La Filosofía Medieval y el Renacimiento: Epicureísmo, Estoicismo y Escolástica

El Epicureísmo

La escuela epicúrea debe su nombre a Epicuro, originario de Samos, quien fundó en Atenas una escuela filosófica que perduró hasta el siglo III d.C. Su aportación más original la encontramos en el terreno de la filosofía moral. Epicuro defendió que el fin último de la conducta humana es alcanzar la felicidad, que se identifica con el placer.

Asimismo, distinguió dos tipos de placeres:

  • Placeres en reposo: Son aquellos en los que, una vez alcanzado el objeto que produce el placer, la sensación placentera se instala definitivamente en el sujeto que la experimenta.
  • Placeres en movimiento: Son aquellos que tienen un carácter efímero, de modo que, apenas los experimentamos, la sensación placentera desaparece y nos obliga a renovar el esfuerzo para recuperarlos. Son ejemplos de ello saciar el hambre o la sed.

El objetivo último de la conducta humana es alcanzar un estado de felicidad serena e imperturbable, denominado ataraxia, en el que el individuo es capaz de prescindir de todo aquello que le puede acarrear sufrimiento.

El Estoicismo

Zenón de Citio abrió una escuela filosófica en Atenas, en el año 306 a.C., junto a uno de los pórticos de acceso a la ciudad. Por este motivo, los seguidores de la doctrina fueron denominados estoicos. Uno de los históricos más famosos es Séneca. Según los estoicos, la naturaleza es un todo armónico, cuyas leyes son necesarias. Para alcanzar la felicidad es imprescindible que la razón acepte y acate de modo voluntario el orden natural universal.

Así, para lograr la felicidad es necesario liberarse de las pasiones, que son las que ocasionan el sufrimiento. La perfección moral consiste en alcanzar:

  • La autarquía o independencia del exterior.
  • La apatheia o impasibilidad ante las desdichas.
  • La ataraxia o imperturbabilidad del ánimo.

Contexto Filosófico

La filosofía medieval se ocupó de dos temas principales: por un lado, el valor del conocimiento intelectual, referido a los conceptos universales, y, por otro, la relación entre la razón y la fe. Como consecuencia de la importancia atribuida a la relación entre fe y razón, el objeto de la filosofía se concentró en Dios mismo y en las cuestiones divinas. Con ello, frecuentemente se produjo la confusión entre filosofía y teología.

Por otra parte, como todos los pensadores se concentraron en ofrecer una argumentación razonada para validar y transmitir la verdad divina revelada, se alcanzó un alto grado de precisión y de rigor filosóficos. Asimismo, en la filosofía de esta época se observa un excesivo predominio de la lógica. Esta disciplina enseña el arte del razonamiento, pero no se ocupa de la realidad.

Al menos hasta el siglo XIII, la escolástica medieval cristiana fue predominantemente platónica, mientras que la filosofía musulmana de la época fue preferentemente aristotélica, aunque con algunas influencias neoplatónicas. Los autores platónicos defendieron el realismo extremo de los universales, es decir, pensaban que las ideas universales son lo más real. Sin embargo, a partir del siglo XIII, la difusión de la metafísica de Aristóteles separó a los pensadores medievales en platónicos y aristotélicos. Los aristotélicos se dividieron, a su vez, entre quienes seguían a los comentadores musulmanes de Aristóteles y aquellos otros que deseaban conciliar el aristotelismo con la fe cristiana.

Entre los primeros, surgió el nominalismo, según el cual los universales son meras palabras o signos lógicos sin fundamento en la realidad. El nominalismo, representado sobre todo por Guillermo de Ockham, desembocó en el escepticismo, porque concluía que nuestros conceptos universales no conocen nada real. Entre los que deseaban conciliar el aristotelismo con la fe cristiana se situó el llamado realismo moderado de los universales, defendido por Tomás de Aquino. La respectiva filiación platónica o aristotélica de los filósofos medievales también afectó decisivamente las discusiones sobre la relación entre fe y razón.

Algunos autores (el principal ejemplo es San Agustín) asimilaron la filosofía a la teología. Sin embargo, el aristotelismo suscitó algunos choques con la mentalidad filosófica y religiosa de la época. Se criticaban algunas afirmaciones aristotélicas contrarias a la fe cristiana, como la eternidad del mundo. Hacia el final de la Edad Media, el racionalismo filosófico apareció de nuevo como enemigo del cristianismo. La solución consistió en separar claramente la filosofía y la teología. La fe se convirtió en la única fuente de conocimiento apropiada para conocer las verdades sobrenaturales; mientras que la razón debía valerse por sí misma, sin el apoyo de la fe, para conocer las verdades naturales. Esta separación radical entre fe y razón se convirtió en el fundamento de la filosofía renacentista.

El auge de la razón dio lugar a una pluralidad de corrientes y tendencias, característica del Renacimiento. Los filósofos humanistas destacaron por su antropocentrismo y por su deseo de desarrollar las capacidades naturales del ser humano. Los filósofos de la naturaleza ofrecieron una explicación global de la realidad, independiente de la fe. Los teóricos de la política dieron respuesta a los nuevos problemas planteados por la creación de los estados modernos. Por último, nació la ciencia moderna. Esto cambió radicalmente las explicaciones sobre el universo y el método para alcanzar un conocimiento válido sobre la naturaleza.

Escolástica Medieval

La filosofía cristiana de la Edad Media se conoce con el nombre de escolástica. Esta denominación (del latín scholae, escuela) alude al interés educativo que compartieron los diversos autores que integraban esta corriente filosófica. Todos ellos pretendieron hacer comprender a la humanidad la verdad revelada. Esta es, evidentemente, una tarea educativa y, como tal, se desarrolla mejor en un entorno adecuado: la escuela.

Primera Escolástica: Anselmo de Canterbury

Anselmo de Canterbury es considerado por algunos autores como el primer filósofo escolástico. Este pensador compartió con Agustín de Hipona la misma idea sobre la relación entre fe y razón, continuó la tradición platónica y defendió que la argumentación racional debe ponerse al servicio de la fe. Su fama se debe sobre todo a su ingenioso argumento ontológico para probar la existencia de Dios.

El Argumento Ontológico

Según este argumento, todos tienen una idea o noción de Dios. Todos los que dicen «Dios» entienden un ser tal que es imposible pensar en otro mayor que él; ahora bien, un ser tal ha de existir, no solamente en nuestro pensamiento, sino también en la realidad. En caso contrario, cabría pensar otro ser mayor que él, es decir, uno que existiera realmente. Por lo tanto, Dios existe no solo en el pensamiento, sino también en la realidad.

Las pruebas o argumentos que tratan de demostrar la existencia de Dios son de dos tipos:

  • A priori: Son pruebas ontológicas que no parten de efecto alguno, sino del contenido mismo de la idea de Dios. El argumento ontológico de Anselmo de Canterbury pertenece a este tipo.
  • A posteriori: Son las que parten de determinados efectos de Dios y, mediante la aplicación del principio de causalidad, se remontan hasta la existencia del Ser Supremo.

El argumento de Anselmo de Canterbury parte de la idea de que Dios es un ser que posee todas las perfecciones en grado sumo, hasta el punto de que no cabe pensar otro mayor o más perfecto, y, como existir es una perfección y la existencia forma parte de las perfecciones divinas, Dios existe realmente.

Recepción de Aristóteles en el Siglo XIII

Hasta el siglo XIII, la fe cristiana constituía el único eje de la filosofía y, en general, de la cultura medieval. A partir de ese siglo, el mundo medieval cristiano comenzó a conocer mejor la metafísica de Aristóteles. Esta doctrina, que planteaba de nuevo el problema filosófico de la relación entre la fe y la razón, se extendió a través de dos vías:

  • La traducción de las obras de Aristóteles llevada a cabo en la Escuela de Traductores de Toledo.
  • Los comentarios a los escritos aristotélicos realizados por los sabios musulmanes.

Tomás de Aquino, siguiendo a su maestro Alberto Magno, defendió la superioridad de la filosofía aristotélica sobre la platónica. El problema estaba en que, si la filosofía aristotélica era más verdadera que la platónica, entonces la razón podía por sí sola llegar más lejos de lo que se suponía. Aristóteles daba mayor relieve tanto a este mundo sensible como a la capacidad autónoma de la inteligencia. Los mejores conocedores de Aristóteles habían sido los filósofos musulmanes, especialmente Averroes.

Algunos pasajes de la doctrina aristotélica resultaban incompatibles con la fe cristiana, sobre todo dos puntos:

  • La eternidad y necesidad del mundo, según la cual se negaba que Dios creara libremente el mundo y diera comienzo el tiempo.
  • La unicidad del alma humana, que negaba que cada persona estuviera dotada de un alma inmortal.

La libertad creadora de Dios y la inmortalidad del alma individual son verdades de fe para el cristianismo, lo que derivó en diversas reacciones:

  • Los filósofos franciscanos pensaron que Aristóteles representaba una amenaza para el pensamiento cristiano.
  • Los averroistas latinos siguieron las doctrinas de Aristóteles y Averroes, incluso en los puntos que se oponían a la fe de la Iglesia. El más famoso fue Siger de Brabante (1235-1284). Para defenderse de la acusación de herejía, Siger sostuvo la denominada «teoría de la doble verdad», según la cual algo podía ser verdad para la religión y falso para la filosofía.
  • Los dominicos aristotélicos, como Alberto Magno y Tomás de Aquino, defendieron que la filosofía de Aristóteles era, en general, superior a la de Platón.

Averroes

Averroes, nacido en Córdoba en el año 1126, fue jurisconsulto, médico, matemático, filósofo y político. Al principio fue muy estimado, pero más tarde, acusado de herejía, cayó en desgracia ante el califa. Por su dedicación a la obra de Aristóteles recibió el apelativo de «comentador».

La crítica de Averroes a Avicena se centró en los siguientes aspectos:

  • El concepto de creación de la nada es inaceptable. Averroes se apartó de la ortodoxia; según su concepción, si Dios creara de la nada, entonces actuaría sobre la nada, lo cual es imposible. Es preciso, por lo tanto, suponer que existe una materia eterna, según se lee en Aristóteles.
  • La filosofía de Avicena estaba contagiada de platonismo. Para Averroes, la palabra creación designa el movimiento eterno del mundo por parte del Motor inmóvil aristotélico.
  • Averroes no aceptó la distinción entre ser necesario por sí y ser necesario por otro, ni la distinción correlativa entre esencia y existencia. Pensaba que se puede demostrar la existencia de Dios, pero solo a partir de argumentos físicos o cosmológicos, como lo hizo Aristóteles.

Para Averroes, el conflicto entre religión y filosofía se debía a que muchas personas accedían a esta disciplina sin estar capacitadas.

La doctrina de la doble verdad: según esta doctrina, dos tesis contrarias, e incluso contradictorias, podrían ser ambas verdaderas, una para la razón y otra para la fe. Sin embargo, debemos decir que Averroes nunca sostuvo esta afirmación de manera explícita. Fueron sus seguidores dentro del mundo cristiano, los averroistas latinos, quienes plantearon abiertamente esta doctrina.

Santo Tomás

El modelo de relación entre fe y razón de Tomás de Aquino concede mayor autonomía a la filosofía, pues esta se basa en principios evidentes para la razón natural, mientras que la teología se basa en las verdades de la fe, expresamente reveladas por Dios. Tomás de Aquino pone el énfasis en la vertiente más científica de la filosofía. La filosofía, como ciencia, no toma sus principios de ninguna otra; es la ciencia primera. No debe confundirse el plan existencial o personal del filósofo con el saber mismo que cultiva. Así, el filósofo creyente no utiliza directamente su fe a la hora de hacer filosofía.

Veamos a continuación la relación entre las verdades naturales y las verdades de fe:

  • La verdad de la fe es superior a la verdad de la razón, pero entre ambas no puede haber contradicción. Aunque la verdad de la fe cristiana exceda la capacidad de la razón humana, sin embargo, las verdades que esta conoce no se oponen a las de fe.
  • Según Tomás de Aquino, existen dos tipos de verdades de fe:
    • Las que están por encima de la razón. Son verdades inalcanzables para el entendimiento humano y, por tanto, no pueden ser demostradas. De ahí que se llamen propiamente misterios de fe.
    • Las que están al alcance de la razón. Son verdades que pueden ser comprendidas por la filosofía, gracias al uso de la razón.

Demostración de la Existencia de Dios

Tradicionalmente se ha denominado vías a las demostraciones de la existencia de Dios propuestas por Tomás de Aquino. Antes de pasar a exponer brevemente estas vías, debemos tener en cuenta lo siguiente:

  • La existencia de Dios puede ser probada por la razón porque no es evidente. Evidente y demostrable son objetivos incompatibles. Ha de probarse o demostrarse aquello que no es evidente.
  • Las vías para demostrar la existencia de Dios no se basan en la fe en su existencia, porque en tal caso no se trataría de argumentos de razón. Las vías son distintos caminos para remontarse racionalmente hasta Dios, y en todas ellas se aplica el principio de causalidad. Presentan una estructura más o menos semejante, que incluye los siguientes pasos:
    • Primer paso: se parte de algún fenómeno natural observable y que hay que describir en términos metafísicos.
    • Segundo paso: se aplica el principio de causalidad. Este principio exige para cada fenómeno o realidad una causa proporcionada.
    • Tercer paso: se plantea la imposibilidad de remontarse al infinito en la serie de las causas. Esa imposibilidad significa que es preciso llegar a una causa última o primera.
    • Finalmente, cada vía alcanza un determinado término. Una vez que se ha llegado a este último término, al atender a su significado se advierte que es eso precisamente lo que se entiende por el Ser Supremo o Dios.

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