Nietzsche y la Filosofía: Un Viaje a Través de las Ideas Clave

Nietzsche: Crítica a la Filosofía Tradicional

El fragmento de Friedrich Nietzsche, extraído de *El crepúsculo de los ídolos*, refleja una profunda crítica a la tradición filosófica occidental, especialmente aquella que, desde Platón hasta el idealismo alemán, ha despreciado el devenir, el cuerpo y los sentidos en favor de conceptos abstractos, eternos e inmutables. Este texto se enmarca en el contexto filosófico del siglo XIX, una época de crisis de los valores tradicionales en Europa, donde comienzan a cuestionarse los fundamentos del conocimiento, la moral y la religión. Nietzsche se sitúa en este momento como una figura central de la crítica a la metafísica clásica, denunciando la construcción de «ídolos» filosóficos que han apartado al ser humano de la realidad concreta y cambiante de la vida.

La tesis principal del texto es que la filosofía, al negar el devenir y exaltar lo eterno, ha creado una visión falsa del mundo. Nietzsche acusa a los filósofos de haber convertido sus conceptos en «momias conceptuales», es decir, en ideas muertas que ya no tienen relación con la vida real. Al rechazar el testimonio de los sentidos y del cuerpo, han caído en una lógica que lleva a una forma de engaño y autoengaño: la creencia en un mundo verdadero más allá del mundo sensible. Este rechazo del cambio, del cuerpo y de lo sensible es, para Nietzsche, una traición a la vida misma.

Este texto se conecta profundamente con uno de los conceptos centrales de la filosofía de Nietzsche: el nihilismo. Para él, el nihilismo es la consecuencia de haber creído en valores supremos que, al revelarse falsos o insostenibles, dejan al ser humano sin sentido ni dirección. La negación del mundo sensible en favor de un mundo ideal o eterno es una forma de nihilismo pasivo, que desprecia la vida concreta. Sin embargo, en su crítica, Nietzsche encarna un nihilismo activo: busca destruir los valores antiguos —los ídolos filosóficos y religiosos— para revalorizar la vida, el cuerpo, el devenir y los sentidos. Así, propone una nueva forma de pensar que no se base en mentiras reconfortantes, sino en la afirmación radical de la existencia tal como es: cambiante, múltiple, imperfecta y viva.

Relación con Otros Filósofos

Platón vs. Presocráticos

Platón rompe con la tradición de los filósofos de la naturaleza, los físicos; su interés principal no es ya definir el sustrato, la causa y el origen de la naturaleza física observándola, interés que animó a los filósofos presocráticos, sino cómo organizar la *polis*, en consonancia con la problemática de su tiempo. Recoge en su pensamiento, no obstante, ya sea aceptándolas o criticándolas, las posiciones de los pensadores anteriores. El debate que se planteó entre Parménides (*ser permanente*) y Heráclito (*ser en movimiento*) lo resuelve creando dos mundos, aunque al considerar que el verdadero es el inteligible, el de las esencias inmutables, sigue en definitiva la línea de Parménides. A aquellos que como Tales, consideraron que la esencia era un principio material (*todo es agua*) los ridiculiza y se posiciona en la línea de Pitágoras, para el que la estructura permanente de la realidad es puramente formal (*números y figuras*). Se posiciona radicalmente en contra de Demócrito, particularmente por su mecanicismo, al cual él contrapone una concepción teleológica: todo está regido por la finalidad del Bien; en este aspecto podemos encontrar paralelismo entre su Demiurgo y el Nous de Anaxágoras.

En su forma de clasificar los tipos de conocimiento, se puede ver claramente la posición de Platón hacia los pensadores que le antecedieron. Al conocimiento aplicado a la producción de objetos (artesanía, agricultura…), así como los intentos teóricos de los físicos, los considera saberes de bajo nivel, cambiantes, inseguros, “opinión”, productos de la creencia y la imaginación. El nivel de la ciencia corresponde a la matemática (Pitágoras) y la Dialéctica (Sócrates). En definitiva, Platón da más importancia a la razón que a los sentidos, situándose en la corriente idealista de Parménides, Pitágoras y Sócrates; y se opone a la línea materialista, que daba más importancia a los sentidos, de Demócrito y los filósofos de Mileto.

Platón vs. Sócrates

La relación filosófica entre Platón y Sócrates es una de las más importantes y profundas en la historia del pensamiento occidental. Sócrates, quien vivió en el siglo V a.C., fue maestro de Platón y una figura central en el desarrollo de la filosofía griega. Aunque no dejó escritos propios, sus enseñanzas fueron transmitidas principalmente a través de los diálogos de Platón, quien convirtió a Sócrates en el protagonista de gran parte de su obra.

Sócrates se centraba en la reflexión ética y en el conocimiento del ser humano. Su método, conocido como mayéutica, consistía en hacer preguntas para guiar al interlocutor hacia el descubrimiento de la verdad por sí mismo. Para Sócrates, la filosofía era un ejercicio de autoconocimiento y una búsqueda constante de la virtud, la justicia y el bien.

Platón, profundamente influenciado por la figura y las enseñanzas de Sócrates, desarrolló su propio sistema filosófico, pero sin abandonar los principios socráticos. A través de sus diálogos, Platón no solo preservó la memoria de su maestro, sino que también expandió sus ideas, dándoles un marco teórico más amplio. Una de las principales contribuciones de Platón fue la teoría de las Ideas o Formas, según la cual existen realidades eternas e inmutables más allá del mundo sensible, siendo la Idea del Bien la más elevada de todas.

En este sentido, la filosofía de Platón puede considerarse una continuación y al mismo tiempo una superación del pensamiento socrático. Mientras Sócrates se enfocaba en la virtud individual y en la vida moral, Platón elaboró un sistema metafísico que explicaba la realidad, el conocimiento y la existencia del alma, siempre manteniendo el ideal socrático de buscar la verdad a través del diálogo y la razón.

En conclusión, la relación filosófica entre Sócrates y Platón es esencial para comprender el origen y desarrollo de la filosofía occidental. Sócrates fue el maestro que sembró las preguntas fundamentales, y Platón fue el discípulo que supo recogerlas, profundizarlas y transformarlas en un legado filosófico duradero.

Aristóteles vs. Platón

Aristóteles recuperó el interés de los presocráticos por investigar la naturaleza, interés que Platón había abandonado. Aristóteles defendió una concepción teleológica de la realidad, al igual que Platón, separándose ambos del mecanicismo de Demócrito. Para Demócrito no existe finalidad, existe azar o casualidad; mientras que para Platón y Aristóteles, todo persigue un propósito. Ahora bien, para Platón la finalidad que persiguen las cosas está en otro mundo (teleología trascendental) mientras que para Aristóteles la finalidad que persiguen las cosas está en su propia naturaleza (teleología inmanente).

Aristóteles criticó la teoría platónica de los dos mundos. Según Platón, las Ideas son las causas formales que explican lo que una cosa es (su esencia) y lo que hace que cambie como cambia (su naturaleza). Aristóteles considera, al contrario, que es imposible que la esencia y naturaleza de un ser esté fuera de dicho ser: sólo existe un mundo, y Platón complicó las cosas al separar la causa formal de la material.

La contradicción entre Parménides (el ser es inmutable) y Heráclito (nada permanece), la resolvió Platón con su teoría de los dos mundos: un mundo para lo permanente y otro para lo cambiante. Aristóteles ofrece otra solución. Supera a Parménides diferenciando entre no ser absoluto y no ser relativo, y supera a Heráclito defendiendo que hay algo que permanece, al menos durante un tiempo, la substancia. No obstante, después de Parménides fue imposible no reconocer que algo debe permanecer después del cambio: para Platón permanecen las Ideas y para Aristóteles la materia primera.

Para Platón el alma es un principio de conocimiento, nos permite elevarnos hacia las esencias. Para Aristóteles, el alma es un principio de vida y movimiento. Platón cree en la inmortalidad del alma una vez que se separa del cuerpo. Para Aristóteles, el ser humano es mortal; cada ser humano es una substancia primera, unión de materia y forma; no existe forma sin materia, por lo que cuando se separa materia de la forma la substancia primera desaparece.

Aristóteles vs. Kant

Kant, como defensor del idealismo, se enfrenta al materialismo aristotélico. Para Kant debe darse más importancia al sujeto que conoce que al objeto que se va a conocer; para Kant, el sujeto nace con una serie de instrumentos para conocer, de tal forma que construye su realidad (fenómeno) con la información que dichos instrumentos le permiten obtener de los objetos del mundo y con los instrumentos que tiene para organizar dicha información. Aristóteles, por su parte, defiende que la mente del ser humano es una “pizarra vacía” y la realidad se va imprimiendo en ella poco a poco, hasta que se descubre la esencia. Aristóteles, por tanto, no distingue como Kant entre la realidad que aparece ante el humano (fenómeno) y la realidad tal cual es (cosa en sí o noúmeno); para Aristóteles, la realidad que se percibe con los sentidos y que se conoce con la investigación es la realidad en sí misma (realismo “ingenuo”).

El idealismo de Kant se enfrenta al materialismo de Aristóteles también en el ámbito de la ética. Aristóteles defiende una ética que siempre tiene que tener en cuenta las circunstancias en que se desarrolla la acción, ya que dependiendo de dichas circunstancias el punto medio de la virtud se mueve hacia un extremo u otro. Kant defiende situar la acción humana en un ámbito más allá de sus causas y consecuencias, en un ámbito en el que se pueda decidir qué hacer sin tener en cuenta lo que se va a conseguir con la acción. En Kant, el punto medio perfecto de la virtud está dentro de la propia razón del humano: el imperativo categórico.

Aristóteles vs. Hobbes

Para Aristóteles el hombre es un ser político que no puede vivir fuera de la ciudad, del estado; convive con los demás, con los ciudadanos y esto es natural; la sociedad evoluciona para Aristóteles naturalmente: se forman las familias por naturaleza, las familias se unen para formar aldeas y las aldeas se unen para formar estados, todo ello para cumplir las funciones naturales de los individuos y alcanzar el desarrollo de su potencialidad y su felicidad. La política debe por tanto buscar el bien común de esas comunidades o asociaciones de los humanos. La teoría política de Hobbes es totalmente opuesta a la de Aristóteles. Según Hobbes, en estado de naturaleza, los hombres son malos, enemigos entre sí; mientras Aristóteles piensa en el hombre como un “animal político” por naturaleza, Hobbes piensa que “el hombre es un lobo para el hombre” y que en estado natural hay una situación de guerra de todos contra todos. Por eso, para huir de esa situación de miedo y caos constante, el ser humano utiliza su inteligencia para crear un estado con un poder muy fuerte, que se sitúa por encima de la sociedad y que tiene el monopolio de la fuerza para mantener la disciplina y el orden en la sociedad. Así, mientras para Aristóteles el estado tiene un origen natural, para Hobbes se trataría de un pacto para huir de una situación natural de peligro de guerra constante. Mientras para Aristóteles la unión política surge por naturaleza y por el uso de la palabra para entendernos en lo que es justo, para Hobbes la unión política en el estado surge para buscar protección por miedo de unos individuos hacia otros.

Nietzsche vs. Kant

Del pensamiento epistemológico de Kant, Nietzsche toma la idea de que el noúmeno (la libertad, el alma y Dios) sea imposible de aprehender por el ser humano, pero radicaliza este planteamiento afirmando que todo conocimiento está determinado por las características del sujeto cognoscente (psicológicas, sociales, físicas, etc). Frente a los idealismos platónico y kantiano, Nietzsche defiende un perspectivismo exacerbado, en la línea de Ortega y Gasset: «No existen los hechos, sino las interpretaciones».

Nietzsche enriquece la corriente gnoseológica que Kant revolucionó en su momento con la introducción del lenguaje. Nietzsche defiende que la obsesión de la filosofía por la metafísica (con su aprehensión del ser y su esencia y su teoría de la causalidad) está enraizada en el carácter sustancialista de la gramática, en la que priman las estructuras sujeto-predicado y el verbo ser. Si cambiáramos nuestro lenguaje, también lo haría nuestra forma de percibir la realidad. Posteriormente, filósofos de la talla de Wittgenstein seguirían esta línea de pensamiento: «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo».

Nietzsche también arremete contra la ética formal de Kant, que tacha de contranatural al actuar esta como inhibidor de los instintos naturales y de las pasiones humanas. Nietzsche llegó a referirse a la moral de Kant, hija de la de Sócrates, como moral de esclavos, basada en el miedo, la debilidad y el resentimiento. En su lugar, reivindicó la moral de los señores, nacida del afán de vivir, de la fortaleza y propia del superhombre. La propia intencionalidad de la voluntad del superhombre estaba más allá del bien y del mal: la moral debía ser individual y no estar supeditada a las intenciones de los demás; desbancando así el carácter universal de la moral kantiana y socrática.

Nietzsche vs. Heráclito

En su mejor tradición helenística, la obra de Nietzsche bebió mucho de la Grecia presocrática. Comparte el relativismo y el escepticismo propios de los sofistas y aplaude a Heráclito por situarse en contra de las ideas metafísicas que, gracias a Parménides de Elea, ganaban cada vez más terreno en la época. Frente a las concepciones eleatas de que el ser es una unidad fija, inamovible y sustancial, Heráclito afirma que el ser es un perpetuo devenir y que el mundo se halla en un movimiento incesante. Además, adelantándose a Hegel, el filósofo griego asevera que el mundo real consiste en un equilibrado ajuste de tendencias opuestas.

Nietzsche toma de Heráclito su idea del ser como entidad maleable y cambiante, y por tanto, carente de esencia (el ser no posee características comunes) para justificar su rechazo a la metafísica y a la ciencia en general, cuyo estudio solo da lugar a «momias conceptuales». El filósofo alemán critica la propensión humana a conceptualizar y categorizar el mundo, pues no solo da lugar a conocimiento irreal, sino que limita la realidad material. También hereda la lucha de contrarios de Heráclito para elaborar su célebre distinción entre lo apolíneo y lo dionisíaco. No obstante; Nietzsche también critica el *logos* de Heráclito como fuerza que guía el devenir de las cosas: el cambio hay que aceptarlo, no es menester encontrarle explicación.

Nietzsche vs. Platón

La profunda animadversión que procesaba Nietzsche hacia Platón orienta y fundamenta la mayor parte de la obra del alemán. Ve en Platón y su mentor la cuna de los valores judeocristianos que Nietzsche considera que van en contra de la naturaleza humana.

Nietzsche se muestra contrario al dualismo platónico: rechaza la existencia de un mundo ininteligible perfecto y reclama el caótico mundo sensible como único verdadero. Esta pretensión socrática de dotar al mundo caótico de armonía, serenidad, equilibrio y racionalidad forja el ideal apolíneo en el que basan los valores judeocristianos que rigen a la sociedad actual. Frente a lo apolíneo, Nietzsche reivindica el ideal dionisiaco, que acepta la tragedia del sinsentido de la vida, confía en sus sentidos y se deja llevar por los instintos irracionales del ser humano.

El individuo que logre abrazar el cánon dionisíaco y sea capaz de seguir la llamada de la voluntad de poder (el instinto natural del ser humano a desarrollar al máximo su potencial) ganará la condición de «superhombre». Y es que Nietzsche criticaba las aspiraciones del platonismo al mundo de las ideas y más tarde las del cristianismo al «más allá»: el ser humano debía aspirar a convertirse en la mejor versión de si mismo, en una especie de héroe que mantiene una actitud estoica ante las verdades más desagradables de la vida y que es capaz de sacar el máximo rendimiento a un mundo, que no solo carece de Dios, sino de sentido alguno. De ahí viene la más célebre consigna del nihilismo: «Dios ha muerto, viva el hombre».

Es evidente que los nuevos valores que predica Nietzsche, aptos para el desarrollo del superhombre, son incompatibles con las leyes por las que se rige el Estado ideal de Platón, basado en el bien común y el colectivismo. Nietzsche no entendía como ideal a un Estado que protegiera a los más débiles, pues así limitaba la voluntad de poder del superhombre. El alemán detestaba la política, la compasión y el espíritu de comunidad, alejándose del objetivo de virtualmente la totalidad de la filosofía occidental en favor de la reivindicación del individuo.

Otro punto de discrepancia entre Platón y Nietzsche se halla en su concepción de la ciencia. Para Platón, la *episteme* se regía por la razón y por tanto, daba lugar a un conocimiento verdadero. La academia platónica primaba las matemáticas y las ciencias por ser estas el paso previo a la dialéctica capaz de alcanzar el mundo de las Ideas. Sin embargo, para Nietzsche, la presunción de encontrar un sentido lógico y objetivo a la vida irracional eran características propias de un individuo débil. El superhombre debe aceptar llanamente el mundo tal y como es y olvidarse de su tendencias organizadoras.

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