Nietzsche y la Muerte de Dios: Un Análisis de la Crisis de la Cultura Occidental

1.- La Muerte de Dios y el Nihilismo

El Suceso Espiritual Más Importante de los Tiempos Modernos

Nietzsche reflexiona sobre lo que considera el suceso más importante, desde el punto de vista espiritual, de los tiempos modernos: la muerte de Dios. El progreso científico y la crítica ilustrada a la religión han minado los fundamentos de la fe religiosa, haciendo imposible la creencia en el Dios monoteísta cristiano. La consecuencia más preocupante de esta pérdida de fe es el nihilismo, es decir, el derrumbamiento de todos los valores superiores que la cultura occidental había fundamentado en la divinidad. Este derrumbamiento ha desfondado la existencia humana, vaciándola de sentido.

2.- La Crisis de la Cultura Occidental y la Genealogía de la Moral

El Problema de Dios y la Raíz del Nihilismo

El problema de Dios conecta directamente en Nietzsche con su análisis de la crisis que atraviesa la cultura occidental. Para investigar sus causas, realiza una genealogía que se remonta al mundo griego, donde, según él, se daba una perfecta combinación de razón y vida. Sin embargo, Sócrates, con su moral abstracta, y Platón, con su distinción entre el mundo verdadero de las ideas y el mundo aparente de los sentidos, pusieron fin a ese equilibrio, inaugurando la historia de la moral y la metafísica. A ellos se unió luego la nefasta influencia del cristianismo. Todos ellos han proyectado un mundo ideal de valores frente al cual la vida aparece como algo inferior. Este pensamiento hostil a la vida aniquila de raíz las posibilidades creadoras del hombre.

La consecuencia más grave del idealismo ha sido el triunfo del mal característico de nuestra época: el nihilismo. Esto supone que, al producirse la muerte de Dios, los valores más elevados pierden su sustento religioso y la vida se precipita en la nada.

Superación del Nihilismo: Una Nueva Filosofía

La superación del nihilismo requiere una filosofía activa, creadora, que ofrezca una alternativa aceptable a la metafísica occidental y sepa recuperar los aspectos más sugerentes del pensamiento griego presocrático. Esa nueva filosofía tendrá que girar en torno a cuatro conceptos:

  • La voluntad de poder: una fuerza o potencia creadora que no busca conservar la vida, sino elevarla a cotas superiores de perfección mediante la creación de formas bellas y potentes.
  • El eterno retorno: el marco temporal del despliegue de la voluntad de poder y la alternativa al tiempo lineal que proponen el cristianismo y la teoría del progreso. Las fuerzas que componen la realidad retornan a lo largo de un tiempo infinito cíclico, pero no de forma mecánica, sino aumentado en cada ciclo del dinamismo creador de la vida.
  • El superhombre: el prototipo de la humanidad futura, libre de cualquier carga espiritual metafísica y capaz de soportar la terrible responsabilidad que supone el pensamiento del eterno retorno.
  • La transvaloración de los valores: realizada por el superhombre, que sustituirá los extenuados ideales reactivos propios de nuestra decadente civilización por una nueva tabla de valores encaminada a introducir perspectivas más audaces de existencia.

3.- El Contexto Histórico y Cultural de Nietzsche

Nietzsche vivió durante la segunda mitad del siglo XIX, periodo en el que, coincidiendo con la segunda revolución industrial, se despliegan el nacionalismo y el colonialismo europeos. También avanzan importantes movimientos sociales como el liberalismo burgués o el movimiento obrero, en los que Nietzsche no vio más que un síntoma de la rebelión de los resentidos del rebaño contra los hombres superiores, en el marco de su interpretación elitista de la vida, nostálgica del antiguo aristocratismo griego.

Culturalmente, el periodo se caracteriza por una excepcional brillantez, sobre todo en el ámbito de la literatura y la música. Por último, es un momento de extraordinaria actividad científica en el que se desarrollan conceptos tan importantes como los de energía o evolución. También la filosofía se desplegará en una multiplicidad de escuelas: positivismo, utilitarismo, marxismo, etc. Conocedor de casi todas ellas, Nietzsche tenderá a despreciarlas, considerándolas un exponente más del nihilismo contemporáneo.

4.- La Existencia de Dios: Tomás de Aquino y las Cinco Vías

El Problema de la Existencia de Dios en la Historia de la Filosofía

El problema de la existencia de Dios lo abordan Agustín de Hipona y Tomás de Aquino en su esfuerzo por fundamentar racionalmente determinadas verdades reveladas que son materia de fe. También Descartes, en su tercera meditación, considera necesario demostrar la existencia de Dios a fin de superar la duda acerca de la existencia del mundo exterior y asegurar su conocimiento. Finalmente, cabe mencionar a Kant, que se ocupa del problema de Dios en su filosofía transcendental desde un doble punto de vista: como idea de la razón teórica, designa un noumeno incognoscible; en la ética, en cambio, desempeña un papel fundamental como postulado de la razón práctica.

Tomás de Aquino y la Demostración de la Existencia de Dios

Entre este elenco de posibilidades, elegiremos a Tomás de Aquino, quien considera que podemos conocer la existencia de Dios de dos maneras: a través de la revelación por la fe o utilizando la razón, puesto que la proposición»Dios exist» pertenece a los preámbulos de la fe, ámbito intermedio de las verdades pertenecientes a la teología natural que pueden ser demostradas racionalmente, pues en él colaboran fe y razón.

Santo Tomás rechaza la demostración de la existencia de Dios que propuso San Anselmo, conocida como argumento ontológico. Tomás considera que la demostración puede ser evidente en sí misma, pero en absoluto evidente para nosotros, que no conocemos bien la esencia de Dios. Por consiguiente, propone una demostración de la existencia de Dios que es a posteriori, porque parte de los sentidos y va de los efectos del mundo a la causa que los ha producido: Dios.

Las Cinco Vías de Tomás de Aquino

Santo Tomás ofrece cinco demostraciones de la existencia de Dios, las cinco vías, que comparten una misma estructura:

  1. Se parte de un hecho de la experiencia.
  2. Se aplica el principio de causalidad, advirtiendo que no puede haber una serie causal infinita.
  3. Se concluye que ha de existir un ser originario que es el que da lugar a toda serie, al que denominamos comúnmente Dios.

Las vías son:

  1. Por el movimiento: va desde el movimiento del mundo al primer motor inmóvil.
  2. Por la causalidad eficiente: va desde las causas subordinadas hasta la primera causa incausada.
  3. Por la contingencia: va desde los seres contingentes del mundo hasta un primer ser necesario.
  4. Por los grados de perfección: va desde los grados de perfección del mundo hasta un ser infinitamente perfecto.
  5. Por la finalidad y el orden cósmico: va desde el orden y la finalidad del mundo hasta una primera inteligencia ordenadora.

La Esencia y la Existencia en Dios

Santo Tomás, aplicando la distinción entre esencia y existencia, afirma que en Dios esencia y existencia se identifican, porque su naturaleza implica necesariamente existir, ya que es un ser infinitamente perfecto. En cambio, el resto de los seres son contingentes, porque su esencia no implica necesariamente que existan, y por ello se limitan a participar de la existencia gracias al acto creador de Dios.

La Ley Eterna y la Ley Natural

Dios gobierna el mundo mediante la ley eterna, de la que participan las criaturas a través de la ley natural, que las dota de una naturaleza propia y de unas inclinaciones específicas. El hombre participa de dicha ley con su razón, de manera que, actuando virtuosamente, contribuye a la armonía del orden establecido por Dios en la naturaleza y su obra agrada a Dios. En cambio, una conducta irracional rompe el orden natural establecido por Dios en el universo, desagradándolo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *