Kant, Descartes y Hume: Teorías del Conocimiento y Metafísica Comparadas

Teoría del Conocimiento – Kant

Kant inicia su filosofía crítica con el problema de la metafísica. La metafísica se ocupa de lo que va más allá del conocimiento sensible (la existencia y naturaleza de Dios, la libertad humana, la inmortalidad del alma). Kant considera que deberíamos empezar examinando la razón misma en cuanto facultad de conocer, para averiguar si está justificada la pretensión de conocer objetos independientemente de la experiencia sensible. La crítica de la metafísica se convierte así en un examen crítico de la propia facultad de conocer (una crítica de la razón pura).

Este filósofo presenta como solución la síntesis entre empirismo y racionalismo. Toma del racionalismo que nuestra mente tiene unas estructuras que ordenan lo proveniente de los sentidos, no son ideas innatas, y del empirismo que más allá de la experiencia sensible no se puede conocer nada. Entonces, establece lo que conocemos como idealismo trascendental, idealismo porque solo las ideas o estructuras mentales del sujeto permiten el conocimiento y trascendental porque estas ideas son universales y se pueden aplicar en todos los casos. El conocimiento es universal y necesario porque se basa en facultades y disposiciones que comparten todos los seres humanos; no obstante, nos hacen construir una imagen del mundo que no debe confundirse con cómo es el mundo en realidad.

Da un giro copernicano radical, ahora con su planteamiento del conocimiento ya no se habla únicamente de conocimiento de la realidad sino de cómo conocemos los humanos la realidad. Kant distingue dos fuentes de conocimiento: la sensibilidad y el entendimiento. El conocimiento sensible es intuición. El objeto conocido a través de la intuición recibe el nombre de fenómeno. Denomina, en cambio, forma del fenómeno a aquello que hace que la diversidad de sensaciones pueda ser ordenada en ciertas relaciones. A través de la sensibilidad conocemos fenómenos, es decir, objetos ordenados en el espacio y en el tiempo. Kant llama cosa en sí o noúmeno a lo que las cosas son en sí mismas independientemente de ser conocidas por nosotros. Toda la teoría de Kant habla del fenómeno porque el noúmeno no se puede conocer.

Kant elaboró una teoría de los juicios en la que establecía las condiciones que tenían que cumplir para considerarse científicos: debían ser extensivos y universales. Basándose en Leibniz y Hume estableció distintas combinaciones entre los juicios y llegó a una cuestión: ¿es posible que existan juicios que amplíen conocimiento (sintéticos) pero de los que tengamos certeza independientemente de la experiencia (a priori)?

Kant determinó que sí, estos eran los juicios sintéticos a priori, y a estos corresponden los principios matemáticos y físicos.

La gran obra de Kant es la Crítica de la Razón Pura, tiene tres partes: análisis de la sensibilidad, estudio del entendimiento y análisis de la razón.

En la estética trascendental Kant estudia la primera facultad que interviene en el conocimiento: la sensibilidad, mostrando cuáles son las condiciones que hacen posible que en las matemáticas existan juicios sintéticos a priori.

El fenómeno es la unión de materia y forma, en este caso, lo formal son las estructuras de nuestros sentidos y lo material los datos de estos. El espacio y el tiempo son las dos formas a priori propias de la sensibilidad, son formas puras y transcendentales que son estudiadas por las matemáticas. Las intuiciones o impresiones del mundo son una síntesis del material sensorial y las estructuras internas (espacio y tiempo) del propio sujeto. Para Kant las matemáticas son la geometría (trata del espacio, por lo tanto, sus juicios son a priori ) y la aritmética (trata de los números, por lo tanto, su estructura es la misma que la del tiempo, sus juicios son a priori ). Según esto los juicios de las matemáticas son a priori, además, son sintéticos porque no hay un solo juicio en ellas que no lo sea. Ahora bien, el espacio y el tiempo, como las matemáticas no tienen sentido si no se aplican a la experiencia.

En la analítica trascendental estudia Kant el entendimiento, para mostrar cuáles son las condiciones que hacen posible que existan juicios sintéticos a priori en la física. El entendimiento se caracteriza por la facultad de pensar o realizar juicios a partir de la sensibilidad por medio de conceptos, estos pueden ser de dos tipos: empíricos (vienen de la experiencia) o categorías (no vienen de la experiencia, son estructuras a priori del entendimiento que estructuran y agrupan las intuiciones de la sensibilidad). La materia es el fenómeno, el objeto percibido por la sensibilidad y la forma las categorías del entendimiento, juntos hacen el concepto. El objeto conocido es una construcción del sujeto. Kant señaló doce categorías, la de causalidad es el punto de partida para demostrar que en la Física hay juicios a priori. El principio de causalidad es un juicio sintético y a priori porque: está basado en la categoría de causa, por tanto, es a priori, y los fenómenos sólo pueden ser conocidos si el entendimiento les aplica sus categorías. Por otro lado, los juicios de la Física son sintéticos porque Kant no encontró ninguno en ella que no lo fuera. Las categorías no tienen sentido si no se aplican a la experiencia sensible.

En la dialéctica trascendental analiza la razón, y se ocupa del problema de la posibilidad o la imposibilidad de la metafísica, para ver si cumple las condiciones que hacen posible la formulación de juicios sintéticos a priori. La razón relaciona los juicios en argumentos o razonamientos intentando proporcionar conocimientos más generales que permiten explicar mayor número de fenómenos. Esta tendencia está marcada por las formas a priori de la razón: las ideas trascendentales (Dios, alma y mundo). No hay datos de los sentidos sobre ellas, son la tendencia de los seres humanos a generalizar y no cabe conocimiento científico sobre ellas. Estas ideas son límites del conocimiento, las categorías no son aplicables a ellas, por todo ello, Kant niega que haya juicios sintéticos a priori en la metafísica, esta no va a ser posible como ciencia porque pese a tener elementos a priori no hay datos de los sentidos.

Dios, alma y mundo son tres ideas de la razón importantes dentro del sistema de nuestro conocimiento: aunque no proporcionan conocimiento objetivo alguno, expresan sin embargo el ideal de la razón de encontrar leyes y principios cada vez más generales. Son el horizonte que nunca se alcanza, pero nos indican continuamente que podemos seguir avanzando en nuestra capacidad de explicación y comprensión. Por ello, Kant les da un valor importante en el ámbito de la razón práctica.

Teoría del Conocimiento – Descartes

Descartes busca un pilar sobre el que establecer su sistema de conocimiento, duda de todo en su búsqueda un principio indudable que le evite volver a equivocarse. Para ello establece la duda universal y metódica que se fundamenta en cuatro razones. La primera es la duda de los sentidos: los sentidos nos han engañado muchas veces, por lo que duda de los datos que proporcionan. Segunda, la duda de la razón: duda de los razonamientos que se habían dado hasta el momento, pues estos ya eran confusos. Tercer, duda para distinguir vigilia de sueño: existe la posibilidad de que todos los pensamientos del estado de vigilia sean en realidad sueños que no reconocemos como tales. Por último, duda hiperbólica o hipótesis del genio maligno: supone la existencia de un genio maligno que conduce a error incluso las mayores de nuestras certezas. Poniendo en duda todo lo que le rodea, no podía dudar de esa puesta en cuestión, no podía dudar de que dudaba. Tras esta reflexión, Descartes establece la 1ª Verdad incuestionable: Pienso, luego existo (Cogito, ergo sum). Si dudo es que pienso y si pienso es que existo, esto no quería decir que solo existimos si pensamos, sino que dudando de todo uno se encuentra con el hecho de que pensar le da la certeza de la existencia, la subjetividad queda fuera de toda duda. Esta primera verdad es evidente, la evidencia de la certeza es el criterio de la verdad, y tiene dos elementos: claridad (no tiene zona de misterio) y distinción (no se confunde con otra cosa). Además, cumple dos funciones: justifica la existencia de un yo pensante diferenciado del cuerpo y se convierte en un principio modélico. A partir de estas pautas, Descartes marca las normas de verdad.

Para evitar que la filosofía se quede atrás, Descartes establece un método con el que avanzar al igual que las cuestiones científicas. El método que el filósofo propone es eficaz, matemático, para dotar a la razón humana de un criterio de verdad definitivo con el que poder formular las cuestiones más complejas y darles respuesta. Descartes establece cuatro reglas fundamentales de su método. La primera es la evidencia: no debemos dar nada por cierto que no sea evidente, debemos prevenir ante cualquier idea que nos invite a la duda. La segunda regla es el análisis: hemos de dividir en tantas partes simples como sea necesario lo complejo y así poder examinarlo mejor. La tercera regla es la síntesis: tras haber hecho la división tenemos que reconstruir la totalidad a partir de las partes analizadas suponiendo un orden subjetivo. Y la última regla es la enumeración: hacer en todo recuentos tan complejos y revisiones tan generales para llegar a estar seguro de no omitir nada.

En esta teoría del conocimiento es importante atender a la noción de intuición. La intuición consiste en el conocimiento inmediato, algo que uno comprende de repente sin ser mediado, y se distingue de la abstracción en que para esta conocer supone englobar el particular en el universal. Para Descartes, la 1ª verdad -Pienso, luego existo- es una intuición, parte de una intuición indudable a partir de la cual continúa deduciendo cosas. Esto hace que el conocimiento se describa teniendo en cuenta las matemáticas como conocimiento modelo y es posible conocer el orden de las cosas, pero no las cosas en sí.

Uno de los problemas que Descartes sufre es el verse encerrado en la subjetividad del -Pienso, luego existo- por la cual para desmontar la hipótesis del genio maligno tiene que afirmar y demostrar que Dios existe y poder superar el problema. Como Dios es bueno no le ha hecho malo al filósofo para equivocarse y por tanto, como Dios existe y es bueno lo que se conoce por el método es lo verdadero. Así, Dios se convierte en garantía de conocimiento, en él se encuentran las grandes verdades matemáticas que descubrimos, las leyes de la naturaleza son decretadas por él.

Ahora bien, la duda metódica nos lleva a la existencia de un yo pensante el cual de lo único que no duda es de su subjetividad. La subjetividad es el conjunto de ideas que influyen en mi yo, de las cuales no tenemos la certeza de que coincidan con el mundo exterior. Descartes trata el tema de las ideas, las estudia y las clasifica en tres grandes grupos. Primero tenemos las ideas adquiridas que provienen de fuera, de la experiencia sensible por lo que fácilmente pueden resultar erróneas y diferentes en varios contextos. Después tenemos las ideas artificiales que no son más que fantasías que generamos en la mente. Y, por último, las ideas innatas o naturales que son aquellas que ya vienen en nuestra razón y que al desplegarse de forma ordenada describen el conocimiento.

El Emotivismo Moral – Hume

Es la teoría ética según la cual el fundamento de la experiencia moral no lo encontramos en la razón sino en el sentimiento que las acciones y cualidades de las personas despiertan en nosotros. El emotivismo moral se opone al intelectualismo moral presente hasta el momento, el bien deja de ser el fin, la causalidad final deja de tener importancia y en vez de la pregunta de ¿para qué?, cobra la importancia la pregunta del ¿cómo?

Según Hume, la razón no puede conocer la validez de los juicios morales, aunque pudiese conocer lo natural, es decir, lo que las cosas son, de ahí no se deduce que pueda conocer lo que deben ser. La ética trata obviamente, no de lo que es, sino de lo que debe ser, por lo que, atribuir a la razón la capacidad de saber (y a partir de ahí, decidir) lo que debe ser, lo que es deseable o bueno, supone haber caído en falacia naturalista: reducir lo bueno a lo natural. Las relaciones de ideas no orientan en la acción, cuando intentamos buscar cómo debemos actuar en las cuestiones de hecho caemos en la falacia naturalista por la que se deduce en cómo son las cosas cómo deberían ser. Para Hume el hecho de ser repetidas veces no indica el deber ser, este es un paso que jamás se puede dar.

Lo que el filósofo propone es que los sentimientos son las fuerzas que nos determinan a obrar, que dotan de valor moral a una decisión. Consideramos buena una acción porque al observarla nos produce sentimientos positivos, y consideramos mala una acción cuando al observarla nos produce sentimientos negativos. De esta manera, el bien no es más que lo que nos complace y el mal consiste en el disgusto y el dolor que las acciones nos provocan. Es importante ver cómo lo bueno no es igual a placer, no es un sentimiento egoísta y se observa desde un punto de vista desinteresado porque la diferencia entre buena o mala conducta no recae en el sentimiento de aprobación o desaprobación.

Un concepto importante es el de la simpatía, que es igual a empatía, sentir por el otro. Esto es la tendencia que los seres humanos sienten a participar y revivir las emociones de los demás, aunque Hume afirma que la naturaleza humana no exista. Esta inclinación hace naturales los sentimientos que en nosotros despiertan las desgracias ajenas, por ello, existen actitudes que nos agradan con las que no obtenemos directamente nosotros beneficio, sino que este lo obtienen otros y nos gusta. Hume defiende la intersubjetividad de la benevolencia. La benevolencia es el deseo de que les vaya bien a los demás, un sentimiento intersubjetivo que toda persona presenta.

En definitiva, en la ética de Hume cobra un papel importante la educación porque esta racionaliza y encarrila los sentimientos de aprobación y rechazo ante diversas acciones. La ética de Hume acaba derivando en una ética utilitarista que concibe como bien lo que proporciona placer y es útil para la mayoría, y en la subjetividad de la que él no era partícipe.

Comparación Metafísica Descartes-Hume-Kant

Descartes define sustancia como una cosa existente que no necesita de ninguna otra para existir y distingue en su teoría de la realidad la existencia de tres sustancias: Dios, Yo y Mundo. Hume, sin embargo, muestra cómo la sustancia no es más que una idea fruto de nuestra imaginación, no tiene impresión en la que sustentarse y, por tanto, no admite la categoría de ser real. Este, critica las tres sustancias de Descartes. Kant por otro lado, muestra cómo la metafísica, estas tres ideas trascendentales, no son posibles como ciencia y las traslada a su ética.

Para Descartes la primera sustancia es el yo pensante, el alma, la primera verdad a la que se accede por la duda metódica, y que lleva al sujeto que conoce a la existencia de esta realidad. Después está la sustancia infinita, Dios, esta permite ir más allá de la subjetividad y se convierte así en garantía segura de conocimiento, su existencia la demuestra por varias vías. La última es la sustancia del Mundo, habla de ella como una sustancia cuyo atributo es la extensión y entiende el mundo como algo mecánico lleno de materia.

Hume critica la teoría de las tres sustancias de Descartes. Se opone a la idea de mundo como sustancia, algo real y autónomo, muestra cómo al solo existir casos particulares y contingentes el mundo si existiese sería la totalidad de las cosas. La crítica que hace de Dios recae en que su existencia no puede ser demostrada ni probable, solo es posible demostrar aquello cuya negación implica contradicción, no es el caso. Por último, niega que el yo pensante se pueda entender como sustancia porque o se puede encontrar una impresión constante y el yo no es más que el conjunto de impresiones, fruto de la imaginación.

Kant afirma que la metafísica no es posible como ciencia, pero es una tendencia general humana porque organiza todo lo adquirido por los sentidos de una manera útil. Kant no se limita a considerar las ideas trascendentales; Dios, Alma y Mundo; como principios reguladores que orientan la razón, sino que les da un sentido último al ir más allá del conocimiento. Estas ideas dan sentido a lo que hacemos y son muy importantes en la razón práctica.

Comparación Teoría Conocimiento Descartes-Hume-Kant

Descartes era un filósofo racionalista, Hume era empirista y Kant haciendo síntesis de ambas corrientes presentó su idealismo trascendental, por lo que la teoría del conocimiento cambia. Los tres son idealistas, por lo que, defienden que conocemos lo que hay en nuestra conciencia.

Para Descartes el “Pienso, luego existo” es la primera verdad porque es posible dudar de todo menos de que se duda. Así, el pensar racional, la razón, es el origen del conocimiento y la única forma de llegar a la verdad. Para avanzar la razón necesita de un método fundamentado en las matemáticas el cual nos aporta certezas y está basado en 4 reglas: evidencia, análisis, síntesis y enumeración. Además, esta primera verdad es una intuición, para él existen ideas innatas que vienen dadas, son parte natural de nuestra razón y cuando se despliegan de forma ordenada describen el conocimiento. Es verdad que también existen otras ideas: adquiridas y artificiales, pero no interesan a la hora de conocer.

Hume, sin embargo, creía que el conocimiento tenía su base en la experiencia sensible y no en la razón, afirmó que no había ideas innatas porque las ideas son copias de las impresiones. Así, para el filósofo lo innato en el conocimiento son las impresiones, que son las primeras percepciones que tenemos, las segundas serían las ideas. Las ideas que acepta únicamente son aquellas copias de impresiones, además, las ideas complejas son elaboradas por el ser humano en base a tres reglas de asociación de ideas: semejanza, espacio-tiempo y causa-consecuencia. Hume acepta la razón para hacer relaciones entre ideas, el primer tipo de conocimiento, el segundo tipo son las cuestiones de hecho, para el cual la experiencia es totalmente necesaria. La experiencia no está basada en un método firme sino en la costumbre y creencia fundamentales para que el mundo no sea caótico, tienen gran utilidad. De esta manera, el mundo es un lugar de impresiones y nosotros también somos una.

Por otro lado, Kant le da a la metafísica gran importancia en el conocimiento, es una tendencia natural e imprescindible de nuestra razón donde unificamos nuestros conocimientos. Kant además de los juicios de Hume derivados de las cuestiones de hecho y relación entre ideas, introduce un tercer tipo de juicios: los juicios sintéticos a priori. En ellos se aprecia la conexión que el filósofo ve necesaria entre razón y experiencia, el conocimiento opera en ambos territorios. Así, Kant establece cómo la combinación de la intuición o conocimiento sensible y los conceptos o conocimiento racional es la única manera de adquirir un verdadero progreso en el conocimiento.

Comparación Ética Hume – Kant

Uno de los aspectos a comparar entre Hume y Kant es la ética. El comportamiento de los seres humanos se basa en seguir una moral u otra. Hume afirma que el comportamiento se basa en juicios morales basados en los sentimientos porque son las fuerzas que nos determinan a obrar. La razón puede llegar a conocer lo que las cosas son, pero no cómo deben ser, y al utilizar esta como método moral caemos en la falacia naturalista que nos lleva a equivocación. Kant sin embargo dice que los principios prácticos que guían nuestra conducta son los principios subjetivos y los principios objetivos, los imperativos.

La moral para Hume, tal y como muestra en el emotivismo moral, es intersubjetiva e individual. Se basa en una ética material que es empírica y a posteriori, rechaza toda oportunidad de basar la ética en la razón. Para Kant, la moral debe ser objetiva y universal, por ello se basa en una ética formal y racional con imperativos categóricos y no hipotéticos como en la ética anterior. La ética de Kant señala cómo debe ser cualquier máxima para ser una norma moral, siendo la moral posible gracias a los tres objetos de la metafísica: libertad, inmortalidad del alma y Dios.

Podemos ver cómo en Hume es muy importante la simpatía, la tendencia de los seres humanos a participar y revivir las emociones de los demás. Defiende la intersubjetividad de la benevolencia, el deseo de que les vaya bien a los demás, un sentimiento intersubjetivo que hace actuar a toda persona. En Kant debemos destacar la importancia de actuar por respeto al deber, tratar a todo ser humano con dignidad y actuar de una manera desinteresada basada en el respeto y en el deber. Esta idea de acción desinteresada es un punto que comparte con el emotivismo moral de Hume.

Así como Hume busca una creencia para el hombre, un fin, Kant piensa que la acción moral no depende del fin que se quiera conseguir sino de la intención que inspira, siempre coincidiendo con el deber.

Teoría de la Realidad – Descartes

Descartes definió la sustancia como «una cosa existente que no requiere más que de sí misma para existir». Atendiendo a esta definición vemos cómo de un modo pleno esto solo es aplicable para Dios (sustancia infinita), sin embargo, Descartes admite que existen otras dos sustancias que componen la totalidad de lo que es real: sustancia pensante y sustancia extensa, independientes entre sí.

La sustancia pensante (res cogitans) se refiere al yo pensante (alma). El yo pensante es la primera sustancia que representa la primera verdad o certeza, la duda universal y metódica lleva al sujeto que conoce a la existencia de esta realidad. Al no poder dudar de la existencia de mis pensamientos, ideas y subjetividad, el filósofo define qué es la subjetividad: es el conjunto de pensamientos, ideas, representaciones que surgen en uno. No es posible saber si estas representaciones subjetivas se corresponden con el mundo exterior, ya que, toda la información que recibo de este mundo viene de los sentidos y Descartes duda de ellos, intenta conocer si hay cosas objetivas que no sean ni sueños ni ilusiones. Descartes estudia y clasifica las ideas ordenándolas en varios tipos: primero tenemos las ideas adquiridas que provienen de fuera, de la experiencia sensible por lo que fácilmente pueden resultar erróneas y diferentes en varios contextos, después tenemos las ideas artificiales que no son más que fantasías que generamos en la mente, y, por último, las ideas innatas o naturales que son aquellas que ya vienen en nuestra razón y que al desplegarse de forma ordenada describen el conocimiento.

La segunda de las sustancias es la infinita: Dios (res infinita). Para Descartes el yo pensante no es perfecto, comete errores, ilusiones e imperfecciones, pero posee la idea de la perfección(Dios) con la que se compara. Del conjunto de ideas que posee el yo pensante sobresale una idea privilegiada que permite ir más allá de la subjetividad, esta es la idea innata de Dios. Dios es una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente. Al aceptar esta idea que permite superar la subjetividad, Dios se convierte en garantía de conocimiento, en él se encuentran las grandes verdades matemáticas que descubrimos, las leyes de la naturaleza son decretadas por él. Descartes demuestra la existencia de dio por medio de varias vías. La primera es la causalidad aplicada a la idea de Dios: Descartes llega a Dios como causa de su ser imperfecto y finito, afirma que, así como yo no soy infinito y no tengo la totalidad de las perfecciones, el ser que tiene todas las perfecciones es por este hecho causa de sí mismo, y, por tanto, existe. La segunda vía es la basada en la imperfección y dependencia de mi ser: parte de la idea de perfección e infinitud que el sujeto puede tener, a pesar de no ser el sujeto ni perfecto ni infinito, la finitud que reconozco en mí es lo contrario de la infinitud que conozco en Dios. Él es la causa necesaria de la idea de Él que hay en mí, por lo que Descartes le muestra como único ser infinito. Y la última, es el argumento ontológico: la idea misma de perfección implica la existencia de aquello que lo representa. De otra manera estaríamos equivocados, el ser absolutamente perfecto no sería absolutamente perfecto pues la faltaría la más perfecta forma de existencia.

La tercera de las sustancias (res extensa) está representada por las cosas materiales, el mundo exterior y el propio cuerpo. Descartes establece cómo además de la sustancia pensante existe otro tipo de sustancia finita y creada: la de los cuerpos. Todos ellos tienen un atributo fundamental que es la extensión: ocupar una porción del espacio físico. Así pues, la materia es la tercera sustancia, cualquier vida material no es más que un mecanismo, un conjunto de piezas que producen movimiento. Descartes afirma que el mundo material existe, aunque no necesariamente dice que es real. Dios es la única garantía de conocimiento, aunque sí que es verdad que al explicar el mundo físico a través de las matemáticas tenemos garantía de que nuestra concepción se ajusta a los hechos. Descartes establece la distinción entre dos tipos de cualidades: primarias y secundarias. Las primarias son objetivas, se captan por más de un sentido, se pueden medir y son la extensión y el movimiento. Las secundarias son subjetivas, se captan por un sentido, no se pueden medir y son las sensaciones. Mientras que las primeras constituyen la realidad, el mundo se describe perfectamente por las matemáticas, las secundarias no son reales y no se pueden conocer.

Descartes presenta un problema muy grande para explicar la relación entre el yo pensante y la materia, puesto que, son totalmente independientes. Para resolverlo, el filósofo introduce el dualismo antropológico (cuerpo-alma), y, además, intenta dar solución afirmando que existe en todo cuerpo una glándula pineal donde se aloja el alma, desde allí se conecta con el cuerpo para modificar los movimientos de este.

Este dualismo antropológico es expuesto por Descartes en defensa de la libertad humana. Si el yo pensante no fuera una sustancia totalmente separada del cuerpo no habría lugar para la libertad, el comportamiento humano sería como el de una máquina. El dualismo muestra la libertad del alma y la determinación del cuerpo por las leyes mecánicas. El mecanicismo que se desprende se este dualismo es: la consideración de la realidad como una gran máquina, Dios se convierte en el arquitecto del universo que tiene una serie de leyes que lo guían. Supone la mirada sobre la realidad en la que esta no tiene ninguna vida, ningún sentido. Cuando intentamos medir todo, lo que no se puede medir deja de tener valor o interés. Frente a una mirada del mundo en la que la naturaleza es la clave para conocer, se expone otra mirada en la que el ser humano le otorga valor a las cosas, el hombre puede hacer lo que quiera con la naturaleza.

Teoría del Conocimiento Hume

Tanto del empirismo como de la Ilustración, Hume heredó el interés por fundamentar y legitimar el conocimiento humano. Ahora bien, dado que el sujeto de conocimiento es siempre el ser humano, Hume vio necesario en su investigación del conocimiento conocer la extensión y fuerzas del entendimiento humano y explicar la naturaleza de las ideas que empleamos, así como la de las operaciones que realizamos al argumentar.

Hume tomará la experiencia como el origen de nuestros conocimientos y ello supondrá el rechazo del innatismo, es decir, la negación de que existan «ideas» o contenidos mentales que no procedan de la experiencia, Para Hume todos nuestros contenidos mentales son percepciones (sensaciones, pensamientos y emociones) y estas provienen de la experiencia. Las clasificó según su grado de vivacidad: las más fuertes son denominadas como impresiones que son las sensaciones inmediatas de la experiencia (imágenes, pasiones y emociones); y las menos intensas son llamadas ideas que son copias difusas de las impresiones, es decir, productos de la imaginación y de la memoria.

Hume también divide las percepciones según su procedencia: las percepciones de sensación son aquellas que provienen de los sentidos y las percepciones de reflexión son aquellas que son estados exclusivamente mentales. El último criterio que Hume utilizó para clasificar las percepciones fue su composición: las simples no pueden dividirse en otras menores y las complejas pueden distinguirse y dividirse en otras más simple.

Ahora bien, con nuestros contenidos mentales construimos juicios y afirmaciones. Según Hume solo existen 2 tipos de juicios mediante los cuales la razón puede conocer algo, es decir, 2 operaciones del entendimiento. En primer lugar, están las relaciones de ideas, que se caracterizan porque su predicado está incluido en su sujeto, porque su negación es una contradicción, porque no añaden información y porque son verdaderas sin necesidad de comprobar en la experiencia su verdad. Sin embargo, el predicado de las cuestiones de hecho no está incluido en el sujeto. En las cuestiones de hecho su negación no implica su contradicción, añaden información y son verdaderas con la necesidad de su comprobación de su verdad en la experiencia.

Las ideas o contenidos mentales se suceden unas a otras y se conectan de forma natural unas con otras formando espontáneamente las ideas complejas a partir de las ideas simples y siguiendo un cierto orden y regularidad que recogen las leyes de asociación de ideas, que describen dichas conexiones y son consecuencia de la imaginación, no de la razón.

La ley de la semejanza establece que hay algo en nuestra mente que la impulsa a asociar ideas con algún grado de similitud La ley de la contigüidad en el espacio y en el tiempo defiende que una idea nos conduce naturalmente a otra cuando entre ellas existe una relación de proximidad espacial o temporal. La ley de la relación causa-efecto dice que nuestro entendimiento crea una expectativa de futuro ante los fenómenos que acostumbran a sucederse temporalmente.

En consecuencia, Hume plantea el problema de la inducción como el conflicto entre 2 principios: principio de la no validez de la inducción, no puede inferirse lógicamente una proposición universal a partir de enunciados singulares de observación; y el principio del empirismo, que admite teorías científicas dependiendo de la observación y el experimento y, por ello, de enunciados singulares de observación. La incompatibilidad aparente de estos dos principios llevó a Hume a una solución psicológica del problema: sostuvo que es el hábito, la costumbre, es el fundamento en el que se asientan todos nuestros razonamientos basados en la experiencia y es por ello que la idea de causalidad simplemente consista en una idea de conexión imaginaria por la cual tendamos a considerar que tras la observación en innumerables casos de cómo un fenómeno va seguido de otro, siempre sucederá así. En conclusión, Hume rechaza que la inducción proporcione justificación, pero acepta que la ciencia procede inductivamente, pues las explicaciones científicas se basan en relaciones de causalidad y esto las convierte no en verdaderas y universales, sino en meramente probables.

En resumen, el psicologismo empírico redujo a Hume de forma que la única realidad admisible para él era la sensible, reduciendo también todo conocimiento al mero conocimiento sensible. Esto no solo influyó en su epistemología.

Así, el principio empirista según el cual toda idea que pretenda tener validez ha de provenir de una impresión problematiza la validez de la ciencia y supone un rechazo de la metafísica cartesiana, que básicamente se ocupa de la idea de sustancia. En primer lugar, critica la idea de sustancia pues considera que aunque tengamos impresiones de las cualidades de dicha sustancia, el soporte de esas cualidades no cuenta con ninguna impresión, así que la idea de sustancia es una invención de nuestra imaginación. Por otro lado, Hume rechaza también la idea de sustancia infinita porque considera que no existe una impresión que legitime la idea de infinitud. Por último, critica la idea de sustancia pensante pues, al igual que la idea de sustancia, es una creencia fruto de nuestra imaginación que da continuidad y permanencia a aquello que no la tiene, las impresiones cambiantes.

A pesar de rechazar las 3 sustancias de Descartes, Hume admite que por necesidades de la praxis tenemos que aceptar la causalidad y las sustancias cartesianas desde un punto de vista utilitario y no lógico.

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