La Muerte de Dios y el Advenimiento del Nihilismo
Según Nietzsche, Dios ha muerto, pero su sombra aún se proyectaba a través de las instituciones que continuaban propagando su mensaje. Estas instituciones sostenían que Dios era el sentido del mundo, el garante del orden político, el respaldo de las autoridades, el juez de la moral, y el creador y protector de la dignidad humana. Afirmaban que, sin Él, el hombre no era nada. Estas ideas, que deberían haberse desmoronado tras la muerte de Dios, permitiendo el colapso del mundo tal como se conocía, persistieron. El mundo, sin embargo, se mantuvo en pie al sustituir a Dios por la razón.
Nietzsche interpreta la muerte de Dios como una oportunidad para vivir la realidad de una manera diferente, para reflexionar profundamente sobre este acontecimiento, experimentando tanto su dolor como su potencial liberador. La muerte de Dios no implica un simple reemplazo de Dios por la Razón, sino un impulso para transformar el mundo. Para ello, es crucial comprender la magnitud de este evento y sus implicaciones. La muerte de Dios nos permite diagnosticar la enfermedad de la cultura europea: el nihilismo.
Tipos de Nihilismo
El nihilismo es una corriente de pensamiento que niega todo valor a la existencia o que la hace depender de algo inexistente. Nietzsche distingue tres tipos:
- Nihilismo pasivo: Se caracteriza por la falta de creencia en cualquier valor, argumentando que los valores solo son posibles si Dios existiera. Ante la ausencia de Dios, este tipo de nihilista se sume en la desesperación y la inacción. Renuncia al deseo de actuar y busca una forma de terminar con su vida. En la obra principal de Nietzsche, este rol lo desempeña el Insensato o Último hombre.
- Nihilismo como decadencia vital: Considera que la cultura occidental es nihilista por dirigir su pasión y esperanza hacia algo inexistente, despreciando así la realidad. En Así habló Zaratustra, este modo se representa con la figura del camello.
- Nihilismo activo: Es la filosofía que intenta demostrar cómo los valores son una pura invención, puesto que son nada. Nietzsche propone destruir estos valores y reemplazarlos por otros nuevos. Esto da lugar a un nuevo momento histórico, una nueva moral y un nuevo hombre: el Superhombre. En su obra cumbre, este espíritu se representa bajo la metáfora del león.
La Superación de la Metafísica Tradicional
El objetivo de la filosofía de Nietzsche era superar la muerte de Dios. Sin embargo, advierte que pasará mucho tiempo antes de que el hombre sea consciente de todas las implicaciones de la ausencia de Dios. Criticar a la Iglesia es el primer paso, pero es necesario destruir su metafísica. Esto significa acabar también con el pensamiento antiguo y medieval que concebía al hombre como una dualidad y como una lucha de contrarios (bien/mal).
Nietzsche rechaza los conceptos de sustancia, esencia, unidad, alma y Dios, considerándolos meras ficciones creadas para evitar pensar en la muerte, la vejez y el cambio. En el fondo, son un reflejo del miedo al caos del universo. El lenguaje ha contribuido a la creación de este pensamiento, por lo que también debe ser transformado.
El Perspectivismo y la Voluntad de Poder
Nietzsche niega el concepto de Verdad, considerándola un abuso gramatical. No cree en verdades absolutas, sino en el perspectivismo. Esto lo lleva a una postura pragmática: para Nietzsche, la verdad es aquello que sirve para la vida y aumenta el poder. Algo es verdad si nos interesa.
Al negar todo valor a la existencia y vivir en un mundo de valores ficticios, el hombre necesita un cambio. La muerte de Dios lo ha dejado sin brújula, desorientado, perdido. La vida, la realidad, es cambiante e imposible de comprender de manera estática. Solo puede ser captada bajo distintas perspectivas. Para ello, necesitamos la voluntad de poder: una voluntad de apariencia, de error, que favorece la vida y capta su esencia, el incesante devenir que no tiene fin. Lo importante no es que las cosas sean verdaderas o falsas, sino que favorezcan a la vida. Nietzsche utiliza la metáfora como acceso al mundo para evitar caer en la metafísica.
Dos Interpretaciones de la Voluntad de Poder
- El mundo se entiende como una lucha de fuerzas que se contraponen, se subyugan y se complementan, pero sin estar en equilibrio ni estáticas, formando un caos de fuerzas en perpetua lucha. La voluntad de poder está más allá del bien y del mal. Necesita valorar y crear valores, pero no se queda encerrada en ellos porque es cambiante, se puede contradecir.
- El propio individuo es un micro-caos donde se reflejan las fuerzas del mundo. La Voluntad ansía conseguir el Poder porque este es el elemento genético y diferencial de la voluntad. El poder es lo que permite crear, crecer, conquistar y darnos.
Esta voluntad de poder es la que ha llevado al hombre a buscar ese cambio de valores y de la moral con el nihilismo.
El Eterno Retorno y la Llegada del Superhombre
Con nuevos valores, el hombre debe volver a querer vivir la vida. Esto es lo que Nietzsche define como el Eterno Retorno: una pasión que siempre vuelve y que pone sus aspiraciones en la llegada del Superhombre. Esta llegada no se hará efectiva hasta que no se haya renunciado al ideal cristiano-judaico-democrático. Su llegada hay que prepararla mediante lo que él denomina como Gran Política, que se desarrolla en tres fases:
- El camello simboliza a los que obedecen ciegamente. Se arrodillan, reciben la carga, las obligaciones sociales y morales.
- El camello que quiere ser más se transforma en león, símbolo revolucionario que se levanta contra la moral tradicional de los esclavos.
- Después de romper las cadenas, el león se transforma en un niño para que, desde la pureza de la infancia, cree una nueva tabla de valores.
El Superhombre no cree en la igualdad, pues la considera una artimaña de los débiles, de los cristianos y de los socialistas. La igualdad lleva a la moral del rebaño, nos esclaviza. El Superhombre se ríe de los valores antiguos del mundo, vive la vida con más fuerza y amor, y no crea otro mundo al que aspirar para consolar nuestra angustia producida por un espíritu incapaz de soportar la imagen trágica del mundo.