Introducción
Nietzsche suele ser encuadrado en el vitalismo, un movimiento heterogéneo en el que se reúne a un grupo de filósofos que centran su reflexión sobre la vida. Nietzsche ha entrado en la historia de las ideas como un genio de fuerte y peculiar personalidad. Su filosofía es en grado sumo polémica y crítica.
En nuestra cultura, en la filosofía y en la metafísica, aprecia Nietzsche un intento racionalizador que en el fondo encierra una valoración moral, una especie de cobardía, la expresión de un recelo frente a la vida, pues sobre esa metafísica se apoya nuestro sistema de valores, que niega la vida. La realidad es dinámica y no se deja reducir a lo estático, a lo puramente racional.
Podemos resumir esta intuición de Nietzsche mediante su concepto de nihilismo. El nihilismo resume su diagnóstico de la cultura occidental, tradición fundada sobre falsos valores, que lleva en su seno la semilla de la nada (nihil, en latín), cuyos frutos se limita a constatar el propio Nietzsche: es la constatación de que todos los valores y verdades de la llamada civilización occidental son mentira, un engaño, son nada. Deben, pues, ser transformados y sustituidos por los valores que supongan una afirmación de la vida. La cima del nihilismo nietzscheano se encuentra en el concepto de muerte de Dios. Tal concepto, pues, anuncia los valores superiores.
La metafísica tradicional considera la realidad (el ser) como algo fijo, inmutable, enfrentándola al mundo que nos muestran los sentidos, en el que todo (dice esa metafísica) es apariencia y falsedad. Se considera mejor el mundo inventado de las ideas, en el que todo es permanente, seguro, ideal, que el mundo de la vida con su movimiento incesante y su problematismo fuera de toda lógica. «Inventar otro mundo distinto de éste -dirá Nietzsche- significa tener recelo contra la vida».
El Conocimiento en Nietzsche
El error de la metafísica encuentra todo su apoyo en el lenguaje, en el olvido del origen metafórico —que no lógico— del concepto. El proceso de formación del concepto va desde la sensación hasta el concepto como tal. Pasamos de la sensación a la imagen mediante metáforas intuitivas; y al concepto, a través de la “fijación” de una metáfora o conjunto de metáforas, fruto de la costumbre. Sin embargo, la realidad, que es dinámica, no se deja aprehender por el concepto, que es algo estático. De modo que el filósofo confunde lo último con lo primero: mantiene que «los conceptos supremos».
Es imposible llevar a cabo una comprensión fija, esencial y definitiva de la realidad, como pretende la metafísica. El camino que podría acercarnos a conocer el Universo en su totalidad y en su verdad -objeto de la filosofía- no será nunca, según Nietzsche, una teorización hecha a partir de una comprensión racional, por muy exhaustiva que ésta sea. No es la “razón”, la lógica, el instrumento óptimo de la filosofía, sino el arte, lo único capaz de mostrar y comunicar esas intuiciones originarias en donde se expresa la nueva y más verídica expresión de la realidad. No cree posible una filosofía como teoría, sino, a lo sumo, como propuesta de categorías estéticas, lo que él denomina «una metafísica de artista».
Crítica a la Moral
La crítica que hace de la metafísica está hecha, pues, desde una perspectiva moral, como soporte de una moral decadente. Lo que llama “moral como contranaturaleza” se opone a la vida, establece valores absolutos, leyes o decálogos que cercenan la vida, en contra de los instintos vitales. El orden moral del mundo necesita ser justificado desde “el otro mundo”, desde “el ser” o desde “Dios”, quien se convierte así en la gran objeción contra la vida.
El ideal del pensamiento científico y la moral cristiana, así como sus resultados, la democracia y el socialismo, son, a juicio de Nietzsche, fenómenos degenerativos de una Humanidad que en un tiempo habría sido grande y fuerte.
Destruido el fundamento metafísico de aquella moral que niega la vida, el superhombre es una tipología moral que se caracteriza por una completa libertad frente a los valores tradicionales. Se siente atraído por la fuerza.
La Muerte de Dios
La cima de esa metafísica, Dios, es el apoyo último de esos valores absolutos que son expresión de una moral decadente. El orden moral del mundo necesita ser justificado desde “el otro mundo”, desde “el ser” o desde “Dios”, quien se convierte así en la gran objeción contra la vida. Esto mismo explica su profunda antipatía y la despiadada crítica con que ataca al cristianismo.
Por eso habla de la muerte de Dios: desaparecido tal fundamento, los valores que sustenta son nada y ello hace posible que emerja el superhombre, una tipología moral que se caracteriza por una completa libertad frente a los valores tradicionales. Y su ausencia es lo que da lugar a la plenitud del hombre.