La Justicia y la Relación entre Fe y Razón en Agustín y Tomás

En su definición de justicia, Agustín de Hipona recurre a la única verdad (la cristiana); desde ella podemos conocer los rasgos propios de eso a lo que denominamos ‘justicia’.

El fundamento de dicha justicia consiste en que Dios domine toda la sociedad. En consecuencia, el alma debe mantener sometido el cuerpo (elemento más bajo). La razón deberá reprimir los vicios. Todo el pueblo debe vivir esta fe y obrar por amor a Dios y al prójimo.

La comunidad en la que no prevalece la justicia no puede constituir una verdadera sociedad fundada en derechos e intereses comunes a cuantos forman parte de ella (ya que el constitutivo de toda sociedad es el amor, el cual une a los hombres). De manera que para que haya un pueblo debe haber lazo de unión.

Cuando Dios no está en nuestros corazones y en nuestra sociedad, sino que están los intereses y los amores propios y egoístas, no existe ninguna unión real, ya que cada uno mira por sí mismo y por sus intereses. Por tanto, no habrá pueblo ni tampoco política (ya que esta busca el bien común de la sociedad).

Así, Agustín de Hipona divide a la humanidad en dos grandes sociedades: la ciudad de Dios, formada por quienes aman y buscan la gloria de Dios, en la cual es posible la paz y la verdadera justicia. En esta sí hay un amor común y, por tanto, pueblo y política; y la ciudad terrenal, formada por quienes buscan los bienes materiales y se aman a sí mismos. Esta no es una verdadera sociedad, ya que todos los hombres buscan su propio beneficio, ya que no hay un amor compartido; tampoco hay política.

Vigencia

Poner en práctica las ideas del texto podría ser problemático, ya que denomina al estado intolerante y teocrático que define la justicia desde el dogma de la religión cristiana.

Agustín de Hipona mantiene que solo si todo el pueblo vive la misma fe puede haber una sociedad fundada en derechos e intereses comunes. Actualmente vivimos en una sociedad multicultural y multirreligiosa fundada en principios ajenos a la religión.

No se puede considerar que la tolerancia y convivencia entre diferentes religiones pueda ser la causa de desorden o disolución social. La identidad de una sociedad no debe ser limitada por los márgenes que impone una religión.

Podemos ver los efectos negativos de la intolerancia en la España moderna, sometida a la Inquisición, y podemos comprobar que en los países que en la actualidad imponen una única fe y reprimen a los disidentes.

También podemos interpretar en otro sentido estas ideas; podemos destacar la importancia de que cuantos pertenecemos a una sociedad compartamos unos derechos y unos intereses con independencia de nuestras creencias particulares y de que tengamos objetivos comunes.

Para que una sociedad permanezca unida, los ciudadanos debemos asumir que el bien particular tiene que ser compatible con el bien común.


Explicación

Según Tomás de Aquino, nuestra salvación no solo depende de la razón humana, la filosofía; además, necesitamos la revelación imprescindiblemente.

Fe y razón son fuentes distintas de conocimiento. El conocimiento racional parte de nuestra experiencia sensible y está limitado por lo que podemos deducir de ella. El fin del hombre es Dios y, para alcanzarlo, debe ser conocido.

Nuestra razón no puede llegar al conocimiento pleno de un Dios que no se ofrece a nuestros sentidos. Hemos de recurrir a la fe, que se fundamenta en la revelación divina y que amplía y perfecciona la razón.

Tomás de Aquino hace referencia a unas verdades accesibles tanto desde la fe como desde la razón; los preámbulos. Según él, hay un ámbito del conocimiento exclusivo de la razón, uno exclusivo de la fe y un campo intermedio de ambas facultades.

Las llamadas ‘cinco vías’ son demostraciones racionales de la existencia de Dios, el primero de esos preámbulos. Todas parten de efectos sensibles que la razón conoce y que nos permiten deducir la existencia de Dios. Por tanto, la razón nos puede llevar a conocer que Dios existe, pero nada nos aclara sobre cómo es.

Si no conociéramos estos preámbulos también mediante la revelación, muy pocos llegarían a ellos. Además, dada la limitación de nuestra razón, podría conducirnos a errores.

Por tanto, la revelación permite que los hombres conozcan de forma más fácil y segura a la divinidad.

Por esto son necesarias la revelación y la teología.

Vigencia

La vigencia actual depende de si creemos en las premisas de su argumentación.

Tenemos que el argumento que presenta es correcto lógicamente (totalmente demostrativo), pero como toda argumentación lógica, da por supuesta la verdad de las premisas. Para aceptar la conclusión, debemos estar de acuerdo con Tomás de Aquino en que Dios es el fin al que se dirige el hombre y en que su comprensión excede la capacidad de la razón.

Esto es indudable para los cristianos; para quien niegue la verdad de esas premisas, el argumento no tendrá sentido.

Más discutible es defender hoy en día que la teología es la ciencia suprema, bajo la cual se sitúan los demás saberes, y que de ella debe ser esclava la filosofía.

Podríamos decir que Tomás de Aquino inició el proceso de separación entre fe y razón, pues consideró que la razón tenía cierta autonomía.


La relación entre la fe y la razón.

El punto de partida de la filosofía de Tomás de Aquino fue Aristóteles, ya que piensa que el conocimiento racional parte de los sentidos, de la experiencia sensible, que también constituye su límite; nuestra razón no puede conocer lo que no se nos ofrece a través de los sentidos.

Por el contrario, la fe cristiana proporciona conocimiento más allá de esos límites.

La fe se basa en la revelación divina; esta no viene a suprimir la razón, sino a perfeccionarla.

La filosofía de Tomás de Aquino tiene como referencia el averroísmo latino y formula una doctrina que garantiza la armonía entre fe y razón.

Este defendía la existencia de una única verdad, si bien hay un ámbito de dicha verdad propio de la fe, otro que es característico de la razón y un tercero que engloba verdades a las que podemos acceder tanto desde la fe como desde la razón: los preámbulos de la fe; es decir, que fe y razón delimitan dos conjuntos con una zona de intersección (preambulos).

El mundo es creado, el alma es inmortal y Dios existe son verdades de este tipo. Según Tomás de Aquino, existen estos preámbulos porque es conveniente que ciertas verdades accesibles por la razón lo sean también a través de la fe, ya que muchos hombres no podrían llegar a ellas sin la fe.

Fe y razón nos llevan a dos campos de saber distintos: fe a teología y razón a filosofía. Ambos tienen como origen la revelación divina. Estas proporcionan un conocimiento natural que puede explicarse mediante la abstracción (igual que fe y razón son distintas, teología y filosofía también).

Mientras los principios de la filosofía son los axiomas de la razón, los de la teología son dogmas; mientras en la filosofía es completamente racional en sus inferencias y conclusiones, la teología solo es racional en sus formas de deducción, pero los contenidos de los razonamientos provienen de la revelación divina.

En cualquier caso, esa distinción no es oposición. Hay armonía entre ambas, ya que la verdad no puede ser más que una; incluso debe haber una predominación de la filosofía sobre la teología revelada como ciencia suprema.

Aunque como fuentes de conocimiento, fe y razón son autónomas, la razón presta ayuda a la fe, porque la teología se presenta como una ciencia. Por otra parte, la fe también ayuda a la razón. Por esto podemos decir que en Santo Tomás la fe predomina sobre la razón.

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