Las Alineaciones
No porque, mientras dicho proceso no concluya, el hombre no será verdaderamente hombre; es decir, porque aún estamos en la prehistoria de la humanidad. Para que el hombre sea feliz, es preciso que viva en la sociedad comunista, en una sociedad en la que no exista propiedad privada de los medios de producción, porque si esta existe, entonces el hombre no se posee, no es dueño de sí mismo, no es libre.
La explicación de este hecho es la teoría de las alineaciones. Alienación significa, para Marx, estar sometido, esclavizado por otro, no pertenecerse. El hombre es un ser genérico y un ser objetivo; por eso, si se le quita el producto de su trabajo, no se le está robando, sino que se le está causando un daño mucho mayor. Como los objetos forman parte del ser del hombre, robárselos es, en el fondo, alinearlo, quitarle su propio ser, convirtiéndolo en un esclavo, en una persona que no trabaja para sí, sino para otro.
La historia de la humanidad es la historia de la alineación, pero es también la historia de la lucha por superar toda alineación. Cuando las alienaciones desaparezcan, la humanidad llegará a su plenitud y entonces estaremos en el final de la historia, porque ya no habrá cambios ni revoluciones.
Hay cinco tipos de alineaciones distintas; dos de ellas se refieren a la estructura económica y las tres restantes a la superestructura ideológica. Cada una da lugar a la siguiente, de modo que cuando se llega a la última, puede decirse que el hombre está completamente alineado.
La Alienación Económica
La primera alienación y raíz de todas ellas es la económica, y su causa es la propiedad privada de los medios de producción. Cuando las fuerzas materiales de producción pertenecen a una persona distinta del trabajador, el trabajo es exterior al obrero; es decir, no pertenece a su ser y, por tanto, él no se afirma en su trabajo, sino que se niega. La actividad del obrero no es su propia actividad; pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.
Según Marx, la propiedad de los medios de producción ha de ser colectiva, precisamente porque esos medios los ha producido el obrero y pertenecen a su ser. La actividad económica normal debería ser M-D-M. Pero en las sociedades capitalistas, el esquema es D-M-D. La diferencia entre D y D no es cualitativa, sino cuantitativa; un nuevo valor que se añade a lo que ya había. Por eso, al comprar trabajo, el capitalista se está apropiando indebidamente del producto, y por más que pague un salario, siempre estará robando. El modo de evitar que unos hombres tengan que trabajar para otros es acabando con la propiedad privada.
La Alienación Social
La alienación económica es la primera, pero es la causa de otras alienaciones. El resultado es, según Marx, que al final la sociedad queda dividida en dos grandes clases sociales: burguesía y proletariado, opuestas y enfrentadas entre sí, porque la primera está alienando a la segunda. La sociedad dividida es una nueva alienación, un ser que solo es hombre cuando vive por y para el género. La alienación social hace que, en la práctica, nadie sea hombre, nadie viva para el género.
El capitalista vive para sí mismo; el obrero puede producir para el género porque, dada su situación, trabaja para subsistir. Que el hombre sea un ser genérico significa también que cada individuo es lo que es por su pertenencia al género; su dignidad y su valor derivan de ahí. La sociedad está dividida en clases; los individuos valen según la clase social a la que pertenecen.
La Alienación Política
El problema para Marx es que el hombre es lo que es por pertenecer al género; mientras este esté dividido, todos los derechos y libertades que se le reconozcan serán meramente formales, pero no reales. Jurídicamente, idealmente, todos los hombres serán iguales, pero en la práctica, en la realidad, no, pues quien dispone del capital dispone de todos los resortes del poder, y quien no es dueño de sí mismo no dispone de nada.
Por eso, el Estado en una sociedad capitalista siempre será una fuerza opresora para el trabajador. Ningún sistema de gobierno es válido. Si la política es una alienación, las reformas en el derecho y en el Estado nunca podrían resolver los problemas reales de la sociedad. Las reformas políticas no pueden llegar nunca al núcleo de la cuestión. Si la ideología depende de la estructura económica, es cambiando esta como se cambia y mejora aquella, no al revés.
Por eso, propone como solución al problema no una revolución política, sino una revolución social, que será la única capaz de superar el Estado. Una revolución social, tal como la entiende Marx, es una revolución en la que no se cambian dos o tres aspectos de la sociedad, sino en la que la sociedad viene a ser refundada sobre nuevas bases. La revolución ha de hacerla el proletariado. Puesto que el proletariado está completamente oprimido, no puede defender sus intereses, sencillamente porque carece de ellos. La meta de una revolución proletaria será, pues, la constitución de una sociedad justa en la que todos los hombres sean iguales.
El resultado será una sociedad sin Estado, una sociedad en perfecta armonía de todos con todos, en la que el Estado no tendrá que mediar nunca para resolver conflictos; el Derecho será también innecesario porque será inútil reconocer formalmente unos derechos a quienes los disfrutan realmente.
La Alienación Filosófica
El pensamiento no debe ir nunca separado de la praxis, y si el único modo real de cambiar las circunstancias es mediante la revolución, entonces todas las teorías han de ir dirigidas en esa dirección: a concienciar a los trabajadores para que estén en condiciones, cuando llegue el momento, de lanzarse a la revolución y de participar activamente en ella.
La Alienación Religiosa
El grado máximo de alienación es la alienación religiosa. Cuando la alienación es máxima, cuando el obrero explotado ha perdido toda esperanza, entonces huye de la realidad y piensa que en otro mundo alcanzará la solución de todos sus problemas. Un ser divino superior al hombre será quien resuelva sus dificultades. La religión es, en cierto sentido, la expresión de la miseria real y la protesta contra ella. La religión es el sollozo de la criatura exprimida. Pero, a la vez, es el opio del pueblo, la droga que le lleva fuera de la realidad y le hace vivir en un mundo irreal y fantástico en el que, por fin, podría ser feliz.
La religión es especialmente peligrosa porque hace que el proletariado deje de luchar: habiendo puesto su confianza en la otra vida, esta pierde valor y se resigna a vivir oprimido con la esperanza de una vida mejor. De ahí que la eliminación de la religión, como ilusoria felicidad del pueblo, sea la condición para su felicidad real. Para acabar con la religión, hay que cambiar las condiciones materiales de vida del proletariado. Cuando la revolución haya terminado con la explotación de unos hombres por otros, entonces nadie pensará en Dios.
La Superación de las Alienaciones: La Sociedad Comunista
La revolución proletaria debe acabar un día con todas las alienaciones. En primer lugar, acabará con la propiedad privada, con lo que cada hombre recuperará el producto de su trabajo y, por tanto, su propio ser. Si no hay propiedad privada, tampoco habrá capitalistas y proletarios, porque nadie tendrá que trabajar a cambio de un salario; esto significa que se acabarán las clases sociales. Tampoco hará falta el poder político, porque no habrá conflictos de intereses: se llegará así a una sociedad anarquista.
La filosofía, como teoría que trata de explicar qué es el hombre y cómo debe vivir, será innecesaria porque el hombre no será ya un proyecto de futuro, sino una realidad. Por último, la idea de que existe otro mundo perfecto en el que seremos felices se borrará de la mente de los hombres: siendo felices en esta vida, desaparecerá la esperanza ilusoria de otra vida mejor. Por eso, el comunismo será la supresión positiva de la propiedad privada, entendida como autoextrañamiento del hombre y, por ello, como real apropiación de la esencia humana por y para el hombre, como retorno del hombre para sí, en cuanto ser social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente.