Metafísica: Origen, Evolución Histórica y Conceptos Clave

1. Origen del concepto

El término «Metafísica» tiene su origen en la redacción y edición de las obras de Aristóteles hecha por Andrónico de Rodas. Se supuso que se trataba únicamente de una denominación extrínseca, pero ha tenido una significación temática desde un principio. En efecto, en estos libros se trata de lo que está después o más allá del mundo físico, y que solo puede ser alcanzado superando lo físico y hallándolo como su fundamento. Aristóteles la denominaba σοφία (sabiduría), πρώτη φιλοσοφία (filosofía primera), o también θεολογία (teología), y la concebía como la ciencia de la realidad total, que debe ser considerada a partir de sus últimas causas.

2. Historia del concepto

a) Filosofía Antigua

Parménides tuvo una concepción monista del ente. El ente es lo que es y lo que no es ente no es. Solo hay un ente, eterno, atemporal, atópico, lleno, homogéneo, indivisible, simple, único, inmóvil, ingénito, imperecedero, terminado, completo. El despliegue del concepto de metafísica de Aristóteles pone de manifiesto una evolución en el pensamiento aristotélico. En una primera determinación, todavía de signo platónico, la metafísica es la ciencia de lo suprasensible; pero como para Aristóteles —en contraste con Platón— el conocimiento de lo suprasensible ha de partir del de lo sensible, la metafísica aparece ligada a las cosas empíricas y aparece concebida como la ciencia de sus principios o causas en una segunda delimitación del concepto. La metafísica se convierte así en una segunda determinación en la ciencia de las causas. El concepto de causa conecta lo sensible con lo suprasensible. El problema se soluciona por medio de un tercer concepto de Metafísica: la Metafísica se extiende absolutamente a todo lo que es, en cuanto que es. Su función consiste en fundamentarlo en todo aquello que le corresponde como ente. Surge un cuarto concepto de metafísica como ciencia de la Substancia, pero como hay muchas substancias y tipos de substancias, finalmente aparece un quinto concepto de metafísica como Teología. Engloba dentro de sí a la ciencia de los principios de los entes, e igualmente a la ciencia de lo suprasensible y de los entes divinos. De aquí surge una tensión o contradicción que radica en la esencia misma de la Metafísica. Por una parte es Ontología, su tarea es el estudio de la realidad total según las estructuras y leyes del ser comunes a todo.

Por otra parte, es Teología, ciencia de lo divino, originario de todo ente. Investigar lo divino no puede ser cosa de una ciencia particular, sino únicamente de la ciencia primera o filosofía primera. De este modo queda, como teología, ligada y reducida a la ontología general, puesto que solo alcanza lo divino en cuanto principio de todo ente; y, como ontología, se eleva hasta la teología, ya que ha de investigar no solo todo lo ente, sino también los principios últimos de lo que es. La metafísica tiene pues dos campos de estudio: en general “el ser en cuanto ser”, y en particular lo suprasensible o los entes que carecen de materia y son eternos. En el siglo XVII surge el nombre de Ontología. Como ciencia de lo suprasensible, la metafísica es la Teología, la teología filosófica o racional como se precisaría en la Edad Media y en la Edad Moderna para distinguirla de la teología revelada. La metafísica tiene en su centro, para Aristóteles, la doctrina de la substancia, en cuanto que este es el significado fundamental del ser, al que se remiten también los otros significados. Aristóteles afirma la unidad del ser, pero también dice que hay varias formas de ser.

El ser se dice de muchas maneras. El ser no es un término unívoco. Mejor dicho, el Ser, el Ente, no es ni unívoco ni equívoco, sino análogo. La unidad del término “Ser” será llamada más tarde analogía de atribución. La analogía es conocimiento por medio de la comparación o a partir de la relación de entes entre los que existe simultáneamente comunidad y diferenciación; su raíz está, sin embargo, en la analogía del ser, gracias a la cual dos o más entes coinciden y se diferencian en su ser al mismo tiempo. En la significación análoga de una palabra es necesario distinguir un sentido originario y uno derivado. Aristóteles fue el primero en establecer de forma aceptable el procedimiento lógico de la definición. Concluye que ser se dice de varias maneras, tiene varios predicamentos. Aristóteles obtiene diez categorías que son los géneros más universales del Ser. Estas son: Substancia, relación, cualidad, cantidad, lugar, tiempo, hábito, estado, posición, pasión, acción.

Paralelamente a la analogía del ser, encuentra Aristóteles una multiplicidad análoga de significaciones de “unidad”; esto conduce a la doctrina de los trascendentales, de las determinaciones fundamentales que corresponden de modo análogo a todos los entes. Tomás de Aquino menciona cinco trascendentales: res, unum, aliquid, verum, bonum que pueden reducirse a tres: unum, verum, bonum. Aunque el ser se predica de muchas maneras, todas ellas, sin embargo, se refieren a la substancia. Todas las categorías inhieren en la substancia. Son modificaciones o accidentes de la substancia. La substancia es la categoría esencial. Es el ser sujeto. Cuando preguntamos por el qué de una cosa, su quidditas o quididad, su esencia, la respuesta es la substancia, el sujeto individual concreto y determinado. Hay dos tipos de substancias: la substancia primera (el individuo concreto) y las substancias segundas (género y especie). La substancia es el sujeto último de toda predicación. No puede predicarse de otro ni existe en otro. Existe y es en y por sí, separada. Solo ella tiene esencia y, por tanto, definición. Su prioridad entitativa consiste en la subjetualidad, que es la raíz de la separabilidad subsistente. Es decir, que por ser sujeto último determinado, la substancia está separada. Aristóteles sostiene que la substancia, el individuo concreto es un synolon de materia (hyle) y forma (morphé). La forma corresponde a la Idea platónica: es la esencia de la cosa, la substancia segunda, la especie y el género y es eterna, es la estructura permanente, universal, repetida en todos los individuos de una misma especie o clase y no existe sino en la materia. No hay formas separadas fuera de los individuos. La materia es el elemento neutro, indiferenciado que la forma se encarga de organizar y diferenciar y es también eterna. La materia carece de contornos precisos, por ello es irracional e ininteligible. La forma es el principio de inteligibilidad, la materia es el principium individuationis. Solo hay ciencia del género, de lo universal. Del individuo no hay ciencia. Los individuos existen gracias a la materia. Materia y forma solo existen en el synolon de ambas. 1) la esencia de la cosa, lo que algo es; 2) la naturaleza porque solo la forma es cognoscible, definible y es lo común a toda especie. En el segundo sentido, la Metafísica es la doctrina del Acto Puro o Primer Motor Inmóvil o Inteligencia motriz de los diversos cielos como afirma la cosmología aristotélica. La Metafísica es Teología. Dios no tiene ni cantidad, ni cualidad, no está en ningún lugar, ni en el tiempo, no mantiene ninguna relación, ni está en ninguna situación, ni tiene necesidad de actuar y no sufre ninguna pasión. La Teología es la ciencia que estudia la sustancia eterna, inmóvil y separada de las cosas sensibles. Es esta la más excelsa de las ciencias, puesto que tiene por objeto la realidad suprema: Dios. Dios es el principio supremo del que depende el movimiento del universo entero y de la physis. La observación muestra que el mundo está lleno de cosas en movimiento. Por tanto, habrá otras cosas, sus motores, que las están moviendo, y a estas otras y así sucesivamente hasta llegar al Primer Motor Inmóvil requerido para evitar un regressus ad infinitum. La teología física aristotélica conduce pues a un motor inmóvil, necesario para explicar los fenómenos físicos y cuyo modo de ser ya no es físico. La física exige un principio que rebase su ámbito. Aquí se argumenta que el tiempo es eterno y continuo; por tanto, que ha de haber un movimiento continuo. La causa de tal movimiento ha de ser eterna e inmaterial. Por tanto, el primer motor tiene que ser eterno, inmaterial, substancia y Acto Puro. Mueve siendo inmóvil y siendo en acto, no puede ser de otro modo. El Primer Motor no mueve mecánicamente, Aristóteles afirma que mueve como “deseable”, como “objeto de amor” como causa final. Solo de este modo puede comprenderse que pueda “mover sin ser movido”. El Primer Motor Inmóvil propiamente hablando, no es ningún motor o causa eficiente, realmente es fin, telos, causa final que mueve el mundo como el ser amado mueve al amante, sin necesidad de hacer nada, solo por el hecho de ser. Únicamente la analogía del deseo no recíproco permite concebir, si no comprender, la paradoja de un motor que “impulsa” en el sentido de “poner en movimiento” sin ser impulsado él mismo. Los seres del mundo lo pueden imitar como máximo con los medios de que disponen. Motor lejano, el Dios de Aristóteles es el ideal móvil en cuya dirección se consuman los movimientos regulares de las esferas, los movimientos más complejos de las estaciones, el ciclo biológico de las generaciones y de las corrupciones, las vicisitudes de la acción y del trabajo del hombre. Dios mueve porque es amado.

b) Edad Media

Los pensadores medievales se remitirán a Aristóteles, aunque con diferencias entre unos y otros en cuanto a la situación de la metafísica en el conjunto del saber. Para Santo Tomás de Aquino, la metafísica está netamente subordinada a la “sagrada doctrina”, es decir, a la teología revelada, ya que esta es también una ciencia propia y verdadera. Tres aspectos de la metafísica “teología”, “metafísica” y “filosofía primera”. Es teología en la medida en que considera a Dios y a los seres suprasensibles; es metafísica, en tanto que investiga el ente y todo lo que le es esencialmente propio, y es filosofía primera, porque debe hallar el fundamento de las causas primeras de las cosas. Se pone en tela de juicio la unidad de la metafísica, debido a la multiplicidad de sus objetos. Sin embargo, Santo Tomás defiende decididamente esta unidad y elabora más sutilmente que Aristóteles su fundamento intrínseco. El objeto inmediato de la metafísica es el ente en cuanto ente. Para captar plenamente el ente como tal y comprenderlo en su ser, la metafísica tiene que salir de sí misma y orientarse hacia el ser absoluto como origen creador de todo ente finito. Metafísica es la doctrina universal del ser (ontología) y saber de Dios al mismo tiempo, se mantiene invariable en la escolástica. Para Duns Escoto la metafísica vuelve a ser la ciencia suprema porque, en su opinión, la teología revelada no es propiamente una ciencia, ya que su objetivo no es ya teórico, sino práctico. Además del problema de los universales, se produjeron divergencias notables en cuanto a los contenidos, sobre la extensión del conocimiento puramente racional de Dios por parte del hombre y sobre la relación entre el “ser” de Dios y el de las criaturas. Para Santo Tomás, las criaturas son en un sentido análogo, de semejanza imperfecta. Para Duns Escoto y Ockham, en esto más fieles a Aristóteles, el ser se predica de Dios y de las criaturas en sentido “unívoco” (naturalmente, siempre y cuando nos limitemos a la consideración metafísica). Sin embargo, con Ockham se asiste a una crítica de los conceptos de la metafísica tradicional que anticipa la del empirismo inglés. Suárez, como buen escotista, es el primero que se libera de las formas tradicionales

de la metafísica escolástica. Adquiere, por primera vez una sistemática autónoma que se convirtió en modélica hasta muy avanzada la Edad Moderna. Pero, con respecto al concepto de metafísica, Suárez es fiel a la tradición de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino.

c) Edad Moderna

En el pensamiento moderno oscila entre los dos polos de la definición aristotélica. Para Descartes el objeto de la metafísica son las substancias espirituales, cuya esencia es el pensamiento, es decir, Dios y las substancias humanas. Francis Bacon asigna a la metafísica la determinación de las causas formales y finales, en contra de la “física” que se limita a las causas materiales y eficientes. En Leibniz, para quien la materia y el movimiento son meros fenómenos físicos, mientras que la substancia y la fuerza pertenecen a la metafísica. En el siglo XVII comienza a utilizarse en sustitución de la palabra metafísica el término de ontología. Es la disciplina filosófica dedicada a describir lo ente, el ser, la realidad, lo real. El primero fue Rudolf Goclenius definiendo ontología como philosophia de ente. Es Johannes Clauberg quien destaca la importancia de la ontología. Según Clauberg, la ontología es una scientia prima que se refiere (por analogía y no unívocamente) tanto a Dios como a los entes creados. Con Christian Wolff quien populariza entre el público el término “ontología” y conduce a la definitiva separación entre la doctrina del ser y la doctrina de Dios. Wolff identifica metafísica con filosofía teorética. “Ontología”, es la ciencia filosófica básica del ente en cuanto tal. La metafísica especial, por el contrario, se divide en tres ramas, que Wolf denomina “cosmología”, “psicología” y “teología”. Estas tres disciplinas teóricas son racionales. Concepto de metafísica, que ahora abarca también la cosmología y la psicología, y la separación de la ontología y la teología. La Metaphysica generalis es ya solamente doctrina universal del ser. En el siglo XVIII, algunos ilustrados Condillac, D´Alembert utilizan el término “metafísica” entendiendo por tal la búsqueda e investigación acerca del origen de las ideas, Kant. Seguirá también el esquema wolffiano. Para él la metafísica es el “conocimiento racional puro por conceptos”. Kant se pregunta cómo es posible la metafísica como ciencia. La tríada wolffiana reaparece en Kant en las tres ideas de la razón pura: mundo, alma y Dios.

La ciencia solo es posible gracias a los juicios sintéticos a priori. Así se plantea la pregunta por la posibilidad de los juicios sintéticos a priori. Se trata de concebir el conocimiento a partir de las condiciones previas de su posibilidad. Esto exige un cambio en la perspectiva clave del conocimiento. La metafísica se convierte en filosofía trascendental. Los principios y contenidos de la razón pura solo son válidos en el ámbito de la experiencia posible. Pero entonces, no podemos determinar cómo sean las cosas en sí mismas con entera independencia de que y cómo las conozcamos, la metafísica ya no tiene función objetiva, sino únicamente subjetiva. Aunque para él la metafísica sea imposible como ciencia, sin embargo, sigue existiendo como una disposición natural que se expresa en las ideas de la razón pura. Estos contenidos metafísicos solo es posible pensarlos, pero no conocerlos. Sin embargo, el empeño de Kant de aferrarse a las ideas trascendentales muestra su voluntad inquebrantable con respecto a la metafísica.

d) Edad Contemporánea

En el siglo XIX se sigue rechazando la metafísica. A principios del siglo XX, sin embargo, se produce una resurrección de la metafísica de la mano de la fenomenología de Edmund Husserl “regreso a la ontología”. Él esboza la idea de las ontologías regionales, y propone, además, una ontología universal, aunque como ciencia puramente formal de las esencias y de sus estructuras más generales. El pensamiento de Husserl se convierte en una pura filosofía de la esencia y se encierra además en un idealismo subjetivo trascendental. Nicolai Hartmann (1882-1950) supera el idealismo fenomenológico y elabora una filosofía con una teoría del conocimiento realista, sobre la cual construye una ontología. Los verdaderos problemas metafísicos son los problemas insolubles más allá del saber. La metafísica como ciencia entonces es imposible. Martin Heidegger (1889-1976) lanza contra toda la metafísica occidental desde Platón hasta Nietzsche el reproche de haber sido concebida ónticamente y no ontológicamente, es decir, el haber investigado el ente (ens) en su esencia, olvidando al Ser (Dasein) como fundamento del ente. La verdad ha sido concebida desde Platón como la corrección del conocimiento únicamente, pero no como αλήθεια esto es, como epifanía o desvelamiento del ser. Heidegger intenta poner en claro mediante una analítica existencial, la constitución de la comprensión del ser en el fundamento de la existencia humana. Para ello se sirve del método fenomenológico, pero no se orienta, como Husserl, hacia la pura esencia, sino a la existencia concreta del hombre más tarde habla cada vez con más frecuencia, de una superación de la metafísica, aunque no para rechazar toda metafísica, sino para penetrar en una nueva manera de pensar el ser. Gustavo Bueno define a la metafísica como toda construcción sistemática doctrinal, toda idea, etc., que, partiendo, sin duda, de un fundamento empírico lo transforma en una dirección, preferentemente sustancialista, tal que la unidad abstracta, si obtenida queda situada en lugares que están más allá de toda posibilidad de retorno racional al mundo de los fenómenos. La crítica a la metafísica llevada a cabo desde el neopositivismo lógico. Rudolf Carnap (1891- 1970) y sobre todo, en su ensayo “La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje”. (1932) Un concepto o una proposición solo tienen sentido, significado, si son verificables. Si no es este el caso, entonces el concepto o la proposición “carecen semánticamente de sentido”. Según esto, la metafísica es absolutamente imposible, dado que trabaja con pseudoconceptos y pseudoproposiciones carentes de sentido.

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