José Ortega y Gasset
Contexto
Desarrolla su obra en la primera mitad del S. XX. Ortega vive la restauración borbónica, cuyo síntoma más destacado fue el desastre del 98. Tras la abolición de la 1ª República, Cánovas estructura un régimen político basado en la alternancia en el poder de dos partidos políticos: el partido conservador y el liberal. La 2ª República es un periodo inestable debido en gran medida a los problemas sociales y políticos acumulados en el periodo anterior. El estallido de la guerra civil y la posterior dictadura franquista obligará a que muchos de los intelectuales españoles, como Ortega, tengan que exiliarse.
La revolución industrial no llegó a España hasta finales del S. XIX. En el resto de España domina la economía agraria en manos de la oligarquía terrateniente. Esto hace que las organizaciones obreras y sindicales que reivindican unas mejores condiciones de trabajo y una redistribución más justa de la riqueza y la tierra alcancen grandes momentos.
Este periodo conoce un gran desarrollo cultural. Durante la 2ª mitad del S. XIX se desarrolla el naturalismo. Más tarde aparece el modernismo que se caracteriza por la ruptura con la situación anterior y propone un cambio radical: es necesario europeizar España para acabar con el atraso del país. Ya entrado el S. XX se produce el desarrollo de las vanguardias.
Con la publicación de la teoría de la relatividad de Einstein a principios del S. XX se produce un cambio radical en la física y en la concepción de la ciencia. Einstein visitó España y Ortega fue su anfitrión. Ortega encontró una fuerte relación entre su perspectivismo y la teoría de la relatividad.
A nivel filosófico, Ortega tiene el mismo objetivo que los pensadores críticos del S. XIX: recolocar a la razón sobre el suelo para poder enfrentarse a la problemática de la vida humana. Ortega, al igual que Nietzsche, trata de ubicar la razón al servicio de la vida. El núcleo central de la filosofía de Ortega es una reflexión sobre la vida como realidad radical.
La filosofía del S. XX es variada y plural, ha habido una influencia del positivismo. Ortega y Gasset mantuvo que la filosofía es un saber que no puede ser sustituido por la ciencia, pues la ciencia no es la panacea universal del saber, ha resultado incapaz de explicar y dar sentido a lo humano, pues todo lo vital no es físico-matemático.
Una de las corrientes filosóficas que más influye en Ortega es el vitalismo, heredero de Nietzsche. En el tema de nuestro tiempo, Ortega comienza reflexionando sobre el papel desempeñado en el pensamiento griego por la figura de Sócrates. Ortega cree que, aunque la filosofía socrática ha demostrado una gran fecundidad intelectual, partió de un error que se ha mantenido a lo largo de la historia.
Otra corriente filosófica contemporánea que influye en Ortega es el historicismo, que considera que el ser humano no tiene naturaleza sino historia. Por último, el existencialismo, representado por Heidegger, parte de la reflexión sobre la libertad y el carácter único y singular del individuo humano. Esta corriente de pensamiento realiza una profunda reflexión sobre la angustia que supone la existencia humana.
La vida como realidad radical
Ortega señala que la realidad radical es la vida, que no es otra cosa que la vida de cada persona. La búsqueda de la realidad radical ha derivado erróneamente en el idealismo y otras en el realismo. Los filósofos realistas consideraron que la existencia de las cosas es independiente de mi pensamiento y que mi pensamiento podía reflejarlas tal cual son. Los idealistas estimaron que la existencia de las cosas es dependiente de mí, es decir, el mundo se hace real a través de mí. Ninguna de estas afirmaciones puede ser aceptada pues se trata de una relación de interdependencia: la realidad radical es la coexistencia de yo y el mundo.
Vivir es encontrarse en un mundo, entendiendo por mundo todo lo que nos afecta. La circunstancia es el cauce de nuestra vida que nos limita, pero, en cierto sentido, también somos libres ante ella y la construimos nosotros. No elegimos nuestras circunstancias, pero somos posibilidad abierta. La vida es posibilidad limitada. Una característica fundamental de la vida es darnos cuenta de ello, ser conscientes de que vivimos. La vida siempre es un proyecto que está en proceso, pues la vida no está hecha sino que hay que hacerla. El ser humano debe establecer lo que va a ser su vida. Somos libres para construir nuestra vida a partir de las posibilidades y circunstancias que nos ofrece. Vivir es encontrarse y relacionarse con nuestro mundo y nuestro tiempo. En este proceso de elección, cada uno de nosotros puede hacerse cargo de sus elecciones llevando a cabo un proyecto vital y llevar una existencia auténtica.
La vida es historia
La vida de cada ser humano se desarrolla en la historia, la vida es histórica, es decir, somos temporeidad: venimos de un pasado, vivimos en un presente y construimos un futuro. Nuestro vivir no es sólo individual, sino colectivo. Ortega utiliza el término generación para explicar que pertenecemos a un grupo de convivencia que se desenvuelve en un contexto histórico determinado. Todos los miembros de una generación están conectados por vivir en un mismo tiempo.
El perspectivismo: el conocimiento como perspectiva
Le interesa ahora a Ortega determinar el papel que tienen la razón y el conocimiento en la vida humana. El carácter circunstancial del vivir conlleva que el conocimiento humano se ofrezca siempre en perspectiva o puntos de vista. El conocimiento es perspectiva. La realidad sólo puede ser entendida desde un punto de vista. Nuestra tradición intelectual partió de un error: la pretensión de que la razón ha de suplantar a la vida. Por ello, el mundo moderno ha concebido de forma antagónica las relaciones entre vida y cultura.
Desde el punto de vista de Ortega, entre razón y vida debe establecerse una relación de complementariedad y no de antagonismo. El racionalismo subrayó el carácter universal de la razón, de manera que para poder alcanzarla sin deformaciones consideraba que el sujeto ha de ir a las cosas despojado de sus condicionamientos, tratando de situarse en una perspectiva ajena a lo vital e histórico. Esto ha dado lugar a una postura culturalista que ha despreciado la vida y la diversidad de perspectivas.
El relativismo consideró imposible alcanzar ningún tipo de verdad. Acepta que el ser humano es la medida de todas las cosas, pero acaba cayendo en un vitalismo extremo según el cual todo es ficción y la razón acaba perdiendo todo su valor.
Ortega propone una tercera postura donde se concilien razón y vida, es decir, la verdad y la inevitable subjetividad. Ortega defiende que no existe un punto de vista objetivo, por eso cada cultura debe aceptar los puntos de vista que ofrecen las vidas de las personas. El intelecto de cada ser humano, de cada pueblo y de cada época está capacitado para entender determinadas verdades, según la perspectiva histórica, vital y social en que se encuentren.
La filosofía de hoy ha de asumir que cada ser humano, cada época, cada pueblo y también cada sistema filosófico representan un punto de vista distinto y verdadero en la comprensión de lo real. Pero sólo si se reconocen a sí mismos como perspectivas podrán dialogar con otras perspectivas, sumándolas de forma que serán perspectivas más amplias.
Con el perspectivismo, Ortega parece defender un cierto relativismo que permita afirmar que cada uno tiene su propia verdad y todas son igualmente válidas, pero en realidad lo que pretende Ortega es que no existe una verdad absoluta que pueda servirnos de criterio o de referencia para escoger entre las distintas perspectivas: la única verdad absoluta sería la suma de todas las perspectivas que han existido, existen y existirán. Según Ortega, también Dios tendría su perspectiva. Dios es un símbolo de la suma de todas las perspectivas humanas, del quehacer infinito de la filosofía por sumar perspectivas, por crear horizontes más amplios.
El papel de la razón: la razón vital
Ortega quiere revisar el papel que debe cumplir la razón y el conocimiento. La posición de Ortega es muy clara: el conocimiento es efectivamente conocimiento racional, pero debe estar al servicio de la vida. Por tanto, es la razón la que debe estar al servicio de la vida concreta de los seres humanos. La razón se encuentra con sus propios límites, ya que la razón puede decirnos cómo hacer las cosas, pero no qué hacer. Por eso la razón pura, matemática, no es capaz de comprender la vida. Por tanto, el raciovitalismo de Ortega no anula el conocimiento y la razón, sino que exige situarlos en el marco de la realidad global e integral que es el ser humano, al servicio de la vida. El dominio de la razón sobre la vida nos ha conducido a una época de medios y no de fines.