Nietzsche y la Crítica a la Cultura Occidental en el Siglo XIX

Contexto Histórico y Filosófico de Nietzsche en el Siglo XIX

Friedrich Nietzsche, filósofo de profundos pensamientos, decidió reflejar sus ideas en una de sus obras, llamada El crepúsculo de los ídolos, en la cual quiere expresar su verdad. Escrita en 1888, su última etapa de lucidez, la más prolífica y fecunda, es casi el ocaso consciente del propio autor. Recordemos que, meses más tarde, después de una crisis en la que pierde la conciencia, ya apenas volverá a hablar hasta su muerte en 1900.

La crítica a la cultura occidental es demoledora en esta obra y se dirige a todos sus campos: la ciencia positivista, las religiones judaica y cristiana, la moral socrática y la filosofía tradicional.

El Siglo XIX: Un Siglo de Transformaciones

La vida de Nietzsche ocupa casi exactamente la segunda mitad del siglo XIX (1844-1900), un siglo muy agitado como lo fueron también los siglos anteriores. Es el siglo en el que toman cuerpo las profundas transformaciones que se venían preparando desde el nacimiento de la modernidad: proceso de industrialización, revoluciones sociales incesantes, auge de los nacionalismos, etc.

Si hubiera que condensar tan agitado siglo, podría hacerse en función de la contradicción existente entre, por un lado, un despliegue vertiginoso de la ciencia y la técnica (que se aplicarán a casi todos los ámbitos de la vida humana) y, por otro lado, el desarrollo social de una creciente masa de población, cuyos deseos de protagonismo social y político nada ni nadie pueden evitar.

Así las cosas, el problema histórico de esta época es cómo conciliar las demandas y aspiraciones de amplias capas de la sociedad burguesa, recientemente incorporadas a los procesos productivos de la industria capitalista, con unas estructuras políticas y sociales aún no suficientemente preparadas para estos cambios. De ahí que la tensión entre tradición y revolución, entre minoría dirigente y masa, sea un factor que marque tanto la convivencia social como la reflexión ideológica de este siglo.

La Polarización del Pensamiento en el Siglo XIX

La lucha entre los viejos valores de la antigua aristocracia y los valores emergentes de las masas desfavorecidas va a generar, pues, una clara polarización del pensamiento a lo largo del siglo XIX. Muchos pensadores, entre ellos el propio Nietzsche, se decantan por una reinterpretación de la historia y la cultura occidental en términos de añoranza o nostalgia por los ideales de la Antigüedad.

Nuestro autor, por ejemplo, diagnostica que la cultura occidental ha sufrido una progresiva decadencia, tornándose una cultura antivital y enfermiza, oponiéndose, al mismo tiempo, tanto a los valores de la burguesía reinante como a los de los movimientos obreros, a los que siempre desprecia por ser, a su juicio, claro síntoma de gregarismo y falta de autenticidad vital.

Nietzsche y la Ruptura con el Orden Establecido

Si hubiera que buscar un portavoz del fin de siglo, sin duda sería Nietzsche el que mejor podría asumir ese papel. Desde el mundo de la cultura existe una aparente ruptura con todo el orden establecido. La música, la pintura y la poesía juegan a provocar a una burguesía decadente y aburrida.

Pero este juego se realiza desde la reivindicación de un talante elitista y diletante, actitud que simboliza mejor que ninguna otra la figura del bohemio, alguien que renuncia a vivir de acuerdo con los valores dominantes, que busca constantemente experiencias nuevas que le hagan sentirse tanto vivo como diferente al resto de los hombres, y siempre con el afán de provocar, de que su propia vida sea una obra de arte, tal y como defiende Oscar Wilde en medio del puritanismo de la Inglaterra victoriana.

En Francia, por ejemplo, Rimbaud, Verlaine y Baudelaire siguen la misma consigna, revolucionando tanto los moldes de la poesía tradicional como la firmeza de las buenas costumbres. Y también Nietzsche muestra una gran preferencia por el arte o por la actitud artística como mejor modo de penetrar en el carácter contradictorio de la vida, su denominada “metafísica del arte” es una clara apología de lo creativo frente a lo conceptual, de lo concreto frente a lo abstracto.

Especialmente significativa fue la relación de Nietzsche con la música, en general, y con Wagner, en particular. Nuestro autor, músico de vocación temprana, pasó de admirar profundamente a Wagner a despreciarlo, al considerar que su música había dejado de ser la “flauta de la vida”, de Dionisos, para convertirse en un fenómeno más de la decadencia universal.

Corrientes Filosóficas del Siglo XIX

Filosóficamente hablando, en el siglo XIX proliferan diversos “ismos” (idealismo, romanticismo, positivismo, vitalismo,…) que se suceden unos a otros por reacción. Contra los ideales racionales de la Ilustración, el romanticismo reivindica un nuevo concepto de razón: la filosofía de Hegel, muy influyente a principios de siglo, la concibe como una fuerza que dirige la marcha de la historia humana.

Contra esta teoría totalizadora, el positivismo intenta atenerse a los hechos concretos inspirándose en el modelo de las ciencias empíricas. Cansados de este intento de asimilar los hechos humanos al modelo científico, surgen corrientes irracionalistas, que ponen de relieve las dimensiones humanas que se escapan a la lógica abstracta de las teorías.

El materialismo histórico de Marx y Engels, que se nutre de la explosiva situación social de la época, cuestiona también el papel alienante que juega la filosofía en tal situación. Durante la segunda mitad de siglo (la época de Nietzsche) el positivismo pretendía presentarse como la única respuesta filosófica adecuada a los tiempos. Las ciencias de la naturaleza (sobre todo, la física) estaban pasando por una época de ingenua soberbia: muchos científicos creían que la ciencia era capaz de explicar no sólo las leyes de la naturaleza, sino también los misterios del ser humano.

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