Maquiavelo: El Poder y la Política
Maquiavelo es el primer autor que aplica a los problemas del poder el nuevo esquema intelectual característico del Renacimiento: el naturalismo, es decir, el intento de explicar la realidad sin recurrir a ningún principio que trascienda los límites de la naturaleza. El problema que Maquiavelo trata en su obra “El Príncipe” no es el de la justificación metafísica o teológica de un poder, sino el conocimiento de los mecanismos por los cuales se consigue y se mantiene el poder político. Maquiavelo toma como referencia las figuras de César Borgia y Fernando el Católico. Solo la presencia de un hombre frente al frente permitirá instaurar la unidad y la estabilidad.
Maquiavelo describe científicamente el funcionamiento de los mecanismos del poder político. Entre estos destacan:
- La conveniencia de fomentar la religión para disponer del control sobre ellos.
- La creación de un enemigo para fomentar la obsesión de la sociedad.
- La justificación en general de los medios por el fin.
Como resultado de este realismo, el adjetivo maquiavélico acabó adquiriendo una connotación negativa. Maquiavelo se limitó a decir lo que los hombres hacen, no lo que deberían hacer.
Maquiavelo representa la secularización radical del pensamiento político. Invirtiendo el planteamiento predominante en la Edad Media, con Maquiavelo la religión se subordina a la política y se convierte en un instrumento de poder que ha de saber utilizar para mantener la cohesión social. El buen príncipe ha de encontrar la determinación y la fuerza.
Con Maquiavelo, la política se convierte en una ciencia autónoma dotada de leyes propias.
Jean-Jacques Rousseau: La Libertad y el Contrato Social
Jean-Jacques Rousseau es la voz de la disidencia. Según él, los progresos materiales de la humanidad habían originado la decadencia moral. Rousseau planteaba la esencia bondadosa de la naturaleza humana, la degradación creciente a lo largo de su evolución histórica y la función enmascaradora de esta realidad que asumen las ciencias y las artes.
Rousseau defiende la figura originaria del buen salvaje, al cual imagina vagando por las selvas, sin industria, sin domicilio, sin guerra y sin sociedad. Se describe la naturaleza humana como autosuficiente y mandada por dos fuerzas contrarias y complementarias: el instinto de autoconservación y el sentimiento de piedad hacia los otros.
Este estado de naturaleza no pretende ser ninguna descripción histórica, sino una construcción teórica que resulta necesaria para poner de relieve los problemas de la vida social.
Rousseau consideraba la propiedad privada como el origen de todos los males. La propiedad no es para él algo natural, y es precisamente la introducción de la propiedad lo que provoca la desigualdad.
Rousseau es un claro exponente de la importancia que la Ilustración otorga a la educación. Partiendo de una concepción bondadosa de la naturaleza humana, lo que debe hacer la educación es ponerla a salvo de las influencias perniciosas.
No se trata de recrear un buen salvaje incapaz de vivir en sociedad, sino de potenciar la bondad natural sometiéndola a la razón.
La libertad constituirá un elemento fundamental en este proyecto educativo. Rousseau sueña con que los ciudadanos sean libres, autónomos y críticos.
En la educación del nuevo ciudadano no cuentan solo la razón y el conocimiento, también los sentimientos son una pieza fundamental.
Según Rousseau, la renuncia a la libertad no se legitima por los beneficios que se obtienen porque solo la libertad legitima el contrato social. Unirse a todos, y pese a ello, permanecer libres. He aquí la clave del contrato social. Se conquista un tipo de libertad diferente y superior. Esta libertad superior es la libertad social o moral, la capacidad de autoimponerse una ley que solo puede hacerse efectiva en la sociedad civil. Rousseau define la libertad como autonomía, es decir, como la capacidad de seguir la ley que uno mismo se prescribe. Lo mejor y más racional que podemos hacer es establecer un contrato que nos convierte en una unidad superior que vela por el bien común.
Rousseau aspira a conciliar la libertad y la sumisión a la ley. El concepto de voluntad general se constituye en una de las ideas clave del pensamiento político rousseauniano. La voluntad general deriva del hecho de sentirse realmente partícipe de un cuerpo común.
Solo allí donde prevalece esta voluntad general que busca el bien del proyecto político por encima de los intereses egoístas puede darse el auténtico progreso.
David Hume: La Crítica de la Idea de Causalidad
Las Leyes de Asociación
Hume intenta explicar las regularidades desde las propias ideas. Semejanza, contigüidad y causalidad son para el pensador escocés las leyes de asociación.
Análisis de la Causalidad
Hume se centra en el análisis de la causalidad. Considera fundamental la relación causa-efecto. Habrá que buscar qué impresiones van asociadas a la idea de causalidad.
Según Hume, cuando analizamos un caso de relación causa-efecto entre fenómenos siempre percibimos las mismas impresiones:
- La contigüidad en el espacio de causa y efecto.
- La prioridad en el tiempo de la causa sobre el efecto.
- La sucesión constante de causa y efecto, de tal modo que dada la causa siempre se sigue el efecto.
Conjunción Constante vs. Conexión Necesaria
Hume es riguroso en su análisis. Una cosa es la conjunción constante de hechos y otra la conexión necesaria entre ellos. De la primera tenemos experiencia, la segunda solo la presuponemos.
Si la conexión entre causa y efecto fuera perceptible, bastaría con el análisis de un solo caso para afirmar la relación causal. Pero la realidad es que una única observación de dos hechos que ocurren conjuntamente no nos permite decir si el uno es el resultado del otro o si la conjunción es fortuita.
Por tanto, la experiencia nos muestra la sucesión de hechos, pero no la conexión necesaria entre ellos.
El Hábito de la Imaginación
Según Hume, hay un hábito de imaginación. De la repetición de hechos percibidos conjuntamente surge la unión necesaria en la imaginación. Es la fuerza de la costumbre y no un principio racional.
La conjunción constante en la mente de acontecimientos genera la creencia en una conexión necesaria. Tal vez sí hay conexiones causales, pero no podemos conocerlas, solo podemos creer que existen.
Algunas certezas son tan importantes para la subsistencia humana que resisten cualquier escepticismo, ya que no dependen de la razón, sino de poderosos automatismos naturales.