1. Introducción a Descartes
René Descartes (1596-1650) publica en Holanda, el país más tolerante de aquella Europa, El Discurso del Método. Este texto se presenta como un instrumento que proporciona certezas para sobrevivir a la crisis del momento. Esta crisis estaba suponiendo la caída de Europa medieval, ya iniciada con el Renacimiento, y el establecimiento de la Europa moderna.
La crisis fue, en primer lugar, política. La Guerra de los Treinta Años, de raíz religiosa (católicos frente a reformistas), trajo una crisis económica y demográfica. El carácter ilusorio de la vida y la amenaza de la muerte serán las ideas que marcarán el Barroco y también influirán en la duda cartesiana.
La crisis también fue religiosa. Como consecuencia del conflicto bélico, la unidad religiosa se estaba deteriorando. Tal unidad estaba siendo amenazada desde siglos atrás por el nominalismo, y continuó con el humanismo y la revolución científica.
El nominalismo de Ockham supone el primer paso en este proceso que lleva a la autonomía de la razón respecto a la fe. Defendió una absoluta separación entre ambas. Rompía así con la subordinación tomista de la razón a la fe. La afirmación de la dignidad del hombre durante la crisis del teocentrismo medieval da lugar al antropocentrismo.
Copérnico, Kepler y Galileo gestaron la revolución científica que provocó la caída del modelo geocéntrico y la consolidación del heliocentrismo. Esto será un referente para el proyecto cartesiano. El desarrollo científico fue posible gracias a la matematización de las ciencias. Solo las matemáticas proponían demostraciones indudables. Por ello, el método cartesiano será deudor de «lo matemático».
2. El Giro Epistemológico en la Filosofía Moderna
El contexto histórico-cultural dominado por la crisis provocó un giro del pensamiento en el que Descartes interpreta el papel principal. Se le llama el «giro epistemológico» de la filosofía moderna (Descartes es el «padre de la filosofía de la Edad Moderna»). El centro de reflexión ya no será el conocimiento de las esencias y primeras causas de la realidad, sino una cuestión previa: ¿cómo puedo estar seguro de que mis conocimientos son verdaderos?
La Reforma Protestante ha acabado con el carácter incuestionable de la Iglesia; la revolución científica lo ha hecho con Aristóteles y la Biblia. El resultado es que la razón se queda sola, sin referentes externos indudables que le guíen.
Por tanto, es necesario un método que la ayude en su búsqueda de certezas. Esta búsqueda se convertirá en la principal preocupación de la filosofía moderna.
Se propusieron dos opciones metodológicas: una basada en la razón y la otra en el pensamiento: el racionalismo y el empirismo. Una tercera línea provocada por la crisis fue el escepticismo, que defiende la imposibilidad de encontrar nuevos referentes para alcanzar la verdad. Su representante más destacado fue Michel de Montaigne.
La estrategia cartesiana asumirá los argumentos escépticos. Descartes afronta un proyecto metodológico que le permite superar la crisis, acompañando así a otros autores con la misma intención.
El método de Francis Bacon pretende conseguir la inducción para establecer una afirmación universal. Sin embargo, este método se aleja del cartesiano porque desconoce la importancia de las matemáticas y el papel de la hipótesis.
El método resolutivo-compositivo de Galileo permite expresar los fenómenos en lenguaje matemático. Galileo defiende que la naturaleza está «escrita» en lenguaje matemático, por lo que su conocimiento solo será posible descifrando y expresándolas en fórmulas. El mundo físico de Descartes también será un mundo matematizado y la resolución-composición están presentes en el análisis y la síntesis del método cartesiano.
3. La Duda como Punto de Partida
La duda es el punto de partida del método cartesiano, un método que se inspira en el modelo matemático y que solo acepta dos operaciones mentales para llegar a la verdad: la intuición (captación inmediata de una verdad intelectual) y la deducción (cadena de intuiciones perfectamente enlazadas). Este método ha de basarse en cuatro reglas:
- Evidencia como punto de partida.
- Análisis de las afirmaciones generales en sus elementos más simples.
- Síntesis o ascensión desde lo más simple hasta lo más complejo.
- Enumeración o revisión de los pasos dados anteriormente.
Descartes considera que todos los saberes están relacionados y que la raíz de todos ellos es la metafísica. Por eso, cuando llega a tener una madurez suficiente, se dedica a buscar la evidencia que sirva en filosofía como punto de partida y su búsqueda será a través de la duda.
La duda cartesiana es universal, metódica y teórica. Es una duda que se plantea por tres motivos: porque no podemos fiarnos de los sentidos, porque no podemos estar seguros de la existencia de los objetos sensibles por la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño, y porque hasta puede que un genio maligno haya puesto su empeño en que me equivoque siempre al razonar, con lo cual ni las matemáticas serían ciertas. Sin embargo, a un paso de caer en el escepticismo, Descartes descubrió una verdad libre de toda duda: la existencia del pensamiento, pienso, luego existo.
A partir de este momento, Descartes estaba en condiciones de construir su metafísica, puesto que había encontrado una primera verdad libre de toda duda. La metafísica es el estudio de la sustancia. Llamamos sustancia a aquello que existe por sí mismo y la metafísica tradicional distingue tres sustancias: el alma (sustancia pensante), Dios (sustancia infinita) y el mundo (sustancia extensa).
4. La Sustancia Pensante
Es posible que todo lo que pienso sea falso, pero hay algo evidente: que yo lo estoy pensando. Esta frase “pienso, luego existo”, también conocida como el cogito cartesiano, le sirve a Descartes como criterio de certeza, y dirá que todo lo que sea conocido con igual claridad y distinción deberá admitirse igualmente como verdadero. Esta verdad ha sido conocida por intuición, pero ahora empieza la fase deductiva de su pensamiento.
El problema es que del cogito no parece deducirse nada. Solo puedo estar seguro de que pienso, pero nunca podré saber si a mi pensamiento le corresponde alguna realidad (solipsismo).
Cuando pienso, pienso ideas. Las ideas son, por una parte, un acto mental y, en este sentido, todas tienen la misma realidad; pero, por otra parte, representan objetos y, en este sentido, no todas tienen la misma realidad, porque no todas representan lo mismo. Por ejemplo, no es lo mismo la idea de un árbol que la de una sirena. Sin embargo, desde el punto de vista del cogito, yo solo puedo estar seguro de las ideas como actos mentales, no de la existencia de los objetos que representan.
No obstante, Descartes vence el solipsismo. Para vencerlo, investiga el origen de las ideas y así distingue:
- Adventicias: son las ideas que proceden de las percepciones; por ejemplo, un árbol.
- Facticias: son las ideas que la mente construye a partir de otras ideas; por ejemplo, una sirena.
- Innatas: son las que la mente trae en sí misma. Entre estas, Descartes cita la idea de infinito.
5. La Sustancia Infinita
A partir de la idea de infinito, Descartes demuestra la existencia de Dios. Y lo hace mediante tres argumentos:
- Si me reconozco como un ser imperfecto, es porque tengo la idea de un ser perfecto, es decir, de Dios. (Argumento gnoseológico).
- La causa de la idea de un ser perfecto no puede estar en un ser imperfecto, sino que tiene que estar en un ser perfecto. (Argumento de la causalidad).
- Cuando pienso en Dios, pienso en lo más perfecto. La existencia es una perfección. Luego, Dios tiene que existir. (Argumento ontológico, que Descartes toma de San Anselmo).
A partir de la existencia de Dios, demuestra la existencia de la realidad exterior.
6. La Sustancia Extensa
Si Dios es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que nos engañemos cuando pensamos que el mundo existe, luego el mundo tiene que existir.
Descartes no había podido demostrar a partir del cogito que a mi pensamiento corresponde una realidad, pero sí lo consigue a partir de Dios.
Ahora bien, lo que Dios garantiza del mundo son las cualidades primarias, que son objetivas. Las cualidades primarias son las que se pueden expresar numéricamente; es decir, la extensión. Sin embargo, las cualidades secundarias, como el color, el sabor, etc., son subjetivas y por eso las elimina de la física.
En el universo cartesiano todo se reduce a materia y movimiento. Concibe el universo como una máquina, en la que todo funciona según leyes. Esto lo aplica a todos los seres del universo (plantas, animales…). El problema se le vuelve a plantear cuando se refiere al ser humano, porque si el ser humano es una máquina, ¿cómo se explica la libertad? Y si no existe la libertad, ¿qué sentido tiene la moral?
Para resolver esta cuestión, Descartes adopta el modelo platónico según el cual el alma es independiente del cuerpo. El alma es pensamiento, mientras que el cuerpo es extensión. Sin embargo, ambas se comunican a través de la glándula pineal.
7. Comparación entre Platón y Descartes
Considero adecuado comparar los planteamientos filosóficos de Platón y Descartes, ya que entre ambos existen similitudes y diferencias en tres sentidos: epistemológico, ontológico y antropológico.
Desde el punto de vista epistemológico, podemos señalar tres similitudes y tres diferencias. Tanto Platón como Descartes son autores idealistas; es decir, creen que las ideas son la base del conocimiento. Sin embargo, mientras que para Platón las ideas han existido siempre, para Descartes son producto del razonamiento.
En segundo lugar, ambos autores defienden la existencia de ideas innatas. Platón justifica esto hablando del conocimiento como reminiscencia. Las ideas existen desde siempre y el alma las conoce, pero al entrar en contacto con el cuerpo olvida este conocimiento que, a través de la educación, recupera. Descartes, en cambio, cree que las ideas innatas son connaturales a la propia razón, forman parte de ella, y por eso no ve necesario justificar su existencia hablando de la reminiscencia.
En tercer lugar, ambos autores desconfían de los sentidos y creen que solo el conocimiento racional nos permite alcanzar la ciencia. Sin embargo, Platón es objetivista, porque cree que las ideas tienen una existencia objetiva, mientras que Descartes es subjetivista, porque subraya la importancia del sujeto en el conocimiento.
Desde el punto de vista ontológico, existe una diferencia entre ambos autores en lo que respecta a la importancia que le dan al mundo exterior. Descartes cree que hay tres sustancias: alma, mundo y Dios. El mundo, la sustancia extensa, tiene una categoría importante y es real, basándonos en la bondad divina. Platón, en cambio, cree que el mundo sensible es solo una copia imperfecta que imita y participa de las ideas.
Desde el punto de vista antropológico, ambos tienen una concepción dualista del ser humano. El ser humano es un compuesto de alma y cuerpo. Según Descartes, el alma y el cuerpo se unen en la glándula pineal. Según Platón, cada parte del alma se localiza en algún lugar del cuerpo y el alma racional, la sustancia pensante de Descartes, tiene una categoría superior al resto.
8. La Actualidad del Pensamiento Cartesiano
La actualidad del pensamiento cartesiano es evidente en dos aspectos: la importancia que el autor concedió a las matemáticas y la sospecha de que el mundo que creemos como real no sea más que una ilusión de los sentidos.
En cuanto a la primera idea, cabe decir que a partir del conocimiento de las cosas se ha conseguido cuantificándolas. Lo real se identifica con lo matematizable, hasta el punto de que hoy en día la fe en la ciencia ha sustituido a la fe en Dios. Lo más actual en este sentido es el valor de la informática hoy. El funcionamiento de los ordenadores se toma como modelo del funcionamiento de la mente humana. Hoy hablamos del mundo digital, un mundo en el que todo se rige por la lógica, en el que toda deducción es perfecta.
En cuanto a la segunda idea, cabe decir que el desarrollo tecnológico y los avances en astronomía nos pueden llevar a pensar si nuestro mundo o nuestra realidad no es más que un submundo ante otra realidad desconocida. Esta idea ha inspirado la literatura y el cine actual, en el que podemos destacar títulos como The Truman Show, Matrix o la española Abre los ojos.
9. Kant y la Ilustración
Immanuel Kant (1724-1804, Prusia) defendió su tiempo como una época de Ilustración. Este movimiento, cuyos padres son Locke y Newton, nace en Inglaterra y a lo largo del siglo XVIII llega a Francia, desde donde se difunde por casi todo el continente.
La revolución industrial comienza en Inglaterra a partir de la segunda mitad del siglo, pero la economía europea sigue siendo agraria. En algunos países, se produce una revolución agrícola que provoca un importante aumento demográfico.
Con la excepción de la monarquía parlamentaria inglesa, el absolutismo domina en Europa; si bien, en algunos países adquiere la forma de despotismo ilustrado, lo que prueba que la Ilustración no es solo una corriente filosófica, sino un movimiento más amplio que se hizo notar en otros ámbitos. Las ideas ilustradas formaron parte de las revoluciones de final de siglo: la guerra de la independencia de los EE. UU. y la revolución francesa, acontecimientos sobre los que Kant reflexionó.
Prusia formaba parte de los países que se incorporaron a la Ilustración desde una situación de menor desarrollo económico y social; Kant, profesor de la Universidad de Königsberg y entusiasta sostenedor de la política reformista del rey, ejemplificaba bien esta característica.
Las reformas promovidas por la monarquía prusiana crearon las condiciones para la Ilustración. Comenzaron con Federico Guillermo I, pero fue Federico II, el Grande, amigo de Voltaire, quien les imprimió la dirección decisiva. El nuevo monarca, al adoptar suya la idea de progreso, continuó el desarrollo económico iniciado por su padre. Aplicó medidas propias del despotismo ilustrado, suprimió la tortura, se preocupó por la administración de justicia y garantizó la libertad de culto y de expresión.
Insistió en la idea de la educación. Potenció la educación secundaria para nutrir al estado de funcionarios. Creó instituciones en desarrollo científico, como la Academia de Ciencias de Berlín.
10. La Ilustración Alemana
En el ámbito filosófico, la Ilustración alemana también expresó características específicas, mientras que la francesa y la británica tuvieron un componente esencialmente empirista; la alemana fue más racionalista. Este movimiento que desde Descartes había dominado la filosofía en el continente, defendió la razón que argumenta deductivamente a partir de ideas innatas para llegar a conocimientos ciertos.
En las islas británicas dominaba el empirismo. Las críticas de Hume llevaron a Kant a la revisión de ese racionalismo que, en Prusia, tenía en Wolff a su máximo exponente.
Kant concibe los rasgos propios de la razón ilustrada. Una razón que, donde su autonomía apuesta por el análisis y la crítica, se juzga a sí misma y discute sus posibilidades y límites. El racionalismo había aceptado, Hume había concluido la imposibilidad de un conocimiento verdadero sobre el mundo. Ahora Kant se propone analizar en qué medida las pretensiones racionalistas están fundadas. En esto consistió el llamado «periodo crítico» de su pensamiento.
La ilustración alemana se ocupó de buscar las condiciones que hacen posible el conocimiento universal y necesario, que es el objeto de la crítica de la razón pura.
En segundo lugar, nuestro autor analizó la dimensión práctica de la razón, lo moral. Newton había descrito el mundo determinado por leyes físicas, un mundo en el que no cabe la libertad. El propio Kant había confirmado esa descripción en la crítica de la razón pura; el mundo fenoménico es el ámbito de la necesidad y lo universal.
Entre una crítica y otra hay que situar la publicación de ¿Qué es la Ilustración?. Aquí ya no se trata de examinar las condiciones que hacen posible la autonomía de la razón en el ámbito teórico ni en el práctico.
11. La Autonomía de la Razón
Kant vivió los acontecimientos de la revolución francesa de forma muy intensa, y sus obras reflejan ideas propias de la época, como la reivindicación de la autonomía de la razón, el cosmopolitismo y la defensa de la libertad y la dignidad humanas. En el artículo ¿Qué es la Ilustración?, Kant describe la esencia de la Ilustración y reflexiona sobre el espíritu ilustrado. Kant identifica la Ilustración con el periodo en que se despierta una nueva conciencia de autonomía, de responsabilidad y de libertad, en el que la mayoría de las personas no se conforma con ser pasiva y obedecer de manera heterónoma, sino que quiere tomar las riendas de su propia vida; es decir, pasa a la edad adulta. La misma reflexión que recomendaba a sus alumnos: “hay que ser autónomo y pensar por uno mismo” identifica al espíritu ilustrado, que se caracteriza por la ansia de saber.
La ética kantiana reivindica precisamente la autonomía como fundamento de todo acto moral. Según Kant, no hay nada a lo que estemos dispuestos a considerar como bueno de verdad a no ser “una buena voluntad”. Por buena voluntad se entiende “actuar por deber” y esto le llevará a distinguir entre varios tipos de acciones.
Actuar por deber significa actuar por respeto a la ley moral. Yo no debo actuar de otro modo que queriendo que la norma que guía mis actos se convierta en ley universal. Debo actuar guiándome por el imperativo categórico y considerar siempre al resto de la humanidad como fin en sí mismo.
La ética kantiana es un intento de responder a la pregunta “¿qué debo hacer?”. Ante esta pregunta caben dos respuestas. Según algunos filósofos, debo guiarme por los sentimientos, pero según Kant debo guiarme siempre por la razón.
Pero, ¿qué me dice la razón? Kant, por influencia del intelectualismo moral, cree que la razón me lleva a hacer el bien. El ser humano tiende al bien y el conocimiento del bien le lleva a actuar justamente. Kant cree que el bien consiste en la buena voluntad. El bien no consiste en perseguir fines, sino que radica en la intención con que se ejecutan los actos, en la buena voluntad y por buena voluntad entendemos actuar por respeto a la ley. El respeto a la ley es el deber del ser humano racional. Kant distingue entre legalidad y moralidad y para explicar esta diferencia distingue entre tres tipos de actos:
- Actos contrarios al deber: son aquellos que ni son legales ni son morales porque van en contra de la ley establecida. La persona que así actúa se aparta totalmente de la ley moral, y también, al incumplir la ley, puede ser sancionada. Por ejemplo, el conductor que circula a mayor velocidad que la permitida.
- Actos conformes al deber: son aquellos que son legales pero no son morales porque no se hacen por respeto a la ley, sino por perseguir determinados fines. La persona que así actúa no puede ser sancionada porque no incumple la ley, pero su conducta no tiene valor moral porque el valor de estos actos no está en la intención con que se han hecho, sino en la recompensa que se espera obtener. Por ejemplo, el conductor que circula a la velocidad debida para no perder los puntos.
- Actos por deber: son aquellos que son legales y son morales. Según Kant, estos actos son los únicos que tienen valor moral porque son los únicos que se realizan por respeto a la ley y no pensando en las consecuencias. El valor moral de estos actos reside en la intención con que se ejecutan. Por ejemplo, el conductor que circula a la velocidad debida aunque no haya ninguna sanción posible, aunque sepa que no hay nadie que lo pueda castigar por lo contrario.
La ética kantiana es un modelo de ética formal. Por ética formal se entiende aquella que presenta las siguientes características:
- Es autónoma, porque la ley moral no viene impuesta desde fuera. No hay nadie que deba decirme lo que está bien, sino que es el sujeto el que se da a sí mismo la ley. Aquí se manifiesta el carácter ilustrado de Kant que le llevó a defender la idea de que hay que sacar a las personas de la minoría de edad y enseñarles a pensar por sí mismas.
- Es a priori, porque un acto no es bueno por las consecuencias que se derivan del mismo, sino por la voluntad o intención con que se realiza. “Ni en el mundo ni fuera del mundo hay nada que pueda considerarse moralmente bueno, salvo una buena voluntad”.
- Es categórica, porque las normas morales se formulan en imperativos categóricos. Los imperativos o normas pueden ser de dos tipos: hipotéticas y categóricas. Hipotéticas son las normas o imperativos que tienen un carácter condicional, por ejemplo, “si quieres tener buena salud, cuida tu alimentación y practica deporte”. Estas normas obligan en la medida en que la conducta quiera adecuarse a la condición de la que parte. No obligan siempre. Categóricas son, en cambio, las normas que obligan siempre, porque se formulan teniendo en cuenta un solo principio: el deber. A la hora de saber cuál es mi deber, he de tener presente este imperativo categórico: “obra de manera que quieras que la máxima que guía tus actos pueda convertirse en ley universal”. Kant también formula el imperativo categórico teniendo en cuenta a la humanidad en su conjunto y dice que “has de actuar de manera que tengas a la humanidad, tanto en tu persona como en su conjunto, siempre como un fin en sí mismo y nunca como un medio para conseguir otros fines”. En este sentido, la ética kantiana se opone a Maquiavelo, para quien el fin justifica los medios.
Por último, Kant se plantea el futuro del ser humano y eso le lleva a analizar las relaciones entre los estados, que se basa en las relaciones entre los individuos. Kant considera, al igual que Hobbes, que el ser humano es insociable y violento por naturaleza. Afirma que cada persona solo aspira a satisfacer sus impulsos egoístas. La insociabilidad impide la convivencia y hace que el mundo sea un lugar peligroso. Los seres humanos son conscientes de que esta situación les puede llevar a la destrucción, por lo que entienden la necesidad de llegar a un acuerdo entre los individuos para no agredirse y formar un estado. Todos los individuos aceptan unas normas de convivencia con el fin de no sufrir agresiones ni violencia.
La sociabilidad humana se explica, por tanto, a partir de la insociabilidad. Si no fuéramos insociables, no tendríamos necesidad de formar sociedades.
La relación entre estados reproduce la relación entre los individuos. La insociabilidad humana queda ejemplificada por las ansias de poder y de expansión de algunos países, que se traduce en constantes agresiones, guerras y conquistas. La relación entre países está marcada por la brutalidad, el odio y la guerra, lo que puede conducir a la destrucción y muerte de todos. La toma de conciencia de que la muerte puede ser el destino final de la humanidad si no se pone remedio, tiene que obligar a los representantes de los estados a alcanzar un acuerdo o pacto que obligue a todos a resolver los conflictos por la vía pacífica y el diálogo.
12. Comparación entre Platón y Kant
Creo interesante relacionar los pensamientos filosóficos de dos autores que creen que la transformación de la sociedad debe lograrse a través de la educación: Platón y Kant. Tanto uno como otro tienen un planteamiento racionalista de la educación. Platón decía que el prisionero ha de seguir un camino ascendente hacia lo inteligible, Kant culpa de la minoría de edad a quienes no usan la razón de forma autónoma.
Tanto uno como otro creen que la pereza, la cobardía, los hábitos, la costumbre o la comodidad son los obstáculos que impiden la verdadera educación. Platón hablaba de las cadenas que nos atan a la ignorancia, Kant usaba las expresiones de ataduras o grilletes. Platón culpaba a los sofistas y políticos demagogos de favorecer la ignorancia de los esclavos encadenados, ofreciéndoles sombras que ellos toman por la verdadera realidad. Kant culpaba a los malos tutores de entontecer al rebaño, impidiendo que estos abandonen la minoría de edad.
Ambos resaltaban la dificultad o esfuerzo que supone la verdadera educación. Platón recurría al símbolo de una escarpada y empinada cuesta para describir el proceso de la ignorancia a la sabiduría. Kant hablaba del miedo de las personas a un posible tropiezo cuando intentan caminar por sí solos.
Los dos subrayaban la importancia de la libertad para poder pensar por sí mismos y la importancia de luchar por liberar a los otros de los prejuicios.
Sin embargo, en el ámbito de la moral hay importantes diferencias entre Platón y Kant. Ambos creen en una ética universal, pero la ética de Platón es material, porque nos dice qué debemos hacer para ser justos; es teleológica, porque cree que el fin último del hombre es el conocimiento de la idea del bien para poder obrar con sabiduría en lo privado y en lo público (intelectualismo moral); y es heterónoma, porque el ser humano no se da a sí mismo la ley, sino que la encuentra en el mundo inteligible. Sin embargo, la ética de Kant es formal, porque no me dice qué debo hacer, sino cómo debo actuar; es autónoma, porque la persona ha de darse a sí misma la ley; y es deontológica, porque ha de actuarse por respeto a la ley, por deber.
13. La Actualidad de la Filosofía Kantiana
Al plantearme la actualidad de la filosofía kantiana, me enfrento a una curiosa contradicción que, desde mi punto de vista, se está dando en nuestros días. Por una parte, el sistema educativo intenta educar valorando nuestras competencias y, dentro de esas competencias, destaca la autonomía e iniciativa. La educación nos invita a ser autónomos, a pensar por nosotros mismos, a ser libres y críticos, “mayores de edad”, como diría Kant. Pero, por otra parte, cuando analizo el mundo que me rodea, encuentro un igualitarismo que unifica las formas de ocio, los hábitos de consumo, los proyectos de futuro, los valores competitivos propios de una sociedad consumista en la que los ideales se han globalizado, lo mismo que la gastronomía o las modas. Encuentro un pensamiento único que se presenta como un valor incuestionable y que ha eliminado las diferencias, agudizando los fanatismos, el etnocentrismo o la xenofobia.
Necesitamos a Kant para que nos dé ese empuje que nos ayude a atrevernos a pensar con valentía, a combatir los dogmatismos y prejuicios y a valorar nuestra libertad.
14. La Vida de Marx
La vida de Marx (1818-1883) corre paralela a la consolidación de la revolución industrial, proceso que enriqueció a la burguesía y acentuó la explotación a los asalariados. Nuestro autor también asistió a las revoluciones liberales de la primera mitad del siglo XIX. Mediante estos conocimientos, la burguesía, utilizando su dominio económico, amplió su poder político.
En el ámbito económico, el liberalismo burgués propone un estado que abandone la economía a la ley de la oferta y la demanda, y cuya única función sea garantizar la propiedad privada. Esta sociedad burguesa con sistema económico liberal y un modo de producción industrial es la sociedad capitalista.
La industrialización exigía materias abundantes y nuevos mercados. Para conseguirlos, la burguesía presionará a los estados para que desarrollen una política colonial. Para Marx, la colonización es la internacionalización de la relación de explotación entre propietarios (metrópolis) y asalariados (colonias).
La pobreza de la clase asalariada, la explotación de las colonias y la imposibilidad de conquistas sociales en el estado liberal, convencieron a Marx de que los trabajadores debían generar sus propios medios de lucha, y le llevó a cuestionar este sistema político-económico.
El liberalismo y el nacionalismo se nutrieron de la exaltación de la libertad encarnada por el romanticismo, movimiento que alcanza sus expresiones más acabadas en la literatura (Goethe), pintura (Delacroix) y música (Chopin). El realismo (Dickens) y su posterior evolución, el naturalismo (Zola), reflejaron la situación de penuria.
15. El Pensamiento Marxista
El pensamiento marxista afronta el análisis de la historia y, especialmente, de la sociedad capitalista con originalidad. Decisivo fue el idealismo hegeliano. Aunque el materialismo histórico marxista se opone frontalmente al enfoque idealista, Marx incorpora dos elementos hegelianos: 1º el concepto de alienación, 2º la concepción dialéctica de la realidad y su historia. A toda realidad (tesis), se le opone otra (antítesis) surgida de la propia tesis y que, al oponerse, origina una realidad nueva (síntesis).
El idealismo hegeliano derivó en una línea crítica con el propio Hegel, la izquierda hegeliana. Feuerbach fue el representante de esta corriente más influyente en Marx. De este crítico, Marx aceptará en primer lugar que el ser humano no se define por su espíritu, sino por sus condiciones materiales. También asumirá que Dios es una invención en la que el ser humano proyecta sus cualidades positivas, elevándolas al grado supremo. Frente a Feuerbach, Marx señala que la principal enajenación es la económica.
En París (1844), Marx conoció a los seguidores de Saint-Simon, las ideas y posiciones de demás. Marx y Engels califican estas propuestas como «las primeras automáticamente socialistas». Sin embargo, las critican por no identificar dentro del sistema industrial las condiciones que permitirán la liberación del proletariado. De ahí que califiquen estos proyectos de socialismo utópico también.
Conoció al anarquismo de Proudhon y Bakunin. Este movimiento, mucho más sindicalista que el socialista, chocó con Marx en la Primera Internacional (1864), organización que expulsó a Bakunin por creer que la revolución no vendría de los obreros, sino del campesinado y por proponer la supresión del estado. Según Marx, el estado solo podrá dominarse una vez alcanzada la sociedad comunista.
En Francia, Marx también entró en contacto con la economía política. Intuyó en este nuevo saber, que tiene su origen en Adam Smith y David Ricardo, el mejor instrumento para explicar al ser humano. En los manuscritos, la crítica a la economía política precede al análisis del comunismo.
16. Análisis Marxista de la Historia
Teniendo en cuenta el texto seleccionado, nos centraremos en el análisis marxista de la historia y a sus propuestas filosóficas. Hegel decía que la historia es dialéctica y que las ideas se contraponen a lo largo de la historia generando esta contradicción constante. Marx, en cambio, cree que no son las ideas las que dirigen la historia, sino la materia, la economía. De ahí que su filosofía se denomine materialismo histórico.
Para Marx, el hombre no es un ser pasivo, sino que es un ser activo que tiene la necesidad de transformar la naturaleza para vivir. Es un hombre en continua actividad y dinamismo. Es precisamente la actividad la característica que le define y le convierte en protagonista de la historia. Pero además, el hombre es un ser social, que necesita de los demás para desarrollarse plenamente. La esencia del hombre es el trabajo, que solo tiene sentido en colectividad. Para Marx, el hombre entabla relaciones materiales tanto con las demás personas como con la propia naturaleza. Toma de la naturaleza las materias primas y las transforma para su producción. Después, intercambia los bienes que ha producido y así logra satisfacer sus necesidades materiales. Esta es la producción social de la vida. Y es precisamente esta producción la que determina la organización del estado.
Esto significa que la manera de pensar y vivir del ser humano depende de cómo sea el proceso de producción. En el proceso de producción existen una serie de factores:
- La materia prima, que es con la que se trabaja.
- Medios para poder trabajar esa materia.
- Un trabajador que aporte su fuerza de trabajo.
En el sistema capitalista, esos medios de producción son propiedad de algunas personas, de manera que los trabajadores solo pueden aportar su fuerza de trabajo. Por eso, necesariamente las relaciones que se van a establecer entre propietarios y trabajadores van a ser conflictivas. Los que tienen los medios de producción van a defender obviamente la propiedad privada y se van a convertir en explotadores desde el momento en que tienen que fijar un sueldo y unas condiciones de trabajo a los trabajadores. Los trabajadores prefieren que los medios de producción sean colectivos para mejorar sus condiciones laborales.
Marx cree que la historia de la humanidad ha estado marcada por los modos de producción, que son el conjunto de fuerzas productivas (fuerza de trabajo y medios de producción) y relaciones de producción. Y así podemos establecer las etapas siguientes:
- Sociedad primitiva, en la que los bienes eran colectivos y no había conflictos.
- Sociedad esclavista, en la que algunas personas se convirtieron en bienes materiales.
- Sociedad medieval, en la que la tierra pertenecía al señor y los demás eran vasallos.
- Sociedad capitalista, en la que se establece una división entre propietarios de los medios de producción y trabajadores.
- Estado socialista, en la que los medios de producción volverán a ser colectivos. A esto se llegará por las propias contradicciones del sistema capitalista y por medio de una revolución.
De esto se desprenden dos ideas: la historia es la historia de la lucha de clases y el motor de la historia es la economía.
Para comprender esto, tenemos que analizar dos conceptos básicos en el marxismo: infraestructura y superestructura. La infraestructura es la estructura económica. La superestructura es el conjunto de ideas, creencias, normas, instituciones… que determinan la conciencia social y configuran la ideología. La superestructura abarca el derecho, la religión, la filosofía… La infraestructura condiciona totalmente la superestructura. Si queremos comprender por qué una sociedad tiene determinadas creencias, leyes o valores, no hay más que conocer su sistema económico.
Cuando analizamos la historia desde el punto de vista económico, encontramos una continua lucha de clases porque los intereses entre propietarios y trabajadores siempre serán opuestos. Para acabar con esta contradicción es necesaria la lucha. La violencia es la comadrona de la historia. Para Marx, esto era un paso necesario para llegar a una futura sociedad sin clases. Pero Marx considera que es difícil que el obrero tome conciencia de su situación para que vea la necesidad de la revolución, porque el obrero se encuentra alienado. Alienación significa desposesión. El obrero ha perdido algo que le era propio. Marx distingue varios tipos de alienación:
- Alienación del trabajo: la esencia del hombre es el trabajo. Pero el trabajo del sistema capitalista anula la creatividad y va destinado a generar mercancía que no pertenece al obrero. Por eso, cuando el obrero vende el producto de su trabajo, se vende a sí mismo. El obrero no tiene iniciativa, así que no se desarrolla en el trabajo personalmente.
- Alienación social: las personas en el sistema capitalista están ordenadas en clases sociales, según los bienes que poseen.
- Alienación política: el estado se preocupa de defender los intereses de la clase dominante para mantener la situación como está.
- Alienación religiosa: la religión es el opio del pueblo porque hace que las personas se consuelen de la situación de injusticia de este mundo creyendo en otro mundo mejor. Marx niega la existencia de Dios.
- Alienación filosófica: hasta ahora los filósofos se han preocupado de explicar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. Marx da un giro a la filosofía y la convierte en una tarea práctica.
17. Comparación entre Marx y Kant
Por la afinidad de temática, cabría establecer parecidos y diferencias con Marx. Comencemos con las ideas comunes:
- Para ambos, la historia tiene una estructura dialéctica. Kant defiende, al igual que Marx, que la historia sufre aparentes retrocesos que pueden tener un sentido que desde el presente no es fácil de determinar.
- En ambos autores aparece también una valoración positiva del conflicto. El antagonismo, presente ya en la misma naturaleza humana (que es insociable sociabilidad), es el mecanismo del que se sirve la naturaleza para el progreso de los asuntos humanos.
- Finalmente, ambos autores entienden que la historia tiene una finalidad. Tanto Kant como Marx afirmarán que la historia se dirige hacia un fin, aunque esto no siempre sea directamente observable desde el presente en el que nos encontramos.
Junto a estos parecidos, existen también diferencias importantes en la teoría de la historia de Kant y Marx:
- La diferencia esencial reside en su concepción de la historia: para Marx sería el desarrollo de la materia (o de las condiciones materiales de vida), mientras que para Kant la historia es el desenvolvimiento a través del tiempo de los ideales ilustrados, como la libertad, la autonomía y la emancipación. Esta visión idealista contrasta de un modo muy claro con el materialismo histórico de Marx, desde el que la concepción kantiana podría ser calificada de ideológica.
- El fin de la historia es distinto para ambos: la sociedad sin clases sociales de la que nos habla Marx no es lo mismo que esa gran unión cosmopolita de pueblos que describe Kant en su obra. El enfoque político e ilustrado de Kant choca con el protagonismo que el materialismo histórico de Marx le concede a la economía.