Jean-Jacques Rousseau
Contexto Biográfico e Iluminación
Durante una visita en 1749, Rousseau experimenta lo que denominará la Iluminación de Vincennes, momento que estará presente en toda su obra y que le llevará a ganar, en primer lugar, el concurso literario de la Academia de Dijon con un discurso en defensa de la verdad y de la virtud, Sobre las Ciencias y las Artes, el cual supone un ataque directo y furibundo contra la sociedad de su época y los valores sobre los que se sustenta. Rousseau es ya un autor conocido y consagrado, a quien se disputan los personajes y salones más importantes de París. Asqueado de la vida de París, y en consonancia con sus escritos, decide en 1756 retirarse y se instala en una pequeña casa de campo. El Emilio es condenado por el Parlamento y por las autoridades católicas de París, por lo que Rousseau se ve obligado a huir de Francia para no entrar en prisión.
Se refugia en su ciudad natal, pero su obra sufre también la condena por parte de las autoridades calvinistas de Ginebra, lo que le provoca muchas hostilidades entre sus conciudadanos. Después de que su casa fuera apedreada, Rousseau decide irse a Inglaterra, donde terminará siendo acogido por David Hume. A pesar de que él mismo niega rotundamente ser filósofo, y los filósofos eran objetivo frecuente de sus críticas y sarcasmos, la obra de Rousseau constituye una reflexión filosófica con unidad y coherencia. Será Kant uno de los primeros en reconocer la trascendencia de sus ideas, llegando incluso a decir que «Rousseau es a la filosofía moral lo mismo que Newton a la filosofía natural».
Filosofía Moral: El Estado de Naturaleza y la Piedad
El ser humano es bueno por naturaleza, pues está dominado por una piedad natural. El mal no proviene del individuo, sino de la sociedad y de la cultura. La sociedad es la causante de nuestra degeneración.
Rousseau es un claro defensor del optimismo antropológico, que establece que el ser humano tiene una tendencia natural a evitar el dolor ajeno si es posible y a compadecerse de los demás si estos sufren, lo que denominará piedad natural. Introduce el componente de la intuición emocional, que capta de forma inmediata los principios de la naturaleza humana y que son el fundamento de la moral. Por ello, el ser humano en estado natural es bueno y esencialmente pacífico. La libertad, la igualdad, la paz, la soledad, la bondad y una feliz ignorancia guían sus acciones en armonía con la naturaleza.
La Corrupción Social y la Propiedad Privada
De este modo, el ser humano, bueno por naturaleza, queda corrompido por la sociedad, y la causa de dicha degeneración es la misma artificiosidad del estado social, ya que sus leyes no han surgido de la naturaleza, sino que han sido impuestas. Es lo que Rousseau denomina el paso del ser al parecer ser. En cambio, el hombre natural vive en una inmediatez con el medio natural y el presente, ignorando esta diferencia entre ser y parecer, al carecer de toda noción que suponga aparentar o fingir.
Este paso del amor de sí al amor propio es lo que nos llevará de la naturaleza a la cultura, y para ello fue determinante la disolución del «todo es de todos», con la que se instauró de forma definitiva la propiedad privada. Como consecuencia, Rousseau sostiene que la historia de la humanidad no es una evolución, sino una degeneración. La civilización nos convierte en seres miserables e hipócritas y engendra desigualdades, cuya expresión más titánica y extrema la podemos encontrar en las instituciones políticas y en las relaciones socioeconómicas.
La Propuesta Política: El Contrato Social y la Voluntad General
Para corregir los errores del estado social hay que crear un estado contractual, en el que se conserven las excelencias del estado natural. Se puede concebir una sociedad humana de seres libres y morales, solo posible cuando cada ciudadano obedezca a la voluntad general, sintiéndola como propia.
Libertad, Perfectibilidad y Educación Ciudadana
Rousseau encuentra en la libertad y la perfectibilidad las dos características definitorias y específicas de la naturaleza humana. La libertad nos dice que la conducta humana es el resultado de una elección. Dicha libertad está estrechamente relacionada con la autonomía, capacidad para gobernarse a sí mismo y de decidir lo mejor para uno mismo. Por ello, el ser humano es el responsable de sus actos, ya que toda acción responde a su voluntad, que como agente moral debe decidir y ajustar la conducta según unos principios racionales propios, que superen a las pasiones y a los instintos.
Gracias a la perfectibilidad desarrollamos capacidades y cualidades de las que carecemos en el estado natural, como la razón, y que nos convierten en agentes morales. Por ello, la voluntad general no es la suma de los intereses particulares de los ciudadanos, sino la expresión de todos ellos con miras al bien común. Solo el ser humano que no sea educado en el egoísmo, ni en la propiedad privada, podrá realizar elecciones políticas basadas en el bien común según el principio de la voluntad general. En definitiva, el ser humano ha de socializar, rechazar el individualismo, y ser capaz de pensar en otros seres humanos, no como medios, sino como fines en sí mismos.
En este estado, la libertad natural se transforma en libertad cívica, gracias al desarrollo de la moral.