El lugar de la metafísica en la vida humana
Lametafísica no es una actividad restringida a unas pocas personas, sino una actitud natural que está presente en todo ser humano. Todos somos, de un modo u otro, metafísicos. En nuestro corazón surge inevitablemente la cuestión capital: ¿cuáles son la causa y el sentido de la existencia? O, tal y como la planteó en toda su radicalidad Gottfried Leibniz (1646-1716): ¿por qué el ser y no, más bien, la nada? La importancia de responder a estas preguntas movió a los primeros filósofos a convertir esta actitud natural en un conocimiento sistemático, esto es, en ciencia. La metafísica nos abre las puertas de la auténtica sabiduría: por una parte, proporciona la visión crítica que nos permite analizar y cuestionar las respuestas de otros ámbitos del saber; por otra parte, fundamenta la vida moral, haciendo posible que ordenemos nuestras acciones hacia el fin de la existencia.
El Lugar de la metafísica en la filosofía
«Todos los hombres desean por naturaleza saber». Así comienza Aristóteles su libro Metafísica. Ahora bien, este deseo no se sacia con conocimientos parciales. El ser humano busca incesantemente el último porqué de las cosas, llegar a aquello que se encuentra más allá de las apariencias. Para hacer accesible esa búsqueda, la filosofía se divide en diversas ramas. La mayoría de ellas centra su interés en algún aspecto o tipo de realidad: la filosofía de la naturaleza estudia la estructura y las causas últimas de los seres materiales; la antropología se ocupa del origen y la estructura primordial del ser humano… Sin embargo, una de ellas, la metafísica, se plantea la cuestión más radical: ¿qué es la realidad?
La importancia de dar respuesta a la pregunta sobre la realidad reside en que de ella dependen todos los demás conocimientos. Si no distinguimos qué es real de lo que no lo es, cualquier otro conocimiento y, con él, la propia vida, se torna inestable e inseguro.
El lugar de la metafísica entre las ciencias
La metafísica es la ciencia primera. Cada ciencia tiene como objeto de estudio una parte de la realidad y la aborda desde una perspectiva concreta y con un método propio. Por ejemplo, la biología estudia el origen, la composición y la evolución material de los seres vivientes a través del método experimental. Sin embargo, para alcanzar ese objetivo, la biología se apoya en conocimientos alcanzados por otras disciplinas: la química, por ejemplo, le aporta las bases para el estudio de los procesos metabólicos y funcionales; la astrofísica pone a su disposición premisas sobre el origen y la evolución de la materia en el universo, las cuales son necesarias para el estudio del origen de la vida.
Así, cada ciencia, si bien disfruta de autonomía, se apoya en supuestos que le aportan otros saberes. De esta forma, las ciencias se organizan de modo jerárquico: entre ellas existen relaciones de subalternación según las cuales unas proporcionan unos fundamentos o premisas a otras. Cuanto más básico sea el objeto de una ciencia, más necesaria será esta en el conjunto de las ciencias. Las leyes de la física, por ejemplo, son esenciales en química, biología, astronomía, geografía… Pero, a su vez, la física, que estudia la composición y las propiedades de la materia, requiere otra ciencia que investigue qué es la materia… La metafísica es la ciencia primera, porque ofrece y estudia las premisas sobre las que se construyen las restantes ciencias.
La metafísica es la ciencia del ser. Frente a otras ciencias, la metafísica no se fija en realidades concretas. El objeto de estudio de la metafísica es aquello que es común a todos los seres, es decir, el constitutivo último de toda realidad. Ya los primeros filósofos se preguntaron por ese elemento primordial. Algunos lo identificaron con una realidad material: el agua, el aire, el fuego, etc. Parménides de Elea (siglo VI a. C.) fue quien primero afirmó que lo último y más radical de las cosas es que son. El objeto de la metafísica es precisamente el ser de los entes. Llamamos ente a todo lo que es (del latín ens, ‘lo que es’). La metafísica estudia los entes no en cuanto que son esto o aquello, sino en cuanto que son. Los analiza desde el punto de vista de que poseen la perfección de ser. La metafísica es la ciencia que estudia el ente en cuanto ente, sus propiedades y sus causas últimas.
La metafísica es un saber universal y trascendental. La metafísica es un saber universal por la máxima extensión de su objeto: estudia la realidad en sí misma, no partes o aspectos de ella. Es decir, analiza los entes simplemente en cuanto que son. Por contraposición, el resto de las ciencias se denominan particulares. La metafísica es también un saber trascendental, ya que centra su atención en la perfección que va más allá de las cosas concretas: el ser. «Blanco», por ejemplo, no sería un atributo trascendental, porque solo se puede predicar de un determinado tipo de objeto. En cambio, «ser» se aplica a todo lo real.
La metafísica, ciencia de los primeros principios. Toda ciencia se constituye como un sistema de verdades. Ahora bien, hemos visto que ese sistema de verdades descansa sobre unos principios de los que depende. La tarea de una ciencia no es justificar las premisas de las que parte, sino avanzar en el conocimiento de su objeto de estudio. En último término, deben existir unos primeros principios que no se fundamenten en otros y que constituyan el cimiento de todas las ciencias. Esos principios se expresan en forma de juicios cuya validez descansa en el último fundamento de la realidad, es decir, en el ser y sus propiedades. Al tratarse de principios radicales, la metafísica es la ciencia que los estudia.
El primero de estos principios es el de no contradicción: es imposible que lo mismo sea y no sea a la vez, y en el mismo sentido, o es imposible que un mismo atributo se encuentre y no se encuentre bajo la misma razón en un mismo sujeto. Una persona, por ejemplo, puede ser y no ser padre siempre que la razón en cada caso sea distinta: lo es con respecto a su hijo, pero no lo es con respecto a su progenitor. Este primer principio se presenta inmediatamente a la inteligencia a partir de la realidad. Cuando conocemos una cosa, la conocemos como algo que es. Es evidente por sí mismo y no necesita ser demostrado por otro. Es universal, pues es una verdad implícita en la noción de ente, que es la más universal, dado que todo ente es y no puede no ser lo que es actualmente. Es necesario, ya que, una vez que captamos que una cosa es lo que es, entendemos que no puede no ser eso en este momento. Por eso, quien niega este principio cae en una contradicción. El principio de no contradicción es evidente, universal y necesario, porque su contradicción es imposible en la realidad e impensable por la razón. Es el primer principio de la realidad y del conocimiento.