La Ética de Aristóteles: Virtud y Felicidad
La ética aristotélica es eudemonista y teleológica. Se centra en la felicidad (eudaimonía) como el bien supremo, pero no como una idea abstracta al estilo de Platón, sino como un bien alcanzable a través de la actividad práctica del ser humano. Un presupuesto esencial del comportamiento ético es la libertad: solo si actuamos libremente se nos puede exigir responsabilidad moral.
El fin último de nuestros actos es alcanzar la felicidad. Sin embargo, ni la vida activa (política o militar) ni la vida placentera garantizan su logro. Solo la vida teorética o contemplativa, dedicada a la búsqueda del conocimiento, permite ser plenamente feliz. Esta vida se caracteriza por el ejercicio de lo que constituye la naturaleza específica del hombre: la razón, y más concretamente, el intelecto, cuya actividad lo asemeja a los dioses.
Las Virtudes en Aristóteles
El ejercicio de la contemplación permite al hombre alcanzar las virtudes intelectuales (dianoéticas), como la prudencia y la sabiduría. Pero como el hombre también es un ser corporal, la felicidad requiere un disfrute moderado de bienes externos (salud, bienestar, amigos, etc.). La prudencia tiene un gran significado ético, ya que nos enseña a escoger los medios y los fines que deben orientar nuestra conducta.
Junto a las virtudes intelectuales están las virtudes éticas (valentía, templanza, justicia, etc.), que dependen del carácter del sujeto. La virtud ética es una disposición o modo de ser consistente en el hábito de adoptar el término medio entre dos extremos viciosos, uno por exceso y otro por defecto. No somos virtuosos ni viciosos por naturaleza, ni adquirimos la virtud a través del conocimiento, sino que la virtud y el vicio se consiguen ejercitándose en ellos.
Que la virtud sea un término medio no la identifica con la mediocridad. Por su valor intrínseco, la virtud constituye siempre un extremo de perfección y la mayor excelencia. El vicio, por corresponder a un extremo de imperfección, no admite término medio, sino que es malo de forma absoluta.
La Justicia en Aristóteles: Puente entre Ética y Política
Para Aristóteles, la justicia es la virtud que nos inclina a dar a cada uno lo suyo, es decir, lo que le pertenece. Distingue dos clases:
- Justicia universal: Consiste en la obediencia de la ley.
- Justicia particular: Se refiere a los distintos aspectos de la sociedad. Tiene tres clases:
- Justicia distributiva: Repartición de bienes sociales según méritos y capacidades.
- Justicia correctiva: Repara los daños causados (derecho civil y penal).
- Justicia conmutativa: Dirige las relaciones comerciales y análogas.
La Metafísica de Aristóteles: El Concepto de Dios
Aristóteles expone su concepto de Dios en la Metafísica. Lo define como acto puro, sustancia inmaterial, indivisible, inalterable, eterna e inmóvil (aunque principio de todo movimiento). También dice de él que es un ser dotado de belleza, inteligencia y felicidad plenas: Dios es un ser sumamente feliz, pero no en función de bienes exteriores, pues no necesita de nada y se basta a sí mismo.
La Demostración de la Existencia de Dios
Aristóteles demuestra la existencia de Dios, entendido como el primer motor inmóvil, a partir del movimiento. Esto se entiende en dos sentidos:
- Causa eficiente: Comunica el movimiento de unos motores a otros.
- Causa final: Orienta cada cosa al fin que le es propio.
El movimiento se explica como el paso de la potencia al acto. El acto tiene prioridad sobre la potencia. Para que un ser pase de poder moverse a moverse efectivamente, se requiere un ser en acto previo que lo impulse. La cadena de motores y móviles no puede ser infinita, por lo que debe existir un primer motor inmóvil del universo, que mueve a todos los demás seres sin ser movido él por otro. De este ser, al que Aristóteles llama Dios, «penden el cielo y la naturaleza todas», y sin él no existiría el movimiento.
Características de Dios según Aristóteles
Dios es acto puro porque, al ser inmutable, no hay en él potencia alguna por actualizar. Es inmaterial porque materia y potencia se identifican, y perfecto porque el acto es sinónimo de perfección. Dios es una forma pura y se define como puro pensamiento, una inteligencia superior que solo se piensa a sí misma. La vida más elevada y bella es la vida contemplativa, por lo que Dios es vida continua y eterna, puramente intelectual.
Dios es pensamiento que se piensa a sí mismo. Mueve al universo como «deseable», como «objeto de amor». Es la causa final que mueve el mundo, como el ser amado impulsa al amante. Dios mueve porque es el bien supremo y la perfecta felicidad, a la que aspiran todos los seres del universo, que buscan el bien y la felicidad, imitando la perfección de Dios en la medida de sus potencialidades.