La Metafísica y el Conocimiento en Ortega y Gasset: El Raciovitalismo y la Verdad Perspectiva

PROBLEMA DE LA METAFÍSICA Y EL CONOCIMIENTO EN Ortega Y Gasset

La filosofía contemporánea abarca desde la segunda mitad del Siglo XIX a la primera mitad del XX. Durante ese periodo, en el que tiene lugar la crisis de los sistemas políticos y las ciencias naturales y humanas avanzan de forma espectacular, buena parte de la filosofía supone una reacción a la consideración de la historia, de la vida y de la existencia humana que la filosofía moderna había hecho. 
En esta línea se sitúa también la filosofía de Ortega, quien parte de los conceptos de vida y razón para elaborar su pensamiento. 
Ortega critica al Racionalismo el haber apostado por la razón como única vía del conocimiento, sin tener en cuenta la vida, mientras que rechaza también los movimientos vitalistas por afirmar que la única instancia a la que tenemos que recurrir para conocer la realidad es la vida, conduciendo a posturas irracionalistas. Con la teoría del raciovitalismo, Ortega propone la superación de ambas corrientes. Esta es una teoría del conocimiento que tiene como punto de partida la vida, un concepto de vida que pretende interrelacionar la razón con sus raíces vitales irracionales. El raciovitalismo pone la razón al servicio de la vida. Esta razón es la que Ortega llama razón vital frente a la razón suplantadora de la vida que defendía el Racionalismo, a la que Ortega denomina razón pura.
La vida, para Ortega, es la realidad radical dentro de la cual se encuentran todas las demás realidades, entre ellas la razón. Este concepto de vida pretende superar la visión del Realismo, según la que las cosas existen independientemente de mi pensar, pero también la del idealismo, que pretende reducir la realidad al sujeto que piensa, a la experiencia interior de la conciencia. Ambas posturas se equivocan por considerar que una parte de lo que hay, las cosas o el yo, es la única que existe.
Para Ortega no hay el mundo o el yo, lo que hay es el yo con el mundo. No se puede hablar de las cosas sin el yo, pero tampoco de un yo sin las cosas. La realidad radical, la vida, es el mundo y yo. Por esta razón Ortega afirma: “Yo soy yo y mis circunstancias”, donde circunstancias quiere decir el horizonte de las cosas con las que interactuamos los seres humanos, desde las pequeñas cosas materiales a las personas, a las instituciones, costumbres o el momento histórico. Por ello, la razón vital se concretiza en razón histórica, porque la vida es esencialmente temporeidad. 
La concepción de la razón vital determina también la teoría del conocimiento de Ortega. En primer lugar, afirma Ortega que existe la verdad, posiciónándose con el Racionalismo. Sin embargo se aleja de él al aclarar que esa verdad sólo puede captarse individualmente, coincidiendo así con el relativismo.
La verdad existe independientemente de los seres humanos, pero solo se muestra en perspectiva.
Cada ser humano, cada pueblo, cada época tiene una perspectiva distinta de la verdad porque la observa desde un punto de vista (perspectiva) único, propio, individual. Por tanto, no existe el punto de vista perfecto, no hay una única verdad como pensaban los racionalistas. Lo que hay son distintas perspectivas. La única perspectiva falsa es la que quiere imponerse como la única. Cada perspectiva es verdadera, auténtica, única, intransferible, insustituible. Las distintas perspectivas no son contradictorias, sino complementarias.
Esta concepción de la verdad, al ser contemplada desde infinitas perspectivas, adquiere un carácter vital e histórico.
Como consecuencia de este nuevo planteamiento de la verdad Ortega considera necesaria una reforma radical de la filosofía. Ya no valen las filosofías que pretenden haber encontrado toda la verdad. Las pretensiones de validez absoluta y universal son imposibles. La nueva filosofía deberá reconocer su carácter individual, vital e histórico. Cada filosofía debe entenderse como una perspectiva que debe articularse con las otras, reconociendo sus vínculos con las pasadas y estando abierta para relacionarse con las futuras.


EL PROBLEMA DE Dios EN Nietzsche

La filosofía de Nietzsche supondrá un enfrentamiento radical con buena parte de la tradición filosófica occidental, ejerciendo considerable influencia a finales del Siglo XIX y durante la primera mitad del XX. Así como Marx había establecido la acción, la praxis, como centro de la realidad, Nietzsche postulará la «vida» como fundamento de su propuesta metafísica, antropológica y ética. El sujeto es fundamentalmente vida, y no conciencia o pensamiento. 
Nietzsche parte del supuesto de que la cultura occidental está viciada desde su origen. Es una cultura racional y dogmática, y por eso es decadente, porque se opone a la vida, a los instintos. Nietzsche entonces considera necesario criticar el dogmatismo para eliminar el error de base. Por eso hace una crítica total que abarca todos los aspectos de la cultura occidental: la metafísica, la moral y la religión. 
Esta crítica radical, que aspira a destruir los fundamentos de la cultura occidental, es decir, de la cultura platónico-cristiana, es lo que significa “Dios ha muerto”. Según Nietzsche, Dios ha sido el pilar que ha sostenido toda la cultura de Occidente y por fin el ser humano es capaz de destruirlo. Nietzsche considera que Dios es el gran obstáculo para que llegue el superhombre y es Zaratustra quien proclama la muerte de Dios con dos anuncios: «Dios ha muerto. Viva el superhombre». 
La muerte de Dios significa asimismo que se han subvertido todos los valores de la vieja humanidad para que pueda nacer el superhombre y crear nuevos valores. Con  ello se acaba la historia antigua y comienza una nueva historia, la verdadera historia. En ella, ser humano, liberado de mitologías y supersticiones, se puede convertir en creador de su propio destino, y llegar, por fin, a ser hombre.
“La muerte de Dios” es, asimismo, causa del Nihilismo.

El concepto de Nihilismo en Nietzsche tiene varias acepciones o matices. 
Por una parte, Nietzsche afirma que la cultura occidental, especialmente la cultura platónico-cristiana, es nihilista, porque ha divinizado el mundo de las Ideas o el más allá cristiano, que para él, es nada (nihil), es decir, que adora la nada.  
Por otra parte, para Nietzsche el Nihilismo es lo que comienza tras el anuncio “Dios ha muerto”. En ese momento la civilización occidental empieza a reconocer que no tiene valores, los valores que ha tenido hasta ese momento se devalúan, pierden fuerza, y comienza una etapa sin valores (nihilista). Con la muerte de Dios, se ha perdido el sentido de la orientación de nuestra existencia, de nuestra vida: estamos perdidos, sin brújula, en el desierto de la historia.
Esta dimensión negativa o destructiva del Nihilismo, sin embargo, exige dialécticamente una parte positiva y constructiva. Es necesario destruir para crear, aniquilar para producir. Por tanto, el Nihilismo es condición necesaria para la creación de nuevos valores, de los valores del superhombre. 
Desde este punto de vista, el Nihilismo es punto de partida hacia una nueva perspectiva del ser y del ser humano, así como de una nueva valoración sobre la vida y la esperanza; es la gran aurora. Esta dimensión del Nihilismo es superada por algo instintivo, a lo que Nietzsche llama la voluntad de poder. Esta tercera acepción del Nihilismo abre las puertas a una nueva ontología y antropología centrada en la vida, en todo aquello que exalta y potencia la vida. 

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