Resumen y tesis central del texto
Los objetos de la naturaleza son medios y tienen un valor relativo. Los seres racionales, en cambio, somos personas y fines en sí mismos que no pueden someterse a otro fin alguno. Ello hace del hombre un valor absoluto y principio práctico supremo, regular de toda acción.
Naturaleza
Principio intrínseco del movimiento en los seres naturales (Aristóteles): aquello de donde procede en cada uno de los entes naturales el primer movimiento, que reside en ellos en cuanto tales. En Kant: conjunto de fenómenos considerados en su existencia de acuerdo con leyes universales impuestas a priori por nuestro entendimiento.
Cosas
Conjunto de objetos de la naturaleza que conforman la experiencia empírica captada con los sentidos. Representan la realidad natural en sí misma y extramental que es una causa de mis conocimientos configurados espacio-temporalmente y categorizados (fenómeno).
Persona
En contraposición a las cosas, las personas son sujetos racionales que muestran dignidad y merecen respeto. Requieren el trato de valor absoluto en sí mismo y no pueden ser utilizados como medios para satisfacer otros fines o necesidades. Las personas solo obedecen su deber desde el campo de la libertad, donde opera la indeterminación de las acciones libres y los sucesos imprevisibles.
Principio práctico supremo
Se refiere al imperativo categórico que regula nuestro comportamiento racional y posibilita una convivencia inteligente. Se refiere al deber o acatamiento autónomo que debe orientar nuestra libertad. Es una orden que obliga al sujeto por el mismo cumplimiento del deber, sin otro fin o estrategia.
2. La libertad como obediencia a la razón
Todo el planteamiento ético de Kant se centra en explicar la paradójica relación entre libertad y obligación moral. Su conclusión será que ser libre es obedecer… a nuestra razón. En efecto, la ética no trata de cómo actuamos o qué hacemos de hecho en la vida. La ética aborda cómo debemos actuar para que nuestra conducta sea racional y cómo debe ser. Kant nos enseña en este sentido que nuestro comportamiento, libre e impredecible, debe actuar desde criterios racionales que gobiernen la convivencia inteligente. La libertad representa el aspecto material y empírico, singular y circunstancial; la conciencia, por su parte, es el aspecto formal y racional, universal y necesario. La libertad tiene que estar gobernada por la razón responsable; ésta, en efecto, le pone unos límites a priori o reglas. Una libertad no guiada por la razón sería ciega; y una ley moral de la razón sin un sujeto libre al que gobernar estaría vacía. Los principios éticos deben ser universales: no nos dicen qué hacer en cada caso, sino cómo actuar siempre. Somos libres cuando obedecemos: cuando acatamos los dictados de nuestra razón o inteligencia. Si no fuéramos libres actuaríamos por nuestro instinto, como les ocurre a los animales; pero nuestra voluntad demuestra que somos seres libres y responsables de nuestros actos, es decir, de nuestro uso de la libertad.
3. El contexto social de la Ilustración
¡Sapere aude! ¡Tengamos el valor de guiarnos por nuestra propia razón! Es la lema de la Ilustración, que considera la tradición llena de errores y superstición. Es una actitud de sospecha hacia todo lo que la historia ha acumulado en su proceso anterior. Aunque no se trata de romper con el pasado, sino de limpiar. La razón se convierte en instrumento no solo para transformar la naturaleza, sino la propia historia. La categoría de progreso constituye un nuevo denominador común que aglutina el saber, la ética y la política, fundadas en una misma razón secularizada. Las características de esta nueva razón son:
- Capacidad de crítica: contra los prejuicios.
- Capacidad autocrítica: de la razón para conocer su alcance y sus límites.
- Capacidad analítica: ante la fe religiosa.
- Capacidad de progreso: para avanzar en la historia de una convivencia sólida y libre, etc.
La Ilustración propicia así una razón madura y adulta, capaz de bastarse a sí misma e insumisa ante cualquier otro mandato que venda seguridad a cambio. Solo se puede confiar en la razón natural.
4. Kant y Aristóteles: Éticas materiales vs. formales
El autor griego plantea una ética material o teleológica con enunciados hipotéticos y condicionados, sujetos a circunstancias particulares. Kant, por su parte, plantea una ética formal con enunciados categóricos, universales y necesarios, válidos para todos en cualquier circunstancia y que no admiten excepciones. En efecto, la moral material propuesta por Aristóteles contiene un objetivo o meta ofrecido al deseo: la felicidad. Este objetivo determina la voluntad. Pero, según Kant, tal principio no puede ser universal, ya que no hay, ni puede haber, acuerdo acerca de lo que se desea, es decir, la felicidad. Las morales materiales, en general, son impotentes para guiar la voluntad de un modo necesario. La moral formal que propone Kant, en cambio, carece de objetivo concreto alguno que determine la voluntad y se limita a establecer una forma de actuación. Tal ética está vacía de contenidos y objetivos concretos; no establece ningún fin ni medio alguno. La ley fundamental de la conciencia moral dice únicamente cómo debe querer la voluntad, pero no qué debe querer. Por otro lado, para Kant la felicidad no es, como pensaba el griego, un objetivo de la vida, sino una consecuencia. Porque no se trata de cómo lograr la felicidad, sino cómo debemos hacernos dignos y merecedores de ella. El objetivo de la vida es el cumplimiento del deber; y la felicidad es una consecuencia de ese cumplimiento.
5. Los Derechos Humanos: Inspiración kantiana
Es clara la inspiración de los Derechos Humanos universales en la filosofía kantiana. El criterio o punto de referencia para discernir las formas de convivencia respetables de las que no pueden ser respetadas ni toleradas son los Derechos Humanos universales. Se limitan a indicarnos cómo debemos comportarnos siempre y en cualquier circunstancia. La Carta Magna, como edificio social que posibilita una convivencia unida en las formas de conducta y basada al mismo tiempo en el respeto a las diferencias culturales. Existe, efectivamente, comportamientos concretos y culturas que no comulgan con los Derechos Humanos ni los respetan. Pero este hecho ni justifica nada; es más, que así suceda es algo que repugna a la razón humana universal, que nos exige mantener un comportamiento inteligente que no atente la convivencia social. El incumplimiento de los Derechos Humanos en ciertas culturas, por tanto, se debe precisamente a la falta de exigencia con ellas mismas para progresar y madurar, a la incapacidad que muestran para salir de la oscuridad de lo que hay y avanzar hacia la luz que debe haber. Los Derechos Humanos, como espacio universal de los valores deseables, se refieren a lo esencial y son la columna vertebral para el progreso humano de las sociedades.