Las Cinco Vías de Santo Tomás de Aquino: Demostrando la Existencia de Dios

Comprendiendo a Santo Tomás de Aquino: Fe, Razón y Teología

Para comprender a Santo Tomás de Aquino, de carácter empirista heredado de Aristóteles, hay que primero aclarar que para él, la teología es una ciencia superior a todas las demás, basada en la revelación. Esta es precisamente su ventaja, pues accede a un tipo de conocimiento vetado para la razón o la experiencia. La filosofía es la sierva de la teología y puede ayudarla a lograr desarrollos racionales de cuestiones que, en un principio, parecerían reservadas para la teología. Esta idea es clave en todo el sistema tomista: la razón y la fe no deben confundirse ni mezclarse, pero tampoco están completamente separadas. La razón conoce solo a partir de la experiencia, de abajo a arriba, y nos ayuda a enfrentarnos a la realidad, pero no puede ir más allá sin la fe, la cual, partiendo de la revelación, conoce de arriba abajo. La postura intermedia de Tomás de Aquino presenta una teología racionalizada, matizada por la filosofía, en la que la razón es capaz de dar solidez a los principios revelados por la fe.

La Teología y la Existencia de Dios según Santo Tomás

La teología es la explicación racional del tema de Dios, parte de la filosofía que más cultiva este pensador, y en la que se manifiesta como un genio original. Para empezar, este filósofo afirma que Dios es el comienzo y fin de todo lo existente, pero que su existencia no es algo evidente para los seres humanos, sino que debemos y podemos demostrarlo. Para ello, parte de una evidencia comprobada por los sentidos y afirmada por la razón: todos los seres del universo son contingentes, es decir, prescindibles, pueden existir o no. Para explicar la existencia de Dios, en palabras del propio autor, “La existencia de Dios se puede demostrar por cinco vías”, y en todas ellas parte de la experiencia sensible, las plantea desde la imposibilidad de llevar la razón al infinito y contempla la exigencia lógica de un primer principio.

Primera Vía: El Primer Motor Inmóvil

La primera vía, basada en Aristóteles, parte de: “es innegable y consta por los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven”. De aquí el punto de partida: el ser que se mueve, que pasa de la potencia al acto. Este hecho nos lleva a pensar que todo movimiento, todo lo cambiante, exige un motor, algo que haga que se mueva. Nada pasa de la potencia al acto por sí mismo, y cada motor necesita otro, y así sucesivamente. Luego, debe de existir un primer motor, ya que no puede ser infinito: “Mas no es posible seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor, y, por consiguiente, no habría motor alguno”. El enfoque de esta vía es metafísico. Se llega a un primer motor de naturaleza distinta a los demás de la serie, puesto que ellos son “seres que se mueven en tanto que son movidos”, que necesitan pasar de la potencia al acto. El primer motor al que llegamos no necesita ese movimiento, no se compone de potencia y acto, es de naturaleza distinta, y es, por ello, motor inmóvil y acto puro. “Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por ninguno. Y todos entienden que tal motor es Dios.”

Segunda Vía: La Causa Primera

La segunda vía, fundamentada también en Aristóteles, corresponde a la causalidad. Todas las causas de este mundo tienen que estar a su vez causadas, ya que ninguna cosa puede ser su propia causa: “no hallamos que cosa alguna sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible”. Es una contradicción. Y tampoco es posible recorrer una serie infinita de causas, ya que prolongar la serie de causas hasta el infinito es lo mismo que suprimir la primera causa. Si se diera un proceso al infinito, no habría una primera causa, ni unas causas intermedias, ni ninguna. Por ello, es necesario poner una primera causa para explicar la existencia de las demás causas: Dios.

Tercera Vía: El Ser Necesario

En la tercera vía, la contingencia, arranca Santo Tomás afirmando que hay seres limitados en la duración, temporales y finitos. “Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pueden ser producidas o destruidas”, es decir, todas las cosas son contingentes. Aunque existen, podrían perfectamente no haber existido y dejar de existir, ya que ninguno de ellos es necesario. Por tanto, la existencia de todo lo que existe en la naturaleza está marcada por la contingencia: existe, sí, pero podría no existir. Si pierden la existencia es que no la tienen por esencia; y si antes no la tenían es que la han recibido de otro; porque lo que no es no empieza a ser sino en virtud de algo que ya es. “No es posible que todos los seres sean de esta clase, que sean sólo posibilidad; tiene que existir algún necesario”. Introduce ahora Santo Tomás la distinción entre que todo ser puede ser “necesario por sí” o “necesario por otro”, siendo esto último las causas del ser: material, formal, eficiente y final. Concluye con la afirmación de la necesidad de un ser necesario, que tiene en sí la razón de su existencia, un ser que es por sí mismo, y que es por esencia su propia existencia. “Es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios.”

Cuarta Vía: Los Grados de Perfección

La cuarta vía, basada en Platón, son los grados de perfección. Santo Tomás parte del hecho de que “Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades.” En todas las cosas percibimos grados de perfección, por lo que es lógico que haya un grado máximo de perfección, un ser supremo. “Pero el más y el menos se atribuye a las cosas según su diversa proximidad a lo máximo […] Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y por ello ente o ser supremo”. Dios, que es el que nos permite apreciar el más y el menos en la perfección de los seres del mundo. “Lo máximo en cualquier género es causa de todo lo que en aquel género existe”.

Santo Tomás entiende “perfección” como aquello que completa, termina, perfecciona el ser. Pero no se refiere a cualquier tipo de perfección, sino a las que admiten un más y un menos, las trascendentes (bondad, verdad…), que pertenecen a todos los seres por el hecho de serlo. Estas perfecciones se encuentran en los seres de forma graduada y limitada, no pertenecen a su esencia, sino que le han sido dadas por una causa. Estas perfecciones son más o menos limitadas según su proximidad a la perfección, y exigen ser causadas por un ser que posea esa perfección. “Porque lo que se dice máximo en algún género es causa de todos los que son del mismo género”.

Quinta Vía: El Orden del Universo

La quinta vía es la vía teleológica, y arranca de que todas las cosas, incluso las irracionales, tienden a conseguir un fin, el que más les conviene, y excluye el azar indicando que tal hecho sería imposible si no estuvieran guiados por un ser inteligente: “Lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero dirige la flecha”. Es decir, la finalidad le viene dada al ser vivo por una inteligencia primera, suprema y ordenadora. “Existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, y a éste llamamos Dios”. Distingue las ordenaciones al fin naturales, los cuales se dirigen al fin por su propia naturaleza, y las intencionales, que lo hacen por la voluntad consciente de los seres inteligentes. Pero hay que demostrar que ambas ordenaciones son causadas: “la razón y la voluntad humana son mudables y perfectibles”, no pueden ser sus propias causas de ordenación al fin ni la de los demás, tiene que ser causada por otro ser, sumamente inteligente y que ordena a su fin todos los actos de todos los seres naturales. A ese ser todos le llaman Dios.

Conclusión: Fe, Razón y la Existencia de Dios

Las cinco vías se pueden resumir en

que debe haber un primer motor inmovil, una primera causa, un ser necesario, una inteligencia suprema,  un ser perfectísimo y un ordenador del universo infinito al que todos llaman Dios, el cual ha creado el mundo, y este depende de él, en su comienzo y en su duración. Por tanto, para Santo Tomás, la creencia en Dios procede de la fe y es anterior a las reflexiones argumentadas en las vías, las cuales no contradicen el contenido de la fe, sino que lo confirman. También aclara el pensador que la fe es una virtud teologal, un don de Dios otorgado a quien pregunta y reflexiona hasta los límites de lo racional, por ello, las vías son una forma de mostrar hasta donde llega, lógicamente, la razón. La conclusión a la que Santo Tomas llega con las cinco vías es que la existencia realidad no puede explicarse a sí misma, necesita una explicación fuera de sí. Por tanto, la esencia de toda realidad es distinta a su existencia. Y a la hora de buscar un ser que explique la existencia de la realidad, es necesario que exista un ser en quien esencia y existencia se correspondan.

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