1ª. Culturalmente, cabe enmarcar el texto en uno de los momentos más interesantes de la España del siglo XX. Tras tomar el relevo de la “Generación del 98”, marcada por un pesimismo escéptico respecto de la solución de los problemas de España, la “Generación del 14”, con la que se identifica Ortega por sensibilidad histórica y tono vital, pretende analizar a fondo los rasgos problemáticos de la sociedad española y luchar por su radical modernización. Así, junto a otros escritores, artistas e intelectuales, Ortega propugnó la necesidad de una efectiva modernización de España, tratando de realizar una verdadera tarea de regeneración del país. Así pues, la España de las décadas de los años veinte y treinta nos ofrece un curioso espectáculo: una minoría intelectual frente a una gran masa de población analfabeta y pobre. Aún así, no cabe duda de que esta eclosión cultural iba calando poco a poco en la población hasta que llegó el aldabonazo de la guerra civil…
Históricamente, la vida de Ortega se sitúa en uno de los períodos más convulsos de España. Se suceden, tras el desastre del 98, varios regímenes políticos: la monarquía, la dictadura de Miguel Primo de Rivera, la proclamación de la II República, el estallido de la guerra civil, y con Ortega gran tiempo exiliado, la dictadura de Franco. En Europa, tras la 1ª Guerra Mundial y sus secuelas, hay un giro hacia un optimismo en los llamados “felices años veinte”, que, a su vez, marcan el inicio de la prosperidad económica y hegemonía mundial de Estados Unidos en detrimento de Europa. El advenimiento de los movimientos fascistas en los años treinta, entre otras razones, provocará el germen de la 2ª Guerra Mundial y, posteriormente, la bipolarización del mundo en la denominada “guerra fría”. Todos estos acontecimientos, y las contradicciones en las que se debatía la sociedad española, fueron minando tanto el entusiasmo renovador como la propia salud de Ortega, que tuvo que asistir a una encarnizada crispación de la vida pública española, hasta el punto de no ubicarse en tan polarizada situación.
Filosóficamente, la obra de Ortega se sitúa en un momento en que se analiza la función de la razón y de la filosofía, así como la validez del modelo físico-matemático. Tras la denominada “crisis de fin de siglo”, se reivindican otros métodos posibles para acceder a lo más significativo de la vida y existencia humanas. Ortega estuvo muy al tanto de las corrientes de pensamiento europeas que estudiaban los fenómenos de la historicidad, la vida y el carácter irreductible del ser humano. Destacó el existencialismo, que se propuso relacionar claramente los conceptos de existencia, tiempo y libertad. A su vez, el vitalismo puso como eje de reflexión la “vida”, que se asoció a la propuesta filosófica de Ortega, el cual puso especial interés en que no se le confundiera con este movimiento. Finalmente, el historicismo de Dilthey pretende comprender la vida desde el carácter histórico y temporal de toda vida humana. Precisamente por todas estas influencias, se ha acusado a Ortega de realizar un “plagio” de la filosofía europea de su momento, aunque Ortega adquiere un tono y estilo personales que se hacen originales al ser un intento de comprensión de la realidad española a la luz de esas nuevas categorías filosóficas.
Así pues, en la formación filosófica de Ortega, que fue amplia, podemos destacar las siguientes fuentes:
- La tradición filosófica griega
- La filosofía alemana contemporánea
- El pensamiento y la literatura españolas
El texto que comentamos pertenece al artículo “La doctrina del punto de vista”, que está incluido, a su vez, en la obra El tema de nuestro tiempo, escrita por Ortega en 1923.
2ª a. Yo puro: expresión con la que Ortega se refiere al tipo de sujeto que, según el racionalismo, es capaz de conocer la verdad una, eterna e inmutable. Incluye al alma racional platónica, la sustancia pensante cartesiana, la razón pura kantiana, el yo puro fichteano. “Puro” indica que es un yo no contaminado de lo corpóreo, vital e histórico, un sujeto separado precisamente de lo que le permite acceder a la verdad, su punto de vista. Al yo puro, Ortega opone el yo que es “yo y circunstancia”. Función selectiva: para Ortega, el sujeto de conocimiento, cuando conoce, realiza una función selectiva, es decir, capta sólo la parte de la realidad que puede conocer; el resto permanece ignorado para él. Ortega afirma que de la infinidad de los elementos que integran la realidad, el sujeto deja pasar un cierto número de ellos. Las demás cosas (fenómenos, hechos, verdades) quedan fuera, ignoradas, no percibidas. El individuo selecciona desde su circunstancia vital.
2. b. Temática. Según Ortega, la ciencia de su momento ha demostrado la falsedad de los supuestos. Ortega no precisa a qué resultados se refiere, pero podemos hipotetizarlo. La psicología experimental llevaba casi 50 años investigando la relación entre los estímulos físicos y las sensaciones del sujeto, encontrando los umbrales que rigen dicha sensación, lo cual guarda relación directa con el ejemplo de la visión y la audición que pone Ortega. Esos resultados excluyen los dos supuestos básicos: la existencia de un sujeto trascendental defendida por el racionalismo y la inevitabilidad de que las particularidades del sujeto produzcan una alteración en lo conocido, defendida por el relativismo. Ortega considera que es posible una solución de síntesis: el sujeto particular determina el conocimiento, pero no deformando, sino seleccionando, con lo cual lo que el sujeto conoce es parcial, pero no falso, ya que aquello que conoce es una parte de la realidad, realidad que depende del objeto conocido. Ortega está, por tanto, considerando el acto de conocimiento como una relación entre el sujeto y el Cosmos por la cual se constituye un «Mundo», que es la experiencia que el sujeto tiene del Cosmos y que al mismo tiempo constituye al propio sujeto (el «yo y mis circunstancias»). Ese «Mundo» no abarca la totalidad del Cosmos, sino tan sólo parte de este que aparece al sujeto desde su perspectiva, que es plenamente real.
2. c. Justifica. Ortega reivindica un nuevo concepto de razón, y en esta tarea se une a otros pensadores de su época, que también consideraron a la razón en relación con la vida. Asimismo, esta nueva concepción de la razón se vincula, en el caso de Ortega, a una particular concepción de la verdad, derivada de su concepción de la vida. La verdad será siempre una perspectiva de las cosas y de la vida y un descubrimiento o desvelamiento de la realidad. Para Ortega, el término “vida” tiene un especial significado en el caso del ser humano, pues para cada hombre o mujer la vida toma una forma determinada. De ahí que la vida humana no sea sólo una realidad biológica, sino, sobre todo, una realidad biográfica: se va construyendo al hilo de la propia biografía, al compás de las perspectivas y de las circunstancias de cada cual. La vida de cada uno es la misma existencia concreta, que se hace a sí misma entre diferentes circunstancias. Si el hombre se orienta a su propia vida y a cuanto ella supone, asumirá lo que es y podrá hacerse cargo de su propia existencia. Por ello, en su propia vida, el ser humano debe mantener su propia autenticidad y afrontar desde ahí su propio destino. En este sentido, la vida es una realidad radical y última. Ella misma es su propio fin, no hay realidad alguna que le sea trascendente. La vida de cada ser humano es, para él mismo, su propia finalidad y a ella debe entregarse si quiere salvarse a sí mismo. Resumamos, pues, algunos de los rasgos esenciales del concepto de “vida”: realidad radical, problema y quehacer dinámicos, preocupación y atención a sí misma, realidad que es su propio fin, programa que siempre debe cumplirse y que se salvará de la muerte por la cultura (que no es sino la invención de nuevas formas de vida). Todos estos rasgos deben proyectarse sobre el concepto de verdad para poder comprender el planteamiento de Ortega. Con ello, el concepto de verdad adquiere un nuevo sentido: queda unido al transcurso de la vida y adquiere, por lo tanto, una “dimensión vital”. El concepto de “razón vital” o razón fundada en la vida es básico en la filosofía de Ortega, que, por ello, ha sido denominada “raciovitalismo”. Entre otras implicaciones, este concepto de razón realza la importancia de la historia y de la cultura como los escenarios característicos y propios de la vida humana. La historia presenta, según Ortega, un modelo de racionalidad más eficaz y comprensivo que las denominadas ciencias formales y naturales. Asimismo, el concepto de “razón vital” se distancia tanto del vitalismo como del idealismo racionalista, aun cuando recoja algunos rasgos de ambas concepciones filosóficas. En relación con el vitalismo, Ortega se opone a la concepción que este mantiene de la vida como un proceso irracional, donde sólo hay lugar para impulsos y deseos que no pueden justificarse racionalmente; la vida, por el contrario, a juicio de Ortega, es un quehacer que tiene una finalidad o sentido, que se pone determinadas metas, que tiene una racionalidad propia y que, por ello, puede ser analizada adecuadamente. Con idénticos argumentos, se opuso Ortega a los vitalismos que habían convertido el concepto de vida en un enfoque místico no sujeto a racionalidad alguna.