Teoría del Conocimiento
Para Kant, el sujeto tiene un papel activo en la relación cognoscitiva con el objeto debido a la naturaleza humana. Dado que no tenemos intuición intelectual y debido a nuestra constitución sensible, no podemos evitar ser afectados a través de los sentidos por las cosas del mundo que nos rodea. Como consecuencia, desde el punto de vista del conocimiento, la realidad tiene dos causas: el noúmeno o cosa en sí, que existe pero no podemos conocer, y el fenómeno o cosa en mí, que es lo conocido tal como se nos aparecen los objetos captados por los sentidos. Tan solo el fenómeno es objeto de conocimiento. Si el fenómeno es distinto del noúmeno, quiere decir que en el proceso del conocimiento se añade algún elemento diferente de los que provienen del mundo exterior. Si no, noúmeno y fenómeno serían la misma cosa. Sin embargo, está claro que solo con los datos sensibles no conocemos. Interviene el entendimiento, algo que no proviene del mundo sensible. Esto justifica que en el proceso de conocimiento intervengan elementos a priori que no provienen de la experiencia sensible, que los pone el sujeto a través de su papel activo en el conocimiento. Kant, en la Crítica de la Razón Pura, estudia los elementos a priori que intervienen en el conocimiento. Se denomina crítica porque estudia las condiciones de posibilidad del conocimiento y porque quiere prevenir de un uso inadecuado de estos elementos a priori o puros, como se ve en la Dialéctica Trascendental.
La base empírica del conocimiento, según el idealismo trascendental de Kant, no puede ofrecer ni necesidad ni universalidad. Pero entonces la ciencia queda sin fundamento, cosa que Kant no puede aceptar. El problema se soluciona si tenemos en cuenta la parte a priori del conocimiento. Estos elementos sí aportan necesidad y universalidad al conocimiento, ya que no derivan de la experiencia y son propios de la estructura natural de la razón humana. Los seres humanos no podemos conocer de otra manera que no sea modificando la realidad con los elementos a priori para hacerla asequible a nuestra razón. Es así como se podía fundamentar de nuevo la ciencia. Kant parte de la existencia de la ciencia como un hecho indiscutible, queriendo saber qué características debe cumplir la metafísica si quiere ser considerada como ciencia.
Estética Trascendental
La estética trascendental es el estudio de la primera facultad del conocimiento: la sensibilidad, que trabaja con intuiciones sensibles. Estas se componen de intuiciones empíricas más las puras. La intuición pura es totalmente a priori. Espacio y tiempo no son objetos, sino formas puras únicas y no corresponden a nada empírico. No son conceptos puros. El resultado de la acción de la sensibilidad es el fenómeno.
Analítica Trascendental
La analítica trascendental es el estudio de la segunda facultad del conocimiento: el entendimiento, que piensa el fenómeno. Aplica sobre las intuiciones sensibles los conceptos puros o categorías a fin de formar juicios. Las intuiciones sin conceptos son ciegas y los conceptos sin intuiciones están vacíos, es decir, los conceptos se forman únicamente mediante la unión del material sensible representado por las intuiciones y las categorías que les dan la forma.
Crítica de la Metafísica Tradicional
En la tercera parte de la Crítica de la Razón Pura, Kant se dedica al estudio de la razón y la posibilidad de la metafísica como ciencia. La conclusión será que la metafísica tradicional no puede ser ciencia, ya que busca el conocimiento de objetos más allá de la física de los cuales no hay intuición sensible. Lo único que puede hacer la razón es pensar estos objetos, pero no conocerlos. La razón no aporta conocimientos, pero los dirige. Regula las funciones lógicas del entendimiento y fija una finalidad a todo mediante tres ideas trascendentales o formas a priori de la razón: Mundo, Yo, Dios.
- La idea del Mundo focaliza todo el conocimiento referente a objetos externos.
- La idea del Yo focaliza todas las vivencias del mundo interior.
- La idea de Dios engloba todos los posibles objetos de conocimiento tanto de la realidad externa como interna.
Esta estructura especial de la razón, de tener unas formas a priori sin objetos empíricos correspondientes, hace que la razón caiga en el error de hacer corresponder sus ideas trascendentales a objetos empíricos. Pero no hay complemento empírico para estas formas puras que, en tanto que vacías, no pueden dejar de aspirar a llenarse de la metafísica. Esto explica el hecho de ser esta disciplina un campo de disputas permanentes a lo largo de la historia de la filosofía, cosa que no pasa con el resto de las ciencias. Con este planteamiento, Kant demuestra la imposibilidad teórica de demostrar la existencia de los objetos de la metafísica, pero abre una vía de posible demostración a través de la razón práctica, en tanto que la moral necesita de unos postulados como condiciones de posibilidad de que se pueda conseguir la finalidad de la moralidad: el bien supremo. Estos coinciden en esencia con las ideas trascendentales de la razón. De esta manera, los ideales de la razón pura se convierten en un puente que posibilita la razón práctica.
La razón es uno de los constitutivos esenciales de la naturaleza humana, encontrándose en una desazonante perplejidad ante un hecho reiteradamente experimentado. La razón humana tiene el destino de verse obligada y agobiada por preguntas que no puede eludir. Estas preguntas se reducen al problema de la libertad, al sentido último de la existencia del hombre y al problema de Dios. El objetivo de estas cuestiones no puede ser indiferente a la naturaleza humana y el campo de la talla se llama metafísica. Por un lado, se pretende explicar y comprender cómo es posible la metafísica.
Contextualización
Kant se interesó muy pronto por cuestiones científicas. La mecánica de Newton era en ese momento el modelo de teoría científica, tanto por su contenido como por su método. Kant trató de buscar su fundamento en los primeros principios metafísicos. Aunque la tarea presentaba grandes dificultades, hasta que no entró en contacto con el pensamiento de Hume, Kant no despertó de lo que él llama su “sueño dogmático”. Entonces inicia una filosofía crítica o trascendental para averiguar en qué se basa la ciencia, y si la metafísica puede convertirse en ciencia. Supera de este modo el racionalismo y el empirismo. Kant acusa a Hume de haberse quedado corto en su examen crítico de la metafísica. Además, redujo la conexión causa-efecto a un simple hábito psicológico, y por lo tanto a una necesidad subjetiva. Con lo cual no solo la metafísica es imposible, sino que incluso las leyes newtonianas se convierten en leyes solo probables. En su análisis, Kant no se sitúa en el punto de vista psicológico, no analiza el funcionamiento de nuestra mente al conocer, que es la posición empirista, sino que adopta un punto de vista que él llama trascendental, analiza el conocimiento para descubrir las condiciones a priori que lo hacen posible.
La Posición de Hume
Examinaremos la posición de Hume sobre las matemáticas, la física y la metafísica. Las matemáticas versan sobre relaciones de ideas, y por lo tanto permiten realizar razonamientos demostrativos absolutamente seguros y ciertos a priori. Hume parte de una concepción psicologista, las verdades matemáticas no son de carácter lógico, en esto se aparta de la concepción actual. La física versa sobre hechos que reduce a leyes. Su finalidad es enseñarnos a controlar los acontecimientos futuros conociendo sus causas. La física debe abstenerse de hablar de las fuerzas de la naturaleza, y cuando habla de causas físicas debemos ser conscientes de que hablamos únicamente de acontecimientos habitualmente conjuntados en el pasado (nada sabemos del futuro), que han adquirido conexión en nuestro pensamiento. Por más que observemos la naturaleza, solo encontraremos que un suceso sigue a otro, sin que seamos capaces de comprender el poder que permite que actúe la causa o la conexión entre ella y su supuesto efecto.
Hume rechaza frontalmente la metafísica. Si conocemos nuestras percepciones y no las cosas directamente, nada nos asegura racionalmente la existencia de un mundo exterior. Todas nuestras ideas no son sino copias de nuestras impresiones, no podemos pensar algo que no haya estado antes en nuestros sentidos (negación de las ideas innatas). Cuando una idea no puede derivarse de una impresión, se concluye que carece de significado. Este escepticismo absoluto es muy poco práctico, y además la viveza de las impresiones nos convence de la existencia del mundo exterior. Un escepticismo moderado tiene una doble ventaja: nos cura del dogmatismo de los metafísicos, y al reconocer las limitaciones de nuestro entendimiento, nos impide abordar cuestiones de difícil comprensión, como el problema de la sustancia corporal o espiritual, o el del sujeto de la actividad mental.
Kant y la Ilustración
Kant es un filósofo ilustrado. La naturaleza ha dado a todo hombre el instrumento adecuado para que sea dueño de sí mismo y no necesite el control o la tutoría de nadie: la razón. La Ilustración es el paso a la mayoría de edad y se resume en el lema “atrévete a pensar”. Atreverse a pensar sobre la base de la experiencia y de la propia razón.