La idea de ciudadano en Aristóteles: ethos y praxis, el concepto de areté

Ética:


Rama de la filosofía que estudia y analiza la moral.
Propone lo que debe ser moral. El “deber ser”.

Moral:


Estructura y conceptos (individuales y colectivos ) sobe aquellos que se considera válido, positivo, digno de defenderse, en un tiempo y sociedad determinado.

En un sentido práctico, el propósito de la ética y la moral es muy similar. Ambas son responsables de la construcción de la base que guiará la conducta del hombre, determinando su carácter, su altruismo y sus virtudes, y de enseñar la mejor manera de actuar y comportarse en sociedad.

La moral en la Antigüedad clásica

La moral en la Antigüedad es la que se desarrolla en la cultura grecorromana, a partir del siglo V a.C, hasta los inicios del cristianismo. Se caracteriza por el surgimiento de la esclavitud y la propiedad privada. Los esclavos son considerados como simples instrumentos al servicio de los hombres libres. Al igual que los esclavos, la mujer es menospreciada por considerársele inferior.

La moral imperante es la desarrollada por los hombres libres, cuyas virtudes tienden a exaltar el espíritu cívico: fidelidad al Estado, heroísmo y valor en la guerra, fiel observancia de las leyes, etc.

Esta moral, propia de la sociedad esclavista, encuentra su justificación en las teorías de los filósofos clásicos. Aristóteles, el más grande pensador del mundo antiguo, se niega a admitir que el esclavo sea hombre, y la mujer libre, un miembro de la sociedad con igualdad de derechos.

La moral en la sociedad feudal

Durante la Edad Media surge una nueva moral. El régimen feudal se basa en la gran propiedad de tierra. En lugar del esclavo se encuentra el siervo, que es propiedad del terrateniente; pero se le considera un ser humano y se le da cierta protección. La moral que domina es la propagada por la aristocracia, cuyas virtudes se cifran en el culto al honor, el valor y el arte de la guerra, la nobleza de sangre, el desprecio al trabajo manual.

El código moral de los caballeros tiene exigencias como las siguientes: Todo caballero debe tener actitud y lealtad conjuntamente; debe proteger a los pobres para que los ricos no los opriman, y sostener a los débiles para que los fuertes no los humillen, debe alejarsede cualquier lugar donde habite la traición o la injusticia. Cuando las damas o doncellas necesiten de él, debe ayudarlas con su poder, si quiere ganar alabanzas y premios, pues hay que honrar a las mujeres y soportar la pesada carga de defender su derecho.

Otra carácterística esencial de esta moral feudal es la subordinación a la religión. La religión es la suprema legisladora de la moral, religión que aconseja la resignación ante las miserias e injusticias.

La moral en la sociedad moderna

Con los ideales de libertad, tolerancia y progreso, la época moderna instaura una nueva idea del hombre y la moral. Se llega a superar la esclavitud y la servidumbre. Las relaciones humanas giran en torno al afán de riqueza. El espíritu capitalista comienza a advertirse hacia fines del Siglo XV.

El objeto principal de la acción humana es la búsqueda de la riqueza y esto repercute en la moral. Lentamente, pero de modo irresistible, la ciencia reemplaza a la religión y se convierte en factor principal de la nueva mentalidad humana. La doctrina del progreso, mediante la razón desaloja la idea de una edad pretérita, con su noción de pecado original.

Entre las virtudes más estimadas por la sociedad burguesa están la honradez, la laboriosidad, la fidelidad conyugal, el patriotismo, etc. La valentía y el arrojo, virtudes de antaño, fueron sustituidas por las virtudes de la escrupulosidad, el ahorro y la astucia en los negocios. La curiosidad intelectual y la confianza en uno mismo, de pecados mortales pasaron a ser virtudes sobresalientes.

Aristóteles:


Según el filósofo, toda actividad humana tiende hacia algún bien. Así, se da un teleologismo, identificando el fin con el bien. La ética de Aristóteles es una ética de bienes porque él supone que cada vez que el hombre actúa lo hace en búsqueda de un determinado bien. El bien supremo es la felicidad (véase: eudemonismo), y la felicidad es la sabiduría (el desarrollo de las virtudes, en particular la razón).
Fin: la finalidad o motivo de una acción.
Fin medio o imperfecto: es aquello que se quiere por otra cosa y no por sí mismo.
Fin final o perfecto: es aquello que se quiere por sí mismo y no por otra cosa.
Felicidad o eudaimonía: es el Bien Supremo del ser humano.

La actividad contemplativa es la más alta de todas, puesto que la inteligencia es lo más alto de cuanto hay en nosotros, y además, la más continua, porque podemos contemplar con mayor continuidad que cualquier otra acción.

Aristóteles creía que la libertad de elección del individuo hacía imposible un análisis preciso y completo de las cuestiones humanas, con lo que las «ciencias prácticas», como la política o la ética, se llamaban ciencias sólo por cortesía y analogía. Las limitaciones inherentes a las ciencias prácticas quedan aclaradas en los conceptos aristotélicos de naturaleza humana y autorrealización. La naturaleza humana implica, para todos, una capacidad para formar hábitos, pero los hábitos formados por un individuo en concreto dependen de la cultura y de las opciones personales repetidas de ese individuo. Todos los seres humanos anhelan la «felicidad», es decir, una realización activa y comprometida de sus capacidades innatas, aunque este objetivo puede ser alcanzado por muchos caminos.

La Ética nicomáquea es un análisis de la relación del carácter y la inteligencia con la felicidad. Aristóteles distinguía dos tipos de «virtud» o excelencia humana: moral e intelectual. La virtud moral es una expresión del carácter, producto de los hábitos que reflejan opciones repetidas. Una virtud moral siempre es el punto medio entre dos extremos menos deseables. El valor, por ejemplo, es el punto intermedio entre la cobardía y la impetuosidad irreflexiva; la generosidad, por su parte, constituiría el punto intermedio entre el derroche y la tacañería. Las virtudes intelectuales, sin embargo, no están sujetas a estas doctrinas de punto intermedio. La ética aristotélica es una ética elitista: para él, la plena excelencia sólo puede ser alcanzada por el varón adulto y maduro perteneciente a la clase alta y no por las mujeres, los niños, los «bárbaros» (literalmente, ‘balbuceantes’: significando los no-griegos) o «mecánicos» asalariados (trabajadores manuales, a los cuales negaba el derecho al voto).

Virtudes

Aristóteles sostuvo lo que hoy se llama una ética de las virtudes. Según Aristóteles, las virtudes más importantes son las virtudes del alma, principalmente las que se refieren a la parte racional del hombre. Aristóteles divide la parte racional en dos: el intelecto y la voluntad. Cuando el intelecto está bien dispuesto para aquello a lo que su naturaleza apunta, es decir para el conocimiento o posesión de la verdad, decimos que dicho intelecto es virtuoso y bueno. Las virtudes intelectuales perfeccionan al hombre en relación al conocimiento y la verdad y se adquieren mediante la instrucción. A través de las virtudes, el hombre domina su parte irracional.

Existen dos clases de virtudes: virtudes éticas y virtudes dianoéticas. Ambas expresan la excelencia del hombre y su consecución produce la felicidad, ya que ésta última es «la actividad del hombre conforme a la virtud».

Las virtudes éticas son adquiridas a través de la costumbre o el hábito y consisten, fundamentalmente, en el dominio de la parte irracional del alma (sensitiva) y regular las relaciones entre los hombres. Las virtudes éticas más importantes son: la fortaleza, la templanza, la justicia.

Las virtudes dianoéticas se corresponden con la parte racional del hombre, siendo, por ello, propias del intelecto (nous) o del pensamiento (nóesis). Su origen no es innato, sino que deben ser aprendidas a través de la educación o la enseñanza. Las principales virtudes dianoéticas son la inteligencia (sabiduría) y la prudencia.

-La templanza es el Punto medio entre el libertinaje y la insensibilidad. Consiste en la virtud de la moderación frente a los placeres y las penalidades.

.La valentía es el punto medio entre el miedo y la temeridad.

-La generosidad es el punto medio entre el uso y posesión de los bienes. La prodigalidad es su exceso y la avaricia su defecto.

Prudencia: el hombre prudente es aquel que puede reconocer el punto medio en cada situación. Cuando uno hace algo virtuoso, la acción es buena de por sí. La prudencia no es ni ciencia ni praxis, es una virtud.

La definición tradicional de justicia consiste en dar a cada uno lo que es debido. Según Aristóteles, existen dos clases de justicia:

-La justicia distributiva, que consiste en distribuir las ventajas y desventajas que corresponden a cada miembro de una sociedad, según su mérito.

-La justicia conmutativa, que restaura la igualdad perdida, dañada o violada, a través de una retribución o reparación regulada por un contrato.

San Agustín:


La ética de san Agustín tiene en común con lo que podríamos llamar ética griega típica su carácter eudemonista, es decir, el que se propone un fin para la conducta humana, a saber, la felicidad; pero esa felicidad ha de encontrarse únicamente en Dios.

   El ser humano es mutable e insuficiente para sí mismo, solamente puede encontrar su felicidad en la posesión de lo que es más que él mismo, en la posesión de un objeto inmutable: «El anhelo de Dios es, pues, el deseo de beatitud, el logro de Dios es la beatitud misma», es decir, la felicidad.

   Pero cuando san Agustín decía que la felicidad se encuentra en el logro y posesión del objeto inmutable y eterno, Dios, en lo que pensaba no era en una contemplación puramente teorética y filosófica de Dios, sino en una uníón y posesión amorosa de Dios, y, más exactamente, en la uníón sobrenatural con Dios ofrecida a los cristianos como término de su esfuerzo ayudado por la gracia; no es posible separar bien en el pensamiento de san Agustín una ética natural y una ética sobrenatural, puesto que el santo se interesa por el hombre en concreto, y el hombre en concreto tiene una vocación sobrenatural.
  La ética de san Agustín es, pues, primordialmente una ética del amor; es la voluntad lo que lleva al hombre hacia Dios, y por ella toma el hombre finalmente posesión de Dios y goza de Él.
  La ética de san Agustín se centra, al rededor del dinamismo de la voluntad, que es un dinamismo de amor, aunque el logro de la beatitud, «participación en el bien inmutable», no es posible para el hombre a menos de que sea ayudado por la gracia, a menos que reciba «la merced gratuita del Creador».

Santo Tomás:


Siguiendo el principio de Aristóteles; Santo Tomás dice que el fin último del hombre es alcanzar la felicidad y consiste en la perfección o cumplimiento de la Naturaleza humana que se concreta en el cumplimiento de la ley natural o ley moral. 
Tanto en los seres humanos como en los animales existen instintos, de los que los animales no son conscientes pero nosotros, dado a nuestra naturaleza racional sí. Este conocimiento nos lleva a deducir normas de conducta encaminadas al cumplimiento de estas tendencias. Estas normas de conducta es lo que se denomina Ley Natural: 
ORDEN: Sustancia. 
TENDENCIA: Conservar Existencia 
NORMAS: Deber moral de mantener nuestra vida y la de los demás. 
ORDEN: Animal 
TENDENCIA: Reproducción 
NORMAS: Deber Moral de cuidar a los hijos y limitar la sexualidad a la procreación 
ORDEN: Racional 
TENDENCIA: Vivir en sociedad y buscar la verdad. 
NORMAS: Respetar las exigencias de la justicia. Deber moral de decir la verdad. 
-Carácterísticas: Es evidente porque no hay que enseñársela a nadie, todos conocemos su sentido. ES universal porque vale para todos los hombres. Es Inmutable porque sencillamente, no cambia. 
En efecto, la vida del hombre no se agota en esta tierra, por lo que la felicidad no puede ser algo que se consiga exclusivamente en el mundo terrenal; dado que el alma del hombre es inmortal el fin último de las acciones del hombre trasciende la vida terrestre y se dirige hacia la contemplación de la primera causa y principio del ser: Dios. 

Maquiavelo:


Los textos de Maquiavelo no configuran un pensamiento sistemático; más bien, componen un conjunto de notas sobre situaciones concretas. A pesar de esta dispersión, se percibe cierta unidad, que permite dividir su obra en ética, política y literatura. Su reflexión moral anticipa la crítica de Nietzsche a los valores de la tradición cristiana. Para Maquiavelo, la virtud no se identifica con la caridad y el respeto a la ley, sino con la excelencia y la fuerza que permitan dominar las contingencias de fortuna. Si la fortuna es el conjunto de variables atribuibles al azar, la verdadera virtud consistirá en intentar contrarrestar su influencia. Un determinismo como el de los estoicos, que entiende la necesidad de todo lo que acaece, es la negación sistemática del peso de la fortuna en el curso del devenir o, como es el caso, de la vida política. La ética cristiana ha propagado la idea de que la virtud no es más que compasión hacia nuestros semejantes y capacidad de sacrificio en aras del bien colectivo, pero la cultura grecorromana sabía que la areté o virtus es sobre todo fuerza de ánimo y valor físico.

Ajena a la promesa de un más allá, la virtud se proyecta sobre el mundo inmediato, buscando el éxito y la eficacia. Es una cualidad activa que no retrocede ante la crueldad o el disimulo. No tiene otro objetivo que la realización de sus fines, neutralizando en lo posible la influencia de la adversidad. Para el secretario florentino, “la virtud es vigor y salud, astucia y energía, capacidad de previsión, de planificar, de constreñir. Es, sobre todo, una voluntad que sirva de dique de contención ante el total desbordamiento de los acontecimientos, que imprima una norma –por desgracia, siempre parcial y caduca- al caos, que construya con tenacidad indefectible un orden dentro de un mundo que se desmorona y se disgrega de forma permanente.” (L. Firpo).

A la fortuna sólo se la puede dominar mediante la violencia, porque, según Maquiavelo “es mujer y si se la quiere tener sometida es necesario pegarle y golpearla. Es más fácil vencerla con vehemencia que con frialdad. Como mujer, además, siempre se muestra amiga de los jóvenes, porque son menos respetuosos” (El príncipe, XXV). En política, vale más ser impetuoso que precavido. El cristianismo atribuye al ser humano una dignidad que no se compadece con la naturaleza de sus actos. Sólo falsificando las inclinaciones humanas podremos decir que al hombre le mueve el amor o la solidaridad. El Realismo antropológico es incompatible con el espíritu de renuncia o la fidelidad a la palabra dada. En una sociedad dominada por el egoísmo y la violencia, la virtud no puede ser más que la habilidad para vencer las circunstancias opuestas a nuestros objetivos.

La verdad efectiva es que las visiones utópicas sobre el hombre y la política falsifican hipócritamente la realidad. La tradición filosófica y teológica minimizan las tendencias destructivas del ser humano, invocando factores ajenos a su voluntad, como un orden social injusto o la influencia de fuerzas malignas, pero la historia, gran maestra de la vida, nos muestra una y otra vez que la esencia del hombre no varía de una época a otra. Con independencia del momento histórico y el régimen político, el corazón humano propende a la codicia y el ansia de poder, y es inútil intentar extirpar esas pasiones, pues forman parte de nuestra naturaleza. En los Discursos, Maquiavelo afirma que el hombre no es ni bueno ni malo, pues la experiencia demuestra que puede actuar de un modo u otro, pero de cara al gobierno del Estado, el príncipe debe elaborar sus previsiones, presuponiendo la maldad humana.

La humanidad se divide en “príncipes” y “súbditos”. Los príncipes aspiran al poder y los súbditos a la seguridad. Esta diferencia es la causa de que los hombres ocupen “naturalmente” posiciones distintas en la trama social. Esta forma de estratificación se repite en todas las edades y en todos los pueblos. Maquiavelo adopta el esquema cíclico de Polibio, según el cual la historia atraviesa períodos de decadencia seguidos de etapas de esplendor, introduciendo una importante modificación: la virtud del pueblo y sus gobernantes puede alterar este proceso. En la antigua Roma, cada vez que se insinuaba una crisis, se regresaba a los orígenes, intentando restaurar las condiciones que concurrieron en el nacimiento del Estado.

La religión cristiana también ha utilizado este recurso. Si no hubiera apelado al ideal de pobreza y al ejemplo de Cristo que estuvieron en sus orígenes, ya se habría extinguido. Es cierto, apunta Maquiavelo en los Discursos, que el cristianismo, al exaltar la humildad y el desprecio del mundo, ha debilitado a los pueblos, convirtiendo a los hombres en débiles y afeminados, pero esta degradación nace de una interpretación errónea del mensaje de Cristo, rey de reyes, que advirtió que no había venido a traer la paz, sino la guerra y que expulsó a los mercaderes del Templo, golpeándoles con una cuerda.

Es innegable que el hombre está sujeto a la fortuna, pero la virtud reside en no aceptar pasivamente sus disposiciones. Virtuoso es el que lucha contra los acontecimientos, procurando dominarlos y esforzándose en imponer su voluntad. En algún pasaje, Maquiavelo atribuye a la fortuna la mitad de lo que acontece en el mundo, pero en otras ocasiones establece un margen más amplio para la virtud. La libertad humana está limitada por las circunstancias, pero eso no significa que la intervención humana esté condenada al fracaso. Las posibilidades de éxito dependen de quién actúe y cuál sea su virtud. Por ejemplo, en la historia de Roma tuvo más influencia la virtud que el azar.

Kant:


Uno de los conceptos que más influencia ha tenido en el campo de la ética, por lo menos desde que fue formulado por primera vez, es sin duda alguna el imperativo categórico expuesto por Kant, a finales del Siglo XVIII. En síntesis, lo que el imperativo nos dice es lo siguiente: actúa de forma que tu actuar pueda ser elevado a máxima universal.

deber y sentimientos

Por poner un ejemplo esclarecedor, para averiguar si el asesinato es bueno, tendríamos que imaginar qué sucedería si todas las personas fueran unas asesinas. Es fácil deducir que en dicho mundo nadie querría vivir, y que siguiendo esa máxima, lo normal es que el ser humano desapareciera inmediatamente.

No parece un mal consejo y, de hecho, la moral kantiana está en la base de muchas de las teorías éticas surgidas en el Siglo XX.

El deber, sin placer

Así las cosas, Kant también nos impele a actuar por deber. Como hemos visto en la formulación de su imperativo categórico, debemos actuar no por gustoo por placer, sino porque tenemos que seguir esa máxima universal. Por tanto, es evidente, que si actuamos por deber estaremos siendo más virtuosos que si nos dejamos guiar por nuestros sentimientos y actuar sólo según el placer nos dicte. En apariencia, quizás, es un argumento inapelable. Sin embargo, si rascamos un poco más en su interior, descubrimos que no es oro todo lo que reluce.

Ante esta idea del deber, Schelling formuló la siguiente paradoja: Soy amigo de mis amigos porque me gusta cómo son y siento placer al estar con ellos. Por eso les trato bien, les cuido y me importan sus sentimientos. Pero al hacerlo me doy cuenta de que no lo hago por deber, sino por placer. Así, tengo odiar a mis amigos, para así, cuando les trate bien, les cuide y les atienda, no lo haga por placer, sino por deber. De esta forma, seré realmente virtuoso.

Siente, humano, siente

Querer desterrar de la ética nuestros sentimientos es un terrible error. Los humanos sentimos, y aunque alguno de esos sentimientos no nos gusten (como el odio, el dolor…) tratar de obviarlos no los hará desaparecer. Al igual que la avestruz cuando mete su cabeza en un agujero para dejar de ver el peligro, este tipo de ética cree que al desterrarlos estos desaparecerán. Pero una ética que no atienda a los sentimientos, sencillamente, no es una ética para humanos. Querer a los amigos, a la familia… no puede ser considerado como algo que no ataña a la ética. Y hacerlo, nos lleva a defender aberraciones como las que Schelling hizo ver.

Contraponer la razón a los sentimientos es una práctica habitual en muchos pensadores. Sin embargo, ambos conceptos están sin duda alguna entrelazados. Incluso en nuestras elecciones más racionales, hay por debajo un sustento sentimental, que nos permite tomar una decisión. De lo contrario, nos sucedería como al asno de Buridán, que se murió de hambre, por no saber elegir entre dos sacos de pienso que le ofrecían los mismos beneficios.

Utilitarista:


Según la ética utilitarista, nuestras acciones han de estar orientadas a la consecución de la máxima felicidad para el mayor número de personas. Este fin es, a su vez, un procedimiento decisorio que, a la hora de enfrentarnos a un dilema moral, ha de ayudarnos a decidir el curso de acción más adecuado con respecto a este objetivo.

El primero en proponer esta teoría ética fue Jeremy Bentham, a finales del Siglo XVIII en su obra Introducción a los principios de la moral y la legislación. Su seguidor, John Stuart Mill desarrollaría el punto de vista de Bentham.

1. La ética utilitarista y sus variantes

La ética utilitarista, al igual que ocurre con otras muchas teorías filosóficas, ha experimentado un notable desarrollo a lo largo del tiempo, de tal modo que se pueden distinguir, además del utilitarismo clásico o utilitarismo de la acción, dos variantes de esta teoría.

La primera de ellas es el utilitarismo negativo. En esta versión la tesis principal se formula negativamente, en términos de sufrimiento, en lugar de en términos de felicidad. Bajo nuestro punto de vista es una variante pesimista del utilitarismo. Según el utilitarismo negativo, el valor moral de una acción se mide en términos del sufrimiento que evita para el máximo número de personas. Es una versión pesimista en la medida en que los filósofos que defienden esta posición piensan que, dado que hay más oportunidades de causar sufrimiento que de causar felicidad, seremos moralmente más eficientes si evitamos causar sufrimiento.

La segunda versión es el utilitarismo de la regla o de la norma. Muchos utilitaristas de la regla tratan de conciliar la teoría utilitarista con la ética kantiana, como es el caso del prescriptivismo universal de R. M. Haré. Según esta versión, el valor de una acción moral se mide en función de que siga la regla o norma que mayor utilidad proporcione. Hemos de recordar aquí que Kant defendía, a grandes rasgos, que una acción era moralmente valiosa si, y solo si, queremos que todo el mundo, en las mismas circunstancias, elija ese curso de acción.

RAWLS

Idea de una sociedad justa

Principio de Libertad: libertad de culto, elección, derecho de vida, propiedad

Principio de Igualdad: todos tenemos derecho a ejercer nuestro plan de vida pero la intervención del estado debe beneficiar al menos favorecido

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