El origen de la Filosofía
A lo largo del siglo VI a.E., las sociedades griegas se irán constituyendo en forma de Polis (ciudades-estado políticamente independientes) con Atenas, Esparta o Mileto como principales exponentes. Aún así, esa independencia no pondrá en peligro la identidad que los griegos poseían en cuanto a su propia lengua, cultura, religión…
En este último aspecto, la religión es politeísta y sus dioses tienen carácterísticas antropomórficas, con situaciones y conflictos muy parecidos a los humanos. De hecho, las dos grandes epopeyas o poemas de Homero y Hesíodo (Ilíada y Odisea) son la fuente común de toda la educación griega. De este modo, tanto idioma, religión, pero sobre todo, los Juegos Panhelénicos (competición atlética, principal precedente de los actuales Juegos Olímpicos), suponen un lazo de uníón entre las diferentes Polis.
Esta rivalidad deportiva se traslada también a la política (guerras del Peloponeso entre Atenas y Esparta). Sin embargo, será el Imperio Persa el gran enemigo de la civilización helena, y el principal peligro para su consolidación. Por ello, la sublevación de las ciudades griegas del Asía Menor como Mileto y Éfeso ante las fuerzas de Oriente, será el hecho determinante que inicie los primeros enfrentamientos entre estas dos formas tan diferentes de contemplar el mundo y comprender la realidad.
Tras las primeras hostilidades, los acontecimientos se irán acelerando, lo que facilitará definitivamente la victoria griega en las conocidas Guerras Médicas. De este modo, las Polis imponen su hegemonía y se convierten en las potencias marítimas que dominan el Mar Egeo.
1.1. Del mito al logos
En el nacimiento de la Filosofía influyen varios factores, entre los que destacan una próspera situación económica y la libertad de creencias.
En cuanto a la economía, el poder naval de los griegos les lleva a entablar numerosas relaciones comerciales con otras regiones de la costa jónica, lo que promueve el intercambio de productos, pero también de ideas, gracias a un ambiente de tolerancia religiosa, y sobre todo, de respeto a las opiniones y razonamientos de los otros.
Como consecuencia de este auge económico surge una nueva clase social con tiempo libre y que desprecia el trabajo manual y físico. Son ciudadanos que se dedican a reflexionar sobre cuestiones relacionadas con la Naturaleza y el Ser Humano, poniendo así en entredicho las creencias populares y mitológicas.
Por último, la proliferación de este tipo de relatos en, prácticamente, todas las culturas existentes, llevó a los primeros pensadores griegos a cuestionar la veracidad de todos ellos, ya que ofrecían, a las mismas preguntas, respuestas de lo más variopinto, que las alejaba mucho más del caos al que la propia ignorancia las tenía condenadas. Como consecuencia, estos primeros filósofos rechazaron su validez al entrar en contradicción unos relatos con otros, iniciando así una nueva forma de explicar la realidad que nos aleje del caos y la incertidumbre. (Ver «El Universo de Stephen Hawking: ¿creó Dios el Universo?)
Es en la ciudad de Mileto (destruida en el 494 a.C. Por los persas) donde surge el primer núcleo filosófico, cuyos pensadores encontrarán muy buena acogida cuando migran a Atenas. Este acontecimiento pasará a la Historia como «el paso del mito al logos” ya que por primera vez se pretende entender los interrogantes que nos ofrece la Naturaleza mediante hechos, causas y fenómenos reales, dando una respuesta racional y crítica, donde antes sólo existían explicaciones mitológicas, literarias, imaginarias…
#Los mitos son narraciones fuera de tiempo protagonizadas por seres extraordinarios que pretenden dar explicación a las cuestiones humanas sobre los fenómenos de la naturaleza. Pero una vez que son sustituidos por explicaciones racionales sobre principios naturales pierden toda su significación. Por su parte, el concepto de logos (palabra) tiene su especificidad propia, ya que se refiere a la inteligencia discursiva, capacidad que nos permite resolver y explicar racionalmente dudas e interrogantes.#
Este paso del mito al logos no supone una transformación brusca en la forma de interpretar la realidad, sino que se produce paulatinamente desde los filósofos milesios hasta los atomistas. Incluso el mismo Platón hace uso de numerosos mitos para explicar su pensamiento. Con el concepto de logos se apunta también a un orden cósmico, introduciendo la racionalidad como principal carácterística, no sólo de la inteligencia humana, sino de toda la realidad. De este modo, en un primer momento la Filosofía se define como el esfuerzo que hace la razón por ordenar y comprender la realidad.
Es necesario señalar que, a pesar de las diferencias culturales, las filosofías occidental y oriental tienen ciertas coincidencias, como la teoría de la unidad de los contrarios de Heráclito (también recogida por Lao-Tsé en su Tao a través del concepto del Ying y el Yang), o la teoría de la transmigración y reencarnación de las almas (conocida como metempsicosis).
A pesar de ello, las diferencias con Oriente son notables. Nadie como los griegos representa el ideal de conocimiento filosófico, y son los fundadores de prácticamente todas las disciplinas científicas. Además, Grecia recogíó y transmitíó el patrimonio cultural egipcio y babilónico.
Otras circunstancias que favorecieron el origen de la filosofía fueron; que en la civilización griega no existía una clase sacerdotal potente y organizada, que su estructura política en ciudades-estado era mucho más flexible que la de los grandes imperios, y que su incipiente democracia exigía habilidades discursivas y deliberativas para tratar y discutir los problemas en las Asambleas, mediante el uso de argumentos basados en la razón.
2. Los primeros filósofos
La cultura griega se desarrolló en las colonias jónicas durante los siglos VII y VI a.C. Gracias a los contactos comerciales y la influencia de la civilización oriental, prolifera así una mentalidad más abierta y flexible. Allí localiza Aristóteles a Tales y sus discípulos, y los señala como los primeros pensadores en dar una explicación racional y no fantástica sobre el origen de la realidad, en respuesta a la Teogonía mito-religiosa de Hesíodo; bautizándolos con el nombre de presocráticos (por ser anteriores a Sócrates).
Sólo se conservan fragmentos de sus obras en los que comparten una serie de preocupaciones relacionadas con la naturaleza y la búsqueda de un principio único y fundamental que explique el origen, el movimiento y la aparente pluralidad de todo lo que existe.
2.1. La escuela de Mileto
Surge a principios del Siglo VI a.C. En la ciudad de Mileto. Formada por Tales, Anaximandro y AnaxíMenes, son considerados los primeros filósofos de la naturaleza. Defienden la existencia de una naturaleza primigenia con carácter vital y físico a la que denominan physis, entendida como el conjunto de todas las cosas. Afirman también que tras esta realidad aparente, múltiple y cambiante; debe existir una realidad única e inmutable, que es principio, causa, fundamento y origen de todo lo que existe; a la que denominan arjé, dando lugar a la Metafísica, y sobre la que reflexionan desde tres puntos de vista:
Respecto a la oposición ser/apariencia. Debe existir algo distinto «más allá» de la mera apariencia, algo que le sirve a esta como fundamento, causa u origen; y que expresaría una verdad más sólida que aquella que deriva de lo que captamos por los sentidos.
Respecto a la búsqueda de una explicación sobre el origen y formación del mundo. Consecuencia de la oposición ser/apariencia, los primeros filósofos buscaron el principio, causa y fundamento de todas las cosas. Algunos encontraron esa explicación en un principio material, fuese individual (escuela de Mileto) o plural (Empédocles y atomistas); otros optaron por principios no materiales (Pitágoras, Anaxágoras…)
Respecto a la oposición ser/devenir. Como consecuencia y complemento de esta búsqueda del arjé, se trasluce también en los filósofos presocráticos la necesidad de indagar acerca, no solo del ser constitutivo de las cosas, sino también sobre el constante cambio al que están sometidas, y la existencia o no del movimiento. Los dos filósofos que mejor representan y simbolizan esa radical oposición entre el ser y el devenir son:
Parménides. En su poema didáctico Sobre la naturaleza opone la vía de la opinión (regida por los sentidos) y la vía de la verdad (regida por la razón, y a través de la cual descubrimos el ser, esto es, la realidad como única, eterna, indivisible e inmóvil).
Heráclito. Defiende el incesante devenir de las cosas en una constante lucha entre contrarios que se armonizan, y la imposibilidad de encontrar una realidad inmutable.
2.1.1.Tales de Mileto (639-547 a.C.) Para casa
2.1.2. Anaximandro (610-546 a.C.) Para casa
2.1.3. AnaxíMenes (585-524 a.C.) Para casa
2.2. La escuela pitagórica Para casa
Natural de la isla de Samos, Pitágoras viajó por todo Egipto. Cuenta la leyenda que Pitágoras (582-507 a.C.) fue el primer pensador en llamarse a sí mismo filósofo, cuando afirmó que él no era sabio, sino amante de la sabiduría.
2.3. Heráclito de Éfeso (544 – 484 a.C.)
Calificado de “oscuro” en su época, escribía en forma de sentencias. Reflexiona sobre la realidad, la cual considera un todo en constante movimiento. Su Teoría del Devenir se resume en sus sentencias “Panta Rhei” (todo fluye) y “nadie se puede bañar dos veces en el mismo río”. En consecuencia, todo es y no es al mismo tiempo, ya que la naturaleza se encuentra en un perpetuo cambio, movimiento, devenir.
La realidad está compuesta por los cuatro elementos ocupando el fuego la posición central. El resto de elementos (tierra, agua y aire) proceden del fuego, y a él retornan. El fuego se convierte así en el elemento originario y adquiere además un rol metafórico, debido a su gran capacidad para transformar unas cosas en otras, representando el continuo devenir de la naturaleza (el sol no deja de ser una bola de fuego situado en un punto indeterminado del Universo, pero a la vez da luz y vida a nuestro planeta).
Detrás de todos estos cambios, se encuentra una tensión entre opuestos que genera la lucha de contrarios. La realidad, por lo tanto, no es armónica. Todo surge del conflicto. Sin embargo, bajo esta tensión entre fuerzas opuestas que definen los procesos naturales (luz y oscuridad, salud y enfermedad, frío y calor…) existe un logos o razón universal que lo gobierna todo. Toda la naturaleza obedece a este orden, y no hay nada que pueda contravenirlo (armónía de contrarios que se complementan), posibilitando así el destino y la justicia.
De este modo, Heráclito introducirá en la filosofía una visión dialéctica de la realidad donde la contradicción se resuelve en la armónía de contrarios, una oposición necesaria y complementaria, que causa todo el espectáculo en continuo movimiento que la naturaleza ofrece a los sentidos.
Por último, reflexiona también sobre el Ser Humano. La sabiduría consiste en conocer esta razón universal y aceptar sus justas decisiones. Sólo los ignorantes no aprecian este orden único y ley universal que domina el mundo.
2.4. La escuela de Elea
Hasta la fecha, los filósofos griegos basaban sus ideas en la observación directa de la Naturaleza. Sin embargo, con la escuela eléata se inaugura una corriente de pensamiento que niega la percepción sensible como fuente de conocimiento. Sus pensadores defenderán posiciones filosóficas opuestas a Heráclito. Su tesis fundamental es que el movimiento no existe… se trata sólo de mera apariencia, pura ilusión.
Parménides (510-450 a.C.)
Para este filósofo sólo existe una verdad universal… el ser es (y es imposible que no sea), y el no ser no es (y es imposible que sea). El ser humano sólo puede pensar aquello que existe y la razón no se puede ocupar de lo que no existe. Por ello, el no ser es impensable; se trata de un absurdo. A partir de esta afirmación desarrolla dos líneas de investigación…
La vía de la opinión (doxa) basada en la información de los sentidos, y que nos muestra un mundo diverso en continuo cambio y movimiento. Por lo tanto, el camino de los sentidos se diluye en la ilusión y la apariencia, por lo que no es válido para alcanzar el auténtico conocimiento de la realidad.
La vía de la verdad (episteme) basada en la razón, es la única que ofrece el verdadero conocimiento.
La distinción entre estas dos vías será un tema clave en la filosofía occidental. Su idea central se basa en la doctrina del ser que intenta explicar cómo es posible pensar la realidad. Si todo fuera cambio (Heráclito) no habría ser, ni siquiera podría pensarse; ya que el cambio implica un constante tránsito en el que las cosas dejarían de ser, o no llegarían a ser nunca.
El estudio del Ser desvela un isomorfismo entre realidad, pensamiento y lenguaje; es decir, ser, pensar y decir comparten la misma estructura, de tal manera que sólo el ser puede ser pensado y conocido, mientras que el no ser no puede ni pensarse ni formularse. El ser es único, eterno, inmutable… o no podría ser pensado ni explicado racionalmente, y así lo argumenta en su «Poema» (Actividad para casa… argumentos a favor del Ser)
De este modo, Parménides ofrece un nuevo planteamiento lógico racional al problema de la naturaleza, e inaugura la metafísica occidental como estudio del ser en general (ontología).
Zenón de Elea (490-430 a.C.)
Rechazó el movimiento a partir de unas paradojas que en la época se consideraron inexpugnables. Sólo la matemática moderna con la aparición del cálculo infinitesimal en el Siglo XVII (Leibniz), y la noción de límite, se pudo demostrar que se trataban de paradojas aparentes.
Estas famosas paradojas tratan de demostrar indirectamente las tesis de Parménides mediante un tipo de argumentación denominada reducción al absurdo. En ellas se parte de la hipótesis de la existencia del No Ser (en concreto, del movimiento) derivando, mediante una serie de argumentos y afirmaciones sobre el movimiento, consecuencias cada vez más contradictorias, lo que nos lleva necesariamente a rechazar dicha hipótesis y afirmar su contraria como verdadera (en este caso la no existencia del No Ser ni, en consecuencia, del movimiento).
De este modo, Zenón refuerza la postura de su maestro sobre la inmovilidad de lo que existe (el Ser). Su finalidad, mostrar que el mundo aparente (sentidos) es un mundo contradictorio en el que la noción de movimiento se muestra paradójica como un proceso absurdo e ilógico que hay que rechazar. Por lo tanto, son sólo los sentidos los que perciben aparentemente el movimiento, pero de la apariencia no se puede establecer ningún conocimiento.
(Para casa… paradojas de Zenón)
2.5. Los pluralistas
Influenciados por Parménides, estos filósofos pretenden conciliar la unidad e inmovilidad del Ser con la pluralidad cambiante de todo lo que existe, ya que un mundo en continuo cambio no podría ser conocido. Sin embargo, la lógica de Parménides conduce a un camino sin salida. Por ello, el movimiento no puede ser explicado a partir de un único principio, sino que es necesaria una pluralidad de principios que expliquen la realidad.
2.5.1. Anaxágoras de Clazomene (500-428 a.C) Para casa
2.5.2. Empédocles de Agrigento (493-433 a.C) Para casa
2.5.3. Los filósofos atomistas
Demócrito (460-370 a.C.) y Leucipo (450-370 a.C.) de Abdera defienden una filosofía basada en la existencia de átomos y vacío. Para ellos, la realidad es cuantitativa pero no infinitamente divisible, ya que existe un indeterminado número de minúsculos corpúsculos indivisibles, de carácterísticas idénticas al Ser de Parménides.
Estos átomos son partículas infinitamente pequeñas e indestructibles. Constituyen el componente primordial de la realidad y, aunque resulten imperceptibles para los sentidos, se diferencian en forma, tamaño y peso. Sólo pueden ser conocidos por la razón, por lo que el resto de sensaciones son mera apariencia.
Por otra parte, en contra de la mayoría de pensadores griegos (“la naturaleza aborrece el vacío”) defienden la existencia del vacío ya que consideran que el movimiento necesita de su existencia. Por lo tanto, el vacío es el espacio inmaterial, sin el cual no podrían moverse los átomos. Este movimiento es sempiterno, uniforme, rectilíneo, hasta que chocan y colapsan unos con otros. De este movimiento mecánico de los átomos y de sus colisiones azarosas surge el Universo. En consecuencia, las cosas son agrupación de átomos y la diversidad se debe a su redistribución.
El mecanicismo es una concepción filosófica que considera que los cuerpos en movimiento son la única realidad que existe. Por lo tanto, átomos y vacío explican toda la realidad, tanto física (cuerpos) como espiritual (alma humana). De este modo, los pensadores atomistas prescinden de la existencia de fuerzas externas que provoquen estos procesos.
En cuanto a su antropología, consideran que el ser humano tiene alma, pero formada también por una serie de átomos, capaces de gobernar al resto. Demócrito viajó y conocíó Atenas. Sin embargo, al reducir todos los fenómenos, incluidos los psíquicos y espirituales, a procesos materiales y mecánicos, no tuvo el reconocimiento que merecía.
3. Platón
3.1. Contexto político-filosófico
Aristocles (Platón) nace en Atenas en el año 427 a.C., época de hegemonía política y militar, de gran prosperidad económica y efervescencia cultural, y en la cual se reconstruye la Acrópolis, y destacan figuras como Fidias, Sófocles o Eurípides. Es la Atenas próspera de Pericles que, años antes, había derrotado junto a Esparta y otras ciudades griegas, al Imperio Persa en las Guerras Médicas.
Sin embargo, el último cuarto de siglo, época de juventud de Platón, fue uno de los períodos más convulsos y tristes de la historia de Atenas. Las luchas internas por el poder entre demócratas y oligarcas debilitan a un Estado, que tiene que enfrentarse en estas condiciones a la temible Esparta, quién le derrotará en las Guerras del Peloponeso, terminando así con el imperialismo ateniense de la época.
Muchos atenienses culparon a la democracia de aquel desastre, la cual fue acusada de llevar a Atenas a la ruina y humillación. Frente al régimen democrático ateniense, Esparta impondrá un gobierno aristocrático “Los Treinta Tiranos”. Lejos de restaurar el orden, este gobierno sembrará el terror, llevando a cabo una persecución y fuerte represión contra los demócratas, e intentando implicar en sus críMenes al mismísimo Sócrates.
Sin embargo, este gobierno no durará mucho… ya que, un año después, una revuelta popular liderada por Trasíbulo, devolverá la democracia a Atenas. Aún así, con el nuevo gobierno democrático tampoco terminarán las injusticias (ejemplo de ello es la condena a muerte de Sócrates.)
3.1.1. Vida y etapas de la obra filosófica de Platón
(Para casa)
3.1.2. La evolución de la obra platónica
Sus diálogos escritos se conservan aún en la biblioteca de “La Academia”, también alguna carta, pero no sus lecciones. La “Carta VII” (leer en casa) se mostró clave a la hora de esclarecer la vida y los pensamientos de Platón. Para él, el proceso de investigación filosófica sólo se refleja en el diálogo, pues nada como el discurso hablado reproduce mejor la marcha incesante de la investigación filosófica hacia problemas abiertos a nuevos planteamientos. Por ello, nunca tuvo la intención de elaborar un sistema filosófico completo. El orden cronológico de su obra refleja la evolución de su pensamiento a lo largo de su vida:
3.1.3. Influencias filosóficas de Platón
Frente a los filósofos de la naturaleza, para Platón el universo físico no puede ser objeto de estudio de la filosofía, ya que la Naturaleza es dinámica y se transforma. Por ello, podemos formular opiniones, pero nunca hacer ciencia de una realidad física en continuo cambio.
Sintoniza más con el pitagorismo. De hecho, toda su filosofía está impregnada de elementos suyos: el desprecio a los sentidos, la idea de cuerpo como cárcel del alma, la idea de justicia como armónía, las matemáticas como expresión del orden del Universo, la naturaleza divina del alma, su teoría racional del conocimiento…
La visión deformada que Cratilo hizo de la filosofía de Heráclito, llevó a Platón a entenderla como la concepción de una realidad tan inestable, que hacía imposible un verdadero conocimiento de la misma; desconociendo el concepto de Logos o Razón Universal que, según Heráclito, gobierna el Universo y todas las transformaciones que en él se producen, y es accesible a la razón.
En cuanto a Parménides, acepta su oposición entre el saber engañoso que nos dan los sentidos, y el conocimiento verdadero que ofrece la razón; lo que le lleva también a una distinción entre apariencia sensible y auténtica realidad. Para Platón, la verdad también debe ser algo único, absoluto, universal y permanente (Ser = Ideas o Formas)
3.2. Metafísica
3.2.1. Teoría Fundamental de las Ideas
Al igual que Parménides, Platón defiende que el proceso cognitivo consiste en pensar y formar conceptos universales. Sin embargo, estos conceptos universales no pueden proceder de la experiencia, pues la Naturaleza es particular y concreta. Por ello, para obtener un conocimiento científico tendremos que desarrollar un saber objetivo, necesario y universal, que se oponga al relativismo sofista. Este tipo de conocimiento sólo puede ofrecerlo una realidad que sea verdadera, eterna, inmaterial y estable, y que Platón encuentra en las Ideas, objetos permanentes para la ciencia.
De este modo, Platón divide la realidad en dos mundos ontológicamente separados. Por un lado, tenemos el Mundo Sensible, de las realidades materiales, contingentes, singulares, múltiples, cambiantes… caracterizado por la imperfección y que percibimos a través de los sentidos, pero que no puede ser objeto de conocimiento científico debido a su naturaleza. Por otra parte, nos encontramos con el Mundo Inteligible, de las realidades absolutas, cuya naturaleza es racional y como tal sólo es alcanzable mediante la razón. Por lo tanto, las Ideas no son mera representaciones o abstracciones, sino que tienen realidad objetiva y existen con independencia de nuestro pensamiento.
Existen muchas cosas bellas, pero sólo un único concepto de Belleza que capta toda su esencia. Sin embargo, Platón va mucho más allá, al atribuir a las ideas la categoría ontológica de verdadera realidad frente a la mera apariencia de la realidad sensible. Por lo tanto, atribuye a las ideas prácticamente las mismas carácterísticas del Ser de Parménides.
Las ideas se presentan así como arquetipos de los que las cosas sensibles participan, haciéndoles ser lo que son. Son causas de las cosas y cualquier juicio las tiene como referencia (afirmamos que una acción es justa porque existe la Idea de Justicia). De este modo, el Mundo Sensible es un mero reflejo de esa realidad inteligible y como tal, tiene menos grado de realidad.
Existen tantas ideas como cosas y se distribuyen jerárquicamente desde las ideas de las propias cosas que se sitúan en un orden inferior, pasando por el orden intermedio de las ideas matemáticas… hasta llegar al orden superior donde se sitúan las ideas puras de Bondad, Belleza y Justicia; y alcanzar la Idea de Bien.
3.2.2. La génesis de las ideas
Su Teoría de las Ideas surge como alternativa al relativismo de los Sofistas. Platón hereda de Sócrates la convicción de que un conocimiento universalmente válido es posible y tratará de demostrarlo. Por ello, acepta de Protágoras la creencia en la relatividad de los sentidos y la percepción. Sin embargo, como no es posible hacer ciencia de algo en perpetuo cambio, el conocimiento verdadero no puede tratar sobre objetos sensibles, lo cual apunta a una verdadera realidad inteligible como objeto de un conocimiento verdadero y profundo de las cosas.
La Teoría de las Ideas también permite aunar dos concepciones tradicionalmente discrepantes; por un lado, el Mundo Sensible, en constante cambio, representa a la perfección el devenir de los objetos sensibles que defendía Heráclito; pero por otro, sin rechazar el Mundo Sensible existe, como ya apuntó Parménides, una realidad que no cambia, las Ideas, y que representan el elemento común a todos los objetos de una clase.
3.2.3. Cosmología
Aparece en su última etapa y recoge muchos elementos de la filosofía presocrática. En el Timeo, Platón nos ofrece una explicación, que él mismo califica de verosímil (ya que de la realidad sensible no es posible hacer ciencia) sobre el origen del Cosmos y del Mundo Sensible. Inspirado en el nous de Anaxágoras, Platón recurre a la figura del Demiurgo, inteligente, divino… una especie de genio que decide ordenar la materia (en un principio caótica e indeterminada) siguiendo el modelo del Mundo de las Ideas. Surge así un Universo ordenado, el mejor y más bello de los mundos posibles, gracias a la bondad del Demiurgo («no sé lo que voy a hacer, pero haga lo que haga lo voy a hacer bien» debíó pensar), pero también imperfecto, debido a la materia.
El Demiurgo da forma, pero el Cosmos se muestra como un gran organismo vivo dotado de alma, un alma del mundo que lo mueve todo. Hereda del pitagorismo la perspectiva matemática con la que se explica el movimiento (armónía de las esferas), y de Empédocles, la convicción de que los cuerpos sensibles están hechos a partir de los cuatro elementos. Las almas están hechas del mismo material que el alma cósmica y participan de ambos mundos gracias a su naturaleza divina.
Por primera vez en la historia, Platón introduce una explicación teleológica del Universo ya que el Demiurgo no es un Dios creador, sino que se interpreta como una inteligencia ordenadora que actúa con una finalidad; trasladar a la materia el orden y la belleza de las ideas, que preexisten.
3.3. La alegoría de la caverna «República, libro VII» (leer en casa + actividad)
Narra la situación de unos prisioneros que viven en una caverna en total oscuridad, encadenados y privados de movimiento. Sólo pueden ver la pared del fondo de dicha caverna, donde se proyectan las sombras de los objetos que ciertos portadores llevan, y que pasan ante una hoguera que arde en la entrada. Si un prisionero fuera liberado de sus cadenas y contemplase las realidades de las que sólo había visto sombras, se quedaría cegado por la luz y pensaría que las propias sombras son más reales que los objetos materiales que proyectan esas sombras. Pero si se acostumbra poco a poco a la luz, sería capaz de mirar los objetos concretos y sensibles sin cegarse. Si saliese finalmente de la caverna, vería el mundo de los objetos iluminados por el sol y, más tarde con gran esfuerzo, lograría ver el sol.
Aquellos que basan el conocimiento en los sentidos, como los sofistas, no conocen la auténtica realidad, sólo captan apariencias de la realidad y viven sumidos en una total ignorancia. Para llegar a conocer lo que las cosas son objetivamente, hay que captar las esencias de las cosas con la razón, pues sólo con los datos universales que ella proporciona, se puede alcanzar un auténtico conocimiento de la realidad.
3.4. El mito del auriga y el carro alado (investigar mitos en casa)
Nos presenta el alma viajando por el Mundo de las Ideas. El carro es gobernado por un auriga y tirado por dos caballos. Uno de los caballos es noble y dócil, pero el otro es rebelde, contrahecho… y dificulta el control del carro por parte del auriga. En un momento dado, el auriga no consigue dominar las riendas, y el carro pierde sus alas, dejando de contemplar las Ideas y precipitándose hacia el Mundo Sensible, donde se reencarna en un cuerpo, olvidando todo lo que conoce.
3.5. Teoría del conocimiento
Se trata prácticamente de un corolario a su ontología. Para Platón, sólo la contemplación de las Ideas nos proporciona conocimiento científico. Sin embargo, ellas pertenecen al Mundo Inteligible, mientras que nosotros habitamos un mundo distinto, la realidad sensible. Por ello, el alma media entre los dos mundos y hace posible dos vías, y un impulso emocional, de acceso al conocimiento.
3.5.1. La reminiscencia
Conocer es recordar. El alma humana, que tiene naturaleza inteligible, ya ha contemplado las Ideas, pero las ha olvidado en su uníón con el cuerpo. Sin embargo, puede recordarlas a través de la contemplación de las cosas sensibles. De este modo, el conocimiento sensible, aunque no sea auténtico conocimiento, se convierte en el primer peldaño hacia lo verdadero, haciendo posible que el alma inicie el proceso de recuerdo de lo que ya se encontraba en su interior (anámnesis)
3.5.2. Los grados de conocimiento
Su teoría epistemológica va conectada necesariamente a su ontología. En el libro VII de La República, Platón nos hablará de los diversos niveles de realidad utilizando el símil de la línea dividida en segmentos. En función de la naturaleza de cada uno de ellos, tendremos un grado de conocimiento u otro; ya que hay entes que se captan sólo por los sentidos (Mundo Sensible) y otros que se captan por la razón (Mundo Inteligible) hasta llegar a la naturaleza última de la realidad que son las Ideas.
De este modo, los cuatro espacios de la caverna se corresponden con cuatro grados epistemológicos, y con dos niveles de realidad.
Doxa u opinión: El camino hacia el conocimiento comienza por la realidad sensible (interior de la caverna) cambiante, lo cual imposibilita hacer ciencia a partir de ella. A su vez se divide en dos grados:
Imaginación o conjetura (Eikasia): Representa el grado más bajo de conocimiento (sombras de la caverna) y se corresponde con las imágenes y reflejos de las cosas sensibles.
Creencia (Pistis): El segundo grado de conocimiento tiene como objeto las cosas sensibles, que son sólo copias de su modelo original (objetos de la caverna). En este nivel se encontraría el estudio de la Física, la cual no llega a ser propiamente ciencia.
Ciencia o Episteme: Se trata del conocimiento del Mundo Inteligible, representado por el exterior de la caverna. A su vez se divide en:
Pensamiento discursivo (Dianoia): Propio de las entidades matemáticas, representa la visión, aún cegada por el sol, de la propia realidad externa. Para Platón, las matemáticas constituyen un conocimiento más abstracto que la opinión, pero que necesita recurrir a representaciones materiales de sus ideas. Por ello, las tiene en gran consideración y las presenta como una preparación para la contemplación de las Ideas.
Inteligencia (Noesis): Se trata ya del ámbito de la dialéctica mediante la cual contemplamos directamente las Ideas, que suponen el auténtico conocimiento (visión de los objetos reales fuera de la caverna iluminados por la Idea de Bien que representa el sol)
Por lo tanto, el filósofo en un progresivo esfuerzo cognitivo, aparta su mirada del Mundo Sensible, para alcanzar con la razón la esencia de las cosas, su verdadera realidad, las Ideas; que es lo único que nos puede ofrecer un conocimiento universalmente válido y objetivo. Por ello, para Platón, las matemáticas tienen un valor propedéutico, ya que apartan la mente de la percepción sensible y la preparan para la contemplación de las Ideas.
3.5.3. La dialéctica
La dialéctica con Platón se convierte en el método propio de la Filosofía con el que se logra el ascenso al mundo de las Ideas. Como todas las cosas participan de su Idea correspondiente, el filósofo puede clasificar y ordenar las cosas del Mundo Sensible y descubrir el modelo del que proceden, elevándose así por encima de lo particular para alcanzar su esencia. Sin embargo, para ello será necesario además un proceso de purificación del alma.
Se trata de un proceso intelectual mediante el cual, Idea tras Idea, nos vamos elevando hasta alcanzar la Idea Suprema de Bien, y conseguir una visión de la realidad en su conjunto.
Podemos hablar por último de dos tipos de dialéctica en Platón:
Dialéctica ascendente: Proceso que va de lo particular a lo universal (inducción) y que comienza por los objetos sensibles para continuar con conceptos más universales hasta captar las Ideas y sus relaciones.
Dialéctica descendente: Permite llegar de lo universal a lo particular (deducción) y definir lo que cada cosa es, recurriendo únicamente a las Ideas mediante sucesivas divisiones.
3.5.4. El amor como impulso hacia el conocimiento
En el Fedro, Platón define el amor como un anhelo de belleza que empuja al alma en su ascenso hasta la contemplación de la Idea pura de Belleza. En El banquete nos ofrece una guía del alma a través de la belleza hasta contemplar su Idea en sí. Se trata de una escala (escala de Diotima) que avanza en abstracción, y que Platón nos brinda como vía emocional para acceder al verdadero conocimiento. Dicha escala requiere además de cierta disciplina ascética, destinada a purificar el espíritu y prepararlo para la contemplación.
El amor se convierte así en un anhelo de inmortalidad, partiendo de un plano físico hasta elevarse a lo espiritual. Sin embargo, mientras el amor físico trata de preservar a la persona y alcanzar la inmortalidad a través de la descendencia, sustituyendo un cuerpo viejo por otro joven; el amor espiritual da luz a ideas y pensamientos, que de por sí son inmortales. El fin ulterior del amor es ayudarnos a ascender al conocimiento de lo divino. Este amor a lo bello otorga dicha al hombre, y por ello, éste lo desea poseer por y para siempre.
Tras el amor físico, el siguiente peldaño en la escala se corresponde ya al espíritu. El hombre que ama la belleza del alma y se preocupa por cultivar otra en la virtud, eterniza la sabiduría en una forma superior. Posteriormente, en boca de la adivina, Platón habla del amor a la belleza del conocimiento, el cual alcanzará su grado máximo en el siguiente peldaño, donde se encuentra el amor perfecto hacia la Idea de Belleza en sí; forma pura, única, divina y eterna.
En palabras de Diotima: “existe eterna y absolutamente por sí misma y en sí misma, como forma única que siempre es; de ella participan todas las demás bellezas, sin que el nacimiento ni la destrucción de estas causen ni la menor disminución ni el menor aumento en aquellas, ni la modifiquen en nada”.
El hombre que llegue a entender este amor será quien alcance entonces la auténtica inmortalidad. Sin embargo, la propia profetisa le confesará a Sócrates, que se trata de un camino difícil, e incluso duda de que él, a pesar de haber sido bien dirigido, pueda elevarse hasta las revelaciones más secretas.
3.6. Antropología
Platón defiende un dualismo antropológico muy relacionado con el enigma de la muerte y resurrección, temas básicos del orfismo (leer su origen) Por lo tanto, en el ser humano existen dos principios contrapuestos; el alma, inmaterial e inmortal, y que nos vincula al Mundo de las Ideas; y el cuerpo, vinculado al Mundo Sensible, que nos arrastra a lo material y dificulta por tanto el ascenso del alma hacia las Ideas. Por ello, la salvación del alma está estrechamente relacionada con la purificación del cuerpo.
La inmortalidad es otro concepto clave en el pensamiento de Platón, ya que se muestra imprescindible para sostener la Teoría de las Ideas y la posibilidad de su conocimiento. El alma se convierte así en una realidad intermedia entre dos mundos. Ha existido con anterioridad al cuerpo y sobrevivirá después. Su lugar natural es el Mundo de las Ideas, que ya conoce y al que aspira regresar, pero por algún tipo de falta (mito de Er) ha sido condenada a vivir prisionera en un cuerpo. Además, en esta caída al Mundo Sensible, el alma olvida todo lo que conoce, aceptando así Platón la teoría órfico-pitagórica de la transmigración de las almas.
Sin embargo, como buen filósofo, Platón argumenta dicha inmortalidad. El primero de los argumentos parte de la hipótesis de que cada cosa se origina a partir de su contraria. De este modo, a la muerte del cuerpo le sucederá la inmortalidad del alma, del mismo modo que la reencarnación supone la vida de un cuerpo, y la muerte de su alma. El segundo, nos remonta a la anamnesis. El hecho de que lleguemos a conocer ideas, como la de igualdad, que no existen como tales en el mundo de la experiencia, sólo es posible si ya nacemos con ellas, lo cual apunta a un alma que preexiste al cuerpo, y tiene, o tenía, entendimiento.
En esta uníón, el alma debe concentrarse en su purificación, desligarse de los deseos corporales y controlar las pasiones que nos arrastran al Mundo Sensible y suponen un obstáculo para contemplar las Ideas. Esta actitud ascética ante la vida se convierte así en un medio que educa a la mente para que comience a recordar (reminiscencia) esa realidad ideal de la que procede. Por ello, los que filosofan, se preparan para morir (aceptación de Sócrates de su condena), momento en el cual se producirá la liberación del alma.
Este dualismo y su rechazo a la dimensión corporal influirá de forma negativa en la concepción pecaminosa, que sobre el cuerpo ha heredado la cultura occidental a través del cristianismo. (leer)
4. Aristóteles
4.1. Una vida entre Macedonia y Atenas
Filósofo griego más influyente en la historia de Occidente, de él contaban que «tenía las piernas delgadas, los ojos pequeños, y se recortaba la barba y el pelo». Aristóteles nace en Estagira («el estagirita» de sobrenombre), ciudad griega colindante con Macedonia, en el año 384 a. E. Al ser hijo del médico real de Macedonia, entablará buenas relaciones con el rey Filipo II, lo que le ocasionará también numerosos problemas y enemistades.
Al quedar huérfano, viaja a los 17 años a Atenas para formarse en La Academia de Platón. Allí residirá durante 20 años, presenciando una Atenas en desgaste. Las Polis atraviesan una época de pérdida de poder político y debilitamiento económico, lo que conlleva a continuos enfrentamientos entre las mismas, y profundos cambios políticos.
Esta etapa de crisis la resolverá Alejandro Magno, rey de Macedonia, conquistando Grecia y unificando todas las Polis bajo su mando. Más adelante, también culminará la empresa que ya inició su padre Filipo… invadir el Imperio Persa. De esta manera, la cultura griega se extiende por todo su territorio, bajo una única unidad política, preludio del final de la Polis como entidad política.
4.1.1. Su encuentro con Platón y la fundación de “El Liceo” (Investigar vida en casa)
4.1.2. Obra e influencia (Investigar en casa)
Su influencia ha sido enorme tanto en la Antigüedad como en el Medievo. A pesar de ser un filósofo pagano, su obra causó admiración en la Edad Media, y fue asimilada y reinterpretada por el Cristianismo, sobre todo a raíz de su traducción, por parte de los escolásticos del Siglo XIII. Tan alto fue su dominio intelectual, que se le consideró máxima autoridad científica y filosófica, pasando a ser nombrado como «el Filósofo»; y sólo la Biblia estaba por encima del «Filósofo».
4.2. La crítica de Aristóteles a la Teoría platónica de las Ideas
A lo largo de la historia, Platón y Aristóteles han representado por excelencia las dos posturas antagónicas predominantes en la filosofía; Idealismo Vs Realismo, si nos referimos a su concepción de la realidad, Racionalismo Vs Empirismo, si tratamos el tema del conocimiento…
En definitiva, para Platón la auténtica realidad y conocimiento se hallan en un mundo trascendente al nuestro, el de las Ideas, al cual se accede mediante la razón; mientras que, para Aristóteles, no hay realidad ni conocimiento más allá de este mundo en el que vivimos, y que percibimos a través de los sentidos.
Aristóteles mantuvo de su maestro la idea de que el auténtico conocimiento tiene que versar sobre esencias, y de que la ciencia es un conocimiento universal, necesario, objetivo y válido. Sin embargo, se distanció de Platón al considerar que lo universal no constituye una realidad independiente, sino que se fundamenta en lo concreto.
En consecuencia, Aristóteles no acepta la división Mundo Sensible – Mundo Inteligible. Las ideas no pueden existir separadas de la materia. Las formas existen en tanto en cuanto se dan miembros individuales y concretos que, además, comparten una serie de carácterísticas por, precisamente, tener la misma forma.
Por otra parte, según Aristóteles, Platón duplica innecesariamente el número de realidades existentes, obligando a pensar que para cada objeto particular, existe una idea que lo explica. Incluso las cosas más desagradables (suciedad, basura, fealdad…) requerirían una forma ideal de la cual participar.
Por lo tanto, las Ideas no explican ni el cambio, ni el movimiento; ya que no intervienen en ningún proceso natural. Platón ha recurrido a un mundo que no sirve para explicar lo que ocurre en la naturaleza. De esta manera, la Teoría de las Ideas no es, para Aristóteles, más que una metáfora poética, un conjunto de palabras vacías que no sirve para entender la realidad.
4.3. Metafísica
Alrededor del año 70 a. E. El filósofo griego Andrónico de Rodas acuña el término metafísica cuando recopila, ordena y edita, en catorce libros, un conjunto de escritos de Aristóteles, que se encontraban después de la Física. Destacan entre ellos los Libros I y II, donde se da una formulación próxima a la platónica, los Libros VII, VIII y IV, donde se encuentra su teoría de la sustancia (núcleo de toda su especulación), y los dos últimos, en los que desarrolla su teoría del Primer Motor Inmóvil.
Aristóteles se referirá a ese saber como una ciencia, pero va a entenderla de dos modos distintos:
Desde un primer enfoque, la metafísica trata tanto de las relaciones entre las ciencias y sus objetos o principios relativos, como de la posibilidad de una ciencia que estudiase todas las causas y los primeros principios. En definitiva, la metafísica se proyecta como filosofía primera, entendida como aquella que suministra el fundamento y Ser a todas las demás ciencias.
Desde un enfoque más abstracto, Aristóteles también indica que esa ciencia se ocupa del ser en cuanto ser y sus atributos esenciales. Además, relaciona esta idea con la de un ser como primer motor inmóvil de todas las cosas. Como consecuencia, se comenzará a entender esa ciencia primera en dos sentidos: de forma general como ontología, o ciencia del ser en cuanto ser; y de manera más particular como teología, o ciencia de lo divino, porque “la ciencia por excelencia debe tener por objeto el ser por excelencia”. (Metafísica, VI, I, 1026 a 21).
4.3.1. Metafísica como Filosofía Primera
El concepto aristotélico de filosofía es muy diferente al de Platón. Aunque coinciden en que su objeto de estudio es una realidad superior a las demás, para Aristóteles, la filosofía no es un proceso el cual, mediante el uso de la dialéctica, nos eleva a la contemplación de las Ideas de Bondad, Belleza o Justicia; sino una disciplina científica cuyo objeto de estudio es la realidad en general, y su elemento común… El Ser.
La Metafísica se convierte así en la Filosofía Primera que estudia el ser en cuanto ser, pero no en sus aspectos particulares, sino en su carácter general como base de toda ciencia. Abstrayendo de lo diverso y particular, el Ser es la noción que todas las ciencias tienen en común. La Política trata el ser de la sociedad, las Matemáticas estudian el ser en cuanto cantidad…
4.3.2. Parménides como antecedente y el principio de no contradicción
La Metafísica trata el Ser en abstracto, sin sus determinaciones particulares, por lo que debe reducir los muchos significados de la palabra ser, a uno fundamental. Con dicha finalidad, Aristóteles formula un axioma “es imposible que una misma cosa se dé y no se dé al mismo tiempo, y bajo el mismo aspecto», al que denomina principio de no contradicción. (Metafísica: Libro IV, 3, 1005 b)
Parménides ya había utilizado en su Poema el principio de no contradicción. Este principio nos permite pensar la realidad bajo una misma estructura y, basándose en él, Aristóteles iniciará la lógica clásica en Occidente. El principio de no contradicción hace referencia a una imposibilidad lógica (afirmar y negar a la vez un mismo predicado para un mismo sujeto), y a una imposibilidad ontológica (que un ser determinado sea al mismo tiempo lo que no es), formulaciones ambas coherentes con el Realismo de su teoría del conocimiento.
Frente a este planteamiento se sitúa Heráclito, para quien “las cosas pueden ser lo que son y lo que no son”, derivándose una lógica dialéctica y relacional, propia de Oriente, y que niega tal principio, y que será rescatada para Occidente, ya en el Siglo XIX, por Hegel, y asumida por Marx.
4.3.3. Metafísica como Ontología
Se trata de una disciplina fundamental que estudia los objetos reales, lo que es en tanto que es o, lo que es lo mismo, trata el Ser en su generalidad, sin importar la clase (finito o infinito, material o no…)
Del lenguaje a la realidad
Para entender la realidad, Aristóteles se fijará en los predicados que se refieren a aspectos de la misma y que acompañan al sujeto. Encontrará dos tipos:
Los que se refieren a carácterísticas que están en el sujeto, y que no existen con independencia del propio sujeto (accidentes)
Los que atribuyen un término abstracto al sujeto, pero que no se encuentran de forma concreta en dicho sujeto. Sin embargo, se trata de nociones generales que son necesarias para definirlo. (sustancias segundas)
Las categorías
Las categorías son las formas de existir el Ser en la realidad, o lo que es lo mismo, los diferentes modos de darse la realidad. Representan, por lo tanto, las carácterísticas que pueden atribuírsele a un sujeto (lugar donde se encuentra, cantidad, calidad…) Estas categorías son limitadas, pero constituyen las diferentes caras que presenta la realidad, y con ellas la pensamos. Además constatan que hay concordancia entre pensamiento y realidad (isomorfismo ser- pensar).
Existen dos tipos de categorías; la sustancia (ousía), o ser en sí, y que es el sujeto del cual se predica el otro tipo de categorías, los accidentes (cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, posesión, pasión y acción). La sustancia es la categoría fundamental y soporte del resto, los accidentes.
La sustancia y los accidentes
La metafísica aristotélica se construye en torno a estos dos conceptos. Aristóteles define la sustancia como todo aquello que existe y es una entidad concreta, un individuo particular, diferente del resto. Ser una cosa u otra depende de aquello que es sustancial y universal, nunca de lo mudable o transitorio. Cuando preguntamos por la esencia de algo, apuntamos a su naturaleza propia, aquella sin la cual, ese algo dejaría de ser lo que es. Por lo tanto, el auténtico Ser coincide con la sustancia. De este modo, son sustancias una mesa, un caballo, Sócrates…
Por su parte, los accidentes son todas aquellas carácterísticas que pueden atribuírsele a una sustancia, y que no pueden existir con independencia de ella. Por lo tanto, accidente es aquello que una sustancia puede ser o no ser, y se refiere a sus variaciones individuales. Son accidentes la altura (cantidad), el color (cualidad), la edad (tiempo)… se refieren siempre a una sustancia, y sirven para describirla (cómo es).
De este modo, sólo la categoría sustancia es esencial, mientras que las otras nueve son accidentales… por ejemplo, de un cuadrado es esencial que tenga cuatro lados, pero es accidental el tamaño de dicho cuadrado.
Los accidentes describen la sustancia, pero no sirven para definirla (qué es). Para definir lo que es (su esencia), hay que establecer su género y diferencia específica. Por género entiende Aristóteles la clase de ser a la que pertenece una sustancia, debido a las carácterísticas comunes que existen entre los miembros que forman dicha clase; mientras que por diferencia específica se refiere a la carácterística común que distingue a un conjunto de seres, del resto de miembros de su mismo género. Por lo tanto, definir una sustancia es determinar su género y diferencia específica. Por ejemplo, Sócrates es una sustancia y se define como animal (género) racional (diferencia específica).
Los términos de la definición (animalidad o racionalidad) no se encuentran de manera concreta, mientras que los accidentes están en el sujeto particular (Sócrates está pálido o es feo o parece triste…). Sin embargo, ni unos ni otros pueden existir con independencia de la sustancia.
Sustancia Primera y Sustancia Segunda
Una vez establecido qué es definir una sustancia, a Aristóteles se le presenta otra encrucijada; o bien las definiciones son reales y reflejan la esencia de las cosas, o bien son un mero producto de la imaginación. La solución a este dilema traerá dos consecuencias:
Las definiciones son objetivas, pero dependen de la sustancia, por lo que poseen una realidad abstracta que reposa en lo particular.
Las definiciones son entidades abstractas y universales y, como tales, poseen las mismas carácterísticas que el conocimiento científico.
De este modo, las definiciones constituirán otro tipo de sustancia a la que Aristóteles denominara Sustancia Segunda.
El concepto de sustancia es el fundamento de la realidad, y también el muro de carga de toda la ontología aristotélica. Aristóteles distinguirá entre sustancias primeras (objetos particulares o individuos concretos) y sustancias segundas (definiciones objetivas, abstractas y universales). Las sustancias segundas existen en tanto en cuanto existen las sustancias primeras. Si dejaran de existir los seres particulares a los que se refiere, el concepto de sustancia segunda dejaría de tener sentido.
La sustancia primera es lo verdaderamente real, el individuo concreto que existe en la realidad. Con sustancia segunda, Aristóteles se refiere al conjunto de elementos al que pertenece ese individuo concreto. Tiene algún tipo de realidad, pero abstracta, universal; nunca particular. Se trata del concepto, sin el cual no podríamos pensar la realidad, ni podría haber ciencia.
De hecho, uno de los objetivos de la ciencia es determinar la sustancia segunda; y definir conceptos, no es más que asignar categorías universales que elabora el entendimiento, tras captar la esencia común de las cosas mediante un proceso de abstracción, que comienza con la información que nos ofrecen los sentidos.
4.3.4. El hylemorfismo
Para Aristóteles, las sustancias no son imitación de las Ideas, ya que, de este modo, sólo tendrían un ser aparente. Por ello, deben tener en sí mismas su principio de ser. El hylemorfismo es la teoría aristotélica que afirma que toda sustancia es un compuesto de materia y forma.
La materia es el sustrato de toda sustancia corpórea; las propiedades físicas y comunes a todos los cuerpos. Por su parte, la forma es la disposición, organización y estructura interna de la materia; proporciona individualidad, y hace que una cosa sea lo que es, y no otra. Por lo tanto, nada tiene que ver con el aspecto visible y exterior del individuo.
Ambas, materia y forma se exigen mutuamente, su distinción es exclusivamente intelectual. Son conceptos interrelacionados, pero en la realidad son inseparables. Por ello, todos los seres del mundo físico se componen de materia y forma.
La materia es el elemento pasivo, pero sin forma carece de identidad. Por su parte, la forma representa la parte activa, e imprescindible también, para que algo exista. Además, aunque sólo existan objetos particulares, todos estos objetos tienen una forma que es común y compartida por muchos, por lo que Aristóteles identificará lo común y universal con la forma; y como la ciencia versa sobre lo universal, la ciencia se ocupará del conocimiento de las formas, aunque sean realidades que no existan por sí mismas. De este modo, la forma se identifica también con la sustancia segunda.
4.4. La Naturaleza
En su Física Aristóteles estudia el Ser en movimiento, y todas aquellas cuestiones relativas al cambio de las cosas, y que ya fueron formuladas por los filósofos presocráticos. A partir de la Sustancia Primera introducirá los conceptos de devenir, movimiento, cambio o desarrollo. Todos los organismos vivos son sustancias primeras que sufren un proceso de crecimiento y degradación, hecho que no le ocurre en cambio a la Sustancia Segunda.
Por physis (naturaleza), Aristóteles entiende el principio interno de cambio o movimiento que hace que los seres naturales tiendan a un fin. Al margen de estas realidades naturales, existen la realidades artificiales (hechas por el ser humano) y realidades divinas (cuerpos celestes). Ambas carecen del principio interno del movimiento.
4.4.1. La potencia y el acto
Cuando Aristóteles se pregunta por la esencia última de la naturaleza, se le presentan dos posibilidades; o es materia, o es forma. Como el mundo físico se caracteriza por su movilidad, para explicar la misma introduce dos nuevos conceptos; la potencia y el acto.
Por potencia entiende Aristóteles todas las posibilidades de realización inscritas en la sustancia, mientras que el acto lo formarán todas aquéllas posibilidades que se hayan realizado, o lo que es lo mismo, la actualización de alguna de las facultades que una sustancia tiene en potencia.
La materia por sí sola no puede explicar los cambios, es sólo posibilidad, potencia pura; por lo que la esencia de la naturaleza tiene que ser la forma, ya que lo que es acto es real porque tiene una forma.
Ser en potencia es lo que el ser puede llegar a ser, y ser en acto es lo que el ser es actualmente. Por ello, todas las realidades naturales son potencia y son acto ya que, cualquier ser vivo, presenta unas carácterísticas actuales, pero también otras en potencia.
4.4.2. El cambio y el movimiento
Tras definir el cambio o movimiento como el paso de la potencia al acto, Aristóteles introducirá los tres factores que intervienen en todo cambio; la entidad sujeto del cambio, la forma una vez actualizada, y la privación de una forma que la sustancia tenía en potencia.
El concepto de privación es fundamental en Aristóteles porque el movimiento se produce cuando la sustancia actualiza algún atributo del que está privada, pero que tiene en potencia. Se trata por lo tanto de la privación de una forma que no está en acto. Cualquier entidad natural está privada o carece por ello de numerosas formas.
El cambio se produce siempre en dos extremos u opuestos, ya que uno de ellos será siempre la privación del otro (el ignorante se convierte en sabio), nunca entre géneros diferentes (una gallina no puede llegar a ser elefante), y supone a la vez ser y no ser, lo cual resulta paradójico ya que se muestra contrario al principio de no contradicción.
Para que un objeto cambie tiene que dejar de ser lo que era y ser otra cosa. Sin embargo, los cambios se producen entre atributos opuestos y accidentales, por lo que la sustancia permanece inalterable. De este modo, logra Aristóteles sortear el planteamiento de Parménides en cuanto a la negación del movimiento, y salvar también el principio de no contradicción.
4.4.3. Las cuatro causas
Según Aristóteles, el cambio puede ser:
Sustancial: paso de una cosa a otra específicamente distinta de lo que era.
Accidental: no afecta a la naturaleza sustancial del objeto y consiste en modificar alguna de sus cualidades.
Respecto al lugar; movimiento en el que se pasa de un lugar a otro.
De crecimiento o decrecimiento; principio interior de cambio de los sujetos.
Por alteración; cambios que se producen respecto a ciertas cualidades.
Según Aristóteles, la causalidad es un principio que influye en el ser; y todo lo que se encuentra en movimiento lo está porque interviene algún tipo de causa. Como él considera que existen cuatro maneras de responder a la pregunta “¿por qué ocurre algo?”, serán cuatro los tipos de causa que diferencia:
Causa material: sustrato concreto del que se compone un objeto (oro).
Causa formal: estructura interna que determina su realidad o esencia (anillo).
Causa eficiente: agente productor de un objeto o de su cambio (orfebre).
Causa final: fin hacia el que tiende un objeto, o para el que se ha producido (pedida de mano, de compromiso).
Según Aristóteles, todo lo que ocurre en la Naturaleza lo hace bajo una finalidad. Todo cambio o movimiento tiende hacia un fin (la conducta humana por ejemplo es intencional y busca conseguir fines). En el caso de la naturaleza, ella no tiene intenciones, pero sí un fin; que se puede identificar con la forma de la sustancia. La materia, por su parte, es el medio para la realización de dicho fin.
Los cuatro elementos de los que se constituye en último término la realidad, tienden a ocupar cada uno su lugar natural (la tierra debajo en el centro del Universo, después el agua, por encima el aire, y el último el fuego como elemento más volátil). En los seres vivos, está finalidad se aprecia, en cambio, en sus acciones, instintos, facetas…
De este modo, introduce Aristóteles una visión teleológica de la realidad, que determina a su vez una regularidad de los fenómenos de la naturaleza. Esta teleología introduce la causa final como aquella que hace que una cosa sea lo que sea, para la cual nacíó o se produjo.
4.4.4. El cosmos aristotélico
Para la mentalidad griega el tiempo no tiene ni principio ni fin, por lo que adoptan una concepción cíclica del mismo. Por ello, para Aristóteles el universo es eterno, finito (nada hay más allá de sus límites) y pleno (la naturaleza aborrece el vacío) y, bajo estas premisas, desarrollará un sistema cosmológico geocéntrico que se mantendrá, con alguna variedad y ajuste (Ptolomeo), como la verdad oficial sobre el funcionamiento del Universo hasta que Copérnico, ya en el Siglo XVI, rescate la hipótesis de Aristarco de Samos en torno al heliocentrismo en su obra “De revolutionibus”. http://museovirtual.Csic.Es/salas/universo/universo3.Htm
En ella demostrará matemáticamente que, si colocamos al Sol en el centro del sistema, y a la Tierra orbitando a su alrededor, los cálculos se reducen y simplifican significativamente a la hora de explicar los movimientos celestes, con lo que, basándose además en el principio de la navaja de Ockham, ésta debiera ser la verdadera respuesta y auténtica realidad ante las incógnitas del Cosmos.
Según el principio de causalidad, todo lo que se mueve es movido por otro. Alrededor de la Tierra giran varias esferas concéntricas (53), compuestas de un material transparente y divino, el éter. Alguna de ellas lleva consigo un planeta, visible desde el nuestro. Dichas esferas se encuentran encajadas unas en otras, y la esfera exterior es la que hace que la inferior contigua se mueva, ésta transmita dicho movimiento a la siguiente esfera, y así sucesivamente hasta llegar a la esfera de la Luna, última antes de la Tierra.
Para Aristóteles ha de existir en esta cadena un primer motor que impulse el movimiento, pero que no esté en movimiento (ya que necesitaría otro motor que causara su movimiento, y como la cadena causal hasta el infinito es absurda y no explicaría nada…), denominará Aristóteles, a la más externa de las esferas, Primer Motor Inmóvil, y lo identificará con la divinidad (teología) la cual funciona como:
Primer Motor. Pone en marcha todo el mecanismo del Universo y lo ha hecho así siempre.
Inmóvil. De moverse necesitaría una causa, dejando de ser primer motor.
Acto Puro. No posee potencia alguna ni posibilidad de cambio.
Forma Pura. La materia comporta cambio y movimiento.
Causa Final. Siendo el movimiento el paso de la potencia al acto, Dios es el fin último (teleología) al que tiende todo movimiento en el Cosmos.
En cuanto a la estructura del Universo diferenció entre mundo sublunar y mundo supralunar. El mundo sublunar está compuesto por los cuatro elementos, y en él cada cosa tiende a su lugar natural acorde al orden que hay en el Universo. Sin embargo, la esfera lunar produce una serie de turbulencias que mezcla dichos elementos, dando lugar a un mundo que cambia. Por su parte, el mundo supralunar está formado por el resto del sistema de esferas, las cuales siguen un movimiento circular, regular, perfecto; y compuesto por éter (la quintaesencia), un material incorruptible y eterno.
4.5. Ciencia y conocimiento (Epistemología)
El pensamiento de Aristóteles se articula entorno a la ciencia (episteme), la cual concibe como un saber universal, seguro, indudable y organizado. Todo lo demás no es más que acumulación de datos inconexos. Por ello, considera científico todo enunciado que establezca las causas de algo, y por lo tanto que determina por qué algo tiene que ser necesariamente de la manera que es y no puede ser de ninguna otra forma.
Aristóteles distinguirá también entre explicación y descubrimiento científicos:
El descubrimiento es inductivo ya que pretende alcanzar lo universal a partir de la observación de realidades concretas. Sin embargo, no existe conocimiento científico de lo particular; pero la ciencia, aunque se origine en lo particular, es universal (a partir de la muerte de seres que nos rodean, inducimos que todos los seres vivos mueren).
La demostración y/o explicación científica es siempre deductiva, y en ellas se parten de unos enunciados denominados axiomas (principios que se presuponen evidentes y que no precisan de demostración) de los cuales se derivan o deducen otra serie de enunciados llamados teorías, que sustentan su verdad en los primeros, y a partir de las cuales se infieren otros tantos enunciados a los que conocemos como leyes. De este modo, se derivan enunciados cada vez más particulares. (la física moderna parte del axioma de que el Universo es homogéneo e isótropo; Newton demostrará así la inversa relación de proporcionalidad entre la masa y la distancia de todos los cuerpos gracias a su ley de gravitación universal; y dos siglos más tarde, Einstein añadirá el espacio-tiempo a dicha ley, demostrando además cómo el espacio se curva, y el tiempo se dilata, ante la presencia de masa, en su teoría de la relatividad).
No existen axiomas aplicables a todas las ciencias (primeros principios ¿?), ni una Ciencia Absoluta, sino que más bien se da una pluralidad de ciencias…
4.5.1. Teoría del conocimiento… proceso
En la formación de los conceptos científicos a través de la inducción intervienen dos facultades; la sensibilidad que mediante los sentidos permite percibir los objetos particulares, y el entendimiento que permite abstraer lo común de los diferentes objetos y captar así su esencia universal.
Según Aristóteles, todo el conocimiento surge de la experiencia, del contacto real con los objetos del mundo, oponiéndose de este modo a la concepción socrático-platónica sobre la mayéÚtica y la reminiscencia. El ser humano nace como una tabula rasa, y no tiene, por lo tanto, conocimientos preestablecidos. Todo lo que una persona sabe lo ha adquirido mediante sensaciones captadas de la experiencia.
En el ser humano se dan dos facultades cognoscitivas; la sensitiva (sentidos externos e internos), y la racional (entendimientos agente o capacidad mental para elaborar abstracciones, y paciente o capacidad mental para captar las esencias), por lo que, al igual que Platón, Aristóteles distingue entre dos tipos de conocimiento:
Conocimiento Sensible: Procede de los sentidos, que recogen todas las sensaciones de los objetos para unificarse en el sentido común. De ahí pasan a la conciencia, donde se combinan y conservan gracias a la imaginación y la memoria.
Conocimiento Inteligible: Mediante un proceso de abstracción, el entendimiento agente es capaz de eliminar lo singular y concreto de esa información sensible, y captar la esencia, lo común y universal que comparten los diferentes objetos particulares (plumas + pico + cresta + patas + cacareo = gallina), y que recibirá el entendimiento paciente.
Aunque no haya nada en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos, el auténtico conocimiento es siempre intelectual y lo realiza el entendimiento paciente. El proceso termina con la formación de los conceptos, fundamento de la ciencia. De este modo, no conocemos esencias que se sitúan en un mundo más allá del nuestro (Platón), sino conceptos abstraídos de los propios objetos sensibles.
Aristóteles fue además el primero en señalar que un concepto es la representación mental de una cosa, y se forma a partir de la información que nos proporcionan los sentidos. Los conceptos significan lo esencial de las cosas, prescindiendo de sus particularidades accidentales. Los conceptos son:
Universales: Se pueden aplicar a todos y cada uno de los elementos que pertenecen a un mismo conjunto.
Abstractos: Representan las cosas prescindiendo de sus carácterísticas individuales.
Cuando utilizamos los conceptos «coche», «tren» o «avión» nos referimos a las propiedades comunes y definitorias de todo lo que se puede identificar como coche, tren o avión. Además, los conceptos representan simultáneamente un modo determinado de ser, es decir, el conjunto de notas o propiedades representadas en el concepto (la comprensión); y un conjunto de elementos en los que se realiza dicho modo de ser, es decir, el número de elementos a los que se puede aplicar dicho concepto (la extensión).