La Existencia Divina en la Filosofía Cartesiana

Las Demostraciones de la Existencia de Dios según Descartes

En el Discurso del método, después de exponer la duda y llegar a la primera verdad indudable, Descartes examina qué es él y encuentra que solo puede afirmar con certeza que existe como res cogitans (sustancia pensante). Es en esa verdad, en la que tiene que indagar para averiguar qué la hace ser cierta.

El criterio de certeza se logra por profundización reflexiva en el modo de imponerse la primera verdad, con claridad y distinción. Como se trata de un estado subjetivo, hay que encontrar un criterio que legitime este estado, por virtud del cual mi aprobación al conocimiento es absolutamente firme, una garantía que legitime tal criterio al que se le llama evidencia objetiva.

En Descartes hay una preocupación más allá de la subjetividad de la certeza: la preocupación por la objetividad en el sentido de saber qué corresponde fuera de mí a las ideas que hay en mí. Para Descartes, solo Dios puede constituir la garantía de sus ideas.

En primer lugar, afrontamos la definición de la idea misma. Objetivamente, la idea de Dios significa sustancia infinita y perfecta. El yo toma conciencia de su imperfección mediante la duda. Por ello necesita una garantía extrema a su subjetividad para poder afirmar que lo que le parezca claro y distinto en efecto lo es.

Primera Demostración (A Posteriori)

En la primera demostración, el punto de partida es la idea de Dios contenida en mi pensamiento. Descartes, en esta demostración, busca la causa de la idea de Dios, es decir, es un argumento a posteriori que va desde el efecto a la causa. El argumento se basa en el principio de causalidad, principio que dicta que una realidad objetiva más perfecta no puede proceder de una realidad objetiva menos perfecta. Por tanto, la causa de la idea de Dios tendría que ser otra idea que contuviera tanta realidad objetiva como la misma idea de Dios, es decir, la idea de Dios tiene que haber sido causada en nuestro pensamiento por un ser distinto de nuestro pensamiento, que debe ser tan perfecto como lo es la idea de Dios. Diríamos como conclusión que Dios existe, o al menos ha existido alguna vez (en el momento en que causó y puso en nuestro pensamiento esa idea). Y su infinita perfección le hace que, si alguna vez ha existido, no pueda dejar de existir, por lo que Dios existe actualmente.

Segunda Demostración (A Posteriori)

La segunda demostración, también con un procedimiento a posteriori, a veces se considera una ampliación de la primera, en la que Descartes se plantea más detenidamente cuestiones que han resultado insuficientes en su primera demostración. En ella, Descartes se pregunta a quién debe su existencia, ya que él no puede ser el causante porque se habría hecho infinito y perfecto. La existencia de quien posee la idea de Dios (yo) podría haber sido producida por otra causa que no sea precisamente Dios, pero ésta tendría que tener otra causa, y así sucesivamente. Por tanto, la causa de la existencia del yo, que posee la idea de Dios, es Dios mismo por dos motivos: porque la conservación es una especie de creación y ésta solo es propia de Dios; y porque ninguna otra causa que no tuviese toda la realidad objetiva que hay en Dios podría dar razón de la existencia de quien posee tal idea.

Tercera Demostración (A Simultáneo)

En la tercera demostración (y última), el punto de partida es la idea de Dios considerada en su realidad objetiva. Aquí Descartes utiliza un argumento a simultáneo. Tomando como referencia los argumentos de los geómetras, y así como ellos encuentran lo que necesariamente pertenece a la idea de cada figura geométrica (por ejemplo, si pienso en la idea de triángulo lo pienso teniendo tres ángulos que suman 180 grados), pero no encuentra en ellas la evidencia de que contengan necesariamente su existencia, analiza la idea del ser perfecto. Si la idea de Dios contiene el conjunto de todas las perfecciones y la existencia es una perfección, la existencia es propia de la idea de Dios. Y si de igual forma consideramos que la existencia es igualmente propia de la verdadera e inmutable naturaleza, Dios es propio de la verdadera e inmutable naturaleza divina, por lo que Dios existe.

De la consideración de esta última demostración, Descartes saca una conclusión: a cualquier idea de una cosa, todo cuanto pertenecerle clara y distintamente, le pertenece necesariamente. Si esto es así, a la idea de Dios, que contiene todas las perfecciones, le corresponde su existencia real, ya que ésta es una perfección.

Con la demostración de la existencia de Dios, Descartes considera superada la hipótesis del genio maligno y destaca que todas las cosas dependen de Dios, quien no quiere que yo me engañe.

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