El Pensamiento Filosófico de Platón en la República
El presente texto aborda conceptos clave extraídos de República, probablemente la obra más célebre de Platón. Se estima que su redacción abarcó dos décadas, desde el 390 hasta el 370 a.n.e. El interlocutor principal es Sócrates, a través del cual Platón expone sus propias ideas. Aunque inicialmente se centra en la naturaleza de la justicia y, posteriormente, en su filosofía política, República compila las principales doctrinas platónicas sobre la realidad y el conocimiento.
La Ontología Platónica: La Dualidad de la Realidad
Platón introduce la existencia de dos realidades o mundos: el mundo sensible y el mundo inteligible. Esta concepción dualista se refleja en su Teoría de las Ideas, que constituye el núcleo de su visión de la realidad.
El Mundo Sensible
El mundo sensible, en el que nos encontramos, es mutable, imperfecto y aparente. Es el reino de las sombras y las apariencias, que Platón ubica en el fondo de la caverna donde, inicialmente, todos somos prisioneros. En este mundo existe una multiplicidad de objetos que son meras copias de una Idea única, sujetas al cambio por no ser plenamente reales. Dentro del mundo sensible, en un nivel inferior a las cosas materiales, se hallan las imágenes, copias imperfectas de las cosas. Por ello, Platón desprecia a los creadores de sombras, como poetas, pintores y escultores, cuya actividad los sitúa en lo más profundo de la caverna.
El Mundo Inteligible o Mundo de las Ideas
El mundo inteligible está compuesto por entidades inmateriales, perfectas y eternamente inmutables, a partir de las cuales se generan las copias imperfectas que son los objetos del mundo sensible. Las Ideas son el fundamento del ser. Platón establece una jerarquía de Ideas, donde la Idea del Bien actúa como principio unificador.
La Epistemología Platónica: La Naturaleza del Conocimiento
Platón utiliza la metáfora de los ojos para representar el conocimiento racional del Alma. Estos ojos ya poseen la capacidad de ver, pero deben ser dirigidos hacia el objeto adecuado, y esto debe ser enseñado.
Según la teoría del conocimiento de Platón, el Alma ya conoció las esencias durante su preexistencia en el mundo de las Ideas, antes de unirse al cuerpo. Por lo tanto, la educación no implica adquirir conocimientos nuevos, sino recordar lo ya aprendido en el mundo de las Ideas, que reside oculto en nuestro interior. La educación consiste en iluminar lo que ya poseemos. El problema, según Platón, radica en que no sabemos dónde dirigir nuestra mirada. Para recuperar lo aprendido, debemos orientar nuestra vista mediante la investigación y el estudio.
Doxa y Episteme: Los Niveles del Conocimiento
Platón divide y jerarquiza el conocimiento de forma paralela a su concepción de la realidad. El nivel inferior es la opinión o doxa, un conocimiento inseguro y cambiante, ya que no se ocupa de lo necesario. La opinión se basa en la creencia en lo que nos muestran los sentidos (las cosas que percibimos) y, en un nivel aún más bajo, en la imaginación, que genera meras conjeturas (las sombras de esas cosas). La ciencia, o episteme, proporciona un conocimiento racional, seguro, permanente y universal. En su nivel inferior, Platón la denomina «pensamiento discursivo», propio de las matemáticas. El nivel superior del conocimiento es la inteligencia o dialéctica. La educación, a través de la dialéctica, dirige nuestro conocimiento hacia las Ideas y hacia su cúspide, la Idea del Bien, que debe «servir como modelo».
La Educación en la República de Platón
En el estado ideal, los gobernantes deben trascender el mundo sensible. Por ello, Platón se cuestiona en República qué disciplinas deben estudiar los jóvenes que se preparan para esta tarea, y propone un plan de estudios completo para el filósofo-rey. Busca disciplinas útiles para los guardianes-auxiliares o guerreros (ya que los futuros gobernantes deben ser guerreros antes de gobernar) y que, principalmente, sirvan para despertar el intelecto. Estas disciplinas pueden abordarse de dos maneras: si se practican para resolver problemas prácticos, no sirven para formar al futuro gobernante, pues lo mantienen en el mundo sensible; pero si se estudian teóricamente (como hacían los pitagóricos), resultan adecuadas para despertar el intelecto, ya que plantean problemas que no pueden resolverse solo con los sentidos. Estudiadas así, las ciencias propedéuticas impulsan a los jóvenes a abandonar la confianza en lo sensible y a despertar en ellos el intelecto y la inquietud que los conducirá al verdadero conocimiento, objetivo de la educación que Platón defiende. Quienes alcancen la última etapa del proceso educativo constituirán la clase de los filósofos gobernantes, que deberán dirigir su vida y la de la ciudad de acuerdo con la Idea del Bien.
La Antropología Platónica: La Concepción del Ser Humano
En el texto, el sujeto de la educación es el alma. Es ella la que, apartándose del mundo sensible, debe dirigirse a la contemplación del ser y del Bien (el mundo inteligible). Otro aspecto temático es, por tanto, la concepción antropológica de Platón.
Según Platón, el ser humano es un compuesto de alma y cuerpo. El alma es inmortal y eterna, mientras que el cuerpo es mortal. El cuerpo, vinculado al mundo sensible, es una especie de prisión para el alma, que la mantiene atada como un esclavo en el fondo de la caverna.
La educación implica el control y dominio del cuerpo. El desarrollo de la capacidad intelectual o racional del alma nos permitirá reconectar con las Ideas y con la Idea del Bien, saliendo de la caverna y retornando a su patria, el mundo de las Ideas.
El Mito del Carro Alado
Para explicar la naturaleza del alma, Platón propone el mito del carro alado en su diálogo Fedro. El alma es como un carro conducido por un auriga y tirado por dos caballos: uno bueno y dócil, el otro ingobernable. De igual modo, en el alma humana se distingue una parte racional (el auriga) y otra irracional (los caballos). La parte irracional se divide en ánimo y apetito. El alma racional (razón) debe conocer la Idea del Bien (objetivo último del conocimiento y la educación) para conducir adecuadamente la vida humana. El alma irascible (ánimo) debe tener el vigor necesario para impulsar al ser humano en la dirección marcada por la razón. El alma concupiscible (apetito) debe ser moderada para frenar los deseos irracionales que alejarían al ser humano de su meta.
Esta visión tripartita del alma (racional, irascible y concupiscible) se conecta con la concepción tradicional griega, según la cual el alma da vida y mueve el cuerpo.
El alma se entiende como una entidad inmaterial afín a las Ideas, que constituye la esencia del ser humano y se encuentra encerrada en el cuerpo, perteneciente al mundo sensible, como en una prisión. Liberarse de esta prisión es tarea del filósofo, y se logra mediante la educación, aunque la liberación definitiva solo llega con la muerte. El alma es afín a las Ideas, pero, a diferencia de estas, no es inmutable. Se trata de una entidad intermedia entre lo sensible y lo inteligible, los dos niveles de la realidad que fundamentan la filosofía platónica.
Ética y Política en Platón
Platón considera que el Estado ideal se compone de tres clases rígidamente separadas, con funciones específicas, en un claro paralelismo con su concepción tripartita del alma: los guardianes-filósofos, que gobiernan; los guardianes-auxiliares (guerreros), que mantienen el orden y defienden la polis; y los ciudadanos productores (campesinos, artesanos, comerciantes), que abastecen de los medios necesarios para la subsistencia. Cuando estas tres clases conviven en armonía, con gobernantes sabios, guerreros valientes y un pueblo moderado, en la polis reinarán el orden y la justicia.
La polis debe ser dirigida por quienes, tras un largo proceso educativo y múltiples pruebas, hayan llegado a conocer la Idea del Bien. Los filósofos, una vez contemplada esta Idea, la usarán como modelo para gobernar. Platón distingue cinco tipos de constituciones políticas: aristocracia, timocracia, oligarquía, democracia y tiranía. De estas, propone la aristocracia, el gobierno de los mejores (no por su origen, sino por su sabiduría y virtud), como la forma política ideal.