exactamente siguiendo principios”, concluye el autor.

La *Crítica de la Razón Pura* y el Idealismo Trascendental

Es así como hace Kant en la Crítica de la Razón Pura. Obra que consta de las siguientes partes: Estética trascendental, Analítica trascendental, Idealismo trascendental y Dialéctica trascendental. En esta obra, no nos plantea una investigación de los contenidos válidos del conocimiento dependiendo de su origen, como hacen los racionalistas y los empiristas. Así, para los racionalistas solo valían las ideas innatas u originadas en la razón, y para los empiristas solo eran válidas las ideas que tenían su origen en la experiencia (ideas simples de sensación y de reflexión en Locke e impresiones en Hume). La epistemología kantiana parte del mismo fundamento del conocer (las condiciones, lógicas -a priori- que están en el cognoscente). Por eso, su filosofía es un idealismo trascendental. Acepta las dos facultades y aceptaban otra, cada uno una distinta, e investiga cuáles son los principios, como dice en el texto, universales y necesarios (a priori) que están en el cognoscente, sin dejar de tener en cuenta la experiencia (los datos de la experiencia que se integran en la física, por ejemplo).

La Estética Trascendental

En la Estética trascendental, se realiza un análisis de la sensibilidad, que es la capacidad de recibir impresiones por parte del sujeto. La sensibilidad no es una mera recepción pasiva de impresiones, sino que son dados con un cierto orden. Con la materia dada por la realidad exterior, hay una forma que le es impuesta y una “toma” que se le impondría a priori a la experiencia. La forma a priori de la sensibilidad o intuiciones puras son: espacio (intuición pura o forma a priori de la sensibilidad externa) y tiempo (es el de toda la sensibilidad, es interna y externa). De esta manera, Kant formuló juicios sintéticos matemáticos a priori: espacio (axiomas de geometría) y tiempo (axiomas de aritmética). El resultado de la primera síntesis del conocimiento, es el producto de la unión entre la experiencia y la forma a priori de la sensibilidad, es lo que Kant denomina fenómeno (constituido por el cognoscente y por lo que viene de fuera).

La Analítica Trascendental

En la Analítica trascendental, se realiza un análisis del entendimiento, que es la capacidad de elaborar juicios sobre fenómenos (pensados). En el entendimiento, la “materia” es el fenómeno, lo percibido por la sensibilidad; los a priori son los conceptos puros o categorías a priori del entendimiento que posibilitan la comprensión de los fenómenos. El resultado será el conocimiento del objeto. Las categorías son los modos de ordenar y conceptuar los fenómenos, que son reglas de conocimiento (pero no son objeto del conocimiento). Podemos realizar juicios porque tenemos la categoría de unidad, totalidad, pluralidad. Las categorías no tienen una aplicación válida más que la que da la experiencia de los fenómenos. Su validez se limita al mundo de la experiencia. Para Kant, las categorías sin intuiciones que ascienden son vacías, de la misma manera que las intuiciones, sin conceptos que las piensen, son ciegas.

La Dialéctica Trascendental y los Noúmenos

En la otra parte de la lógica trascendental, la Dialéctica trascendental, se nos explica que la metafísica no puede ser ciencia, aunque responda a una necesidad humana de la búsqueda de lo incondicionado. Los noúmenos son incognoscibles, causas tal y como son en sí mismas, concepto límite. Mientras que los fenómenos son las causas tal y como las conocemos. Es por eso por lo que nos dice en el texto que no basta con aceptar alguna de las dos corrientes de la modernidad, ni tampoco se debe tomar una parte de cada una. Hace falta un planteamiento nuevo: el criticismo kantiano. Los noúmenos, que en la Dialéctica trascendental se demostró que no se podían conocer, que solo podían ser objeto del pensamiento, tendrán un importante papel en su filosofía moral, porque la razón tiene dos usos: teórico y práctico. Esos noúmenos se constituirán en postulados de la razón práctica: libertad, inmortalidad y Dios.

La Razón Práctica y la Ética Kantiana

La voluntad autónoma guarda, por otro lado, mucha semejanza con la pretensión de Rousseau de construir un todo social para el bien común. El encumbramiento del hombre y de su facultad racional para guiar su vida y la vida colectiva, como ya dijimos en un principio, está también presente en las obras epistemológicas kantianas. En ellas, nos expone una filosofía en la que se operó un giro copernicano, un cambio de perspectiva en el conocimiento en el que la razón teórica es la que gobierna todo el conocimiento, desde la construcción del objeto del conocimiento (fenómeno) hasta cuando emite juicios por medio del entendimiento, contando con los conceptos puros o categorías.

La Razón en la Historia de la Filosofía

El valor que Kant le concede a la razón es propio del ideal ilustrado, pero erraríamos si no dijéramos que está presente en toda la filosofía desde sus comienzos, aunque en otros aspectos se diferencie de estos autores: Sócrates, Platón y Aristóteles, donde encontraremos un esfuerzo de primer orden por descubrir la palabra adecuada que acierte con la verdad, frente a la oratoria y la tergiversación de la sofística, que sirven al poder que les paga y la palabra se pone al servicio del éxito en la vida pública y privada (areté). Es Sócrates quien comienza a buscar por medio del diálogo razonado un nuevo sentido de areté. Los otros dos autores siguen esta línea. En la filosofía medieval, aunque fe y razón colaboran en la elaboración de la filosofía, no se desprecia en absoluto la aportación de la razón, y así tenemos a Santo Tomás de Aquino. En la filosofía moderna, los racionalistas destacan el valor de la razón frente a la información de los sentidos, quizás porque se dieron cuenta de que el gran éxito de la ciencia de su tiempo se debía más a la ciencia matemática que a la experiencia sensible. Los empiristas criticaron este exceso de los racionalistas e hicieron de la percepción la clave del conocimiento. Su criterio de certeza estaba supeditado a la información sensorial que Hume (el último de los empiristas) remató en el escepticismo. Frente a estas dos corrientes filosóficas de la modernidad, Kant nos ofrece un planteamiento lógico del conocimiento y no genético; una idea no será verdadera dependiendo de su origen, sino dependiendo de las condiciones lógicas, universales y necesarias que están en el sujeto cognoscente.

Reflexiones Finales: El Legado de la Ilustración y la Crítica de Marx

Volviendo al tema general de la Ilustración y el ideal de las revoluciones burguesas, su ideal de igualdad, libertad y justicia en la organización de las comunidades, no solo no llegó a hacerse realidad, sino que fue ampliamente negado. Es por eso que, un siglo después, tenemos la crítica de autores como los socialistas utópicos, los anarquistas y el propio Carlos Marx, que denuncia al Estado burgués y a la cultura de estas últimas. En la sociedad del siglo XIX, no hay para Marx ni igualdad, ni libertad, ni justicia. El estado burgués es un producto ideológico. La ideología se opone a la filosofía. No hay en absoluto progreso, ni material ni moral, para la clase de los dominados. También cabe decir que el ideal de los enciclopedistas de extender la educación para poder salir de la superstición y de la oscuridad es un ideal que ni hoy en día se da. Estamos más de acuerdo con la idea que Kant sostiene en su ética o en el artículo al que pertenece el texto que comentamos: no solo se trata tanto de poseer muchos conocimientos, sino de hacer un uso adecuado de la razón práctica, que nos haga individuos autónomos y responsables. Disfrutamos de una civilización ultramoderna que posibilita el acceso a la información y el conocimiento más que nunca y, sin embargo, convivimos también con comportamientos primitivos e irracionales verdaderamente oscuros.

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