Comparación entre Kant y Aristóteles
Immanuel Kant, como defensor del idealismo, se enfrenta al materialismo aristotélico. Para Kant, debe darse más importancia al sujeto que conoce que al objeto que se va a conocer. El sujeto nace con una serie de instrumentos para conocer, de tal forma que construye su realidad (fenómeno) con la información que dichos instrumentos le permiten obtener de los objetos del mundo y con los instrumentos que tiene para organizar dicha información. Aristóteles, por su parte, defiende que la mente del ser humano es una “pizarra vacía” y la realidad se va imprimiendo en ella poco a poco, hasta que se descubre la esencia. Aristóteles, por tanto, no distingue como Kant entre la realidad que aparece ante el humano (fenómeno) y la realidad tal cual es (cosa en sí o noúmeno). Para Aristóteles, la realidad que se percibe con los sentidos y que se conoce con la investigación es la realidad en sí misma (realismo “ingenuo”).
El idealismo de Kant se enfrenta al materialismo de Aristóteles también en el ámbito de la ética. Aristóteles defiende una ética que siempre tiene que tener en cuenta las circunstancias en que se desarrolla la acción, ya que, dependiendo de dichas circunstancias, el punto medio de la virtud se mueve hacia un extremo u otro. Kant defiende situar la acción humana en un ámbito más allá de sus causas y consecuencias, en un ámbito en el que se pueda decidir qué hacer sin tener en cuenta lo que se va a conseguir con la acción. En Kant, el punto medio perfecto de la virtud está dentro de la propia razón del humano.
Kant frente al Racionalismo y al Empirismo
El empirismo (Locke, Berkeley y Hume) sostiene que todos nuestros conocimientos provienen, en último término, de los sentidos, de la experiencia sensible. El racionalismo (Descartes, Leibniz y Spinoza) sostiene que nuestros conocimientos verdaderos proceden de la razón. En cuanto a este problema, Kant plantea que se le ha dado demasiada importancia al objeto y nos hemos olvidado del sujeto. Kant propone realizar una “revolución copernicana” en la concepción del conocimiento: situar al sujeto que conoce en el centro del proceso. En esto va a estar en contra, por tanto, del empirismo, para el cual la mente ejerce un papel más bien pasivo en el conocimiento. Pero Kant también propone que hay que tener cuidado con los excesos de la razón, que llega a hacer preguntas que van más allá de lo que se puede conocer; así, Kant critica también al racionalismo.
Mientras el empirismo considera que la mente humana es una pizarra en blanco donde la experiencia va grabando contenidos, el racionalismo defiende que la mente contiene en sí misma una serie de ideas innatas que, mediante la deducción, nos van a permitir explicar el mundo, ya que el orden de la realidad es el mismo que el orden del pensamiento. Por su lado, Kant considera, al igual que el racionalismo, que la mente contiene en sí misma, de forma pura, unos elementos. Estos elementos innatos nos van a permitir organizar los elementos de la experiencia. Pero Kant se aleja del racionalismo, ya que para él estos elementos innatos, si no se aplican a los elementos de la experiencia, no nos pueden dar a conocer nada de nada.
El empirismo defendió que el conocimiento de la realidad que aparece ante nosotros, el fenómeno, no es sino el producto de la costumbre, y por lo tanto no es sino creencia. Así, por ejemplo, la conexión necesaria entre causa y efecto, que sería una ley que rige el mundo físico, no sería ley necesaria y universal, sino que sería una costumbre nuestra de conectar un hecho con otro que le sigue en el tiempo (por ejemplo: soltar algo y que caiga). Para Kant, sin embargo, es más que una costumbre: es el mundo que creamos con nuestras categorías y, por lo tanto, las leyes de la física son leyes necesarias y universales del mundo que aparece ante nosotros, del fenómeno.
Kant y los Contractualistas: Hobbes y Rousseau
Kant y los contractualistas, como Hobbes y Rousseau, se plantearon cómo éramos y vivíamos en Estado de naturaleza y qué nos llevó a salir de él y formar un Estado civil, que es un Estado regido por un orden jurídico. Aunque el tema central del fragmento no es la política, considero que la vigencia de sus aportaciones es tan evidente que compararé a nuestro autor con aquéllos que le precedieron y que también reflexionaron sobre estas cuestiones. Por ello, empezaré mi respuesta realizando la comparación con Hobbes y Rousseau, para luego continuar con Platón y Hume en otros ámbitos filosóficos. El estado de naturaleza es una hipótesis, es decir, ninguno de los tres autores afirmó la existencia de dicho estado en el pasado, simplemente se trata de una hipótesis que les permite explicar por qué surgió el Estado civil. Sin embargo, aunque los tres hablaron del estado de naturaleza, existen importantes diferencias en la descripción que hacían de éste. Hobbes afirmaba que en el estado de naturaleza el hombre es un lobo para el hombre (*homo homini lupus*), continuamente había una guerra abierta en la que primaba la ley del más fuerte. Los hombres, por tanto, vivían en un enfrentamiento constante sin ningún tipo de ley que regulara su convivencia. Rousseau, por el contrario, defendía que el hombre era bueno por naturaleza y que era la sociedad la que lo corrompía. Por tanto, en ese estado de naturaleza, el hombre vivía en compañía de los otros en armonía, y no enfrentándose a ellos como decía Hobbes. Por último, Kant coincide con Hobbes al afirmar que el hombre es egoísta por naturaleza, pero dice que en el estado de naturaleza lo que existe es una guerra latente, es decir, los hombres no están continuamente enfrentándose entre ellos, sino sólo en momentos puntuales.
En opinión de Hobbes, el hombre decide abandonar el estado de naturaleza por temor a ser asesinado por los otros; prefiere renunciar a su libertad natural y someterse a las normas, antes que morir. En el caso de Rousseau, el hombre abandona el estado de naturaleza porque cree que en un Estado político va a conseguir mayores ventajas. Por último, Kant afirma que el hombre decide abandonar ese estado de naturaleza por un imperativo moral: hay algo en el interior de cada hombre que le lleva a actuar conforme al deber. El hombre abandona el estado de naturaleza por deber, por imperativo moral, porque es un ser racional que decide convivir en paz con los demás. Para Hobbes, la mejor forma de gobierno es un estado absolutista donde no exista la separación de poderes, pues cuando el gobierno ha sido elegido los súbditos pierden todos los derechos a la rebelión; sólo se puede desobedecer al monarca cuando éste no protege la vida de sus súbditos. Rousseau, sin embargo, afirma que el único gobierno legítimo sería la democracia directa, en la que el poder legislativo pertenece al cuerpo entero de los ciudadanos, a los que corresponde la designación de las personas encargadas de hacer ejecutar las leyes. Por último, Kant afirma que el modo perfecto de gobierno es la constitución republicana, que respeta la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y convierte al ciudadano en colegislador.
La Revolución Copernicana en la Filosofía de Kant
Para Kant, la «razón» está constituida, por un lado, por el espacio y el tiempo, que Kant llama formas puras de la sensibilidad o intuiciones puras; y del otro, por las categorías, o conceptos puros del entendimiento, tales como substancia, causalidad, unidad, pluralidad, etc. Resulta entonces que el espacio, el tiempo y las categorías no son independientes del sujeto, no son cosas ni propiedades de las cosas en sí mismas, sino «instrumentos» o «moldes» mediante los cuales el sujeto elabora el mundo de los objetos; y el «material» a que se aplican esos moldes son las impresiones o sensaciones.
Kant expresa la relación entre la estructura *a priori* del sujeto, conformadora y elaborante de los objetos de conocimiento, por una parte, y por la otra las impresiones, con el par de conceptos «forma» y «materia»: espacio, tiempo y categorías son forma, las impresiones constituyen su materia o contenido. Si se intentase conocer solamente valiéndose de la «razón», es decir, de las formas *a priori* del sujeto, no se tendría sino formas enteramente vacías, y por tanto no se conocería ningún objeto, nada absolutamente. Es preciso, pues, que estas formas o moldes tengan un material al cual aplicarse. Pero ocurre que ese material no puede provenir sino únicamente de la experiencia, de las sensaciones, y Kant dirá entonces que no es posible ningún conocimiento si no es dentro de las fronteras de la experiencia. En este sentido se aproxima al empirismo, y declara la imposibilidad del conocimiento metafísico, entendido como conocimiento de las cosas en sí, porque para que este fuese posible tendrían que sernos dados los objetos metafísicos (Dios, el alma, etc.), cosa que evidentemente no ocurre. Lo único que nos es dado son las impresiones, y solamente sobre las bases de éstas podrá elaborarse el conocimiento.
Pero a la vez Kant enseña, contra la tesis empirista, que con puras impresiones tampoco puede haber conocimiento; porque las puras impresiones, sin ninguna forma, no serían sino un caos, un material en bruto, o como Kant dice, una «rapsodia» de sensaciones, sin orden ni concierto. Para que haya conocimiento es preciso que esas impresiones estén de alguna manera ordenadas, jerarquizadas, conformadas, «racionalizadas»; y ese orden o racionalización no proviene de las sensaciones mismas, sino que lo introduce en ellas el sujeto cognoscente.
Kant concibe, pues, la relación de conocimiento a la inversa de como hasta entonces se había pensado, porque mientras que el realismo sostenía que el sujeto se limita a copiar las cosas (*res*), que ya estarían listas, constituidas y organizadas independientemente de él, para Kant la actividad del conocimiento consiste, en su fundamento, en constituir, en construir los objetos (y sólo después, en un momento ulterior y secundario, será posible comprender el conocimiento como coincidencia entre las representaciones que tiene el sujeto, y las cosas que antes había constituido). De manera que para Kant lo determinante en el acto de conocer no es tanto el objeto, cuanto más bien el sujeto. Esta teoría se denomina «idealismo». En este sentido se puede decir que Kant introduce una «revolución copernicana» en el campo de los estudios filosóficos.
El Imperativo Categórico en la Ética Kantiana
Kant se ocupa del tema de la moral en su obra *Crítica de la razón práctica*. Del mismo modo que, en respuesta al escepticismo y el relativismo de Hume, había buscado en su *Crítica de la razón pura* el fundamento del conocimiento científico (universal y necesario), Kant busca en la ética el fundamento de una ley universal.
Los imperativos morales pueden ser de dos tipos:
- a) Máximas: principios subjetivos de acción.
- b) Leyes prácticas: Son principios objetivos y universales, es decir, válidos para todos.
Las leyes morales se hallan del lado del deber moral. Según Kant, el deber moral es un hecho (*faktum*) del que cualquiera es consciente: todos hemos experimentado el conflicto entre los intereses o los impulsos de nuestro cuerpo y la voz de la “conciencia” o el deber. Sólo somos libres cuando obedecemos a la ley moral que dicta el deber. En cambio, cuando nos dejamos llevar por nuestros instintos estamos siendo determinados. La libertad, paradójicamente, pertenece al campo del deber. Y, pertenece, además, al reino de la cosa en sí, del alma.
Según Kant, a la hora de valorar una acción hay que atender exclusivamente a la intención de la que emana esa acción y nunca a las consecuencias de la misma. No hay nada bueno ni malo en el mundo, salvo una buena o una mala voluntad. Una voluntad es buena cuando la guía una buena intención y una intención es buena cuando busca cumplir el deber por respeto al deber y no por las consecuencias de la acción.
Kant distingue obrar por respeto al deber y obrar conforme al deber. Obrar conforme a deber es, por ejemplo, “no robar” por miedo al castigo. Obrar por respeto al deber es, asimismo, “no robar” porque se considera que nadie debería hacerlo. El Estado nos exige solamente obrar conforme a deber, pues su ámbito es el de la legalidad. Sin embargo, la moral nos exige obrar por respeto puro al deber. Es el reino de la moralidad.
En el reino de la moralidad sólo vale guiarse por los principios de la moral formal y el imperativo categórico.
La Libertad en la Filosofía de Kant
La cuestión de la libertad es la tercera de las antinomias de la *Crítica de la Razón Pura*. Kant concluye que se puede demostrar tanto que somos libres como que todo está determinado. La única explicación de esto es que el determinismo es lo propio del fenómeno (la suma de las sensaciones más el espacio-tiempo y las categorías, especialmente la de causalidad) mientras que la libertad es lo propio del noúmeno o la cosa en sí. La libertad queda, por tanto, fuera de los límites del saber humano, tal como ocurre con otras Ideas de la Razón como la Idea de Dios.
En la *Crítica de la Razón Práctica*, la libertad aparece como un postulado. Un postulado es un concepto de origen matemático. Un postulado es una proposición que resulta imposible demostrar, pero que si no la presuponemos el edificio entero de las matemáticas se viene abajo. La libertad es un postulado en el sentido siguiente: es imposible demostrarla, pero si no la suponemos toda nuestra vida moral se vuelve un sinsentido, pues no podríamos atribuir a nadie responsabilidad ni culpa.
La libertad está directamente relacionada con una de las formulaciones del imperativo categórico: «“Obra de tal manera que la voluntad pueda considerarse a sí misma, mediante su máxima, como legisladora universal”». La voluntad humana ha de ser legisladora universal, es decir, completamente autónoma. Las leyes morales han de emanar de la voluntad misma. Este ideal conecta la ética con otros ideales políticos como la emancipación de la humanidad, tanto social como individualmente, el paso a su mayoría de edad, es una consecuencia de la realización de la Razón en la vida privada y pública.
En términos políticos, la libertad es para Kant y Rousseau un derecho natural que corresponde a todo individuo. Kant defiende, por tanto, la libertad política positiva, por la cual cada individuo se convierte en colegislador, es decir, en coautor de las leyes del Estado. En este punto, Kant se aparta de Hobbes y se acerca a la idea de autolegislación presente en el concepto de «voluntad general» de Rousseau. El gobernante debiera legislar como si fuera posible que la voluntad unida del pueblo diera su consentimiento a las leyes.
El concepto de libertad jurídica no expresa desobediencia civil, puesto que Kant, al igual que Hobbes, consideraba que la sumisión al poder del Estado era una condición necesaria para el orden social. Para evitar excesos del gobernante, Kant confía en su defensa de la libertad de expresión.
La Ilusión Trascendental y las Ideas de la Razón
Lo primero que hay que saber sobre la tercera y última facultad del conocimiento es que la razón no conoce, sino que piensa. Veamos, conocer, según Kant, es lo que hace el entendimiento en los juicios, es decir, aplicar a los fenómenos particulares conceptos generales, algunos de ellos *a priori* (categorías). Hay, por tanto, en el conocimiento, dos elementos necesarios: concepto y experiencia (fenómeno). Pues bien, pensar consiste sólo en organizar los conceptos según sus relaciones lógicas, encajando unos dentro de otros según sean más o menos universales. El resultado de la actividad de la razón son los conceptos universalísimos que Kant llama Ideas de la razón:
- Alma. El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la experiencia interna.
- Mundo. El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la experiencia externa.
- Dios. La síntesis de ambas.
Ahora bien, aunque mediante las ideas podemos pensar la totalidad de los fenómenos, ellas mismas no nos dan a conocer nada, pues para ello necesitaríamos tener alguna intuición (experiencia) de las Ideas de la razón, cosa que no es posible. Por lo tanto, la metafísica como ciencia es imposible porque el límite de nuestro conocimiento es la experiencia sensible. Pero se da el hecho –*faktum*, que es la palabra que usa Kant para ponerse serio- de que el hombre es un animal metafísico, de que el hombre posee una tendencia natural a preguntarse ¿Quién soy?, ¿Qué sentido tiene el mundo? ¿Existe Dios?, a pesar de ser consciente de que nunca podrá obtener una respuesta. A esta tendencia al error le llamamos ilusión -engaño- trascendental. Kant la compara con la imposibilidad que tenemos de ver la Luna siempre del mismo tamaño: nos guste o no, la vemos mayor cuando está más cerca del horizonte. No podemos conocer las Ideas de la razón, pero, dice Kant, podemos atribuirles un uso regulativo en dos sentidos:
- negativo, señalan los límites del conocimiento;
- positivo, impulsan a organizar cada vez mejor los conceptos del entendimiento.
Aunque imposibles de tratar mediante la razón pura, Kant cree que podemos realizar un nuevo acercamiento a los grandes temas metafísicos a través de la razón práctica. Los postulados de la razón práctica son presupuestos o condiciones necesarias de la existencia de la moralidad, es decir, proposiciones que es necesario suponer si no queremos admitir que la moral y el deber no son más que un absurdo.
Dios, inmortalidad y libertad no son fenómenos, sino noúmenos. Son indemostrables e incognoscibles. Los postulados de la razón práctica únicamente nos permiten creer en ellos, pero creer con una «fe racional», es decir, «creer con algún fundamento racional». En definitiva, el resultado de las dos primeras críticas es «suprimir el saber [metafísico] para dejar sitio a la fe».
Comentarios sobre la Ilustración y la Mayoría de Edad
La Emancipación Humana
Este párrafo recoge la contestación de Kant a la pregunta que sirve de título del escrito. Su compromiso por la emancipación del ser humano, por la realización de la libertad, es manifiesto. Si la humanidad se encuentra en una situación lamentable (pobreza, ignorancia, desdicha), es preciso retirar los obstáculos externos -leyes injustas, instituciones autoritarias, que impiden el progreso y, sobre todo, los internos o de conciencia (sea por la religión o por los prejuicios). Es preciso que cada uno tome conciencia de que debe actuar para lograr su propia libertad. Así se alcanza la mayoría de edad, en la que reside la libertad verdadera: construir la propia vida, dependiendo cada uno de sí mismo (carácter autónomo de la razón). Quienes se mantienen pasivamente en la minoría de edad son culpables de este estado de opresión. Por eso, la Ilustración, además de conocimiento, es una actitud moral, un mandato que nos damos a nosotros mismos: *Sapere aude* «Ten valor para servirte de tu propio entendimiento», dice Kant; esto es, carga responsablemente con tu vida pensando por cuenta propia.
Causas de la Minoría de Edad
Las causas del predominio de la minoría de edad o falta de ilustración en la humanidad residen en la propia pereza y cobardía. Kant ejemplifica esta cómoda dejación de la responsabilidad de pensar: los asuntos de conciencia, al sacerdote; los de la salud, al médico. También ironiza sobre la pretendida bondad de los tutores, que someten al ser humano y le transmiten el miedo a la libertad. En contraste, se muestra optimista e invita a que nos atrevamos a pensar por nosotros mismos, algo que se aprende poco a poco.
Dificultades para Alcanzar la Mayoría de Edad
La falta de libertad (o de costumbre en el uso del propio entendimiento) y los prejuicios sociales imperantes (los grilletes) hacen muy difícil la tarea de salir del estado permanente de minoría de edad que es la tutela ajena, que, por otro lado, nos aporta seguridad. (Un prejuicio es un juicio previo que nos formamos sobre algo, sin que tengamos conocimiento de ello. Por ejemplo, los juicios racistas suelen tener un gran componente de prejuicios).
Ilustración y Revolución
Kant constata la dificultad que puede tener una persona para liberarse y pensar por sí misma. Los prejuicios sociales inculcados por los tutores inhiben esta capacidad de pensar y se vuelven también contra aquellos. De ahí que las revoluciones no sean el camino para la ilustración, pues solo modifican las estructuras políticas dominantes y suponen un mero cambio de dueños o de prejuicios, por lo que poco se gana. La ilustración es un camino que ha de darse lentamente, pues entraña una transformación del modo de pensar.
Libertad y Uso Público de la Razón
La libertad es la condición indispensable para que se dé la ilustración de la humanidad. En concreto, el tipo de libertad a la que se refiere Kant es la intelectual: la libertad de hacer un uso público de la razón, que permite a alguien, en cuanto experto, exponer públicamente y sin limitaciones su opinión o pensamiento al conjunto de los ciudadanos (el universo de los lectores). Por el contrario, el uso privado de la razón es el que alguien ejerce como titular de un cargo, en calidad de funcionario que defiende los intereses de una determinada institución. En este nivel no es posible la libertad de expresión o de acción, pues se representa a esa institución. Kant manifiesta cómo algunos tutores -oficiales, funcionarios de hacienda, sacerdotes- limitan el uso de la libertad de los individuos en algunos asuntos de interés público, pidiéndoles que obedezcan, en vez de razonar. Sin embargo, tal limitación de la libertad no impide el progreso de la ilustración. Kant distingue entre el uso privado y el uso público de la razón para explicar la paradójica situación en la que, por un lado, exige tener el coraje de razonar por uno mismo (libertad) y, por otro, sugiere obedecer al orden social y político establecido.
Ejemplos de Uso Privado y Público de la Razón
Kant pone diversos ejemplos para distinguir el uso privado del uso público de la razón, recurriendo a tres instituciones: el ejército, la administración de la hacienda pública y la Iglesia. Considera que el oficial no puede desobedecer ninguna orden, el ciudadano no puede negarse a pagar los impuestos y el sacerdote no puede renunciar a predicar la fe de su Iglesia, pues actúan como funcionarios de una institución a la que se deben. No obstante, pueden exponer al público, como conocedores del asunto al que se dedican, las críticas que estimen pertinentes. El conflicto se puede dar cuando hay desacuerdo entre la propia conciencia y las ideas que se han de expresar en nombre de la institución para la que se trabaja, como expone en el caso del sacerdote. En este supuesto, la solución es que se debe renunciar al cargo que se desempeña.
Religión e Ilustración
A continuación, Kant trata el problema de la religión y de su relación con la ilustración. La idea central es que no se puede limitar el progreso de la ilustración: ni la Iglesia ni la sociedad deben impedir la libertad del uso público de la razón. Kant se pregunta si sería posible crear una sociedad de sacerdotes que ejerciera su tutela sobre el pueblo. Responde negativamente, porque supondría ir en contra del progreso —destino primordial de la naturaleza humana— e impediría la ilustración. El pueblo podría admitir una sociedad de sacerdotes si mediante ella obtuviera un orden nuevo que permitiera un uso público de la razón. Sin embargo, tendría que pedirla el pueblo y habría que respetar a quienes no quisieran integrarse en ese nuevo orden.
Libertad de Conciencia y Despotismo
Ninguna persona puede renunciar a la ilustración, porque implicaría ir en contra de los derechos de la humanidad. Del mismo modo, tampoco el monarca puede imponer un credo religioso, sino que ha de reconocer la libertad de conciencia, pues no es dueño del pueblo, sino que solo lo representa: esta tesis es contraria al absolutismo (despotismo) y revela la posición kantiana, proclive a regímenes republicanos.
Época de Ilustración
Kant constata que en su época no se han realizado los ideales de la Ilustración. Por eso, no es una época ilustrada, sino una época de Ilustración, pues se ha iniciado el proceso que nos conducirá a la Ilustración. Federico II (el Grande) de Prusia representa este nuevo espíritu. Algunos autores consideran que la alabanza es desmedida y tiene el objetivo de no granjearse la enemistad del monarca por su defensa del republicanismo.
Elogio a Federico II
El filósofo elogia la actitud ilustrada de Federico II al reconocer la libertad de conciencia de los ciudadanos en materia de religión y permitir a los clérigos el uso público de la razón en cuestiones religiosas. El optimismo derivado de la creencia en el progreso de la Ilustración se advierte cuando Kant sostiene que la libertad no genera desórdenes públicos ni desunión, pretextos que se suelen emplear para someterla, sino que educa a los seres humanos.
Religión y Minoría de Edad
Kant justifica la relevancia que da a la religión, porque es el campo de acción de los autores, que no parecen interesados en las artes o en las ciencias. Además, ser menor de edad o incapaz de servirse del propio entendimiento en materia religiosa es lo más perjudicial para el pueblo. Sigue elogiando al rey Federico II, porque ha permitido la ilustración y la libertad de pensamiento también en el campo de la legislación.
El Monarca Ideal y la Dignidad Humana
El monarca ideal es aquel que «no teme a las sombras», expresión que nos recuerda que la Ilustración se simboliza con la luz –recuérdese la denominación del movimiento en Francia. Por el contrario, la ignorancia y la continuación de la tradición, de los prejuicios, de las supersticiones y de los sistemas políticos caducos son signos de un vivir en sombras y oscuridad. Kant se decanta, finalmente, por un proceso gradual en el uso de la libertad para evitar las limitaciones (límites infranqueables) o los riesgos que conlleva un nivel excesivo de libertad. La actitud del rey Federico II representa esta posición (exige obediencia a la vez que permite que los ciudadanos razonen y expongan sus opiniones), que favorece el desarrollo del libre pensar del ser humano, lo que contribuye al progreso de la libertad de obrar del pueblo y de la humanización de los principios del gobierno. Por último, Kant se distancia de la concepción antropológica mecanicista, característica de la Modernidad, pues considera que el ser humano es algo más que una máquina: es un ser con dignidad.
Vida y Obra de Kant
Kant nació en 1724 y murió en 1804. Tuvo, pues, una vida relativamente larga. A pesar de ello, la obra que asentó su duradera fama, la *Crítica de la razón pura*, apareció cuando el filósofo se acercaba a los sesenta años. Si Kant tardó sesenta años en llegar a la sazón de su pensamiento, ello se debe a que su sistema no era de aquellos que pueden aparecer de golpe, sino el resultado de una larguísima maduración, que no era sólo la del individuo Kant, sino al mismo tiempo la maduración de todo el pasado filosófico europeo.
Se puede decir que en sus primeros escritos Kant sigue una orientación racionalista y que luego parecería sufrir una crisis intelectual de aproximación al empirismo; pero habiendo penetrado hasta las raíces del racionalismo y el empirismo, elabora una teoría novedosa, que va unida a su nombre: la filosofía crítica o la filosofía trascendental. No es que Kant haya vivido desde fuera los sucesivos momentos de la filosofía precedente, sino que, al mismo tiempo que las estudiaba, constituyeron estadios de su propio itinerario intelectual y vital, hasta que, habiendo ahondado en sus fallas, carencias y limitaciones, llegó a una concepción enteramente original.
Kant pasó casi toda su vida sin salir de su ciudad natal, Königsberg, en la Prusia oriental. Kant no se movió nunca de las cercanías de esa ciudad, situada -es importante notarlo- en aquel momento exactamente en el borde del mundo civilizado, en la frontera de la Europa ilustrada, zona bastante a trasmano desde el punto de vista cultural. Se llama la atención sobre estas circunstancias para que se piense cómo un individuo como Kant, situado en aquella especie de extremo del mundo, pudo introducir en Europa la revolución más grande que conozca el pensamiento moderno.
Sobre la Minoría de Edad
Según Kant, la minoría de edad radica en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no es un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Con sólo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea.
La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. El hombre por sí mismo es culpable de ella. Immanuel Kant sostiene que la razón es propia del hombre, pero lamentablemente el hombre no siempre recurre a ella para tomar una decisión. Ya que más de una vez esquivamos usarla, y caemos en el facilismo de pensar como otros nos dicen que tenemos que hacerlo. Kant cierra su concepto al definir que estas personas se hallan en un estado de minoría de edad.
La mayoría de edad trata sobre personas independientes, que no necesitan de nadie, que pueden resolver sus problemas solos. No habla de una edad en particular (ni 18, ni 21, ni 40). De hecho, dice que en su época, la gente está empezando a acercarse a esa mayoría de edad, pero que todavía falta mucho por hacer.
Pero la mayoría de edad es la libertad absoluta, es la capacidad que posee el hombre por medio de la ilustración para servirse por sí solo de su propio entendimiento, sin la dirección de otro. Para Kant, la mayoría de edad solo se alcanza por medio de la ilustración y con la mayoría de edad se alcanza la libertad absoluta.
Por ejemplo, tener la necesidad de ir a un médico para saber qué enfermedad tienes no es propio de alguien «mayor de edad» (siempre en términos kantianos) ya que una persona independiente estudia medicina para luego no necesitar de nadie más qué le diga qué es lo que tiene y cómo solucionarlo. El del médico es un caso extremo, pero se puede aplicar a cada aspecto de la vida.
Para lograr la mayoría de edad propuesta por Kant, el hombre debe buscar el conocimiento, indagar siempre desde un punto de vista crítico. Pero vivir en minoría de edad es muy fácil, ya que no es necesario pensar ni preocuparse por nada, ya que el mundo se va a encargar de los problemas que puedan surgir. Para el ser humano, la incapacidad de pensar por sí solos es una realidad muy común y constante, ya que son muy pocos los que en realidad consiguen esta mayoría de edad, ya que muy pocos la buscan en realidad.