La Metafísica Aristotélica
La Noción del Ser
La metafísica se encarga del estudio del ser en cuanto ser y sus atributos esenciales. Las matemáticas, la física o la biología, se ocupan de sus objetos desde diferentes perspectivas y por eso se consideran ciencias particulares, pero la metafísica es la “filosofía primera”.
La Sustancia
Parménides predicaba el ser de forma unívoca: “el ser es y el no ser no es”. El ser es único. Platón lo predicaba de manera equívoca: el mundo sensible contribuía un cierto tipo de ser sin existencia plena, ya que dependía del mundo de las ideas. Para Aristóteles, el ser se predicaba por analogía: existen muchos seres y todos ellos comparten su pertenencia al ser. El término sano se puede atribuir a un rostro, a un alimento o a una actividad, y todos ellos comparten su pertenencia a esta categoría que se manifiesta de diferentes maneras.
En conclusión, el ser tiene muchas formas de manifestarse, pero todas ellas hacen referencia a una forma primordial: la sustancia. Existen muchas sustancias, que poseen diferentes accidentes.
Sustancia y Accidente
La filosofía primera, que busca el ser, se presenta en Aristóteles como un saber sobre la sustancia: el ser está allí donde se da una realidad determinada que captan los sentidos. La sustancia es algo que existe en sí mismo individualmente. Las cualidades, por ejemplo, frío, pesado, no son sustancias, aunque la acompañan y la determinan. Son, pues, accidentes que pueden variar, ser distintos en cada sustancia sin que esta deje de serlo, y que solo se dan en algo que ya es sustancia.
Sustancia Primera
“La sustancia llamada así en su sentido más propio es aquella que ni se dice de un sujeto ni está en un sujeto”. La sustancia primera es el individuo concreto, el sujeto individual que posee accidentes, tiene género y pertenece a una especie determinada.
Las sustancias individuales son sustancias por excelencia, porque son sujetos —lo que subyace a todas las otras cosas—, de modo que todas las otras cosas o bien se dicen de esas sustancias como de sus sujetos, o bien están en ellas como en sus sujetos. Se dice de Juan que es hombre; se dice de moreno que está en Juan.
Sustancia Segunda
Se llaman sustancias segundas las especies a las que pertenecen las sustancias llamadas primeras, tanto esas especies como sus géneros. El hombre individual, Juan, pertenece a la especie hombre y el género de dicha especie es animal; así pues, estas sustancias se llaman segundas: hombre y animal.
A pesar de esta distinción, Aristóteles afirma que, en sentido estricto, solo existe el individuo concreto, la sustancia primera que contiene la especie (la segunda), el género y la naturaleza. Solo son separables por el entendimiento; no existe una separación real. La sustancia segunda es la esencia del individuo, lo que cada cosa se dice que es por sí misma; su definición, lo que es algo por sí mismo.
Partiendo de las sustancias primeras, Aristóteles construye todo un entramado intelectual, un sistema de clasificación de los seres que no solo permite “universalizar” la realidad y poder hablar de ella, sino definir sus relaciones, identidades y diferencias.
El Hilemorfismo
Aristóteles descubre otra distinción: hay algo de lo que están hechas las cosas (materia) y una forma que, sin embargo, las distingue. No existe nunca una materia sin forma, aunque puede haber superposición de formas en una materia: por ejemplo, el mármol (su forma mármol) antes de ser estatua.
El sujeto, la sustancia, es un compuesto de materia y forma. La materia es el sustrato de la forma, aquello que captamos por los sentidos. La forma constituye lo que es cada cosa. Un conjunto de materia uniforme (por ejemplo, un montón de madera) puede adquirir una determinada forma y convertirse en silla. Esa es la diferencia entre materia informe y sustancia compuesta; de materia y forma.
Aristóteles profundiza en el carácter inseparable de la estructura materia-forma: si se produce una esfera de bronce, no se genera el bronce por un lado y la esfera por otro, sino que se generan las dos a la vez. Un compuesto de materia y forma recibe el nombre de la forma. Por eso predomina la forma sobre la materia, porque es su esencia y naturaleza, es el principio del movimiento y la transforma en algo determinado.
La materia no existe como pura materia prima en el mundo real, aunque haya que intuir una primera materia indeterminada como fundamento último de todo ser y cambio.
La Explicación del Movimiento: Potencia y Acto
Aristóteles afronta el problema del cambio introduciendo dos conceptos revolucionarios que aclaran la problemática del paso del ser al no ser y viceversa. Son los conceptos de potencia y acto.
La potencia es un cierto no ser relativo, pero no implica que no exista.
La potencia se define como poder llegar a ser lo que todavía no se es. Puede ser potencia pasiva, que se encuentra en el sujeto que sufre la acción, o potencia activa (posibilidad de producir un cambio en sí o en otro), que se encuentra en el agente.
El acto se define como lo que ya es algo, la existencia misma de una sustancia. Aristóteles incide en que no es posible una definición estricta de acto, por eso sugiere que se capte por analogía y diferencia el acto como movimiento y el acto como fin.
El acto predomina sobre la potencia, ya que solo hay potencia cuando se da un acto determinado. Se puede tener innumerables potencialidades, pero solo son reales aquellas que se actualizan. La materia se identifica con la potencia y la forma con el acto, porque la materia está en potencia pasiva de la forma y tiende hacia ella, que la actualiza y perfecciona.
El Motor Inmóvil
Su teoría del movimiento lleva a Aristóteles a suponer la existencia de un motor inmóvil que mueve sin necesidad de pasar de la potencia al acto y, por consiguiente, sin tener que estar supeditado al cambio. Es, pues, un acto puro y un pensamiento puro cuyo objeto es su mismo pensar.
Ese motor inmóvil no puede mover el universo poniéndose en contacto con él. Las cosas y el mundo aspiran a una continua perfección, a pesar de todas las limitaciones, errores y entorpecimientos. El motor inmóvil actúa como un horizonte de plenitud al que toda la naturaleza aspira. Ese motor, que no necesita moverse (porque eso supondría que carece de algo hacia lo que se mueve), impulsa el movimiento del mundo.