Ética y política en “El Príncipe” de Maquiavelo
Nicolás Maquiavelo vivió en la época de una Italia dividida, donde cada ciudad era un “reino”, donde permanentemente se invadían unos a otros o países extranjeros ocupaban los territorios de la península itálica, todo en el marco de una Europa que empezaba a escapar del yugo de la apostólica y católica iglesia romana.
Maquiavelo nació y vivió toda su vida en Florencia, que para esa época era un reino autónomo. Fue aquí, que a partir de los 25 años, empezó a tener contacto con la política interna y externa en misiones diplomáticas en Alemania, Francia, España y otros estados italianos.
La llegada al poder de la familia Médicis en Florencia, truncó su vida política y fue encarcelado acusado de conspiración, y es aquí donde Maquiavelo empieza a redactar su obra El Príncipe, que más que una manifestación del espíritu del renacimiento y una obra maestra de la literatura universal, es un texto fundador de las ciencias políticas modernas, una tratado que sienta las bases para un nuevo sistema político: el Estado moderno encarnado y de poder centralizado en la figura de El Príncipe.
Maquiavelo encontró como fuente de inspiración la unificación de Francia, sus ideales republicanos y la consecución de la añorada libertad de los territorios italianos invadidos, para la unificación de Italia como un Estado.
Desde un principio, este libro como lo dice Maquiavelo mismo, fue dedicado a Lorenzo de Médicis, llamado “El Magnífico”, y cada uno de sus capítulos no son mas que consejos dados para que este príncipe lograra la unificación de Italia, lo cual le vale a Maquiavelo conseguir el favor de los Médicis.
El tratadista florentino ilustra en su obra los diversos tipos de príncipes encarnados en muchos personajes de la Europa renacentista como el Papa Alejandro IV (Rodrigo Borgia, papa español que murió envenenado y cuya vida fue muy escandalosa), César Borgia, duque de Valentinois (hijo del anterior y hermano de Lucrecia a quien utilizó para sus fines políticos. Maquiavelo siente especial admiración por él debido a su excelente habilidad política y decisiones acertadas), también a Fernando El Católico (católico rey de España, esposo de la católica Isabel, patrocinadores de la católica y cristiana misión de Colón al nuevo mundo), y otros más.
En El Príncipe, Maquiavelo toca un tema que ha seducido a los hombres desde tiempos inmemoriales: el poder, pero no como un poder proveído por Dios y heredado de un hombre a otro por la consaguinidad y designios divinos, sino como el poder que el hombre se provee a sí mismo para su propio gobierno, mediado por intereses económicos, de clase, ambiciones personales; incluyendo aquí también el poder del papa (príncipe eclesiástico) y su imperio católico y adeptos (estado eclesiástico), lo cual causó enemistad con la Santa Madre Iglesia.
Por otro lado, Maquiavelo demuestra que los valores y la moral tradicional cimentadas a lo largo de la edad media por la católica y cristiana iglesia ya no se ajustaban a la cambiante e inestable Europa renacentista, se necesitaba reformar las concepciones sobre moral y ética. Además de esto, Maquiavelo deja obsoleto el sistema feudalista como forma de gobierno, implantado por la Iglesia, que lo único que había conseguido, fuera de detener el desarrollo de la ciencia, el arte y reducir a su mínima expresión la individualidad, era mantener al continente europeo fraccionado y disperso.
El nuevo modelo político por el que Maquiavelo aboga está basado en ciudades libres (estados, tal como se anotaba anteriormente, Maquiavelo fue partidario ferviente de la libertad italiana y la unificación de cada uno de los “reinos” en uno solo), gobernadas por un príncipe (no importa como haya llegado el poder, sino la manera de cómo lo conserve), donde el poder esta centralizado en las manos de este príncipe y es él quien toma las decisiones autónomamente.
Además este príncipe debe estar muy bien instruido en las artes de la guerra, debe tener a servicio del principado un ejército propio (los ciudadanos del estado), no mixtos, ni mercenarios ni prestados, ya que así garantiza su lealtad y obediencia. Este príncipe debe ser temido y amado, entre tirano y benevolente con su pueblo y sus súbditos, así logrará que estos no lo traicionen a la primera oportunidad. Igualmente, debe preocuparse por el bienestar y desarrollo del principado (viéndolo como un todo, y no como individuos), sino el mismo pueblo causará su ruina, tal como pasaba con los Luis en Francia. Debe explotar los factores que contribuyan a la creación y afirmación de la identidad del principado (nacionalismo y patriotismo) y sobre todo, ser enemigo y castigar duramente los brotes de corrupción.
Un buen príncipe que desee conservar el poder en su principado por mucho tiempo, debe llevar a cabo una política de maximizar los medios frente a los fines en el ejercicio del poder, dicho en otras palabras, la tan conocida frase “el fin justifica los medios” y la derivación del adjetivo maquiavelismo.
Es aquí donde surge la critica que se le hace a El Príncipe, pues la primera impresión que causa es que está haciendo un llamado al cinismo, la inmoralidad y la falta de ética, pero esto no es así, Maquiavelo lo que intenta decir es que dependiendo de las circunstancias a las que se enfrenta el Príncipe, él debe juzgar y extraer las premisas necesarias (juicios y acciones) para desenvolverse en un mundo cambiante. “El éxito de un soberano radica en tomarle el pulso a la situaciones, valorarlas y armonizar su conducta con la dinámica inherente a ellas, son las necesidades las que impondrán la respuesta”.
Para Maquiavelo, los fines son inseparables del “bien común” , la moral radica en los fines y la ley constituye el núcleo organizador de la vida social. Todo lo que atente contra el bien común debe ser rechazado y por ello “la astucia, la hábil ocultación de los designios, el uso de la fuerza, el engaño adquieren categoría de medios lícitos si los fines están guiados por la idea del bien común, noción que encierra la idea de patriotismo, por una parte, pero también, las anticipaciones de la moderna razón de Estado”.
“La política es el arte de conquistar el poder” y es por lo tanto el arte de El Príncipe como gobernante, el príncipe como conquistador y dueño del poder, es la encarnación del estado y por lo tanto, por principio está exento de toda norma moral. Lo importante es que tenga las condiciones naturales (que tenga las actitudes y aptitudes para serlo) como para asegurar la conquista y posesión del poder”, en otras palabras, El Príncipe encarna la razón del estado, es el fin último de este y por lo tanto es independiente y opuesto al orden dado por la moral y los valores éticos, ya que su figura se sitúa por encima de estos con instancia absoluta.