1. Contexto Filosófico-Cultural de Immanuel Kant
Immanuel Kant desarrolló su obra durante la segunda mitad del siglo XVIII, conocido como el Siglo de las Luces. Esta época se caracterizó por una bonanza económica y prosperidad, donde el ascenso de la burguesía trajo consigo una mejora significativa en las condiciones de vida en Europa.
Este auge de la burguesía chocó con el sistema político-social del absolutismo monárquico y los privilegios de la nobleza y el clero. De esta lucha emergió una nueva cultura: la Ilustración. Inicialmente, se intentó una fórmula de conciliación: el despotismo ilustrado, una adaptación de las monarquías absolutas a las ideas ilustradas, cuyo lema era «todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Un ejemplo claro de esto fue el reinado de Federico II el Grande.
La Ilustración se presentó como una corriente ideológica optimista, basada en la confianza en la razón y su capacidad para transformar el mundo. La razón se convirtió en un arma contra el dogmatismo y la superstición, concibiendo la historia como un proceso de mejora continua. A través de la razón, los ilustrados buscaban dominar la naturaleza para mejorar la vida humana y reorganizar la sociedad bajo principios racionales para alcanzar la felicidad.
La educación y la divulgación del conocimiento fueron cruciales para los ilustrados, como se evidenció en la publicación de la «Enciclopedia». Buscaron la secularización, intentando comprender la realidad y la actividad humana desde una perspectiva independiente de la religión. Este movimiento intelectual sentó las bases para los cambios políticos y sociales del siglo, siendo la Revolución Francesa el acontecimiento más relevante para Kant.
Kant, imbuido del antropocentrismo de la Edad Moderna, conocía a fondo las corrientes filosóficas de su tiempo. Siendo racionalista, también se nutrió del empirismo de Hume, buscando una síntesis superadora de ambas corrientes. Su filosofía, que podemos considerar como el inicio de la Edad Contemporánea, fue el resultado de esta búsqueda.
Kant adoptó la explicación mecanicista del universo de Newton como la verdad definitiva en física. Este hito, que marcó la época, fue denominado por Kant como el «giro copernicano». En filosofía, este «giro» significó reemplazar el concepto de «Dios» de la filosofía medieval por el concepto de «Yo» en la modernidad.
3. Justificación de las Ideas de Immanuel Kant
Para Kant, la filosofía moral no debe dictar qué hacer en la vida, sino más bien guiarnos en el «cómo» de nuestros actos. Defendía la existencia de principios universales, normas aplicables a toda la humanidad, que nos indiquen cómo actuar correctamente. A estas normas éticas las llamó «imperativos», ya que nos «mandan» y deben regir nuestras acciones.
Los ejemplos más comunes de imperativos son los mandamientos religiosos como «no matarás» o «no mentirás». También las éticas filosóficas suelen indicar qué fines perseguir para una buena vida, como «buscar el placer sensual» o «perseguir la sabiduría». Sin embargo, para Kant, estos imperativos que establecen fines concretos son insuficientes y los denomina «imperativos hipotéticos», ya que siempre implican una condición para alcanzar el bien: «Si quieres esto, haz aquello».
Kant sostenía que solo un imperativo independiente de fines materiales puede servir como norma universal para alcanzar el bien: el «imperativo categórico». Al no dictar qué perseguir, sino cómo actuar, se permite a cada individuo vivir su propia vida y perseguir sus sueños, pero siendo moralmente bueno.
Sería como un padre que, deseando lo mejor para su hijo sin imponerle nada, le dice: «No te diré qué hacer con tu vida, solo te pido que lo que elijas lo hagas con dedicación, esfuerzo y compromiso».
Kant establece un imperativo categórico universal: «Actúa solo según aquella máxima que puedas querer que se convierta en una ley universal». Ante cualquier dilema moral, debemos preguntarnos si sería aceptable que todos actuaran de la misma manera, sufriendo nosotros mismos las consecuencias. Es nuestro deber actuar según este imperativo, sin importar las consecuencias personales.
Por ejemplo, si un médico se encuentra en peligro mientras trabaja y se pregunta si debe arriesgar su vida por los demás, la conclusión de que debe hacerlo, independientemente de si muere o es condecorado por su valentía, implica actuar por deber. Su acto será moralmente bueno, aunque le cueste la vida.
La fuerza de este dilema radica en que, en situaciones extremas, lo correcto sería ignorar el imperativo categórico. Sin embargo, Kant argumenta que incluso en esos casos debemos decir la verdad. Un deber moral es válido siempre y debemos cumplirlo a pesar de las consecuencias. Kant ha sido un filósofo fundamental en la ética contemporánea, considerado precursor de la idea de los derechos humanos.
Para Kant, los seres humanos somos especiales por nuestra capacidad racional, que nos permite actuar de manera autónoma. Si bien no tenemos deberes directos hacia los animales, sí tenemos deberes indirectos, como evitar el maltrato. La crueldad hacia los animales nos corrompe. Sin embargo, la dignidad animal no es comparable a la humana para Kant.
Finalmente, Kant clasifica las acciones en relación al deber:
- Contrarias al deber: Son inmorales.
- Conformes al deber: Pueden ser morales o no, dependiendo de si se realizan por deber o por inclinación.
- Por deber: Son las acciones auténticamente morales, justificadas por el propio deber.
Un ejemplo: Una persona ciega intenta cruzar la calle. Tengo prisa. La veo dudar y me planteo ayudarla. Tengo tres opciones: abandonarla (actuar contra el deber), ayudarla para quedar bien (actuar conforme al deber), o ayudarla por deber moral (actuar por deber).