Marx y Nietzsche: Filosofía, Historia y la Crítica a la Metafísica

La obra de Marx se basa en su crítica a la filosofía alemana, en especial al idealismo absoluto de Hegel. Para él, la afirmación “todo lo real es racional” es inaceptable, pues justificaría el orden capitalista. Así, Marx considera el idealismo un instrumento ideológico burgués y plantea la lucha de clases como medio de transformación social.

En este contexto, Marx va a estudiar con pretensión científica el proceso de la historia. La historia se desarrolla bajo formas de alienación que hacen al hombre un ser imposible. Por eso, estudiará cómo el modelo de lo humano no se desarrolla adecuadamente. El materialismo histórico se propone explicar la historia desde la acción práctica de la existencia, buscando la relación de los sujetos particulares cómo miembros de una clase. La historia no es, para Marx, ni una colección de hechos, ni una sucesión de categorías, ni el resultado de la acción aislada de los considerados personajes históricos. La historia es el resultado del modo en que los seres humanos organizan la producción social (trabajo) de su existencia. La sociedad y su historia, concebidas como el resultado de la actividad productiva del ser humano, encuentran en tal actividad un elemento esencial del que se pueden extraer leyes tan objetivas como las que puede aspirar a formular cualquier otra ciencia.

La sociedad es el fruto de las relaciones sociales, la más básica de todas ellas es el trabajo. Así, el resultado de la acción humana y el trabajo genera lo que Marx denomina relaciones de producción.

Marx distingue dos elementos de la sociedad: una estructura económica (elemento determinante), que abarca las relaciones de producción; y una superestructura (elemento condicionado por la estructura económica), que abarca la ideología y la organización política y jurídica. Para el término ideología, dio dos definiciones: una en sentido amplio y otra en sentido restringido. En sentido amplio es un sistema de representación de los hombres en una época y una sociedad; mientras que en sentido restringido se trata de una interpretación falsificadora de la realidad que favorece los intereses de la clase dominante y sirve para justificar su dominio.

Para Marx, una sociedad no desaparece hasta que sean desarrolladas por completo las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las fuerzas productivas son el conjunto de medios de producción que cada sociedad utiliza para obtener los distintos bienes necesarios para la subsistencia. Comprende las riquezas naturales o materias productivas, los conocimientos y medios técnicos utilizados para la producción, y la propia fuerza productiva del ser humano. Las relaciones de producción son el conjunto de relaciones que se establecen entre los hombres como consecuencia de la producción o trabajo. Distinguió entre relaciones técnicas, que dan lugar a la división del trabajo; y relaciones sociales, son los vínculos que se establecen entre los hombres que participan en el proceso de producción. Dan lugar a las clases sociales (propietarios y no propietarios).

Según Marx, la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. La sociedad burguesa capitalista es el último eslabón de dicho proceso histórico. El capitalismo se basa en la propiedad de los medios de producción por parte de una clase minoritaria (la burguesía) y la explotación del proletariado, que constituye la mayoría de la sociedad. El capitalismo sólo podrá ser sustituido por un nuevo tipo de sociedad cuando se hayan desarrollado en su seno todas las fuerzas antagónicas y las relaciones de producción en las que se basa el sistema capitalista. La explotación de la clase obrera, llevada hasta sus últimas consecuencias, será el germen de la revolución del proletariado y del establecimiento de la dictadura del proletariado, donde se invertirán los términos de la opresión, siendo entonces la mayoría la que dominará a la minoría. La dictadura del proletariado será una fase transitoria que preparará el advenimiento de una utópica sociedad sin clases donde no habrá opresores ni oprimidos y donde el Estado desaparecerá, pues ya no será necesaria ninguna superestructura ideológica de dominación.

El filósofo alemán Karl Marx es autor de uno de los sistemas de pensamiento más influyentes y con mayor incidencia en la historia. Para comprender su pensamiento cabe mencionar la influencia de F. Hegel. Éste pensaba que el mundo se identificaba con la idea, con el fruto de nuestra razón, es decir, pensamiento y realidad se identifican en mi forma de pensar. En cambio Marx interpreta que la realidad se identifica con nuestra acción. Por eso, toda la realidad es materia que se despliega a partir de las leyes de la dialéctica.

La obra de Marx se nutre de tres influencias clave: la filosofía hegeliana, la economía política inglesa y el socialismo francés, que posteriormente sería llamado «socialismo utópico». Hegel pensaba que el mundo se identificaba con la idea, con el fruto de nuestra razón, es decir, que pensamiento y realidad se identifican en mi forma de pensar. En cambio Marx interpreta que la realidad se identifica con nuestra acción. De la economía política inglesa, especialmente de Adam Smith y David Ricardo, Marx incorpora herramientas de análisis económico y desarrolla su teoría del valor-trabajo, que considera el motor de la actividad productiva. A partir de la teoría del valor de Ricardo, Marx desarrolla su concepto de plusvalía, explicando cómo la explotación del trabajador por parte del patrón conduce a la acumulación de capital y a la creación de desigualdades sociales y alienación. Estas tres influencias le permitieron desarrollar su visión acerca del hombre entre otras cosas.

El peso central del desarrollo del ser humano es la acción transformadora del hombre. Marx piensa que el objetivo del hombre es satisfacer sus necesidades materiales y que el camino para lograrlo es la acción transformadora de la naturaleza. Mediante ésta el hombre se transforma así mismo y transforma también la realidad. Por eso, la actividad por excelencia es el trabajo. Producir significa transformar la Naturaleza, y al transformar la Naturaleza el ser humano expresa su faz esencial. No se limita a tomar de la Naturaleza, sino que deliberadamente busca modificarla. De ahí que el trabajo sea el concepto fundamental para entender al ser humano, pues es en él en donde el ser humano expresa su verdadera naturaleza.

Sin embargo, el hombre no puede alcanzar su plenitud con la forma de organización industrial del siglo XIX. En ella, el producto de la acción transformadora no queda en el sujeto de la acción, sino en propiedad de otro. En la medida en que el producto se convierte en una mercancía, el trabajo objetivado en él es tratado también como mercancía, por lo que el mismo sujeto productor, se ve sometido a un proceso de reificación, de cosificación.

Por consiguiente, el trabajo es una actividad alienante y alienada. El concepto de alienación es utilizado por Feuerbach para referirse a la religión. Para él, la idea de Dios es una invención humana que al objetivarse hace pensar al hombre que depende de un Ser Superior, es decir, que sufre un proceso de alienación ya que se encuentra sometida a algo fuera de sí. Por este motivo, Marx concluye que la religión es el opio del pueblo y que se encuentra alienado mientras no elimine a Dios.

Además, este concepto es utilizado para explicar la alienación de la actividad transformadora de la naturaleza del hombre que se puede resumir del siguiente modo:

Según Marx hay tres tipos de alienación:

  • Alienación social: se produce cuando el orden social resulta imposible debido al sometimiento de las clases inferiores a las clases dominantes. Esta situación genera una separación entre los individuos y la comunidad, impidiendo una vida social libre e igualitaria.
  • Alienación política: surge del sometimiento de la sociedad civil al poder del Estado, que aparece como una fuerza separada y superior a los ciudadanos, alejándolos del control efectivo sobre su propia vida política.
  • Alienación ideológica: la cual consiste en una falsa conciencia de la realidad, en la que los explotados perciben como naturales, justas e inevitables las condiciones de opresión en las que viven. Esta alienación es difundida por las ideologías dominantes, que encubren la verdadera naturaleza de las relaciones sociales.

Friedrich Nietzsche (1844-1900)

Friedrich Nietzsche (1844-1900) nació en Alemania en el seno de una familia protestante. Era un apasionado de la música y fue catedrático de filología clásica en la Universidad de Basilea, hasta los 35 años, cuando la enfermedad que arrastraba desde joven se agudizó. Desde 1890 llevó una vida casi vegetativa al cuidado de su madre y de su hermana. Sus obras más destacadas son La gaya ciencia o Así habló Zaratustra.

Su crítica se dirige especialmente a la metafísica tradicional, que él considera como una construcción que ha negado la vida, el cuerpo y el devenir en favor de un mundo inmutable e ilusorio. El problema de la metafísica, para Nietzsche, no es sólo teórico, sino vital y cultural, ya que ha determinado la forma en que Occidente ha entendido la verdad, la moral y al ser humano.

Desde sus primeras obras, Nietzsche denuncia que la metafísica occidental, iniciada por Platón, ha inventado un “mundo verdadero” (el mundo de las Ideas, del ser inmutable, de la razón pura) en oposición al mundo sensible, cambiante y material. Esta distinción ha servido —en su opinión— para negar la vida real, que es movimiento, contradicción, lucha y cambio. La metafísica ha sido, así, una forma de resentimiento contra la vida, una expresión del miedo humano al devenir y al sufrimiento.

En el centro de esta crítica está la famosa expresión nietzscheana “la muerte de Dios”, que simboliza el colapso de todas las creencias metafísicas tradicionales: la existencia de una verdad absoluta, un orden moral objetivo y una finalidad trascendente. Con esta muerte, Nietzsche afirma que ya no hay fundamentos últimos; el ser humano queda “desnudo” ante el vacío que deja el derrumbe de esas verdades. Es el comienzo del nihilismo, es decir, la pérdida de sentido que sobreviene cuando ya no se cree en ningún valor absoluto.

Sin embargo, Nietzsche no se detiene en la destrucción. Frente al nihilismo pasivo, propone un camino de reconstrucción vital: la transvaloración de todos los valores. Esto implica superar la metafísica y sustituir los valores decadentes del platonismo y el cristianismo —que exaltan la debilidad, la renuncia y la culpa— por valores afirmadores de la vida, del cuerpo, de la voluntad y de la creación. En este contexto, aparece la figura del superhombre (Übermensch), aquel que crea sus propios valores, asume el sufrimiento y afirma el mundo tal como es, sin necesidad de consuelos metafísicos.

Otra idea clave para esta superación es el eterno retorno, una propuesta que desafía al ser humano a vivir como si cada instante fuera a repetirse eternamente. Aceptar esto exige amar la vida sin condiciones, incluso con su dolor y su caos. Esta es, para Nietzsche, la respuesta afirmativa frente al vacío dejado por la metafísica.

En conclusión, el problema de la metafísica en Nietzsche es que ha sido una negación de la vida y una forma de esclavitud del pensamiento. Su propuesta no es sustituir una metafísica por otra, sino liberar al ser humano de la necesidad de verdades absolutas, para que viva con plenitud, libertad y responsabilidad. Su crítica sigue siendo una de las más influyentes en la filosofía actual, y ha abierto el camino a corrientes como el existencialismo, la hermenéutica o el postestructuralismo.

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