Nietzsche: Crítica a la Verdad, Lenguaje y Filosofía en el Contexto del Siglo XIX
Opción B
1. Crítica a la idea de verdad en Nietzsche
En este texto, el autor plantea la crítica a la idea de verdad, atribuyendo su búsqueda y utilización a la necesidad de convivir en sociedad. De este modo, aceptamos como verdadero lo agradable, lo que tiene consecuencias positivas para la convivencia. El error de la filosofía, según Nietzsche, es haberse olvidado de las intuiciones como origen de los conceptos y aceptar dogmáticamente que los conceptos son los que designan la realidad y no puras metáforas de las intuiciones. No hay verdad en el concepto, “las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible”.
El autor está criticando la creencia en la verdad del lenguaje en su uso meramente conceptual. Esta idea se relaciona con el sentido general de la obra, que es una denuncia del estado del intelecto y del lenguaje, que se engañan con respecto al valor y alcance que posee el conocimiento humano. La verdad en la filosofía tradicional es la coincidencia entre pensamiento y realidad. La verdad para Nietzsche son metáforas, antropomorfismos, ilusiones. La forma más básica de conocimiento para Nietzsche es la intuición, el conocimiento individual y directo, inmediato, del sistema perceptivo interno y externo. Y el lenguaje sirve para expresar el pensamiento y la intuición, pero Nietzsche se pregunta si el lenguaje expresa correctamente las intuiciones, ya que lo que hace el lenguaje es crear metáforas que intentan expresar nuestra relación con las cosas, porque la «cosa en sí», la esencia, es inconcebible.
El primer falseamiento de la realidad se produce cuando se toma por realidad lo que sólo es metáfora, figura; la palabra es una metáfora aceptada socialmente. Se entiende como verdadero lo que es coincidente con la metáfora aceptada social y convencionalmente; y como falso lo que se aparta de ella. La palabra se transforma en concepto para servir como instrumento de comunicación, y el concepto provoca una comprensión del mundo en tanto que cosa humanizada. El segundo falseamiento se produce con la elaboración de conceptos, la abstracción racional falsea la metáfora al eliminar lo individual, lo instintivo.
El hombre ha olvidado el verdadero origen de los conceptos y las consecuencias son el falseamiento de la realidad y la posibilidad de la Metafísica tradicional (Dios, Mundo, Yo, son abstracciones que se toman como realidades primeras). El idealismo kantiano había admitido la importancia que el fenómeno tenía en el conocimiento, sin embargo, Nietzsche duda de esto y atribuye más capacidad al arte para expresar la realidad.
De este modo el conocimiento se convierte en perspectivismo porque los «hechos en sí» son incognoscibles, sólo hay diversas interpretaciones. En este aspecto Nietzsche realiza una dura crítica al positivismo al limitar el conocimiento a lo fenoménico: conocer es, por tanto, interpretar desde múltiples perspectivas. El Mundo no es cognoscible, sólo interpretable. Nietzsche critica el Idealismo porque el mundo de las esencias, de las ideas, de la Verdad, no es cognoscible porque es falso; pero también el Realismo porque el mundo de los fenómenos no es cognoscible tampoco porque el concepto falsea el fenómeno convirtiendo en un «en-sí» lo múltiple. El conocimiento es la mayor fabulación ya que es un proceso de abstracción y simplificación que no está encaminado a conocer sino al poder sobre las cosas. La «voluntad de poder» está en el origen del conocimiento: poder para conceptualizar, poder para imponer unos conceptos en lugar de otros, poder para resolver las luchas entre distintas perspectivas. De esta teoría del conocimiento deriva la crítica a los filósofos, científicos y teólogos, porque actúan de intermediarios entre el Mundo y nosotros.
La filosofía es criticada porque considera el «ser» como una realidad estática e inmutable. Nietzsche opina que el «ser» metafísico es absurdo, ficticio, que no es posible conocerlo, ni demostrarlo. Sólo existe el devenir, el mundo delimitado por el espacio y el tiempo, que puede ser experimentado por los sentidos. Y este mundo tiene como principio del devenir la voluntad de poder. Todas las acusaciones son una crítica al uso de la razón en el lenguaje y la Filosofía.
Para Nietzsche, la vida se manifiesta en la Naturaleza como instinto, fuerza, lucha constante de energías contrarias en un proceso interminable en el que nada permanece estable, como devenir, como acontecimiento trágico. Este proceso está regido por la dominación de unos sobre otros, por la preeminencia de fuerzas espontáneas como el instinto, la «voluntad de poder». El hombre está envuelto en una realidad trágica y regido por la voluntad de poder que le impulsa hacia el futuro. Afirmar la vida es aceptarla como es: trágica, instintiva, creadora, proyectiva; es recuperar el espíritu de la tragedia griega en la que Apolo y Dionisos simbolizan fuerzas contrarias, impulsos artísticos, estados de ánimo vitales. Apolo es el dios de la belleza, de las formas perfectas, la medida, la proporción; se corresponde con las artes estáticas y espaciales. Dionisos es el dios del vino, la embriaguez, la exuberancia; se corresponde con las artes dinámicas y temporales. Lo apolíneo y lo dionisíaco son impulsos, instintos de desarrollo, dos formas de creatividad. Afirmar la vida íntegramente, con todo lo doloroso e inexplicable, es realizar la síntesis de estas dos fuerzas creadoras opuestas, ésta es la grandeza de la tragedia griega.
El socratismo es el primer síntoma de negación, de decadencia, ya que introduce la razón oponiéndose a la espontaneidad del instinto; identifica razón, virtud y felicidad. Las consecuencias del socratismo son la negación de los auténticos valores de la vida (el instinto, la fuerza), y la transformación de felicidad y virtud en ideas, se inventa un mundo de ideas para escapar de éste. Platón no sólo inventa el Mundo de las Ideas sino que lo propone como verdadero (el mundo sensible depende de él). Posteriormente el cristianismo protege, exalta y continua esas ideas, universalizando así la decadencia iniciada por Sócrates y Platón.
La inversión de los valores se produce a partir de Sócrates, es el resultado de una situación paradójica: la moral de los esclavos se ha impuesto sobre la de los señores, los auténticos valores morales han sido suplantados, invertidos. Por ello, la moral tradicional (cristiana) es antinatural porque se opone a la vida con normas, leyes, aboga por el mundo del más allá y niega éste. El resultado es la alienación del hombre. El inicio de esta inversión se produce con el Judaísmo, el Cristianismo la universaliza e introduce el sentimiento de culpa cuando para redimirse es necesario el ascetismo, el sacrificio, la abnegación.
Es en este sentido en el que la idea de Dios impide al hombre llegar a ser superhombre y la muerte de Dios significa la caída de los cimientos (moral, religión y filosofía) de la civilización occidental, la destrucción de los valores absolutos. La superación del nihilismo se produce por la creación de valores que den sentido al hombre y la vida, y por la transvaloración («transmutación») de los valores que condujeron a la nada. La superación del nihilismo no se produce por la reflexión de la razón, sino por instinto, es la «voluntad de poder» del superhombre -un nuevo tipo humano que vive el devenir y la voluntad de poder, que está más allá del bien y del mal- la que destruye y crea nuevos valores.
2. Contexto histórico, sociocultural y filosófico de Nietzsche
Nietzsche (1844-1900) vive en el siglo de la revolución industrial, que significó un cambio desde el sector agrícola al industrial, lo que produjo un aumento considerable de trabajadores asalariados así como la acumulación de riqueza de una nueva clase social, la burguesía.
Como consecuencia de estos cambios aparecen los movimientos obreros y se desarrolla el capitalismo liberal, que hizo crecer las aspiraciones y las demandas políticas de la burguesía. Estas demandas fueron cristalizando a lo largo del siglo en sistemas democráticos dotados de constituciones, en los que Nietzsche encontró un síntoma de decadencia, puesto que la idea de igualdad que los sustentaba “uniformizaba” a los individuos e impedía la aparición de personalidades críticas, artísticas y autónomas, más cercanas al ideal nietzscheano del superhombre.
Por otra parte, esta época es también la de la unificación alemana. La unificación se realiza bajo la dirección de la Prusia de Bismark, y deja como resultado, tras el crecimiento demográfico y el desarrollo industrial, una Alemania que se perfila como primera potencia europea. Esta unificación respondía a los intereses nacionalistas que se estaban extendiendo por toda Europa y que pedían la creación de estados nacionales. Frente a ellos, Nietzsche prefirió la idea de superación del Estado, continuando la línea de personajes como Napoleón y Goethe, que ya habían bosquejado una Europa unida.
Este movimiento político del nacionalismo estuvo muchas veces ligado a un movimiento cultural, el Romanticismo, que influyó mucho a Nietzsche en su primera época, y del que fue desvinculándose a lo largo de su vida. La figura romántica alemana más destacada fue el músico R. Wagner, amigo de Nietzsche, con el que éste estuvo de acuerdo en considerar el arte griego como arte verdadero, al cristianismo como culpable de la hostilidad respecto a la vida, y a la música como impulsora del verdadero espíritu artístico. Sin embargo, la relación de amistad que mantuvo Nietzsche con el músico terminó con el estreno de la ópera Parsifal, en el recién abierto teatro de Bayreuth, en la que Nietzsche encontró un cambio de orientación en la música de Wagner hacia planteamientos ligados a la redención mediante la nueva ópera del pueblo alemán como comunidad mística y racial, basada en elementos lingüísticos y en un Estado-pueblo.
A finales de siglo aparecieron también otras corrientes artísticas con intereses muy distintos a los románticos. Entre ellas estarían la corriente realista y naturalista, interesada por la vida cotidiana y la realidad social, que tuvo como representantes destacados a Dickens en Inglaterra, a Sthendal y Flaubert en Francia y a Galdós en España. Contra este movimiento reaccionarían, ya en el tránsito al siglo XX, otros movimientos como el impresionismo, el expresionismo o el simbolismo, que se inclinarían hacia la búsqueda de formas artísticas más libres.
En el plano filosófico, tras Kant surge el idealismo absoluto de Hegel, para el que existe una única realidad regida por leyes del pensamiento, que se despliegan en la historia hacia la emancipación y la libertad. Nietzsche se opuso a este planteamiento al rechazar la idea de una realidad sujeta a leyes del pensamiento, idea que sí compartieron, llevada a la acción social, Marx y Engels, cuya obra permaneció ajena a la de Nietzsche, y que utilizaron los planteamientos hegelianos para potenciar la praxis revolucionaria, considerando al proletariado como la clase destinada a regir la historia mediante cambios en la estructura económica de la sociedad capitalista, que conducirían a una sociedad comunista sin clases y sin propiedad privada.
Como el siglo XIX fue también un siglo de avance científico y desarrollo técnico, hubo planteamientos que exaltaron el valor del progreso, tanto a nivel filosófico, como a nivel biológico que consideraron los métodos científicos como los únicos capaces de expresar correctamente la realidad (un claro ejemplo de esto fue el positivismo de Comte). Frente a esta idea de progreso reaccionaron autores como Marx, Freud y el propio Nietzsche, que criticaron la civilización occidental desde sus cimientos, por “sospechar” que este progreso no era tal, sino un síntoma de decadencia a causa de la imposición de la ideología y el sistema económico burgués, en el caso de Marx; de la cultura represiva de nuestros instintos, en el caso de Freud; y de la filosofía y la metafísica de valores decadentes y alejada de la vida, en el caso de Nietzsche.
Precisamente esta preocupación filosófica por la vida que profesó Nietzsche fue compartida por otros autores que se pueden enmarcar dentro de la corriente de la filosofía de la vida o vitalismo. Un autor vitalista con el que Nietzsche tuvo muchos puntos de conexión fue A. Schopenhauer, que concibió el mundo como voluntad de existir y como manifestación de un fondo irracional, al que sólo se podía acceder mediante el arte, y no por el pensamiento teórico o representativo, que estaba dirigido por los instintos y la voluntad. En esta misma línea de proponer otros tipos de conocimiento de la vida, otro vitalista posterior a Nietzsche, Bergson, consideró la intuición como única forma de acceso a la realidad, que consideraba un fluir constante.
3. Exposición de la filosofía de Marx y el concepto de alienación
Nietzsche y Marx son filósofos contemporáneos, el contexto en el que se enmarcan sus obras es el de la segunda mitad del siglo XIX, es decir, cuando el capitalismo se consolida definitivamente como sistema económico dominante a escala mundial. Los dos filósofos critican la cultura y la filosofía occidental, pero sus modos de pensamiento son totalmente distintos.
Uno de los aspectos más relevantes de la filosofía marxista es el concepto de alienación. Para Marx el sujeto de la historia es el hombre, el hombre concreto, viviente, que intenta realizarse en su trabajo. El trabajo es la actividad creadora del hombre; el hombre es trabajo productivo, trabajo creador, desarrolla su personalidad dominando la naturaleza mediante el trabajo. El hombre, al trabajar, se proyecta sobre los productos de su trabajo, pone en cada producto algo de su ser, toda su energía humana, su mente: el producto, por tanto, es una objetivación del trabajador; al exteriorizarse el hombre en la naturaleza, ésta queda “humanizada” porque la personalidad del trabajador queda inscrita en el producto. Si esta separación entre el trabajador y el trabajo no se suprime, el trabajador queda alienado, separado de sí mismo, porque el producto del trabajo es él mismo, el mismo hombre trabajador convertido en producto de trabajo, convertido en una mercancía que se vende en el mercado (el hombre se “cosifica”, vende su propia persona, queda convertido en capital).
A lo largo de la historia lo que ha sucedido es que lo que tiene que servir para que el hombre se realice y se libere (el trabajo) no cumple su fin. Los productos que el hombre hace mediante su trabajo no sirven para la producción de la vida, el hombre no se crea a sí mismo mediante su trabajo. El encuentro entre el hombre y el producto de su trabajo no se ha producido debido a los medios de producción basados en la propiedad privada: los productos elaborados por el trabajador no han retornado a él, no le han servido para la producción social de la vida, se han quedado en manos de unos pocos. Entonces es cuando se produce la alienación: el hombre se vacía de sí mismo y en lugar de atribuirse a sí mismo la realidad de sus productos, los considera como algo ajeno. El trabajador queda alienado porque atribuye a un ser distinto de él (el producto de su trabajo) un conjunto de cualidades que son su propia personalidad, pero que no retornan a él, y entonces queda escindido, alienado.
Por tanto, para Marx es la estructura económica la que aliena al hombre: la forma de producción de la sociedad burguesa se caracteriza por el enfrentamiento entre los propietarios de los medios de producción (burguesía) y los propietarios de la fuerza de trabajo (proletariado); es este enfrentamiento entre clases antagónicas lo que provoca la alienación; la lucha entre ambas clases es el motor dialéctico de la evolución histórica de la sociedad capitalista.
Para Marx existen varias formas de alienación:
- Respecto al producto de su trabajo porque el hombre lo pierde, se convierte en su enemigo al ser el instrumento de explotación de su fuerza de trabajo. Cuanto más beneficio produce el obrero, mayor es la diferencia entre el patrón y el obrero. Aparece así la plusvalía, la parte del objeto que el trabajador produce y no le pertenece, con ello queda alienado, desposeído, desrealizado, reducido a mercancía.
- Respecto al acto de su trabajo porque la actividad le es ajena, exterior a él. El trabajo es forzado, ya no es su trabajo, sino sometimiento. La actividad que debería servir para realizarlo, humanizarlo, se le escapa, lo aliena. Esta forma de alienación es a la que se refiere el texto.
- Respecto a la Naturaleza (alienación provocada por las condiciones del trabajo alienado) porque el hombre forma parte de la Naturaleza y ésta se desarrolla gracias al trabajo del hombre; pero cuando la sociedad capitalista arrebata el producto al hombre, el hombre es apartado de la Naturaleza: la Naturaleza se convierte en enemigo.
- Respecto a otros hombres como consecuencia del trabajo alienado, porque los hombres se dividen en dos polos opuestos: los explotadores y los explotados.
En esta relación también se incluyen la familia, la escuela, las instituciones sociales y políticas.
A modo de conclusión se puede decir que para Marx es la alienación económica (trabajo alienado) la fundamental; la alienación social (división de la sociedad en clases) y la alienación política (división entre la sociedad civil y el Estado) son promovidas por el carácter radical de la alienación económica. Estas tres se ramifican en dos más: la alienación religiosa que está en estrecha relación con la organización social, económica y política, porque la justifica y le da estabilidad; y la alienación filosófica porque sólo interpreta la realidad, y lo hace falsamente.
4. Repercusiones de Nietzsche en la filosofía posterior
En cuanto a las repercusiones de Nietzsche en el pensamiento posterior, en lo tocante a la filosofía española del siglo XX, se puede encontrar su huella en Unamuno y Ortega. Unamuno partía en su pensamiento de la realidad existencial del individuo, que entendía como una lucha permanente entre la razón y el sentimiento, a la que se podía hacer frente mediante una vida auténtica, aunque trágica. Ortega y Gasset, por su parte, consideraba la vida como la realidad radical que se va haciendo con nuestras vivencias y que es un permanente proyecto de futuro. En este sentido, hablaba de la razón como razón vital, queriendo hacer una síntesis entre el vitalismo de Nietzsche, y el pensamiento de Kant. Ortega también tomó de Nietzsche el perspectivismo, al considerar que la realidad sólo puede ser tomada desde el punto de vista de cada uno.
Se puede decir que, a nivel general, Nietzsche repercutió en casi toda la filosofía posterior, puesto que la novedad y fuerza de sus planteamientos y de sus críticas no dejaron indiferente a casi ningún autor. Nietzsche repercutió en el existencialismo y en Heidegger a través de sus planteamientos individualistas y su denuncia del nihilismo de la cultura, que los existencialistas asociaron con las actitudes vitales inauténticas, como la mala fe en Sartre o la caída en Heidegger. Por último, Nietzsche sigue teniendo una fuerte vigencia actual; es un autor que sigue siendo fruto de diversas interpretaciones y su pensamiento responde todavía a problemas recientes. Uno de ellos es el de la supuesta Postmodernidad, que han propugnado autores como Foucault y Vattimo, basándose entre otras cosas, en la crítica nietzscheana de la cultura occidental.