La sorprendente actualidad del pensamiento de Kant

La idea kantiana de dignidad humana

Este valor intrínseco de todas las personas por el mero hecho de serlo, y que está en la base de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tiene en los autores ilustrados, y en el propio Kant, unos cimientos claros, quedando reflejado en nuestro autor en una de las formulaciones de su imperativo categórico: Obra de tal forma que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en los demás, siempre como un fin y nunca como un medio.

La idea de «¡Atrévete a pensar!»

Lejos de quedar obsoleta, esta propuesta cobra especial relevancia en nuestros días. Por un lado, porque ese ideal de educación como medio para lograr una adecuada formación personal y, a la larga, conseguir una mejora social, es el primer objetivo de los planes de estudio de los Estados democráticos de derecho. En nuestro país toma forma en la búsqueda del desarrollo de competencias, en especial la de autonomía personal, lo que constituye un claro ejemplo de ese ideal kantiano.

Por otro lado, porque en una época donde tenemos al alcance una cantidad ingente de información a través de internet, de la prensa, de la televisión, de la radio, etc., podemos caer, paradójicamente, en la desinformación. El ruido mediático necesita individuos críticos y autónomos, que razonen por sí mismos, cosa que proponía Kant.

Y, por último, debe ser un antídoto para un tipo de prensa y de televisión cuyo objetivo no es fomentar la reflexión y la crítica, sino, más bien, el adormecimiento de las conciencias y la promoción de la incultura.

La idea del derecho cosmopolita

El espíritu de esta idea consiste en la búsqueda de una era de organización política que contribuya al establecimiento de una paz perpetua; es la pretensión de salir de ese estado de naturaleza colectivo en que se hallan los Estados cuando están en guerra o no tienen garantizada la paz. Es un ideal que pretende una federación de los pueblos del planeta. Este objetivo de organización supraestatal lo podemos comprobar en nuestros días en intentos como la Unión Europea. El derecho de libre circulación y la hospitalidad universal se observa en hechos cotidianos, como la supresión de pasaportes, las tarjetas sanitarias comunes para los países de la Unión, etc.

Pero este ideal todavía mantiene su vigencia, pues aún no se han conseguido eliminar totalmente la xenofobia, el racismo ni las políticas no integradoras. Esta idea de derecho cosmopolita no solo va en el sentido de favorecer el tránsito por el planeta de todos los individuos, partiendo de que nos pertenece a todos. También va en el sentido de evitar que, apoyándonos en ese derecho de circulación, caigamos en el dominio sobre otros pueblos o culturas. Las actuaciones de los países del primer mundo en países subdesarrollados son una muestra de ese afán de dominio, aunque muchas veces se revista de buenos modales y de una pretendida solidaridad.

La idea del derecho de gentes y el establecimiento de una paz duradera

La necesidad que veía Kant de la creación de un conjunto de leyes de carácter supraestatal -en consonancia con el derecho cosmopolita- es la misma que ha auspiciado lo que hoy día llamamos derecho internacional. La ONU, el Tribunal Penal Internacional de La Haya, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, la Convención de Ginebra, el Protocolo de Kyoto, las ONG y muchos otros son organismos que, en un sentido jurídico o político, intentan esa globalización del derecho.

La idea kantiana sobre el espacio y el tiempo subjetivos

Kant se anticipó más de un siglo a las primeras teorías físicas acerca del espacio y del tiempo que cuestionaban el paradigma newtoniano. Aunque fue Einstein, con su teoría de la relatividad, quien propuso un nuevo paradigma, la noción de que ni el espacio ni el tiempo son de carácter objetivo fue formulada por Kant, si bien no en un marco científico tal y como se entiende este concepto en la actualidad. Kant consideró que el espacio y el tiempo eran formas a priori de la sensibilidad, que no provenían de la experiencia, sino que eran puestas por el sujeto cognoscente (subjetivas, pero de toda la especie).

Cierto es que en las últimas décadas se han dado en el campo de la física teorías innovadoras, como la de las supercuerdas o la de los universos paralelos, pero todas parten de la idea, ya formulada por Kant, de que las nociones de espacio y de tiempo no son independientes del sujeto.

La idea del giro copernicano

La principal contribución de Kant a la epistemología es el papel activo del sujeto, quien construye el conocimiento a partir de unas formas o estructuras cognoscitivas a priori. Esta novedosa teoría se vio refrendada siglos más tarde por las modernas teorías cognitivas en psicología, las llamadas teorías constructivistas: el ser humano no es una tabula rasa que pasivamente es rellenada con sensaciones, como dicen las concepciones realistas. Espacio, tiempo y categorías kantianas tendrían un equivalente en la existencia de estructuras innatas que autores como Chomsky defienden desde la lingüística. Ambos confieren gran relevancia a lo que el sujeto aporta, a lo que de filtro y molde supone para los datos externos. Frente a estas posiciones se encuentran teorías de corte ambientalista radical, como las de la psicología conductista (Skinner, Watson).

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