La Filosofía de Nietzsche: La Muerte de Dios y la Transvaloración de Todos los Valores

La Muerte de Dios y el Nacimiento del Superhombre

Friedrich Nietzsche, con su proclamación de la MUERTE DE DIOS, lanza un desafío radical a la concepción tradicional de la divinidad y su implicación en la moralidad y el sentido de la vida humana. Este concepto no señala el fin de una entidad divina de manera literal, sino el declive de una autoridad suprema que dictaba valores, moralidad y propósito en la vida. Nietzsche tampoco propone este giro como una crisis, sino como una LIBERACIÓN DE LAS LIMITACIONES DEL POTENCIAL HUMANO, abriendo un amplio horizonte para la autoexploración y la autoafirmación. Los individuos ahora tienen el poder de establecer sus propios valores, libres de dogmas y doctrinas.

Para Nietzsche, Dios había sido creador y garante de un sistema de valores que estaba profundamente arraigado en Occidente a través del cristianismo y la filosofía platónica. En el vacío dejado por Dios propone una TRANSMUTACIÓN DE LOS VALORES de la cultura occidental.

El Nihilismo como Transición

El NIHILISMO surge como respuesta inicial a este escenario de transición. Con el colapso de los valores tradicionales, la sociedad puede experimentar un sentido de desorientación y pérdida. Sin embargo, Nietzsche no ve el nihilismo como un fin en sí mismo, sino como el punto de partida hacia la transvaloración de todos los valores. Es la fase crítica donde los valores antiguos se desmantelan para dar paso a nuevos ideales que celebran el poder y la creatividad humanos.

El Superhombre: Arquetipo de la Nueva Moral

El SUPERHOMBRE emerge en este contexto como un ideal: el ser humano que, valientemente, crea un nuevo sistema de valores basado en la existencia terrenal y la afirmación de la vida misma. Este ser humano evolucionado asume plenamente la responsabilidad de su existencia sin buscar consuelo o dirección en un poder superior.

El superhombre encarna la VOLUNTAD DE PODER, la fuerza que le impulsa a vivir guiado por las propias fuerzas y ambiciones, en lugar de esperar la dirección de una deidad. Este impulso interno debe ser el motor de las acciones y el eje de un nuevo entendimiento ético que trasciende las barreras de la autoridad externa.

El Eterno Retorno y el Amor Fati

El ETERNO RETORNO y el AMOR FATI (“amor al destino”) son conceptos fundamentales en la filosofía “post-muerte de Dios”, pues refuerzan la idea de una existencia plena y consciente. Si cada momento se vive de manera que desearíamos repetirlo eternamente, nos acercamos a una especie de inmortalidad terrenal, valorando infinitamente el aquí y el ahora. Esto posición desafía la noción de un propósito o destino predeterminado por una fuerza divina, y en su lugar coloca al individuo en el centro de su propio universo moral.

Nietzsche, al enfrentarse al problema de Dios, no solo cuestiona nuestras bases morales sino que nos desafía a vivir de manera más auténtica y autoconstruida. Nos invita a abrazar la vida con todas sus complejidades, encontrando significado y valor en nuestro interior, sin necesidad de trascender hasta lo divino.

La Transmutación de los Valores: Hacia una Moral de los Señores

Friedrich Nietzsche aborda la ética desde una perspectiva revolucionaria, desafiando las normas morales convencionales, que critica por considerarlas una MORAL DE ESCLAVOS. Su crítica se orienta a la necesidad de una TRANSMUTACIÓN DE TODOS LOS VALORES (inversión de los valores/ TRANSVALORACIÓN), proceso por el cual los valores tradicionales son cuestionados y redefinidos. Propone reemplazarlos por una moral que ensalza el goce de la vida y la expresión auténtica de la voluntad individual, contrapuesta a la restricción impuesta por la moralidad previa.

Análisis Genealógico de la Moral

Mediante un ANÁLISIS GENEALÓGICO, Nietzsche explora el origen y desarrollo de los conceptos éticos, descubriendo que términos como “bueno” y “malo” han invertido su significado a lo largo del tiempo. Originalmente, “bueno” se asociaba con la nobleza, el poder y la distinción, mientras “malo” refería a lo vulgar y débil. El cristianismo, promoviendo una MORAL DE ESCLAVOS basada en la humildad, la paciencia y la compasión, subvirtió esta noción aristocrática, celebrando valores de quienes carecen de poder.

Nietzsche ve la moralidad tradicional como un síntoma de decadencia; una restricción al potencial humano fundamentada en el resentimiento hacia la fortaleza y vitalidad. Tanto el cristianismo como la filosofía platónica, con su énfasis en lo trascendente, han fomentado la negación de los instintos y el desprecio por lo terrenal.

El Superhombre y la Moral de los Señores

El concepto del SUPERHOMBRE emerge como solución a esta ética decadente. Este individuo, que ha rebasado las normas morales tradicionales creando su propio sistema de valores (MORAL DE LOS SEÑORES), no se somete ni a la moral de esclavos ni a dogmas religiosos obsoletos. Guía su existencia mediante la VOLUNTAD DE PODER, buscando no solo sobrevivir sino lograr una autorrealización y dominación creativa de su entorno.

El ETERNO RETORNO y el AMOR FATI representan esta aceptación y celebración de la vida en su totalidad del superhombre. “No sólo hay que soportar lo necesario, sino amarlo”, expresó Nietzsche, aludiendo a la idea de que la vida, con sus altibajos, debe ser vivida con intensidad y aceptación, convirtiendo el pasado en algo deseado, no lamentado.

El Nihilismo como Fase Transitoria

Nietzsche no promueve el NIHILISMO, sino que ve en él una fase transitoria necesaria para desmantelar valores obsoletos y forjar nuevos que exalten la existencia y la voluntad de poder. Su filosofía invita a un RENACIMIENTO CULTURAL Y ÉTICO donde los VALORES VITALES, que emergen directamente de la vida, reemplazan aquellos basados meramente en la razón.

El Perspectivismo y la Ética

Adoptando el PERSPECTIVISMO, Nietzsche argumenta que no existen hechos objetivos ni verdades universales, solo interpretaciones subjetivas. Por esto, la ética no puede fundamentarse en absolutos sino que debe ser expresión de la interpretación y voluntad individual.

Conclusión: Hacia una Nueva Ética

La MUERTE DE DIOS simboliza el fin de la autoridad suprema en la moral, anticipando un nuevo tipo de libertad donde los individuos determinan sus propios valores. En esta nueva ética, la moralidad se convierte en una expresión de estética y creatividad, no de obediencia.

Nietzsche propone, entonces, una ÉTICA RADICALMENTE NUEVA: una invitación a abrazar la vida en todas sus dimensiones, a cultivar la fuerza interna y la voluntad de poder, y a descartar los valores que han limitado la expresión plena de lo humano. El superhombre es el pionero de esta nueva moralidad, liberado para crear un destino ético propio.

Las Pruebas de la Existencia de Dios según Descartes

La epistemología cartesiana explica las IDEAS como actos mentales que pueden ser examinados para descubrir la causa que las produce y defiende que su causa debe tener al menos tanta perfección como la representada por la idea. Ahora bien, aunque la mayoría no contiene nada tan perfecto que no pueda haber sido creado por el pensamiento humano, respecto a la idea de DIOS -eterna, omnisciente, omnipotente y creadora- es difícil suponer que pueda haberla creado un hombre. “La idea de Dios es la única en la que hay algo que no ha podido venir de mí mismo” y la simple presencia en mí de la idea de Dios prueba la existencia de Dios. Esta (1) PRUEBA GNOSEOLÓGICA es típica del cartesianismo, tiene como modelo las demostraciones escolásticas, pero no parte de las cosas sensibles y la imposibilidad de remontarse al infinito, sino que pasa inmediatamente del contenido representativo a su causa. La prueba descansa en la naturaleza que Descartes atribuye a las ideas.

También puedo reconocer la existencia de Dios por la consideración de la finitud de mi yo. El hecho de que dudo demuestra mi finitud e imperfección, si hubiese sido causa de mí mismo me hubiese concedido las perfecciones que soy capaz de concebir. Es pues evidente no sólo que no me he creado a mí mismo, sino que ha debido crearme un ser que tiene todas las perfecciones y cuya simple idea yo poseo. Este segundo argumento o (2) PRUEBA COSMOLÓGICA se basa en el reconocimiento de la propia limitación humana. La finitud del hombre supone una relación causal con Dios, en la que la idea de Dios es una expresión y revelación inmediata.

Como tercera prueba, Descartes reformula la (3) PRUEBA ONTOLÓGICA escolástica, atribuyéndole el mismo valor que a una demostración matemática: “Así como no es posible concebir un triángulo que no tenga los ángulos internos iguales a dos rectos, el ser soberanamente perfecto no puede ser desprovisto de la perfección que es la existencia.” Así, la esencia del ser perfecto contiene su existencia, pues existir es una perfección y la existencia es una de las infinitas perfecciones divinas. ES imposible pensar un ser perfecto sin existencia.

Una vez argumentada y reconocida la existencia de la SUSTANCIA INFINITA/ RES INFINITA, Descartes concluye que DIOS ES GARANTÍA Y PRINCIPIO DE TODO CONOCIMIENTO. Dios, por su perfección, no puede engañarme ni permitir que mi juicio, si lo empleo bien (método), me induzca a error. Esto lo convierte en garante de las VERDADES EVIDENTES, de las VERDADES ETERNAS que expresan la esencia de las cosas y de las VERDADES MATEMÁTICAS.

Además, como DIOS CREADOR, es también garantía de todo lo conocido: es fundamento de la existencia del ALMA (res cogitans) que posibilita la consciencia de estas verdades y es también, fundamento del MUNDO (res extensa) como creador de la materia y primera causa del movimiento.

El Dualismo Antropológico en Descartes

La filosofía cartesiana plantea una solución a un problema antropológico: alcanzar la felicidad y perfección humanas haciendo buen uso de la libertad por medio del ejercicio correcto de la razón. Descartes comparte la CONCEPCIÓN MECANICISTA de la ciencia del momento, sosteniendo que todo el universo físico es un mecanismo regido por las leyes de la física. Esta visión dificulta la defensa de la libertad y los valores espirituales de Descartes si el alma no se aparta de esa necesidad mecanicista situándola en una realidad independiente de la materia. Esta INDEPENDENCIA DEL ALMA Y EL CUERPO la hace posible el concepto cartesiano de SUSTANCIA, atribuyéndoles autonomía e independencia y dando lugar así a un DUALISMO ANTROPOLÓGICO que separa alma y cuerpo de manera radical y se determina su unión accidental. Esta autonomía del alma respecto de la materia se justifica en la claridad y distinción con que el entendimiento percibe la independencia de ambas. De este modo determina Descartes que el hombre está formado por dos sustancias independientes: la RES COGITANS/ SUSTANCIA PENSANTE o ALMA y la RES EXTENSA o CUERPO. El yo como RES COGITANS es centro de actividades anímicas y todos los “modos de pensamiento” que, en último término, se reducen a dos facultades: el ENTENDIMIENTO y la VOLUNTAD. La VOLUNTAD se caracteriza por ser libre. Entre las acciones significativas que hacen posible la libertad figura la duda, la DECISIÓN DE DUDAR de la que parte toda la filosofía de Descartes.

La libertad ocupa un lugar central en la filosofía de Descartes: la existencia de la libertad es indudable, es la perfección fundamental del hombre y ejercitarla nos permite ser dueños tanto de la naturaleza como de nuestras propias acciones. La libertad consiste en elegir lo que es propuesto por el entendimiento como bueno y verdadero. Ahora bien, es el ENTENDIMIENTO el que descubre el orden de lo real, procediendo de un modo deductivo-matemático. La LIBERTAD es, pues, el sometimiento positivo de la voluntad al entendimiento.

La Relación entre el Alma y el Cuerpo

No hay duda de que exista la sustancia pensante o ALMA, pero la existencia del CUERPO debe argumentarla. Para superar la duda y demostrar que también existe un cuerpo parte de la RELACIÓN ENTRE LAS DOS SUSTANCIAS planteando cómo las afecciones del cuerpo pueden producir ideas y cómo las ideas del pensamiento pueden producir acciones en el cuerpo. Por tanto, hay una CONEXIÓN entre res cogitans y res extensa. Para establecer esta relación Descartes propone, por una parte, un punto fisiológico de conexión que sitúa en el cerebro es la GLÁNDULA PINEAL; una solución que no se ajusta al criterio cartesiano de intuición clara y distinta. Por otra parte, también remite la relación alma – cuerpo a la comunicación emocional: existen fuerzas que actúan en el cuerpo/ “espíritus vitales” y que afectan al alma de forma involuntaria, pues no se originan en ella, son las PASIONES, es tarea del alma someterlas y ordenarlas de acuerdo con el dictamen de la razón. Esta oposición entre los apetitos naturales o pasiones y la razón y la voluntad la califica Descartes de “combate” entre las PARTES SUPERIOR E INFERIOR DEL ALMA.

Las Tres Sustancias en Descartes

Descartes distingue TRES ÁMBITOS EN LA REALIDAD: (1) Dios o SUSTANCIA INFINITA/ RES INFINITA, (2) el “yo pensante o SUSTANCIA PENSANTE y (3) los cuerpos o SUSTANCIA EXTENSA. El concepto de sustancia es fundamental en Descartes e influencia toda la filosofía racionalista. Define la SUSTANCIA como “una cosa que existe de tal modo que no necesita ninguna otra para existir”. Tal definición sólo puede atribuirse de modo absoluto a Dios, pero la aplica también a las otras sustancias en tanto que no necesitan la una de la otra para existir.

La Sustancia Pensante (Res Cogitans)

La RES COGITANS/ SUSTANCIA PENSANTE representa la primera certeza y es la primera sustancia cuyo principal atributo es el PENSAMIENTO o CONCIENCIA. Se constituye como “cosa que duda, entiende, confirma, niega, afirma, quiere y no quiere y también, imagina y siente.”

La Sustancia Infinita (Res Infinita)

La segunda de las sustancias en la argumentación cartesiana es la RES INFINITA/ SUSTANCIA INFINITA. Llega a demostrar su existencia partiendo de la imperfección de la sustancia pensante: El yo pensante no es perfecto y, sin embargo, posee la idea de perfección. La idea de lo perfecto e infinito es INNATA en nosotros. Descartes elabora varios argumentos (TRES PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS:

  1. Argumento gnoseológico: la misma idea innata de perfección e infinitud prueba la existencia de Dios.
  2. Argumento cosmológico: el hombre, limitado y finito, no puede haber sido su propia causa, Dios es causa última.
  3. Argumento ontológico: la esencia del ser perfecto contiene la existencia.)

para demostrar la existencia de Dios, concluye que Dios es una sustancia increada, causa de todos los seres creados. Es una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente y garantía de veracidad.

La Sustancia Extensa (Res Extensa)

La SUSTANCIA EXTENSA tiene como atributo fundamental la EXTENSIÓN, que posee varias dimensiones propias o cualidades primarias, como longitud, anchura, profundidad y movimiento (magnitud, figura, movimiento, situación, duración, número) y que, además, permite también distinguir cualidades secundarias, que no están en la realidad corpórea, sino que dependen del sujeto que percibe, (el color, la dureza, la temperatura, el sonido, etc.) Vemos cómo Descartes no necesita más elementos para explicar la realidad que la MATERIA y el MOVIMIENTO.

Esta REDUCCIÓN DE LA CORPOREIDAD A LA EXTENSIÓN es producto del riguroso MECANICISMO que domina toda la FÍSICA CARTESIANA. El movimiento de partes extensas es el único principio de explicación de todos los fenómenos naturales. (El movimiento sigue estas leyes: (1) Ley de conservación del estado: un cuerpo no se moverá ni dejará de moverse, por sí mismo, siempre lo hará por otro. (2) Ley de conservación de la dirección rectilínea: el movimiento se da en línea recta. (3) Ley de conservación de la cantidad de movimiento: el movimiento siempre permanece y se comunica de unos cuerpos a otros.). Todas las propiedades de la materia se reducen a su divisibilidad en partes y a la movilidad de esas partes. Todos los seres son como máquinas construidas por Dios, que es la primera causa del movimiento. Todo el universo físico es un mecanismo regido por las leyes de la física. También la vida de los cuerpos orgánicos se explica por fuerzas mecánicas que actúan en el resto del universo, no por un alma vegetativa o sensitiva.

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