Teoría del conocimiento de jhon locke
El sistema filosófico de Locke se basa en la idea de que las ideas son el objeto principal del pensamiento y del conocimiento.
A diferencia del Racionalismo, Locke argumenta que no existen ideas innatas y que todas las ideas provienen de la experiencia. La mente humana es como una hoja en blanco que se llena con los contenidos de la experiencia sensible.
A diferencia del Racionalismo, Locke argumenta que no existen ideas innatas y que todas las ideas provienen de la experiencia. La mente humana es como una hoja en blanco que se llena con los contenidos de la experiencia sensible.
Locke distingue entre ideas simples e ideas complejas. Las ideas simples se obtienen directamente de la experiencia y son recibidas pasivamente por la mente. Estas ideas pueden ser de sensación, que son las cualidades de los objetos percibidas a través de los sentidos, tanto secundarias (subjetivas y percibidas por un solo sentido) como primarias (objetivas y percibidas por varios sentidos). También hay ideas simples de reflexión, que son los actos de conciencia mediante los cuales percibimos nuestros pensamientos, deseos, sentimientos, etc. Algunas ideas simples pueden ser simultáneamente de sensación y de reflexión, como el dolor o el placer.
Por otro lado, hay cuatro tipos de ideas complejas: sustancias, modos, relaciones y universales. Las sustancias son las ideas de los objetos y se forman mediante la agrupación de varias ideas simples de sensación. Locke sostiene que las sustancias existen, ya que hay una base de cualidades percibidas, pero son incognoscibles en sí mismas. Los modos son los diferentes estados y cualidades que existen en las sustancias. Las relaciones surgen de la comparación o yuxtaposición de ideas simples, como la causalidad o la identidad. Los universales son conceptos generales formados por la abstracción de objetos que comparten alguna similitud.
Además, Locke clasifica el conocimiento humano en tres tipos: sensación, intuición y demostración. La sensación nos proporciona ideas simples y complejas relacionadas con el mundo físico. La intuición nos brinda ideas relacionadas con nuestra propia existencia y el mundo psicológico. La demostración nos permite derivar ideas complejas a partir de otras ideas, incluso si no las podemos sentir ni intuir directamente.
Leyes del entendimiento
El entendimiento desempeña un papel activo en la formación de ideas complejas de acuerdo con ciertas leyes que rigen su funcionamiento. Para determinar si una idea compleja es verdadera o no, se aplica el criterio de verdad, que consiste en descomponerla y encontrar su correspondencia con la impresión o impresiones de las que proviene. Si se pierde la conexión con la impresión original durante su construcción y no se puede restablecer, la idea compleja será falsa o infundada, ya que no puede justificar su origen. Esto ocurre con las ideas de la metafísica. Todo conocimiento válido se origina en las impresiones sensibles.
En la construcción de ideas complejas, el entendimiento sigue leyes específicas:
– La ley de semejanza o identidad, que agrupa ideas simples que se parecen, como formar proposiciones copulativas o conceptos generales por inducción.
– La ley de contigüidad, que agrupa ideas simples que están espacial o temporalmente cercanas, como formar proposiciones predicativas que representan hechos del mundo o describen las cualidades de un objeto.
– La ley de causalidad. En este caso, también hay una relación de contigüidad entre las ideas asociadas. Sin embargo, debido a la repetición observada, el entendimiento postula que esa relación entre ideas es necesaria y no accidental, a lo que llamamos causalidad. La contigüidad entre dos ideas («la mano se quemó después de tocar el fuego»), si se repite regularmente, hace que el entendimiento se acostumbre y establezca que esa contigüidad es universal y necesaria («la mano se quemó porque tocó el fuego»; «el fuego es la causa de la quemadura»).
David Hume filofia moral
La teoría moral de David Hume, expuesta en su obra «Investigación sobre los principios de la moral», representa un ejemplo importante del Empirismo filosófico. Para comprenderla, es necesario considerar su teoría del conocimiento. Al igual que el problema de la epistemología consiste en fundamentar el conocimiento, el problema de la filosofía moral radica en fundamentar el comportamiento para orientar la acción humana y distinguir entre lo bueno y lo malo en ella.
Cuando emitimos un juicio moral, según Hume, no estamos describiendo un hecho, sino valorándolo. Esto significa que la moral se refiere no a cómo son las cosas, sino a cómo deberían ser. Dado que todo conocimiento se origina en la experiencia, surge la pregunta de dónde provienen las reglas morales, ya que no tenemos experiencia directa de cómo deberían ser las cosas.
Efectivamente, la valoración moral de un hecho no se encuentra en la experiencia del hecho en sí. Por ejemplo, si presenciamos un robo o un homicidio, lo sabemos a través de un conjunto de impresiones e ideas sensoriales. Sin embargo, estas impresiones e ideas no contienen ninguna indicación sobre si el acto es moralmente bueno o malo. La valoración moral no se puede extraer de la percepción del acto en sí. El conocimiento moral no es sintético ni analítico, ya que se refiere a hechos.
La respuesta de Hume es que el juicio moral se deriva de un sentimiento, es decir, una impresión reflexiva interna. Si realizamos una valoración moral negativa de un robo o un homicidio, se debe al sentimiento de desagrado que el acto nos provoca. Para fundamentar la moral, no podemos recurrir a las sensaciones ni a las ideas innatas, sino que debemos recurrir a los sentimientos o impresiones reflexivas. A esta teoría se le conoce como emotivismo moral.
El problema del emotivismo moral es evidente: parece que justifica cualquier acción que haga sentir bien al individuo que la realiza, sin tener en cuenta los sentimientos e intereses de los demás individuos. Esto conduciría a una moral relativista, individualista y antisocial.
Dios aristotélico
La noción de un Dios único como principio rector del Universo se origina en Aristóteles como parte de su sistema filosófico, con el propósito de explicar el origen del movimiento en los seres que habitan el mundo, desde los animales hasta los astros.
Aristóteles concibe la existencia de un Primer Motor Inmóvil como explicación del principio del movimiento y lo denomina Dios. Este Primer Motor impulsa el movimiento de los seres, llevándolos de la potencia al acto en búsqueda de su perfección.
El resumen de su argumentación es el siguiente: todo cambio o movimiento es causado por algo externo; si seguimos la cadena del movimiento, llegamos a las esferas astrales que giran circularmente; esta cadena de movimiento no puede continuar infinitamente, por lo tanto, debe existir un Primer Motor Inmóvil que activa el movimiento de la primera esfera (las estrellas fijas) sin estar sujeto a ningún cambio o movimiento. Es por esto que es motor y a la vez inmóvil.
Como Primer Motor, también es la Causa Primera de todo, ya que todo tiene una causa y la cadena causal no puede ser infinita. Es la causa final que atrae a los seres naturales hacia lo eterno y los impulsa a perpetuarse, así como la causa eficiente que impulsa el primer cielo.
Además, el Dios aristotélico es Acto Puro, completamente realizado sin ninguna potencialidad por desarrollar, y Forma Pura, es decir, inmaterial, ya que la materia siempre puede cambiar.
El Dios de Aristóteles es impersonal y no ha creado el mundo, solo ha estado haciendo que funcione por toda la eternidad. Además, no lo conoce, ya que debido a su inmaterialidad, solo puede pensar. Sin embargo, debido a su incapacidad para cambiar, solo puede pensar en sí mismo. Pensar en cualquier otra cosa cambiante lo haría cambiar a él. Dios es el pensamiento del pensamiento.
Con estos argumentos, Aristóteles se convierte en el fundador del monoteísmo filosófico, y su idea de Dios ejercerá una influencia decisiva en el monoteísmo religioso, adaptándose a sus propias creencias.
Diferncias y parecidos
Existen diferencias significativas entre el concepto de Dios según Aristóteles y el concepto de Dios en el cristianismo.
1. Naturaleza de Dios:
– Aristóteles: Según Aristóteles, Dios es impersonal, inmutable e inmaterial. Es el Primer Motor Inmóvil, sin emociones ni conciencia de sí mismo. No ha creado el mundo, simplemente lo mueve eternamente.
– Cristianismo: En el cristianismo, Dios es personal y consciente de sí mismo. Se le atribuyen atributos como amor, sabiduría y omnisciencia. Según la creencia cristiana, Dios es el creador del mundo y se relaciona activamente con su creación.
2. Relación con el mundo y la humanidad:
– Aristóteles: Según Aristóteles, Dios no tiene conocimiento directo del mundo ni de los seres humanos. Su único pensamiento es sobre sí mismo y no tiene una relación activa con la humanidad.
– Cristianismo: En el cristianismo, Dios es concebido como un ser personal que se relaciona con el mundo y los seres humanos. Se cree que Dios conoce y se preocupa por cada individuo y tiene un plan para la salvación y redención de la humanidad.
3. Creación:
– Aristóteles: Para Aristóteles, Dios no es el creador del mundo. El mundo es eterno y Dios simplemente lo pone en movimiento, sin intervenir directamente en su creación.
– Cristianismo: En el cristianismo, Dios es considerado el creador del mundo y todo lo que existe. Se cree que Dios creó el mundo de la nada y es responsable de su diseño y propósito.
4. Revelación:
– Aristóteles: Aristóteles no habla de la revelación divina. Su conocimiento sobre Dios se basa en la razón y la observación del mundo natural.
– Cristianismo: En el cristianismo, la revelación divina juega un papel central. Se considera que Dios se ha revelado a la humanidad a través de las Escrituras sagradas y, para los cristianos, especialmente a través de Jesucristo.
5 vías s tomas
Las Cinco Vías de Santo Tomás son argumentos lógicos y ascendentes que buscan demostrar la existencia de Dios basándose en hechos evidentes de la experiencia. Estas vías son las siguientes:
I. Vía del Movimiento o Primer Motor: Los seres en el mundo sensible están sujetos al movimiento, y todo objeto en movimiento es movido por otro. Sin embargo, esta cadena de motores no puede continuar infinitamente, por lo tanto debe existir un Primer Motor Inmóvil que llamamos Dios.
II. Vía de la Causalidad Eficiente: Todos los seres en el mundo sensible tienen una causa que los originó, y toda causa eficiente también tiene su propia causa. Sin embargo, esta cadena de causas eficientes no puede retroceder infinitamente, por lo tanto debe existir una Causa Primera eficiente que llamamos Dios.
III. Vía de la Contingencia-Necesidad: Los seres en el mundo sensible son contingentes, su existencia no es necesaria y depende de otros seres. Sin embargo, esta cadena de seres necesarios no puede ascender infinitamente, por lo tanto debe existir un Ser Absolutamente Necesario cuya existencia no dependa de nada, y lo llamamos Dios.
IV. Vía de los Grados de Perfección: Todos los seres poseen cualidades o perfecciones en diferentes grados, y estas perfecciones se acercan más o menos a aquello que las posee en grado máximo. Existe un Ser Máximamente Perfecto que posee estas perfecciones en grado absoluto y necesario, y lo llamamos Dios.
V. Vía de la Causalidad Final u Orden Inteligente: Todos los seres en el mundo sensible tienen una finalidad o propósito, pero no son conscientes de ella. Esto implica que dependen de una inteligencia que ha elegido esa finalidad y los guía hacia ella. Esta inteligencia ordenadora es Dios.
Estas Cinco Vías de Santo Tomás son argumentos filosóficos que buscan razonar la existencia de Dios a partir de la observación y la lógica, proporcionando una base racional para la creencia en la existencia de un ser supremo.
Duda metódica
La duda es una parte fundamental del método de Descartes, ya que busca los elementos más simples del conocimiento para encontrar verdades evidentes y sólidas. Descartes cuestiona todo el conocimiento aceptado previamente, ya sea por tradición, fe o autoridad, y confía únicamente en la razón.
La duda cartesiana es radical y universal, afectando a todo lo que permite la duda, sin importar cuán pequeña sea, y cuestiona todas las certezas, por más evidentes que parezcan. Sin embargo, esta duda es metódica y no escéptica, ya que es provisional y constructiva, sirviendo como punto de partida para buscar la certeza. Es un instrumento para alcanzar la verdad y construir la filosofía.
Esta duda solo debe afectar al nivel de la reflexión filosófica, no al nivel de las creencias y la conducta. Descartes propone una moral provisional que no cuestiona las creencias comúnmente aceptadas, aunque también tenía la intención de desarrollar una ética completa que no llegó a elaborar.
Descartes justifica la necesidad de esta duda universal argumentando el engaño de los sentidos, la posibilidad de confundir la vigilia con el sueño y la hipótesis de un genio maligno que nos engañe en nuestros razonamientos. Sin embargo, la duda cartesiana encuentra una primera certeza: la existencia del sujeto que piensa y duda, que se origina en la misma duda
Descartes plantea la duda metódica como un recurso filosófico para alcanzar un conocimiento más sólido y seguro. La duda metódica se basa en cuestionar y poner en duda todas las creencias y conocimientos previos, buscando eliminar cualquier información que pudiera ser incierta o dudosa.Descartes consideraba que muchas de nuestras creencias y conocimientos se basan en percepciones sensoriales engañosas o en ideas confusas. A través de la duda metódica, intenta descartar todas estas ideas y llegar a una certeza indudable, una verdad que sea absolutamente evidente y clara.
Al someter todas las creencias y conocimientos a la duda, Descartes llega a la conclusión de que solo puede estar seguro de una cosa: su propia existencia como pensador. De ahí surge su famosa frase «Pienso, luego existo» (Cogito, ergo sum). A partir de esta certeza indudable, Descartes reconstruye su sistema de conocimiento de manera rigurosa, utilizando la razón y la deducción como herramientas para establecer verdades universales y necesaria
Kant giro copernicano
Kant plantea en la segunda edición de la «Crítica de la Razón Pura» la necesidad de establecer un sistema filosófico nuevo, distinto al Racionalismo y Empirismo. Según Kant, todas las filosofías anteriores eran realistas, mientras que su idealismo trascendental representa un verdadero idealismo.
Para Kant, el idealismo no se refiere simplemente a que el conocimiento se basa en ideas y no en las cosas en sí mismas, como argumentaban la mayoría de los filósofos modernos. Para él, el sujeto que conoce es el centro del proceso del conocimiento, en contraposición al objeto.
Tanto el idealismo racionalista como el empirista hacían que el conocimiento dependiera del objeto conocido, aunque este objeto fuera una representación mental en lugar de la cosa «real». En cambio, el idealismo kantiano sostiene que es el sujeto quien da forma al contenido de su propio conocimiento.
El sujeto, a través de sus capacidades sensitivas e intelectuales, conforma la realidad que conoce. En esta perspectiva, el objeto gira alrededor del sujeto y no al revés. Esta inversión de enfoque es conocida como el «giro copernicano», en referencia a la revolución astronómica del heliocentrismo.
Esta inversión es la base teórica del idealismo trascendental de Kant, que se resume en la siguiente cita: «Conocemos del objeto lo que nosotros mismos ponemos en él». En resumen, Kant propone un enfoque en el que el sujeto juega un papel activo y conformador en el proceso de conocimiento.