Lógica Trascendental: Dialéctica Trascendental
La razón finita humana tiene varios usos distintos:
Uso Teórico
Es el uso científico, el uso de la Razón para conocer «lo que hay», para conocer las cosas como «son». Con este uso científico se contesta a la pregunta de qué podemos conocer. Podemos conocer todo lo que viene enlazado según las reglas que imponen a priori espacio, tiempo y categorías; esto es, los fenómenos u objetos de la experiencia. El conocimiento teórico funciona organizando la experiencia. Esta organización se realiza en dos niveles: a nivel de la sensibilidad se enlazan las impresiones bajo las condiciones de espacio y tiempo. A nivel de entendimiento se organizan los objetos, subsumiéndolos bajo conceptos. Por ello, podemos decir que está en la naturaleza de la Razón el sintetizar la experiencia.
Uso Práctico
El uso práctico de la razón es el uso moral. No se trata de conocer científicamente la realidad, sino de orientar al hombre, de enseñarle qué hacer con su libertad; de decidir, no cómo son las cosas, sino cómo deberían ser.
Las Ideas de la Razón
La sensibilidad sintetiza las impresiones formando un objeto. El entendimiento sintetiza objetos bajo un concepto, lo que le permite formar juicios. Pero está en la naturaleza de la razón buscar un fundamento absoluto para la experiencia, es decir, buscar lo incondicionado. Por eso la razón no se conforma con este tipo de síntesis y busca las síntesis más generales posibles. Para ello, establece relaciones entre los juicios buscando juicios cada vez más generales. En esto consiste el razonamiento, cuya forma más simple es el silogismo. Este proceso podría continuarse hasta agrupar la totalidad de la experiencia, es decir, hasta encontrar que el juicio más general es el fundamento absoluto de toda experiencia. Sin embargo, este proceso es inacabable. A partir de juicios fundados en la experiencia nunca llegaremos a acabar la serie de las condiciones. Para cualquier juicio dado siempre podremos encontrar un fundamento, un juicio anterior del que dependa. Entonces, como a la Razón le es esencial la unidad de toda experiencia, da un salto y agrupa la totalidad de la experiencia interna bajo la noción de Alma, la totalidad de la experiencia externa bajo la noción de Mundo, y la totalidad de la experiencia posible bajo la noción de Dios.
Uso Constitutivo y Uso Regulativo de las Ideas
A estos conceptos (Alma, Mundo y Dios) Kant les llama Ideas de la razón, o conceptos puros de la razón. A ellas no les corresponde ningún objeto de experiencia, por lo que no nos proporcionan propiamente conocimiento. Sin embargo, sí cumplen una función dentro del uso teórico de la Razón: hacen posible agrupar toda la experiencia en un sistema racional. Las «Ideas de la Razón» no se pueden aplicar a ninguna experiencia posible como constituyéndola, pero se pueden aplicar para regular la experiencia, encuadrándola dentro de un sistema completo. Kant llama a esto el uso regulativo de las Ideas. Pero no podemos pensar si no es aplicando las categorías del entendimiento a lo que pensamos. Y aquí surge el problema, porque la razón aplica a las Ideas las categorías del entendimiento, como si se tratase de objetos de la experiencia. Es decir, la Razón no se limita a usar las Ideas para regular la experiencia, y las usa constitutivamente. Esto es, pretende constituir a partir de ellas objetos de experiencia.
El error nace de no haber hecho un análisis de las capacidades y de los límites de la Razón. Hecho este análisis, comprobaremos que la Razón se contradice cuando pretende contestar desde su «uso teórico» aquellos de sus intereses que sólo afectan a su «uso práctico». De esta forma se solventan todas las contradicciones. «Alma», «Dios» y «Mundo» no son objetos de la experiencia, pero encuentran su particular tipo de realidad dentro del mundo de la moral, es decir, de la praxis.
A esos juicios contradictorios o indemostrables que emite la razón, les llama Kant paralogismos cuando se refieren al alma, y antinomias, cuando se refieren al mundo. Acerca de Dios, la Razón incurre en otro tipo de error, el de pretender que su existencia puede ser demostrada.
El Ideal de la Razón Pura
La Idea de Dios surge del intento de agrupar toda la experiencia posible. Dios es, por lo tanto, pensado como aquel ser que reúne en sí toda la realidad. A tal ser le llama Kant ideal de la razón pura.
Kant reduce todas las pruebas que intentan demostrar la existencia de Dios a:
1. Prueba Ontológica
Es aquella que, partiendo de la noción de Dios, concluye que Dios existe. Este es el viejo «argumento ontológico» de San Anselmo de Canterbury. Según Kant, esta prueba es inválida porque las categorías de la modalidad no implican realidad, son simplemente el modo como la realidad se relaciona con nuestra facultad de conocer.
2. Prueba Cosmológica
Es aquella que, partiendo de la experiencia de que existen cosas en general, concluye que tiene que existir un ser necesario. Esta prueba parte de que los seres del mundo son contingentes. Kant considera que esta prueba no es válida por dos razones:
1
La noción de que el mundo es contingente surge por oposición a la idea de un ser necesario. Por lo que, para que esta prueba tenga sentido, hay que contar ya con la opción de un ser necesario. Pero la idea de un ser necesario es la idea de un ser cuya esencia implica la existencia, y ese es el núcleo del argumento ontológico. Por eso, esta prueba se reduce a la anterior.
2
Se sostiene que tiene que haber un ser necesario causa del mundo, pero con ello se está aplicando la noción de causa fuera del campo de la experiencia.