John Locke y los Fundamentos del Liberalismo Político
Para Locke, el origen y la legitimación del Estado son el resultado de un pacto entre los individuos que conforman una sociedad. La convivencia en sociedad es inconcebible sin el consentimiento de sus miembros. Sin embargo, este contrato, que legitima al Estado, no implica la renuncia a los derechos personales ni la justificación del absolutismo.
Con su teoría del contrato, Locke busca justificar la legitimidad de derechos individuales como el derecho a la subsistencia y a la propiedad privada. Según Locke, la sumisión al poder político nunca puede significar una renuncia a los derechos individuales. El Estado, desde una perspectiva liberal, se subordina a los intereses de los individuos.
El Contrato Social según Locke
En la filosofía de Locke, el contrato social se manifiesta de la siguiente manera:
1. El Estado de Naturaleza
En este estado, además de disfrutar de libertad e igualdad, los hombres poseen derechos naturales: derecho a la subsistencia, a la propiedad, a la integridad física, etc. No obstante, tener derecho a todo esto no garantiza que, en la realidad, todos estos derechos sean respetados. Es más, en el estado de naturaleza, no existe ninguna fuerza con el poder suficiente para obligar a su cumplimiento. Siempre existe el riesgo de que algunos individuos no respeten los derechos naturales de los demás.
2. El Pacto
Con la intención de asegurar el cumplimiento de estos derechos, los hombres libres pactan su incorporación a la sociedad y la creación de una autoridad. Según Locke, cuando los hombres deciden constituir la sociedad, no renuncian a sus derechos transfiriéndolos al soberano; en realidad, lo que hacen es otorgar a los gobernantes el poder necesario para protegerlos. Por lo tanto, tras el pacto, las personas mantienen todos los derechos que les corresponden por naturaleza, pero ahora los ciudadanos se comprometen a reconocer el poder político, cuya función principal es garantizar dichos derechos, sancionando a quienes los incumplan.
3. El Estado Liberal
De este pacto surge el Estado. Pero, a diferencia de lo que propone Hobbes, el poder del Estado no se vuelve absoluto, sino representativo. En otras palabras, los gobernantes están al servicio de los individuos, ya que estos renuncian a parte de su libertad para que la autoridad proteja sus derechos. Si el soberano no cumple esta función, el pueblo tiene derecho a la insurrección y a la anulación del pacto. Así pues, nadie está por encima ni queda al margen de la ley. No obstante, Locke concede al monarca, en situaciones excepcionales, el derecho de prerrogativa: el rey puede incumplir una ley si considera que de ello se derivará un mayor beneficio para el pueblo.
La División de Poderes
La diferencia más evidente entre el planteamiento político de Hobbes y el de Locke es que, en el primero, la teoría del contrato social sirve para legitimar el absolutismo político, mientras que, en el segundo, es una defensa del liberalismo y un ataque frontal y explícito al autoritarismo real.
Uno de los puntos clave para evitar el absolutismo real es, según Locke, la división de poderes. El poder no puede concentrarse en unas únicas manos, porque este sería el camino más rápido hacia el abuso y la corrupción. Locke sostiene que en cualquier sistema político se pueden distinguir tres tipos de poderes:
- Poder legislativo: El Parlamento elabora las leyes.
- Poder ejecutivo: El monarca aplica las leyes y sanciona su incumplimiento.
- Poder federativo: Se establecen las alianzas y rupturas con otros estados.
El Racionalismo de Descartes y su Contraste con Locke
Las Tres Sustancias Cartesianas
Descartes demostró la existencia de Dios mediante tres tipos de argumentos: Primero, del yo, que es finito, no puede surgir la idea de Dios, que es infinito, porque de lo inferior no puede proceder lo superior. Segundo, Dios es causa de la existencia del yo, ya que este es pensamiento y espíritu, y de lo material no puede nacer lo inmaterial; el yo tampoco puede ser causa de su propia existencia, pues si se hubiera dado el ser a sí mismo, se habría hecho perfecto e inmortal. El tercer argumento es el ontológico, que plantea que es más perfecto existir tanto en el pensamiento como en la realidad que solo en el pensamiento, por lo que es necesario que Dios exista también en la realidad.
Siguiendo las reglas de su método, Descartes concluyó que hay tres ideas que podemos aceptar con certeza: la idea de yo, la idea de Dios y la idea de mundo. Aseguró que estas tres ideas se corresponden con tres sustancias: res cogitans (sustancia pensante), res infinita (sustancia infinita) y res extensa (sustancia extensa). En sentido estricto, solo Dios es sustancia, porque es el único que no necesita de otro para existir, ya que todo depende de Él; pero el yo y el mundo, a excepción de Dios, no necesitan ninguna otra cosa distinta de sí mismas, por lo que pueden denominarse sustancias.
Dualismo Antropológico Cartesiano y su Relación con Otros Pensadores
En la filosofía cartesiana, el ser humano es el resultado de la unión de dos sustancias: la pensante y la extensa, es decir, entre res cogitans y res extensa. Descartes afirma que estas sustancias son completamente distintas e independientes, sosteniendo un dualismo antropológico.
El pensamiento cartesiano se alinea con Parménides y Platón, ya que ambos coinciden en que los sentidos no son fiables y pueden conducir al engaño. Parménides, a diferencia de Descartes, afirmó que el movimiento y la multiplicidad son mera apariencia. Platón divide la realidad en dos mundos: el inteligible y el sensible. Se podría decir que Aristóteles y Descartes tienen posturas opuestas, pues Aristóteles teoriza a partir de los sentidos, mientras que Descartes, como racionalista, desprecia los sentidos y confía en la razón para alcanzar la verdad. Lo mismo se podría decir de los empiristas, quienes consideran que el conocimiento sensible es la única fuente válida de conocimiento y niegan el innatismo, algo que los racionalistas como Descartes sí admiten. Es en este punto donde se puede apreciar un claro contraste con Locke, quien, aunque racionalista, da un peso importante a la experiencia en la formación de las ideas.