Los Sofistas
Eran profesores de oratorio y retórica. Viajaban ofreciendo sus servicios a cambio de un salario, lo que les llevó a conocer y entrar en contacto con una gran variedad de leyes, usos y costumbres. El conocer las distintas cosmologías de la época les llevó a adoptar una actitud escéptica ante el conocimiento y una actitud relativista en cuanto a la moral y a la política. Tuvieron gran éxito en la democracia ateniense. Les enseñaban a defender los dos puntos de vista contrarios que se pueden adoptar en cualquier tema, insistiendo en el argumento más débil porque es el más difícil de defender.
Relativismo y Subjetivismo
El relativismo y subjetivismo defendían la teoría gnoseológica, que se refleja en su famosa frase: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Desde este punto de vista, existen tantas verdades como individuos. No se puede hablar de un conocimiento científico universal válido. El relativismo defiende que no hay verdades absolutas y que no existen bien o mal absolutos. Todas las creencias son iguales, pero en cuanto a su utilidad, unas son más ventajosas que otras. La tarea del sofista consiste en cambiar las normas menos útiles por las más útiles, y se consigue mediante la persuasión.
Convencionalismo de las Leyes
El convencionalismo de las leyes, defendido por los sofistas, supone que las leyes han sido establecidas por los hombres mediante un pacto para regular su vida en sociedad. Para imponer estas leyes, los políticos deben dominar el arte de la oratoria y la retórica para convencer y persuadir a sus ciudadanos de que adopten dichas leyes.
Escepticismo
El escepticismo señala que, aunque existiera la verdad absoluta, sería imposible conocerla. Pero el relativismo va más allá y niega la existencia de la verdad.
Sócrates
Dedicó toda su vida a buscar las definiciones universales sobre los conceptos relativos al hombre y a la ética. Estaba totalmente en contra de los sofistas.
La Doctrina de las Causas de Aristóteles
Una explicación es una respuesta a una pregunta que empieza con “¿Por qué?”. Aristóteles distingue cuatro tipos principales de causas o factores explicativos:
- La materia (hyle)
- La forma (eidos)
- El iniciador (kenoum)
- El para qué (hou heneka)
Distingue, por tanto, cuatro tipos de causas: dos intrínsecas o interiores a los seres que cambian, que son la causa material, constituida por la materia, y la causa formal, que viene dada por la forma, es decir, por aquello a lo que se llega en el cambio; y otras dos extrínsecas o exteriores, que son la causa eficiente, entendiendo por tal lo que pone en marcha el proceso del cambio, el iniciador del mismo, y la causa final, que, como indica su propio nombre, es aquello para lo que se produce el cambio, la meta o propósito del mismo.
- Aristóteles usó la palabra hyle como ejemplo de sustrato, pero luego la generalizó para referirse a cualquier sustrato. Materia y sustrato acaban significando lo mismo.
- La forma es aquello a lo que se llega con el cambio, la estructura que presenta la cosa tras el cambio.
- Las nociones aristotélicas de materia y forma son correlativas.
- El iniciador del cambio es el disparador del proceso, lo que lo pone en marcha (o lo detiene), el motor.
- El fin o propósito es aquello para lo que se provoca el cambio, la meta o propósito del cambio. Se opone al azar, que es lo que sucede sin fin ni misión alguna, para nada.
Potencia y Acto
La ciencia de la naturaleza trata de las cosas que cambian, pues “no hay cambio fuera de las cosas”. Pero ¿hay realmente cosas que cambian? Para Aristóteles es evidente que las hay; basta con abrir los ojos y mirar: cuanto vemos está sometido al cambio, empezando por nosotros mismos, que nacemos, crecemos, viajamos, aprendemos, enfermamos, sanamos, envejecemos y morimos.
Sin embargo, la situación intelectual en la Grecia clásica era distinta a la nuestra. Allí se había negado la posibilidad del cambio con poderosos argumentos, y afirmar la realidad del cambio no implica solo señalar una obviedad, sino también enzarzarse en una polémica.
Parménides había pretendido demostrar de modo definitivo que el cambio es imposible. Y si a través de nuestros sentidos vemos que las cosas cambian, tanto peor para nuestros sentidos, descalificados como engañosos, y tanto peor para las cosas cambiantes, descalificadas como meras ilusiones. A la verdad solo se llega por el razonamiento, y este concluye que no hay cambio ninguno en el mundo.
Los factores del cambio que hay que tener en cuenta para entenderlo son tres: el sustrato, la forma y la privación. En todo cambio hay algo que cambia y algo que permanece. Lo que permanece es el sustrato. Si yo me traslado de un sitio a otro, lo que cambia es el sitio en que estoy, pero yo permanezco; yo soy el sustrato de ese cambio.
El cambio consiste en la adquisición por el sustrato de una forma de la que inicialmente estaba privado. El analfabeto aprende a leer. En cada caso, un sustrato (el hombre) pasa de una privación (ser incapaz de leer) a la posesión de la forma correspondiente (saber leer).
Aristóteles tiene aún otra solución de recambio: “Otra solución se basa en la distinción entre ser en potencia y ser en acto”.
- Potencia significa en griego fuerza o poder de hacer algo, pero Aristóteles la utiliza para designar la capacidad pasiva de posiblemente llegar a ser algo. No toda cosa puede llegar a ser otra. Un perro pequeño puede crecer y llegar a ser un perro grande, pero es imposible que llegue a ser un ruiseñor.
- A la potencia se opone el acto, que es la realidad actual, la actualidad o actividad presente. El acto es realidad, actualidad y también actividad. La visión es el acto del ojo, la lectura es el acto de la capacidad de leer.
Parménides y sus seguidores habían pretendido que el cambio es imposible, pues implica un paso del no-ser, de no-P a P; pero solo del ser se puede pasar al ser.
El cambio consiste en la actualización de una potencia. Por eso, mientras el cambio no se inicia, la potencia está como dormida, es una potencia meramente potencial, valga la redundancia. Una vez concluido el cambio, la potencia ya no existe, ha desaparecido, sustituida por el acto, por la forma de aquello de que era potencia.
Tipos de Cambio
Cada vez que ocurre un cambio, una forma se realiza, algo nuevo surge. Pero “el surgir se dice de muchas maneras”. Aristóteles se limita a considerar cuatro categorías y los correspondientes tipos de cambio: entidad, cantidad, cualitativamente o localmente. El cambio entitativo (o sustancial) es aquel en que una cosa deja de ser la entidad (o sustancia) que era para transformarse en otra distinta. En el cambio accidental, la cosa sigue siendo la misma entidad, pero cambia en algún aspecto cualitativo o cuantitativo, o sencillamente cambia de lugar. Esos cuatro son los tipos de cambio distinguidos por Aristóteles.
- Los tipos de cambio son cuatro: según la esencia, según la cualidad, según la cantidad o según el lugar.
- El cambio siempre es la sustitución de una forma por otra en un sustrato. La forma sustituida puede ser la entitativa, lo que la cosa, la materia, deja de tener; la forma entitativa para pasar a tener otra entidad. A este tipo de cambio se le llama generación —desde el punto de vista de la entidad que aparece— o corrupción —desde el punto de vista de la entidad que desaparece—. La generación es el nacimiento, la corrupción es la muerte.
- No todo cambio es tan radical como la generación o la destrucción. La mayoría de los cambios se limitan a sustituir una forma accidental por otra en una entidad que permanece: el cambio accidental.
- El cambio cualitativo o alteración es la sustitución de una cualidad por otra en una entidad. La alteración puede ser natural o artificial.
- El cambio cuantitativo en el aumento o crecimiento y en la disminución, en la sustitución de una cantidad por otra en la entidad.
- El cambio de lugar o traslación consiste en la sustitución de una forma por otra.