La Libertad y sus Obstáculos
La libertad está relacionada con el ejercicio de la capacidad de desear, decidir y actuar. Cuando eliges hacer algo voluntariamente y lo puedes hacer, decimos que eres libre. Sin embargo, no siempre puedes hacer lo que has elegido, porque te topas con obstáculos que te lo impiden. Esos obstáculos son de diversa naturaleza; algunos dependen de tus capacidades, de las cualidades (físicas, cognitivas, económicas). No puedes hacer algo, por mucho que quieras, si tus capacidades no te lo permiten; en ese sentido, no eres libre.
En general, cuando hablamos de los obstáculos pensamos en obstáculos externos que no nos permiten hacer lo que queremos. Algunas de esas limitaciones las establecen las leyes de la sociedad en que vivimos; otras, los principios morales que aceptamos; otras, simplemente la incompatibilidad de nuestros intereses con los del resto de personas. Finalmente, hay limitaciones impuestas por las dependencias que se establecen en una sociedad compleja, pudiendo ser de tipo físico, emocional, logístico, etc. El “contrato social”, ese acuerdo entre los miembros de la sociedad para restringir la libertad buscando el bien común.
Pongamos Límites
La vida en sociedad comporta diferentes mecanismos que establecen límites sobre lo que podemos hacer y lo que no. Las leyes son los instrumentos más evidentes para imponer esos límites. Pero también se puede limitar o encauzar la libertad de los otros censurándolos, menospreciándolos o alabándolos: aunque una acción no esté prohibida por la ley, el hecho de que sepamos que gustará o no a los demás también impone restricciones conscientes o inconscientes a nuestra libertad.
A la hora de consensuar leyes que limiten nuestras libertades, lo que perseguimos es favorecer la convivencia. Hay que saber que, por una parte, todos tenemos intereses, que pueden no coincidir con los de los demás; por otra, los intereses de cada uno pueden entrar en conflicto con los de los demás. Una de las finalidades de las leyes es regular cuándo hemos de limitar la consecución de nuestros intereses para proteger los de los demás. Como las leyes son para todo el mundo, cuando protegemos los intereses de los otros, protegemos al mismo tiempo los nuestros.
Proteccionismo versus Liberalismo
El proteccionismo defiende la imposición de obligaciones y limitaciones por parte del Estado sobre la conducta de las personas, argumentando que la mayoría de la gente no posee el conocimiento suficiente para tomar decisiones que beneficien a la sociedad. Sin embargo, este enfoque puede llevar a regímenes totalitarios y plantea interrogantes sobre cómo el Estado puede determinar lo que es mejor para las personas y si estas tienen derecho a equivocarse en sus decisiones.
Por otro lado, el liberalismo defiende la primacía de la libertad individual y sostiene que las leyes solo deben limitar la libertad para evitar que se violen los derechos básicos de los demás. John Stuart Mill propone que las únicas obligaciones legítimas son respetar los derechos de los demás y cumplir los deberes contraídos con la sociedad, ya que rebasar estos límites causaría daño. Según esta perspectiva, es fundamental distinguir entre daño y molestia, ya que no se pueden prohibir las acciones que solo resultan molestas pero no causan daño real.
El liberalismo argumenta que restringir la libertad solo por incomodidades menores limita el crecimiento personal y, por lo tanto, el Estado no debe interferir en las decisiones individuales ni asumir responsabilidad por las consecuencias de las acciones individuales. En resumen, el texto explora cómo el debate entre el proteccionismo y el liberalismo refleja diferentes concepciones sobre el papel del Estado, los límites de la libertad individual y la responsabilidad personal en la sociedad.
Conformidad
En el debate entre proteccionismo y liberalismo se cuestiona hasta qué punto las leyes deben limitar la libertad. Ahora bien, existen otros mecanismos que la psicología social ha estudiado y que condicionan la libertad de las personas. Uno de ellos es la conformidad, que consiste en adoptar actitudes, creencias o comportamientos por la influencia del resto de miembros de la sociedad.
Uno de los estudiosos de este fenómeno fue el psicólogo Solomon E. Asch, quien realizó diferentes experimentos para probar que, aunque nadie nos obligue a ello, tendemos a adoptar las creencias propias de nuestro grupo.
Determinismo versus Libre Albedrío
La libertad es valorada por su capacidad de otorgar dignidad al ser humano y permitir el desarrollo individual. Se considera que cada persona es única debido a sus elecciones y acciones, lo que sería imposible sin libertad. Además, la libertad es importante para exigir responsabilidad por las acciones realizadas. Se contrasta la libertad humana con la naturaleza y los animales, donde los eventos obedecen a causas naturales y biológicas sin posibilidad de responsabilidad moral.
Algunos sostienen el determinismo filosófico que argumenta que todas las acciones humanas están determinadas por factores genéticos, físicos, sociales, etc. Según este punto de vista, la libertad es una ilusión y la conducta humana es predecible.
Por otro lado, los defensores del libre albedrío afirman que, aunque existan influencias externas, los humanos tienen la capacidad de ejercer su voluntad sobre estas influencias y, por lo tanto, son libres y moralmente responsables de sus acciones. Esta visión contradice al determinismo y defiende la libertad individual como una realidad fundamental.