Diferencias en la concepción del Estado y la libertad individual
Platón establece una clara correlación entre el alma y el Estado. Dependiendo del tipo de alma, el individuo será gobernante, guardián, artesano o campesino. John Stuart Mill, en cambio, no hace una partición del alma y deja a la libre elección de cada uno la profesión que quiere ejercer. No asigna trabajos según el tipo de alma. Desde este punto de vista, Platón es determinista y Mill no lo es.
Mill defiende la obligatoriedad de la enseñanza, mientras que Platón asigna un tipo de enseñanza u otro según el tipo de alma. Mill cree que el gobierno debe ser elegido por democracia y aboga por la democracia representativa. Platón, por otro lado, sostiene que el gobierno pertenece a la aristocracia de la virtud, es decir, a los sabios (filósofos). Además, cree que el devenir del Estado conduce a su degradación, siendo la forma de Estado más perfecta de gobierno la aristocracia del saber, seguida de la timocracia, la oligarquía, la democracia y la tiranía. Mill, en cambio, piensa que la mejor forma de gobierno es la democracia representativa.
Platón y Mill coinciden en que la mayoría no siempre tiene la razón y critican los peligros de la democracia. Sin embargo, divergen en su enfoque: Platón teme la manipulación de las masas, mientras que Mill se centra en las presiones que sufren las minorías.
Poco antes de su muerte, Platón intentó fundar un Estado atemporal, con un estricto sistema de vigilancia, regido por un consejo nocturno y rígidamente legislado, incluso los juegos de los niños. Mill se opone a este tipo de Estado por su gran intervención en la vida de las personas y la falta de respeto a la libertad de no interferencia.
Mill cree que debe haber industria regulada para evitar abusos, mientras que Platón solo habla de una aristocracia agraria, sin mencionar la industria. El Estado platónico pretende no avanzar, permanecer siempre igual, mientras que Mill, influenciado por los ideales de la Ilustración, busca un Estado en constante progreso.
Ética y Felicidad: Divergencias entre Platón y Mill
La relación entre ética, política y felicidad
La propuesta ética de Platón y de Stuart Mill diverge en varios puntos. Para Platón, la ética y la política son inseparables. No se puede concebir el bien o la felicidad de los individuos al margen del bien o la justicia de la ciudad. Platón subordina los intereses de las personas y el bien individual al de la ciudad. Mill, en cambio, no los subordina y cree que una persona puede ser feliz sin que la ciudad sea justa o todos sean felices, aunque solo conseguirá la felicidad completa si todo el mundo es feliz.
La teoría de las Ideas y el concepto de Bien
La teoría política de Platón está ligada a su teoría de las Ideas. Solo quien haya conocido las Ideas sabe qué es el Bien, la Justicia, etc. Solo quien las haya contemplado podrá gobernar, ya que podrá alcanzar el conocimiento verdadero. Para Mill, el concepto de bien es relativo, ya que dependerá de si ocasiona mayor o menor cantidad de bienestar.
La virtud y la felicidad
Tanto la ética de Platón como la de Mill se ocupan de la felicidad. Según Mill, la felicidad es el máximo bien humano (eudemonismo). La ética de Platón se basa en la virtud, que no es un concepto estable, sino varios conceptos que no se excluyen (virtud como sabiduría, virtud como purificación y virtud como armonía). Para Mill, la mayor virtud radica en el sacrificio por el bienestar colectivo.
Platón basa la virtud en el conocimiento. Esta virtud puede ser entendida como purificación. El hombre virtuoso es el que purifica su alma de las pasiones y la desprende del cuerpo para que pueda acceder al mundo de las Ideas. Aunque posteriormente Platón admitirá que la vida «buena» y virtuosa es una vida «mixta», en la que se ha de saber aceptar el placer con moderación. Mill, por otro lado, considera el sacrificio de un individuo por el colectivo como la mayor virtud.
Para Platón, la felicidad es el fin del ser humano, y la virtud está estrechamente vinculada a ella. Rechaza la identificación de la felicidad con el placer. Frente al hedonismo, Platón afirma que una vida centrada en el placer acaba por no ser placentera. Mill, en cambio, cree que es el placer lo que nos reporta felicidad, pero no un placer individual, sino un placer colectivo. Es un hedonista universalista. Aunque Platón, al tener el alma una dimensión concupiscible, no rechaza los placeres como complemento de la felicidad, siempre que se vivan de manera moderada. Mill aboga por la búsqueda de placeres, sobre todo los colectivos.