La obra de Nietzsche, compleja y diversa en sus temas, a menudo contradictorios, gira en torno a una tesis fundamental: ¡Dios ha muerto!
La Muerte de Dios y la Pérdida del Fundamento
En el relato de La gaya ciencia, el loco que busca a Dios representa de manera impactante las consecuencias culturales de la muerte de Dios. Este relato expresa la toma de conciencia de la pérdida del fundamento de la existencia del hombre occidental a partir de dicho «acontecimiento». Desde esta constatación filosófica, Nietzsche rechaza toda la metafísica occidental, la cual se ha sustentado en el concepto y en la supuesta realidad de Dios. Según esta metafísica, el ser de las cosas es dado y mantenido por Dios. Sin embargo, para Nietzsche, Dios no es más que un concepto creado por el hombre inferior como reacción y defensa ante el devenir de la vida y de la muerte.
Crítica al Conocimiento Conceptual y a la Verdad Objetiva
La metafísica de tradición platónico-cristiana asocia el conocimiento conceptual, el conocimiento universal de verdades inmutables, con una realidad también inmutable. Pero, según Nietzsche, el concepto no sirve para conocer la realidad como vida, porque, siendo esta cambio y particularidad, no puede ser representada por algo como el concepto, cuya naturaleza es captar la esencia, es decir, aquello inmutable, que permanece idéntico a sí mismo, ajeno al tiempo.
Nietzsche sostiene que las palabras son, en su origen, metáforas que expresan percepciones concretas de fenómenos individuales y cambiantes. Al convertir la palabra en vehículo de un concepto universal, olvidamos el origen metafórico de los conceptos. Las metáforas reflejan las diferencias individuales (de lo percibido y de quien percibe) y el devenir de las cosas, pero se transforman en conceptos debido al uso y la costumbre. Convertir el lenguaje metafórico en lenguaje conceptual lleva a creer que la verdadera realidad es aquella que se ajusta a la universalidad del concepto y, con ello, a sustituir lo real concreto por una abstracción inmutable y eterna. De este modo, el lenguaje contribuye de manera decisiva y sutil a afianzar el engaño metafísico sobre la realidad que se encuentra en las metafísicas esencialistas de origen platónico.
En definitiva, la crítica de Nietzsche al conocimiento conceptual desemboca en el rechazo de la existencia de la verdad objetiva. Frente a teorías verdaderas o falsas, solo cabe hablar, según Nietzsche, de interpretaciones de lo real que solo se pueden valorar como vitales, si son expresión de la voluntad de poder, o nihilistas, si niegan el poder de la vida.
La Moral de Señores y la Moral de Esclavos
La muerte de Dios también implica el rechazo explícito de toda moral de esclavos, y más concretamente de la moral judeo-cristiana. Desde Platón, el bien ha estado casi siempre ligado a la existencia de Dios como su fundamento último. La muerte de Dios lleva consigo desenmascarar lo que subyace en la constitución de los valores (genealogía de la moral).
Según Nietzsche, la historia de la cultura occidental puede interpretarse como el conflicto entre dos modos de enfrentarse a la vida: el de los hombres superiores y el de los hombres inferiores.
- Hombres Superiores (Señores): En una fase primitiva de Occidente, la cultura era la expresión del sistema de valores de los hombres superiores. Estos poseen la fuerza vital no solo para afrontar la vida en su irracionalidad, imprevisibilidad, conflicto y tragedia, sino también para vivirla de manera creativa, alegre y dominadora, como voluntad de poder. Constituyen la verdadera aristocracia, los nobles, que dan origen a la moral de señores, donde lo bueno se define en base a este tipo humano. Ejemplos de esta moral son las creaciones culturales de la Grecia preclásica, como la tragedia y los presocráticos, especialmente Heráclito.
- Hombres Inferiores (Esclavos): Frente al señor existe el esclavo, el débil, carente de la fuerza vital para vivir la vida como voluntad de poder y, por ello, resentido frente a la vida y frente al señor que lo domina. El esclavo sufre la vida, sufre el dominio del poderoso y, movido por el odio, emplea su inteligencia (racionalidad) para acabar con la supremacía de los señores mediante la rebelión de los esclavos. Esta rebelión se produce cuando triunfa una interpretación de la realidad que consagra un sistema de valores contrario a la vida, opuesto a la moral de señores. Este sistema de valores es la moral de esclavos, que se manifiesta en el pensamiento socrático-platónico y en el cristianismo.
A partir de la configuración de la cultura occidental por parte del platonismo y del cristianismo, dicha cultura es la expresión de la psicología del hombre inferior y, por tanto, una cultura decadente que, en su última fase, conduce al nihilismo manifestado con la muerte de Dios.
El Superhombre y la Transvaloración de los Valores
Finalmente, la muerte de Dios debe ser el punto de partida de una nueva antropología: el superhombre. El superhombre es aquel que asume hasta las últimas consecuencias que estamos sin Dios, que vive para la tierra, que afirma infinitamente la vida y que da un eterno y alegre sí a esta vida tal como es. Es aquel que crea valores, que no cede al sentimiento del absurdo de la existencia (nihilismo), sino que, en base a su instinto creador y a su fuerza vital (voluntad de poder), se erige en superador del nihilismo. Si Dios ha muerto, todo carece de sentido prefijado, no hay valores morales fundamentados, y el hombre es el dios de su historia y su destino. Esta es, según Nietzsche, la gran misión del superhombre: crear una nueva tabla de valores, llevar a cabo la transvaloración de todos los valores. Una misión para alguien que supera al hombre, capaz de afirmar la vida hasta el punto de no retroceder ante la idea del eterno retorno.