2. John Locke
John Locke es, tal vez, el primer autor empirista que tiene una repercusión importante en la historia de la filosofía. Tanto desde el punto de vista de su teoría del conocimiento, como desde la perspectiva política de su obra, Locke ha entrado en la posteridad como el autor empirista de más hondo calado histórico. Así, su negación ante el absolutismo político y su visión de la necesidad de la división de poderes permiten señalarlo como el padre fundador del liberalismo político.
Desde el punto de vista de la filosofía es innegable la vinculación de la obra de Locke con la de René Descartes.
Casi podríamos decir que la obra de Locke es una respuesta, punto por punto, en primer lugar a la teoría del conocimiento cartesiana. Locke pondrá especial énfasis en la negación de la existencia de las ideas innatas como eje central de su gnoseología. A partir de aquí, como veremos, el Empirismo lockeano se desarrolla siguiendo un entramado lógico y conceptual que hizo posible posteriormente la obra de David Hume, un autor mucho más radical. Pero, al mismo tiempo, Locke conserva en cierta forma los planteamientos de Descartes en cuanto a su inclinación metafísica: no tanto en sus conclusiones finales, sino en cuanto a la formulación misma de los problemas.Por otro lado, la postura filosófica en torno a los planteamientos políticos es más bien una respuesta a su otro interlocutor empirista, a Thomas Hobbes. De esta forma, Locke intentará combatir, por un lado, los planteamientos absolutistas de la razón en Descartes y, por otro, su versión política en la obra de la justificación del absolutismo político en Hobbes. No en vano, el propio autor sufríó la intolerancia política de su época, teniendo que cambiar su residencia durante un tiempo a Francia y Holanda (donde publicó en 1689 su famosa Carta sobre la tolerancia).
Un punto de fundamental importancia en la teoría empirista de John Locke es su negación de las ideas innatas. Según los empiristas, cuando nacemos nuestra mente está vacía, ya que no posee contenido alguno. La prueba de ello la podemos encontrar en los niños, que a medida que crecen van adquiriendo conocimientos (gracias a la experiencia)
. Otro de los argumentos acerca de la existencia de las ideas innatas era el supuesto consenso universal en torno a determinadas ideas, cuestión que los empiristas rechazan igualmente (no existen principios morales innatos, pues todo el mundo los reconocería, y no ocurre así, ni siquiera con la misma idea de Dios)2.1 La teoría del conocimiento en Locke
Locke coincide con Descartes en interponer la idea entre la mente y la cosa; dicho de otra forma: el conocimiento es siempre conocimiento de ideas. Las ideas son el objeto de nuestro conocimiento, su contenido mismo: todo lo que conocemos son ideas. Pero he aquí la primera diferencia fundamental: todas las ideas que tenemos no puede provenir sino de mi misma experiencia.
Partiendo de que todas nuestras ideas proceden de la experiencia, Locke se dedicó al estudio de su génesis, intentando comprender los mecanismos a través de los cuales pensamos. Por lo tanto el plantemiento es en cierta forma cartesiano, en cuanto a que trata sobre ideas, pero, al mismo tiempo, se aleja de la postura de Descartes, al entrar en una postura psicologista acerca de los contenidos mismos del pensamiento.
Toda idea procede de la experiencia, tiene en ella su origen y fundamento. Pero las ideas se pueden originar de dos formas distintas: bien por sensación (a través de la experiencia directa de los sentidos: surgen así ideas tales como «rojo» o «calor»), o bien por la reflexión posterior que hacemos sobre lo que captamos directamente a través de los sentidos. De esta forma llegamos a las ideas más elaboradas, y al observar las operaciones de nuestra mente sobre las ideas de sensación podemos llegar a plantearnos cuestiones sobre la «duda» o el mismo «pensamiento».
Ahora bien, hasta las ideas que podamos considerar como más abstractas tienen que provenir en última instancia de la experiencia. El objetivo de la filosofía consisten en establecer la génesis, la naturaleza y el valor mismo del conocimiento humano. Y para ello tenemos que estudiar al sujero que piensa, pero centrándonos en sus capacidades y, por lo tanto, en sus propias limitaciones. La filosofía de Descartes es un claro ejemplo del absolutismo de la Razón, que todo lo puede (o al menos eso pretende: incluso demostrar que Dios existe). La filosofía empirista de Locke es mucho más modesta, pues se centra en la función de la mente, en su ejercicio y resultados.
A partir de aquí Locke diferencia entre ideas simples e ideas complejas. Las ideas simples serían como los átomos del conocimiento. En ellas la mente es meramente pasiva, receptiva. Unas ideas simples proceden de la sensación y otras de la reflexión, y entre ellas debemos diferenciar las ideas de cualidades primarias (como la figura, el tamaño…) y las ideas de cualidades secundarias (como el color, el olor…). Locke coincide con Descartes y Galileo en señalar que sólo las ideas primarias existen realmente en los cuerpos.
Las ideas complejas provienen de la combinación de ideas simples; aquí el entendimiento es activo, combinando y relacionando ideas simples. De este modo se elaboran ideas de tres tipos: sustancias, modos y relaciones. Que la experiencia es tanto el origen como el límite del conocimiento se observa en el análisis de la idea de sustancia. Para Locke, la idea de sustancia no es más que lo que subyace, el sustrato que pensamos que tiene que haber para nuestras sensaciones. Pero lo que captamos de las cosas se nos da a través de nuestras sensaciones, y no podemos ir más allá de ellas. Suponemos, por lo tanto, que hay un objeto «debajo» (por así decirlo) de estas sensaciones, pero esto es algo que no podremos demostrar.
Existe por lo tanto un conocimiento sensitivo, un conocimiento intuitivo (en el que la mente percibe de manera inmediata la relación entre ideas) y, por último, pero no menos importante, un conocimiento demostrativo. De la existencia del yo tenemos por ejemplo, según Locke, un conocimiento intuitivo (la mente está siempre presente ante sí misma, como en Descartes). De la existencia de las cosas materiales tenemos una evidencia sensitiva, ya que éstas son la causa de nuestras sensaciones (como en el caso de la manzana). Y, por último, de Dios tendríamos una certeza demostrativa, según el autor, ya que no podemos pensar en él sin hacerlo en la causa última de nuestra existencia misma.
Por lo tanto, aunque la postura empirista de Locke pudiera parecer muy radical en cuanto a sus planteamientos iniciales, vemos como al final las conclusiones metafísicas son similares a las del propio Descartes.