San Agustín 1.
En el texto propuesto, el autor tiene como objetivo argumentar a favor de la existencia de una conexión entre el libre albedrío del ser humano y la justicia de Dios en el castigo y recompensa de las acciones.
Idea 1: Libre albedrío y justicia divina
La existencia del libre albedrío es fundamental para la noción de justicia divina.
Idea 2: Justicia a través del castigo y recompensa
La justicia se manifiesta a través del castigo de los pecados y la recompensa de las acciones honestas.
Idea 3: Importancia del libre albedrío
Dios ha otorgado al hombre el libre albedrío como una condición necesaria para que exista un sistema justo de recompensas y castigos en función de las acciones humanas.
San Agustín argumenta que el libre albedrío es esencial para la idea de justicia divina. Él plantea que cuando Dios castiga a una persona por cometer un pecado, lo hace porque esa persona tenía la capacidad de elegir actuar correctamente, pero decidió hacer lo contrario. San Agustín también sugiere que la justicia se manifiesta a través del castigo de los pecados y la recompensa de las acciones honestas. Sin libre albedrío, no habría una base para determinar si una acción es buena o mala, y por lo tanto, el castigo y la recompensa serían injustos.
San Agustín 2.
En el texto propuesto, el objetivo del autor es explicar la relación entre la fe y el entendimiento en el contexto de las verdades divinas.
Idea 1: Creencia y comprensión
La creencia y la comprensión son dos cosas diferentes.
Idea 2: Fe como requisito previo para la comprensión
La fe es un requisito previo para la comprensión, especialmente en lo que respecta a las verdades divinas.
Idea 3: Búsqueda del conocimiento
Una vez que se tiene fe, se debe buscar el conocimiento para entender completamente lo que se cree.
San Agustín argumenta que para entender completamente las verdades divinas, primero debemos creer en ellas. Esta creencia actúa como un paso inicial hacia la comprensión. Una vez que tenemos fe, debemos buscar el conocimiento para entender completamente lo que creemos. El autor utiliza citas del Profeta y de Jesucristo para respaldar estos puntos.
Ética en Tomás.
A continuación, se va a desarrollar el pensamiento de Tomás de Aquino acerca de la ética.
En este tema, Tomás es fuertemente influenciado por Aristóteles y coincide con él en el que el hombre es el único ser con entendimiento, lo que le permite dirigir su comportamiento hacia su fin: ser feliz. Sus acciones no están completamente determinadas, como el resto de los animales y cosas, ya que tiene libre albedrío. Según la vía del ordenamiento a un fin, por la cual es posible demostrar la existencia de Dios, sería la Ley Eterna a la que también el movimiento de todas las cosas.
Para Tomás, la conducta del ser humano está regulada por la Ley Natural, que es una derivación de la Ley Eterna que se deduce de las tendencias del hombre y por la que éste ha de buscar el bien y evitar el mal. En tanto que somos sustancia, tendemos a conservar nuestra propia existencia. En tanto que somos animales, tendemos a procrear. En tanto que somos racionales, tendemos a conocer la verdad y vivir en sociedad.
Tomás distingue dos tipos de virtudes, las cardinales y las teologales. Las cardinales son con las que el hombre hace el bien y consigue su fin temporal, que es la felicidad. Estas son la justicia, templanza, fortaleza y prudencia. Los teologales son con las que se consigue la beatitud eterna. Estas son la fe, esperanza y caridad.
Antropología de Agustín.
A continuación, se va a explicar el pensamiento de Agustín de Hipona sobre el problema del ser humano.
Agustín desarrolló el primer gran intento de conciliación entre el cristianismo y la filosofía griega. Para Agustín, el hombre es la unión de alma y cuerpo, tomando influencia de Platón. El cuerpo es mortal y terrestre, mientras que el alma es simple, o sea, que no se puede descomponer e inmortal, pero no eterna. Esto significa que el alma nació y no morirá, y no es eterna, ya que algo eterno es lo que ha existido desde siempre.
Para Agustín, que el alma no sea determinable el problema de su origen, como cada alma que existe con el pecado original. Existen dos alternativas: Dios no pudo crear cada alma con el pecado original, pues Dios es bueno; y como Dios tampoco pudo crear cada alma, sin el pecado original, pues no tendría sentido el dogma de la redención. La solución que Agustín da para resolver este dilema es que el pecado original es hereditario de padres a hijos.
Para Agustín existen 3 facultades en el alma humana: la memoria que preserva la identidad, el yo de cada humano; la inteligencia que sirve para conocer y se divide en dos: la razón inferior, qué es el conocimiento científico y la razón superior, la sabiduría o el conocimiento de las Ideas de Dios. Por último, está la voluntad que sirve para querer o amar. Según Agustín, podemos alcanzar a Dios tanto a través de la razón superior y la voluntad.