La Metaética: El Origen y Significado de la Moral
La metaética es la rama de la ética que estudia el origen y el significado de los conceptos éticos, así como las cuestiones metafísicas acerca de la moralidad. Se pregunta si los valores morales existen independientemente del ser humano y si son relativos, convencionales o absolutos.
En 1903, George Edward Moore publicó Principia Ethica, una obra considerada la piedra angular de la metaética, aunque no se mencione la palabra. Moore otorga particular importancia al análisis de los predicados «bueno» y «malo» como propiedades definitorias de los juicios éticos. Desde entonces, la metaética ha crecido notoriamente en su alcance.
Intuicionismo Ético
La obra más famosa de Moore, Principia Ethica (1903), se relaciona con su afirmación de que el concepto de lo bueno se refiere a una cualidad sencilla, indefinible e imposible de analizar respecto a las cosas y situaciones concretas. El argumento de Moore para la indefinibilidad de lo bueno se denomina el argumento de la pregunta abierta, donde concluye que al definir lo que es bueno en términos naturales o sobrenaturales se cae en preguntas abiertas y objeciones.
Lo bueno es una condición no natural, porque se aprehende no por el sentido de la experiencia sino por un tipo de intuición moral. La bondad es evidente, sin duda, razonaba Moore, en aquellas experiencias como la amistad y el placer estético. Los conceptos morales de derecho y deber son entonces examinados en términos de producir todo aquello que posea bondad.
Teorías Cognitivas
Las teorías cognitivas son portadoras de verdad, sostienen creencias que pueden ser verdaderas o falsas y dicen que las oraciones morales evaluativas expresan proposiciones.
Naturalismo Ético
El naturalismo ético dice que los términos morales se refieren a proposiciones naturales y los juicios morales pueden ser verificados empíricamente como hechos naturales.
Subjetivismo Moral
El subjetivismo moral sostiene que los juicios morales son verdaderos o falsos por las actitudes, creencias o emociones del individuo.
Relativismo Moral
El relativismo moral afirma que no existen verdades morales absolutas. Sostiene que lo que es normalmente correcto para alguien o algo puede no serlo para otro.
Universalismo Moral
El universalismo moral busca un principio moral aplicable a todos los individuos.
Nihilismo Moral
El nihilismo moral sostiene que no existe la moral, no hay nada que esté ni bien ni mal, solo tenemos la interpretación.
Emotivismo
El emotivismo construye una sociedad basada en conceptos morales y políticos basados en el concepto de persona.
Liberalismo
El liberalismo defiende la libertad y la autonomía de la persona como valores fundamentales. Valora la igualdad de derechos y la justicia social.
El Concepto de Kalokagathía
«Lo bello juntamente con lo bueno», máxima expresión de la belleza, incluía la belleza moral y estética; eso sí, ideas ligadas a las tradiciones aristocráticas de las ciudades. El amor a la belleza reúne en sí lo noble, justo y elevado. A los aristócratas de rancio abolengo parecía corresponderles la gestión y la posesión de las riquezas y la exclusividad de la bondad frente al resto de la ciudad. La kalokagathía aparece más bien como un programa de vida donde primaba no tanto el dinero, como el ejercicio consciente de la bondad. La reunión de lo bueno y lo bello, un todo indisoluble, solo correspondía a la aristocracia.
La Kalokagathía como Ideal de la Vida Humana
En las obras de Homero, Aquiles era el más bello y el mejor de entre los hombres, también destacable el carácter bondadoso y noble de Odiseo. Para el poeta, «lo feo» y «lo bello» como categorías solo encuentran sentido en las acciones cobardes o en las heroicas.
Así, encontramos la virtud ligada a la excelencia que corresponde a un determinado cargo. Por ejemplo, Aquiles se representa como el más bello de los hombres, además del más virtuoso ya que ejercía su trabajo a la perfección. Es decir, Aquiles era bueno (agathos) porque cumplía perfectamente su función social (agathos, bueno, se relacionaba siempre con la aristocracia); esta forma de ejercer su papel correctamente mostraba que era virtuoso (virtud, areté).
Es posible que no deba extrañarnos que, en la antigüedad, se asociaba lo bello con la idea de perfección moral, con la excelencia. Sucedía también en Japón (Yoshi, bueno-bello), en China (mei). Pitágoras destaca la trinidad de lo verdadero-bello-bueno (modelo de orden cósmico) y, por supuesto, en la moral y el arte cristiano.
La Intelectualización de la Belleza en la Tradición Platónica
En una primera aproximación, las cosas son bellas en tanto que placen a los sentidos. Tanto más bellas cuanto más se aproximan en participación a lo bello en sí, cuyo conocimiento coincide en estructura con el conocimiento de cualquier otra idea platónica. Movimiento de ascensión, desde lo sensible, corrupción y cambio, hasta lo inteligible. En el caso de la belleza, la asocia con el amor, pues es el amor y no la belleza por el que se guía el hombre, «cosas bellas, sirviéndose de ellas como de peldaños ir ascendiendo continuamente» (ascendiendo de la Caverna al mundo de las Ideas).
La Belleza de los Cuerpos
La educación en los misterios del amor se inicia por el amor hacia los cuerpos bellos, los que gozarán de armonía. Lo que en realidad satisface no es la belleza del cuerpo, sino la belleza del canon, a cuya perfección nunca llegará. El paso siguiente es el reconocimiento de que aquello por lo que nos place reside fuera del cuerpo. Distinguir su concepción de la belleza primero como una propiedad dependiente de la disposición (distribución, armonía) de los elementos y, segundo, como una propiedad cuantitativa, matemática que podía expresarse por números (medida, proporción). Así, todo síntoma de desproporción o capricho individual que atentara contra la expresión matemática – lógica– de la belleza era equivalente a un ataque directo contra la belleza.
Surge la idea de «proporción áurea» como la más bella de las proporciones. Representado por la letra griega Phi = 1,618034 en honor al escultor griego Fidias. Un número phi (Número áureo) que posee muchas propiedades interesantes que fue descubierto en la antigüedad, no como una “unidad” sino como una relación o proporción en figuras geométricas (Ideal de belleza). La proporción áurea es un número irracional que se encuentra en muchas formas de la naturaleza, el arte, la arquitectura o el diseño y se asocia con la belleza y la armonía.
La Idea de Belleza
Alcanzada la comprensión de la belleza de los cuerpos basada en proporciones, «considerar más valiosa la belleza de las almas que la del cuerpo». Y eso se consigue por la presencia en los demás de bellos conocimientos y bellas normas de conducta que, finalmente, conducen a la idea de Bien que es sumamente Bella. De la belleza sensible o aparente a la moral, nacida en la lírica griega, Safo, retomada por Platón, superioridad de la belleza en el ejercicio de la virtud por encima de aquélla meramente física, aparente, incluso accidental y sometida al cambio. Expresado en sus formas más básicas, la experiencia estética de la belleza auténticamente platónica posa sus miras en la contemplación de la idea de Belleza. La influencia del filósofo ateniense iniciará la tradición pitagórico-platónica de la historia de la belleza, con su marcado acento metafísico y una preocupación estrictamente estética.
El Estatuto del Juicio Sobre la Belleza
En el Siglo XVIII emergió la idea de una facultad específica que servía exclusivamente al reconocimiento de la belleza. Participación activa del sujeto en el ámbito de la experiencia sensible. A la necesidad de preguntar por el sentido de la belleza, se unió la del estatuto de los juicios sobre la belleza, de gustos o estéticos, que apelaban a una determinada alteración afectiva por parte del sujeto. Es decir, surge la Estética: del griego aisthetikós, «susceptible a ser percibido por los sentidos». Rama de la filosofía que estudia la esencia y la percepción de la belleza y el arte.
El fundador de la disciplina, Alexander Gottlieb Baumgarten (1714-1762), definió tales cualidades como percepciones oscuras del conocimiento propiamente intelectual, sin otorgarles condición más compleja o apelar a una facultad distinta. Los juicios vinculados a la estimación sobre lo bello estaban condenados no sólo a no generar conocimiento alguno (conocimiento oscuro), sino que incluso podían entorpecer la misma labor del entendimiento por carecer de una razón que guiara lógicamente su emergencia, influencias, relaciones o nociones. Por tanto, existían dos dimensiones completamente distintas e irreconciliables, una de las cuales parecía no tener otro propósito que entorpecer a la otra.
Horror Sublime
El tratado de Edmund Burke sobre estética, La Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello (1757), distingue entre lo Bello y lo Sublime. Lo Bello se refiere a lo estéticamente placentero y bien formado, mientras que lo Sublime evoca poder y destrucción, apelando al miedo y a la vastedad, como una tormenta en el océano o un alud en una montaña. Lo Sublime, vinculado a lo grotesco y lo espantoso, desafía los cánones clásicos de belleza que asocian lo bello con el bien. Esta búsqueda de experiencias intensas y conmovedoras se refleja en el arte de Goya y Füssli, y caracteriza el deseo del hombre romántico por una experiencia que redimensione su percepción del caos y de su propia insignificancia.
El Hombre Unidimensional
El hombre unidimensional de Herbert Marcuse, publicado en 1964, critica tanto al capitalismo contemporáneo como a la sociedad comunista soviética por sus formas de represión social y el declive del potencial revolucionario en Occidente. Marcuse argumenta que la «sociedad industrial avanzada» crea falsas necesidades que integran a los individuos en el sistema de producción y consumo mediante medios de comunicación, publicidad y modos de pensamiento contemporáneos, resultando en un pensamiento y comportamiento unidimensional y una pérdida de capacidad crítica y oposición. Promueve el «gran rechazo» como oposición a este control totalizante, señalando que el consumismo mercantiliza la cultura y tecnifica la conciencia. Marcuse también describe cómo la manipulación a través de los medios de comunicación aliena a los individuos, limitando su juicio y opinión personal, y generando una alienación social, económica y cultural.
La Obligación de Ser Feliz
En La sociedad paliativa de Byung-Chul Han, se argumenta que en la época posindustrial, el cuerpo hedonista rechaza el dolor, que ha perdido sentido y utilidad, a diferencia del cuerpo disciplinado. En la sociedad neoliberal del rendimiento, las negatividades son reemplazadas por positividades como la motivación y la autooptimización, creando zonas de bienestar y despolitizando el dolor, que se convierte en un asunto médico. La nueva fórmula de dominación es «sé feliz», promoviendo una felicidad que asegura una continua capacidad de rendimiento. Este poder, desvinculado del dolor y disfrazado de libertad, lleva a los individuos a explotarse voluntariamente sin ser conscientes de su sometimiento. La comunicación total se convierte en vigilancia total, y el dispositivo neoliberal de felicidad distrae a las personas de la dominación social, enfocándolas en su psicología individual en lugar de cuestionar críticamente la situación social, privatizando el sufrimiento y perdiendo de vista las situaciones colectivas.