Nietzsche
1. Contextos
Histórico
La época de Nietzsche se caracteriza por los nacionalismos europeos. Tras la derrota de Napoleón en Waterloo, el Congreso de Viena benefició a Prusia, iniciando una era de prosperidad que culminó con Otto von Bismarck y el II Reich alemán. Víctor Manuel II reunificó Italia, que luego, bajo Humberto, se alió con Alemania. Suiza, afectada por las guerras napoleónicas y convertida en República Helvética, recuperó su neutralidad. Culturalmente, se inició la «era de la ciencia» debido al auge de la investigación.
Friedrich Nietzsche nació en 1844 cerca de Lützen. Con una brillante carrera académica, a los 24 años fue catedrático de filología clásica en Basilea hasta 1879. Una enfermedad lo llevó a viajar por Europa hasta 1889, como filósofo libre. Luego, comenzó su decadencia hacia la locura.
Filosófico
Corrientes como el marxismo, positivismo y utilitarismo compartían la crítica al capitalismo, la religión y la moral tradicional. En oposición al positivismo y al sistema hegeliano, surgieron el vitalismo y el historicismo, que defendían la capacidad del artista para comprender la realidad, excluyendo la razón.
2. Tema
Para Nietzsche, la metafísica tradicional yerra al creer en la antítesis de valores. Inventa un mundo opuesto al terrenal, con características contrarias. Esta ontología estática, desde Platón, concibe al ser como fijo e inmutable, deshistorizando la realidad y priorizando conceptos supremos. Los sentidos, por tanto, nos engañan.
Desde Parménides, se ha planteado la logicidad del ser. Nietzsche defiende que la desconfianza en los sentidos nos impide entender la realidad. La razón distorsiona nuestra capacidad de conocer. Nietzsche denuncia este «egipticismo». Heráclito, aunque una excepción, tampoco fue justo con los sentidos. El auténtico conocimiento se basa en ellos.
El lenguaje, para Nietzsche, es el instrumento para conocer la realidad. La fuente del error está en los presupuestos metafísicos del lenguaje. El origen de la palabra es la experiencia vital cambiante. Un concepto intenta fijar la realidad (metáforas), llevando al fetichismo. La metafísica del lenguaje olvida el origen de las palabras.
En resumen, Nietzsche critica la división platónica de dos mundos, síntoma de decadencia. Propone como alternativa la alegría del pensamiento trágico. Critica también la matematización de la realidad por las ciencias positivas.
3. Teoría
En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche presenta su teoría del arte y la cultura griega, con la dualidad apolíneo y dionisíaco. Lo apolíneo representa la luz, la belleza, el orden y la forma. Lo dionisíaco, la oscuridad, el caos, los instintos y la orgía. El héroe trágico se enfrenta al destino, afirmando la vida a pesar del sufrimiento. Nietzsche interpreta la filosofía como sabiduría trágica.
Critica a Sócrates por negar la esencia griega al elegir la razón, y a Platón (y el cristianismo) por traicionar la vida terrenal. Para Nietzsche, los instintos son la fuerza vital. Su crítica se dirige a la cultura occidental, donde los problemas filosóficos son problemas de valores.
Su crítica sigue tres direcciones: moral, metafísica (ontología y epistemología) y ciencias positivas. Utiliza el método genealógico, rastreando el origen de los conceptos para revelar los instintos subyacentes.
En La genealogía de la moral, aplica este método a los valores morales, que son creaciones humanas, no incondicionales. El fundamento es el cuerpo. Define la moral como lenguaje simbólico de las pasiones, producto de la racionalización de fenómenos vitales.
Nietzsche distingue entre moral de señores (creadora, activa) y moral de esclavos (pasiva, decadente). Desde Sócrates, la virtud se ha convertido en renuncia y resentimiento. El resentimiento, invento del sacerdote judío, es la incapacidad de los débiles para olvidar, acumulando el deseo de venganza.
Se establece la mala conciencia (conciencia ascética). La moral cristiana niega la vida, entronizando a los peores. La moral de los señores es vencida. La muerte de Dios simboliza la autodesvaloración de la religión, moral y metafísica, llevando al nihilismo, que es el punto de partida para una nueva valoración.
Con el nihilismo, el hombre busca superarse. La realidad es dinámica, cambiante. La voluntad de poder se refleja en el eterno retorno: amar la vida para querer revivirla, superándose continuamente. El hombre es un puente hacia el superhombre. La vida es un experimento.
Para lograrlo, se necesitan cinco transformaciones: el camello (que acepta el «tu debes»), el león (que se niega a la moral, diciendo «yo quiero») y el niño (que dice «sí» a la vida, creando nuevos valores).